Rendir homenaje a los ídolos, a los inspiradores, a las máximas influencias es algo que se da a menudo en la música. Pero cuando artistas consagrados, que han influido a cientos de músicos y bandas, dedican un álbum a la música de alguien en particular es un verdadero acontecimiento. Aquí diez discos alucinantes que no deberían faltar en ninguna discoteca.
John Hammond – Wicked grin (2001). Acá tenemos un tributo a Tom Waits interpretado por uno de los mejores exponentes de la historia del blues blanco. Son trece canciones, doce de Waits y un gospel tradicional, interpretadas de una manera muy personal. Hammond fusiona el sonido del delta del Mississippi con la nocturnidad poética y bañada en whisky de Waits. Pero eso no es todo, la banda es un lujo: Doug Sahm, Augie Meyers, Charlie Musselwhite y Larry Taylor, más el plus de un par de apariciones del mismísimo Waits, quien además produce el disco.
Bryan Ferry – Dylanesque (2007). Este álbum lo escuché pocas semanas después de su lanzamiento. Estaba en Londres, entré en la Virgin de Picadilly Circus y me calcé los auriculares de una de las máquinas que tienen discos programados. Esa primera vuelta no me impresionó, pese a la tremenda versión de Just like Tom Thumb's blues. Pero después cuando lo volví a escuchar relajado y más tranquilo realmente lo entendí. Bryan Ferry homenajea a Bob Dylan desde su óptica, su experiencia rockera y su sonido. Dylanesque es un gran disco de rock.
Gilberto Gil - Kaya N'gan Daya (2002). Creo que no exageró. Este es el mejor disco de covers de Bob Marley. El bahiano tiene tanto reggae en su sangre que no entiendo cómo tardó tanto tiempo en sacar un álbum así. Este disco es óptimo para cualquier ocasión. No importa si vas en el auto, si estás en una fiesta, si estás solo o con amigos en tu casa. De día o de noche. Pilas o crazy. Algunos de los temas están en inglés y otros en portugués, como Lively up yourself. También está el disco en vivo, aunque ese no sólo contiene versiones de Marley.
Dr. John – Duke Elegant (2000). Gran disco de Dr. John. La música de Duke Ellington está aquí acariciada por un suave ritmo funky y el piano New Orleans style de Dr. John. El comienzo del álbum con On the Wrong Side of the Railroad Tracks es una buena medida para saber que nos espera después. Dr. John es un gran músico, uno de los grandes secretos de la música sureña y pantanosa de Nueva Orleans. Y Ellington es uno de los compositores más importantes del siglo XX. Una gran combinación.
Eric Clapton – Me and Mr. Johnson (2004). Hay muchos discos dedicados enteramente a la música y el mito de Robert Johnson como por ejemplo los de Robert Lockwood Jr., John Hammond o Peter Green, entre otros. Pero elegí este de Clapton porque por su fama y trascendencia seguro acercó la música de Robert Johnson a muchos más oídos. Son grandes versiones de un guitarrista que está obsesionado con el blues desde hace más de cuatro décadas. Si les gusta éste, busquen después su secuela: Sessions for Robert J.
The Gil Evans Orchestra – Plays the music of Jimi Hendrix (1975). También hay varios tributos a Jimi Hendrix, pero éste se destaca por los arreglos de Evans. Nueve temas, no todos de los más conocidos del guitarrista, reinterpretados con una orientación rockera y un toque de improvisación jazzera. Por momentos la orquesta de 18 músicos suena muy funky, tres guitarras, wah-wah, y un sonido setentoso muy cool. A Hendrix le hubiera encantado.
Albert King - Blues For Elvis (1970). Las canciones de Elvis Presley con el sonido de Albert King y su guitarra Lucy. La esencia de Memphis brota desde el comienzo hasta el final. Grabado para el sello Stax, contiene nueve temas del Rey del Rock: desde All shook up hasta una versión sublime de Don’t be cruel. El clásico estilo de Albert King está acompañado por una noble sesión de vientos y la solidez en bajo de Donald “Duck” Dunn. Originalmente el álbum tenía otra portada con el nombre de Blues for Elvis: Albert King does the King’s things.
B.B. King - Let the Good Times Roll (1995). B.B. es el Rey del blues y Louis Jordan fue el Rey del jump blues. Aquí tenemos un disco altamente recomendable, con mucho swing y buen gusto. En los noventa B.B. sacó un disco atrás de otro. Duetos, nuevas versiones y éste homenaje a uno de los músicos más importantes de la década del cuarenta, intérprete de clásicos como Ain't nobody here but us chickens y Caldonia. Hay que señalar que Lucille no tiene un rol protagónico ya que B.B. King se concentró en su forma de cantar.
Gary Moore – Blues for Greeny (1995). Cuando Peter Green dejó Fleetwood Mac a comienzos de los setenta le prestó su Gibson Les Paul 1959 a Gary Moore. Tiempo después Moore se la compró. Y en 1995 le rindió tributo al guitarrista que más lo influyó. Blues for Greeny es un gran disco en el que el blues power del irlandés brilla con canciones de Peter Green como If you be my baby, Merry-go-round y Love that burns.
Steve Earle – Townes (2009). Es posible que este sea uno de los mejores discos del año. Esencialmente acústico, Townes es un homenaje del alumno al maestro. Es un disco profundo y sentido. Por momentos despojado y campestre. Solitario. Bucólico. Ningún otro músico podría haber captado el espíritu de Townes Van Zandt como Steve Earle. Un muy buen álbum para descubrir la música de Van Zandt y la magia de Steve Earle.
sábado, 28 de noviembre de 2009
miércoles, 25 de noviembre de 2009
Superharp
Foto: Dave Glackin
Pasaron 17 años desde la primera vez que lo vi aquella noche de diciembre de 1992 en el Gran Rex. Ese día tocó con Larry McCray, Hubert Sumlin y Pappo, estaba más flaco y cantaba con su voz ronca tan particular. Ahora se presentó con otros músicos, está más gordo y más viejo, y ya no puede cantar por un cáncer que tuvo en la garganta. Pero hay algo que se mantiene inquebrantable a pesar del paso del tiempo: su forma de tocar la armónica.
El blues ha dado grandes armoniquistas. Pero definitivamente hay cinco que están por encima de todos los demás: Sonny Boy Williamson (II), Little Walter, Walter Horton, Sonny Terry y él, James Cotton. Lo de anoche fue un convoy a toda máquina. Puro blues con un Cotton no muy activo, pero sí muy dedicado e inspirado, que dio lugar a que sus guitarristas se lucieran. Slam Allen no sólo demostró que es un excelente violero, inspirado en B.B. King y Buddy Guy, sino que también hizo frente a gran parte del show cantando con mucho soul y sosteniendo unas notas increíbles. Tom Holland, más Chicago style, mató con un solo de slide en That’s Alright, de Jimmy Rogers, al igual que el bajista Noel Neal en la versión funky de Let the good times roll.
La banda tocó unos veinte minutos sin Cotton. Cuando éste entró caminando lentamente, acompañado por un asistente, la gente lo ovacionó de pie. Se sentó en la silla de la que no se movería en casi toda la noche y empezó a jugar con su armónica. Agudos, graves, agudos, graves. Después se largó con todo su sonido marca registrada. Está claro que por su edad y su salud no puede tocar más de una hora, pero en el tiempo que lo hizo demostró porque en algún momento lo apodaron Superharp.
(Este es mi paréntesis dedicado a los imbéciles. Anoche tenía a uno ubicado a un a par de butacas que no paraba de gritar “Ohhhh yeaaah”, “Wuuuujjjuuuu” y aplaudía solo y desacompasado. Un verdadero estúpido que no hizo caso a la decena de veces que le pidieron que se pusiera las pilas. Pero bueno es algo con lo que parece que hay lidiar. En el recital de Bob Margolin me había tocado otro salame atrás)
Para cuando tocaron Baby you don’t have to go, Cotton estaba tan arriba que creo que fue el momento musical de la noche. El climax absoluto del show. “Me siento bien. Es un orgullo estar acá”, dijo en inglés y con una voz apagada y maltrecha. Luego recordó a Muddy Waters y todo el teatro cantó junto con la banda Got my mojo working. Hubo un bis muy corto pero con un buen shuffle instrumental, óptimo para el momento.
El teatro estaba bien nutrido. Había muchos músicos, especialmente armoniquistas –por ahí vi a Nicolás Smoljan y Natacha Seará-, porque como señalé al principio, Cotton es uno de los cinco mejores armoniquistas de la historia. Es una leyenda. Y es el único que está vivo. Como dijo Mariano cuando el show había terminado y nos íbamos caminando por Corrientes: “Tiene todo lo que un blusero viejo tiene que tener”.
Pasaron 17 años desde la primera vez que lo vi aquella noche de diciembre de 1992 en el Gran Rex. Ese día tocó con Larry McCray, Hubert Sumlin y Pappo, estaba más flaco y cantaba con su voz ronca tan particular. Ahora se presentó con otros músicos, está más gordo y más viejo, y ya no puede cantar por un cáncer que tuvo en la garganta. Pero hay algo que se mantiene inquebrantable a pesar del paso del tiempo: su forma de tocar la armónica.
El blues ha dado grandes armoniquistas. Pero definitivamente hay cinco que están por encima de todos los demás: Sonny Boy Williamson (II), Little Walter, Walter Horton, Sonny Terry y él, James Cotton. Lo de anoche fue un convoy a toda máquina. Puro blues con un Cotton no muy activo, pero sí muy dedicado e inspirado, que dio lugar a que sus guitarristas se lucieran. Slam Allen no sólo demostró que es un excelente violero, inspirado en B.B. King y Buddy Guy, sino que también hizo frente a gran parte del show cantando con mucho soul y sosteniendo unas notas increíbles. Tom Holland, más Chicago style, mató con un solo de slide en That’s Alright, de Jimmy Rogers, al igual que el bajista Noel Neal en la versión funky de Let the good times roll.
La banda tocó unos veinte minutos sin Cotton. Cuando éste entró caminando lentamente, acompañado por un asistente, la gente lo ovacionó de pie. Se sentó en la silla de la que no se movería en casi toda la noche y empezó a jugar con su armónica. Agudos, graves, agudos, graves. Después se largó con todo su sonido marca registrada. Está claro que por su edad y su salud no puede tocar más de una hora, pero en el tiempo que lo hizo demostró porque en algún momento lo apodaron Superharp.
(Este es mi paréntesis dedicado a los imbéciles. Anoche tenía a uno ubicado a un a par de butacas que no paraba de gritar “Ohhhh yeaaah”, “Wuuuujjjuuuu” y aplaudía solo y desacompasado. Un verdadero estúpido que no hizo caso a la decena de veces que le pidieron que se pusiera las pilas. Pero bueno es algo con lo que parece que hay lidiar. En el recital de Bob Margolin me había tocado otro salame atrás)
Para cuando tocaron Baby you don’t have to go, Cotton estaba tan arriba que creo que fue el momento musical de la noche. El climax absoluto del show. “Me siento bien. Es un orgullo estar acá”, dijo en inglés y con una voz apagada y maltrecha. Luego recordó a Muddy Waters y todo el teatro cantó junto con la banda Got my mojo working. Hubo un bis muy corto pero con un buen shuffle instrumental, óptimo para el momento.
El teatro estaba bien nutrido. Había muchos músicos, especialmente armoniquistas –por ahí vi a Nicolás Smoljan y Natacha Seará-, porque como señalé al principio, Cotton es uno de los cinco mejores armoniquistas de la historia. Es una leyenda. Y es el único que está vivo. Como dijo Mariano cuando el show había terminado y nos íbamos caminando por Corrientes: “Tiene todo lo que un blusero viejo tiene que tener”.
sábado, 21 de noviembre de 2009
jueves, 19 de noviembre de 2009
Locura por Jason Mraz
Mariano me llamó por la tarde y me confirmó lo que había prometido hacía un par de semanas. Tenía dos entradas para ir a ver a Jason Mraz al Gran Rex. Así que cuando terminamos nuestras respectivas jornadas de trabajo, que fueron bastante densas, tomamos un taxi hasta el Obelisco. Caminamos a través del Pasaje Carabelas, Suipacha y Corrientes, mientras un cielo espeso color cemento amenazaba con explotar.
Llegamos tarde al teatro. Cuando entramos el amigo Mraz ya había tocado tres o cuatro temas. La gente estaba en llamas. No suelo ir a ese tipo de recitales, en los que está lleno de chicas de veintitantos brotadas e histéricas, mostrando esa faceta que ningún hombre quiere conocer, aullando pavadas del estilo “Me caso con vos”, “te amo”, “ídolo”. Igual el público no eran todas chicas. Había también muchas parejas que rozaban los treinta, y más también, que se sabían todas las letras.
Los temas de Jason Mraz son melodiosos y pegadizos. Pero no tienen la típica construcción del pop comercial. Obviamente Mraz no es un músico alternativo y tiene varios hits, pero es alguien que escribe buenas canciones y por sobre todas las cosas canta de una manera fantástica. Es un verdadero maestro del scat y está rodeado por una banda muy sólida: tres pelados en los vientos, violero, bajo, baterista y el ladero de Mraz, Matt Swanson, en la percusión.
Hubo sorpresas en el show: primero invitó a Fabiana Cantilo a cantar Lucky en español. Después llevó a todo el público a hacer el clásico ooommm de la relajación, mientras él afinaba su guitarra. Por momentos bajaba y la banda introducía unos arreglos jazzeros muy interesantes. Su pop se combina con reggae y funky. Es una coctelera de buena onda, soul setentoso, hang loose, aloha, Jamiroquai, hip hop y California. Sus letras son sentidas e irónicas. El tipo canta, baila, arenga, divierte. Con The Dynamo of Volition convirtió el recital en una verdadera fiesta con la gente bailando entre las butacas.
El hit que todos querían escuchar, I’m yours, llegó al final. Mientras los vientos marcaban un leve ritmo de reggae, Mraz hacía delirar a todos con una interpretación vocal de lujo.
Mraz es un compositor innovador y un showman sensacional. Antes de ir pensaba que si lo pudieron a traer a él con una banda de ocho músicos más otros diez tipos, entre managers y asistentes, por qué no lo traen a Jack Johnson. Claramente Mraz tiene al hawaiano entre sus inspiraciones, aunque Jack es mucho menos histriónico.
Fue una buena noche de música, lo admito. Amigos bluseros pueden fustigarme. Me la banco. Terminamos con Mariano a unas cuadras, en Guerrin, comiendo unas porciones de pizza con Stella. Y yo después me volví a casa tarareando bajo un cielo que seguía encapotado.
Llegamos tarde al teatro. Cuando entramos el amigo Mraz ya había tocado tres o cuatro temas. La gente estaba en llamas. No suelo ir a ese tipo de recitales, en los que está lleno de chicas de veintitantos brotadas e histéricas, mostrando esa faceta que ningún hombre quiere conocer, aullando pavadas del estilo “Me caso con vos”, “te amo”, “ídolo”. Igual el público no eran todas chicas. Había también muchas parejas que rozaban los treinta, y más también, que se sabían todas las letras.
Los temas de Jason Mraz son melodiosos y pegadizos. Pero no tienen la típica construcción del pop comercial. Obviamente Mraz no es un músico alternativo y tiene varios hits, pero es alguien que escribe buenas canciones y por sobre todas las cosas canta de una manera fantástica. Es un verdadero maestro del scat y está rodeado por una banda muy sólida: tres pelados en los vientos, violero, bajo, baterista y el ladero de Mraz, Matt Swanson, en la percusión.
Hubo sorpresas en el show: primero invitó a Fabiana Cantilo a cantar Lucky en español. Después llevó a todo el público a hacer el clásico ooommm de la relajación, mientras él afinaba su guitarra. Por momentos bajaba y la banda introducía unos arreglos jazzeros muy interesantes. Su pop se combina con reggae y funky. Es una coctelera de buena onda, soul setentoso, hang loose, aloha, Jamiroquai, hip hop y California. Sus letras son sentidas e irónicas. El tipo canta, baila, arenga, divierte. Con The Dynamo of Volition convirtió el recital en una verdadera fiesta con la gente bailando entre las butacas.
El hit que todos querían escuchar, I’m yours, llegó al final. Mientras los vientos marcaban un leve ritmo de reggae, Mraz hacía delirar a todos con una interpretación vocal de lujo.
Mraz es un compositor innovador y un showman sensacional. Antes de ir pensaba que si lo pudieron a traer a él con una banda de ocho músicos más otros diez tipos, entre managers y asistentes, por qué no lo traen a Jack Johnson. Claramente Mraz tiene al hawaiano entre sus inspiraciones, aunque Jack es mucho menos histriónico.
Fue una buena noche de música, lo admito. Amigos bluseros pueden fustigarme. Me la banco. Terminamos con Mariano a unas cuadras, en Guerrin, comiendo unas porciones de pizza con Stella. Y yo después me volví a casa tarareando bajo un cielo que seguía encapotado.
sábado, 14 de noviembre de 2009
Under my skin
Meterse en la piel de un músico o una estrella de rock no es una tarea fácil para los actores. Tienen que estudiar al personaje, conocer su historia. Ver sus movimientos y gestos. Escuchar los tonos de su voz y su forma de cantar. Para luego caracterizarse y lograr un parecido físico. Aquí los diez mejores interpretaciones de músicos que vi.
Cate Blanchett – Bob Dylan. I’m not there (2007) es una hermosa biopic de Todd Haynes. Muy poética y sutil, donde distintos actores interpretan etapas de la vida de Dylan. Así, Richard Gere es el Dylan trovador; Christian Bale es el cantautor del Village de comienzos de los sesenta; Marcus Carl Franklin es el pequeño seguidor de Woody Guthrie; Heath Ledger es Jack Rollins, el cantautor convertido al cristianismo. Pero Cate Blanchett se roba la película como el Dylan irreverente que electrifica su sonido y le da a los Beatles su primer porro. Estuvo nominada al Oscar y ganó un Globo de Oro.
Jaime Foxx – Ray Charles. Ray se estrenó en 2004 y con sólo ver la actuación de Jaime Foxx se entiende porque ganó un Oscar. Foxx captó cada movimiento, cada gesto de Ray Carles. Claro que para interpretar ese papel pasó muchas horas junto al músico. Además físicamente se parecen mucho. También está muy bien Larenz Tate como Quincy Jones.
Val Kilmer – Jim Morrison. Recuerdo que fui a ver The Doors (1991) al desaparecido cine Mignon, ahí sobre Juramento. Eramos cinco o seis amigos que en aquella época nos matábamos con los Doors, los Stones, Hendrix y Janis. En aquél momento nos encantó la película. Hace un tiempo la volví a ver en cable y también me gustó. Kilmer está 10 puntos como Morrison. Gracias a la película volvieron a sonar en radios y boliches temas como Light my fire, Break on through y Roadhouse blues.
Beyoncé Knowles – Etta James. Beyoncé aparece a la mitad de la película (Cadillac Records, 2008) y realmente se hace notar, no sólo por su interpretación de Etta James sino porque también canta sus canciones que son de lo mejor de la banda de sonido. Ya había tenido un papel destacado en Dreamgirls (2006), pero aquí se pasa. Preciosa y conmovedora. La película cuenta la historia de Chess Records, en Chicago, donde Etta James fue una de sus principales figuras.
Joaquin Phoenix – Johnny Cash. Phoenix tiene rasgos definidos que conforman un rostro muy particular. Así que, a mi entender, interprete a quien interprete seguirá siendo Joaquin Phoenix. Claro que es un gran actor y, más allá de que no se parezca tanto, está muy bien como Cash en Walk the line (2004), aquí traducida como Johnny & June. Hasta sus versiones del Hombre de Negro son muy buenas.
Diana Ross – Billie Holiday. Lady sings the blues se estrenó en 1972 y contaba la trágica, autodestructiva y triste vida de una de las cantantes más maravillosas de la historia. Esta la vi hace muchos años y no tengo muy presente los detalles (me gustaría conseguirla y verla de nuevo). Aquí tenemos otro rol ganador: a Ross también le dieron el Oscar por su interpretación.
Marion Cotillard - Edith Piaf. Uf, que historia. Muy heavy. Terrible todo lo que pasó Edith Piaf en su infancia, en su adolescencia. En su vida en general. Un océano separó a Billie Holiday de la Piaf. Pero ambas cantaban con la profundidad de su dolor y voces poderosas. La actuación de Marion Cotillard en La Vida en Rosa (2007) le valió también un Oscar y muchos premios más.
Forest Whitaker - Charlie Parker. Dirigida por el jazz lover Clint Eastwood, Bird (1988) cuenta la historia del saxofonista Charlie Parker. Whitaker ganó el premio del festival de Cannes por su extraordinaria representación de Parker. El negro es muy buen actor. Hace poco vi una película (El Ultimo Rey de Escocia) en la que él interpreta con excelencia a Idi Amin, el sangriento dictador de Uganda.
Gary Oldman – Sid Vicious. La estrenaron en 1986, el año en el que Diego le pintó la cara a todos en el Mundial de México. Yo apenas tenía 13 años y fuimos con un grupete, entre los que estaban Carosella y Juki, a ver la película al cine Lido, sobre Cabildo, casi llegando a Puente Saavedra. Gary Oldman nos convenció a todos de que estaba poseído por Sid Vicious. A los pocos días de verla me compré el cassette de Never Mind the Bollocks y fui a la peluquería y me corté el pelo casi, casi como él (no tanto, claro. Me hubieran matado en casa).
Stephen Dorff - Stuart Sutcliffe. Backbeat (1994) cuenta la historia de los jóvenes Beatles cuando todavía el bajista era Stuart Sutcliffe, quien nunca llegó a grabar con ellos. Sutcliffe no era un gran músico, pero sí era muy amigo de Lennon (en la película lo interpreta Ian Hart) y luego abandonó la banda para dedicarse al arte. Murió en abril del 62 por una enfermedad que no le llegaron a diagnosticar. Gran actuación de Stephen Dorff.
Cate Blanchett – Bob Dylan. I’m not there (2007) es una hermosa biopic de Todd Haynes. Muy poética y sutil, donde distintos actores interpretan etapas de la vida de Dylan. Así, Richard Gere es el Dylan trovador; Christian Bale es el cantautor del Village de comienzos de los sesenta; Marcus Carl Franklin es el pequeño seguidor de Woody Guthrie; Heath Ledger es Jack Rollins, el cantautor convertido al cristianismo. Pero Cate Blanchett se roba la película como el Dylan irreverente que electrifica su sonido y le da a los Beatles su primer porro. Estuvo nominada al Oscar y ganó un Globo de Oro.
Jaime Foxx – Ray Charles. Ray se estrenó en 2004 y con sólo ver la actuación de Jaime Foxx se entiende porque ganó un Oscar. Foxx captó cada movimiento, cada gesto de Ray Carles. Claro que para interpretar ese papel pasó muchas horas junto al músico. Además físicamente se parecen mucho. También está muy bien Larenz Tate como Quincy Jones.
Val Kilmer – Jim Morrison. Recuerdo que fui a ver The Doors (1991) al desaparecido cine Mignon, ahí sobre Juramento. Eramos cinco o seis amigos que en aquella época nos matábamos con los Doors, los Stones, Hendrix y Janis. En aquél momento nos encantó la película. Hace un tiempo la volví a ver en cable y también me gustó. Kilmer está 10 puntos como Morrison. Gracias a la película volvieron a sonar en radios y boliches temas como Light my fire, Break on through y Roadhouse blues.
Beyoncé Knowles – Etta James. Beyoncé aparece a la mitad de la película (Cadillac Records, 2008) y realmente se hace notar, no sólo por su interpretación de Etta James sino porque también canta sus canciones que son de lo mejor de la banda de sonido. Ya había tenido un papel destacado en Dreamgirls (2006), pero aquí se pasa. Preciosa y conmovedora. La película cuenta la historia de Chess Records, en Chicago, donde Etta James fue una de sus principales figuras.
Joaquin Phoenix – Johnny Cash. Phoenix tiene rasgos definidos que conforman un rostro muy particular. Así que, a mi entender, interprete a quien interprete seguirá siendo Joaquin Phoenix. Claro que es un gran actor y, más allá de que no se parezca tanto, está muy bien como Cash en Walk the line (2004), aquí traducida como Johnny & June. Hasta sus versiones del Hombre de Negro son muy buenas.
Diana Ross – Billie Holiday. Lady sings the blues se estrenó en 1972 y contaba la trágica, autodestructiva y triste vida de una de las cantantes más maravillosas de la historia. Esta la vi hace muchos años y no tengo muy presente los detalles (me gustaría conseguirla y verla de nuevo). Aquí tenemos otro rol ganador: a Ross también le dieron el Oscar por su interpretación.
Marion Cotillard - Edith Piaf. Uf, que historia. Muy heavy. Terrible todo lo que pasó Edith Piaf en su infancia, en su adolescencia. En su vida en general. Un océano separó a Billie Holiday de la Piaf. Pero ambas cantaban con la profundidad de su dolor y voces poderosas. La actuación de Marion Cotillard en La Vida en Rosa (2007) le valió también un Oscar y muchos premios más.
Forest Whitaker - Charlie Parker. Dirigida por el jazz lover Clint Eastwood, Bird (1988) cuenta la historia del saxofonista Charlie Parker. Whitaker ganó el premio del festival de Cannes por su extraordinaria representación de Parker. El negro es muy buen actor. Hace poco vi una película (El Ultimo Rey de Escocia) en la que él interpreta con excelencia a Idi Amin, el sangriento dictador de Uganda.
Gary Oldman – Sid Vicious. La estrenaron en 1986, el año en el que Diego le pintó la cara a todos en el Mundial de México. Yo apenas tenía 13 años y fuimos con un grupete, entre los que estaban Carosella y Juki, a ver la película al cine Lido, sobre Cabildo, casi llegando a Puente Saavedra. Gary Oldman nos convenció a todos de que estaba poseído por Sid Vicious. A los pocos días de verla me compré el cassette de Never Mind the Bollocks y fui a la peluquería y me corté el pelo casi, casi como él (no tanto, claro. Me hubieran matado en casa).
Stephen Dorff - Stuart Sutcliffe. Backbeat (1994) cuenta la historia de los jóvenes Beatles cuando todavía el bajista era Stuart Sutcliffe, quien nunca llegó a grabar con ellos. Sutcliffe no era un gran músico, pero sí era muy amigo de Lennon (en la película lo interpreta Ian Hart) y luego abandonó la banda para dedicarse al arte. Murió en abril del 62 por una enfermedad que no le llegaron a diagnosticar. Gran actuación de Stephen Dorff.
miércoles, 11 de noviembre de 2009
Wine song 36
lunes, 9 de noviembre de 2009
Wine song 35
Ahora es tiempo de un combo alcohólico de la mano del Psychobilly Texas man, Reverend Horton Heat. Esta nueva wine song es LIQUOR, BEER AND WINE. La letra del tema, como la mayoría de las de sus canciones, es irónica, ácida e irreverente. Es una oda etílica a la soledad y el desamparo amoroso: "The doctor says I'm livin'/on precious borrowed time / with all the time I'm givin' /to liquor beer and wine / the xrays of my liver / look like molded old swiss cheese / my heart pumps blood and alcohol / through hardened arteries".
miércoles, 4 de noviembre de 2009
Ellas
Este es un pequeño tributo a todas las mujeres que tanto le dieron a la música. La selección de títulos es arbitraria y responde a los diez discos que más me impactaron la primera vez que los escuché. Con esto no quiero decir que sean los diez mejores, pero sí que son muy buenos y recomendables.
Joni Mitchell – Blue (1971). El título es muy adecuado y el arte de tapa es muy representativo. Blue es un disco triste, pero a la vez hermoso. Sus letras, entre lágrimas, son inspiradoras. La voz de Joni es profunda y melancólica. Sus registros, impecables. La soledad tiene aquí una digna inspiración poética. Las canciones son deliciosas y espléndidas como las tardes frescas al sol. La melodía de California se me pegó desde la primera vez que la oí, hace ya muchos años. Pero también están All I want y A case of you, dos himnos que definen el folk rock confesional. Si nunca lo escucharon, por favor no pierdan más tiempo.
Nina Simone – The Great Nina Simone (1998). Fue el primer disco que tuve de ella. Alguien me la recomendó, fui a Musimundo y compré el primero que encontré. Empieza a puro swing con Love me or leave me, después baja un cambio con Mood Indigo, de Ellingnton, y así sigue con 16 canciones más, todas muy cool. La mayoría de los temas son de finales de los cincuenta; la voz de Nina es exquisita y su forma de tocar el piano es, como la definieron en All Music, la cruza perfecta entre Bach, Horace Silver y Bobby Timmons. Trato de no recomendar compilaciones porque siempre es mejor escuchar los discos tal como los grabaron los artistas y no como los armaron las discográficas. Pero en este caso hicieron un gran trabajo.
Janis Joplin – Pearl (1971). En la contratapa del disco dice: “Pearl es un verdadero clásico de una artista legendaria”. Suscribo a cada una de esas palabras. La verdad hoy no me acuerdo si fue el primer álbum que escuché de ella, porque teniendo apenas un puñado de discos oficiales, creo que los escuché casi todos al mismo tiempo. El impacto que me causó su música, su expresividad, sus aullidos desgarrados de dolor, soledad y Southern Comfort, es casi indescriptible. Acabo de poner Pearl en el equipo de audio. Hace mucho que no lo escuchaba. Ahora suena Cry baby y me vuelvo a maravillar con su conmovedora interpretación. Pearl se editó poco después de que Janis muriera (de hecho hay un tema instrumental, Buried alive in the blues, al que ella no llegó a ponerle la vos) y es uno de los mejores discos de la historia del rock.
Valerie Wellington – Millon Dollar $ecret (1984). Este disco se lo compré a Guillermo de Minton’s hace muchos años. Me lo llevé sin escucharlo, más que nada por los músicos que tocaban con ella: Magic Slim, John Primer, Sunnyland Slim, Billy Branch, Aaron Burton y otros. Para ese entonces ya escuchaba a Koko Taylor y Etta James, pero la sorpresa que me causó la voz de Wellington fue muy llamativa. Tenía una voz tan particular y cruda que estaba predestinada a cantar blues. En el librito del cd me enteré que ella había muerto un año antes, en 1993, y tal vez eso me sacudió un poco. Después, con el tiempo, cuando escuchas blues, te acostumbras a descubrir músicos que ya están muertos. Definitivamente Millon Dollar $ecret tiene el alma del blues de Chicago.
Billie Holiday – Lady in Satin (1958). Ya sé que no es su mejor disco. Pero lo elijo por el topetazo fulminante que me causó la primera vez que lo escuché. El comienzo con I’m a fool to want you es tan demoledor como el efecto que hicieron la heroína y el alcohol en su cuerpo. Lady in Satin fue grabado un año antes de su muerte. A pesar de que tenía 42 años, su voz parecía la de una mujer mucho mayor. Los arreglos de la orquesta de Ray Ellis pueden ser un poco pastosos por momentos, pero el sentimiento de dolor y padecimiento que sale de la voz de Billie es de lo más auténtico que jamás se haya grabado.
Sheryl Crow - Tuesday Night Music Club (1993). La primera vez que escuché a Sheryl Crow fue en Houston, en 1994. Estaba parando en la casa de una amiga argentina que vivía allá y pasaron por MTV el video de All I wanna do. Me encantó. Yo en esa época estaba muy metido en el blues. Apenas tenía 20 años y estaba recorriendo Estados Unidos por primera vez siguiendo las raíces de la tradición blusera, así que su música fue inesperada y refrescante para mí. Bárbara, mi amiga, tenía el cd, lo puso y me gustó mucho más, porque no era un disco de una sola canción. Tal vez suene exagerado, pero creo que es uno de los mejores discos debuts de la década del noventa.
Aimee Mann – Magnolia (1999). La película es increíble. No sólo por la historia o las actuaciones, sino también por la música. La banda de sonido es en un 90% de Aimee Mann salvo por un par de temas de Supertramp y uno de Gabrielle. Tiene dos de las canciones más fantásticas que haya escuchado jamás cantadas por una mujer: Save me y Wise up, esta última aparece en la película antes de la memorable escena de la lluvia de ranas. Hasta que se estrenó la película, yo no tenía idea quien era ella, pero desde entonces la tengo muy presente. Por suerte este año la vi en vivo en el Gran Rex y fue un placer infinito.
Sue Foley – Big City blues (1995). Conocí Austin en 1996. Fui a ver un par de shows de músicos locales y fui a visitar el mítico Antone’s, uno de los mejores antros de Texas para ir a escuchar blues. Allí descubrí a una cantante y guitarrista que me fascinó de entrada. Primero me entró por los ojos: una colorada preciosa que rompía con todos los estereotipos de las mujeres del blues. Después escuché dos de sus discos: Without a warning y éste. El primero es muy bueno, pero Big City blues es superlativo. Muy buenos temas propios (Big City blues y This time) y algunos covers bárbaros como If you gotta go y To be alone with you (ambos de Bob Dylan), Howling for my Darling (Howlin’ Wolf) y As long as I have you (Willie Dixon), redondean un album brillante.
Norah Jones – Come away with me (2002). La verdad que la aparición de Norah Jones fue luminosa. Más allá de la pomposa producción y del poder del marketing, ella es verdaderamente única y muy talentosa. Creció escuchando a Sarah Vaughan, Joni Mitchell, Bill Evans, Nina Simone, Cowboy Junkies, Etta James y Carole King y éste disco es como un tributo a sus influencias. Un homenaje moldeado por su dulzura y su naturalidad. Hay muchos que opinan que es muy comercial y bla bla, lo sé y no lo discuto, pero yo les recomendaría que dejen los prejuicios de lado, pongan el disco y descorchen un buen vino. Ya verán como las melodías seductoras de Norah acaban con todos esos pensamientos.
Rickie Lee Jones – Rickie Lee Jones (1979). Para el último de los diez discos dudé entre este y Tapestry, de Carole King. A Rickie Lee Jones la descubrí hace diez años más o menos con su disco Pop Pop. Pero no me enganché tanto con su música. Hace tres años revisaba la batea de ofertas de una disquería de Londres y encontré su primer disco a sólo 4.99 libras. Lo compré, lo escuché y me llevé una gran impresión. A veces uno tiene un primer encuentro que no es adecuado con un artista, tal vez el disco equivocado, o el momento erróneo. Lo que sea. Por suerte tuve mi segunda oportunidad con ella y no la desperdicié. Y hasta la pude ver en vivo. Una diosa.
Joni Mitchell – Blue (1971). El título es muy adecuado y el arte de tapa es muy representativo. Blue es un disco triste, pero a la vez hermoso. Sus letras, entre lágrimas, son inspiradoras. La voz de Joni es profunda y melancólica. Sus registros, impecables. La soledad tiene aquí una digna inspiración poética. Las canciones son deliciosas y espléndidas como las tardes frescas al sol. La melodía de California se me pegó desde la primera vez que la oí, hace ya muchos años. Pero también están All I want y A case of you, dos himnos que definen el folk rock confesional. Si nunca lo escucharon, por favor no pierdan más tiempo.
Nina Simone – The Great Nina Simone (1998). Fue el primer disco que tuve de ella. Alguien me la recomendó, fui a Musimundo y compré el primero que encontré. Empieza a puro swing con Love me or leave me, después baja un cambio con Mood Indigo, de Ellingnton, y así sigue con 16 canciones más, todas muy cool. La mayoría de los temas son de finales de los cincuenta; la voz de Nina es exquisita y su forma de tocar el piano es, como la definieron en All Music, la cruza perfecta entre Bach, Horace Silver y Bobby Timmons. Trato de no recomendar compilaciones porque siempre es mejor escuchar los discos tal como los grabaron los artistas y no como los armaron las discográficas. Pero en este caso hicieron un gran trabajo.
Janis Joplin – Pearl (1971). En la contratapa del disco dice: “Pearl es un verdadero clásico de una artista legendaria”. Suscribo a cada una de esas palabras. La verdad hoy no me acuerdo si fue el primer álbum que escuché de ella, porque teniendo apenas un puñado de discos oficiales, creo que los escuché casi todos al mismo tiempo. El impacto que me causó su música, su expresividad, sus aullidos desgarrados de dolor, soledad y Southern Comfort, es casi indescriptible. Acabo de poner Pearl en el equipo de audio. Hace mucho que no lo escuchaba. Ahora suena Cry baby y me vuelvo a maravillar con su conmovedora interpretación. Pearl se editó poco después de que Janis muriera (de hecho hay un tema instrumental, Buried alive in the blues, al que ella no llegó a ponerle la vos) y es uno de los mejores discos de la historia del rock.
Valerie Wellington – Millon Dollar $ecret (1984). Este disco se lo compré a Guillermo de Minton’s hace muchos años. Me lo llevé sin escucharlo, más que nada por los músicos que tocaban con ella: Magic Slim, John Primer, Sunnyland Slim, Billy Branch, Aaron Burton y otros. Para ese entonces ya escuchaba a Koko Taylor y Etta James, pero la sorpresa que me causó la voz de Wellington fue muy llamativa. Tenía una voz tan particular y cruda que estaba predestinada a cantar blues. En el librito del cd me enteré que ella había muerto un año antes, en 1993, y tal vez eso me sacudió un poco. Después, con el tiempo, cuando escuchas blues, te acostumbras a descubrir músicos que ya están muertos. Definitivamente Millon Dollar $ecret tiene el alma del blues de Chicago.
Billie Holiday – Lady in Satin (1958). Ya sé que no es su mejor disco. Pero lo elijo por el topetazo fulminante que me causó la primera vez que lo escuché. El comienzo con I’m a fool to want you es tan demoledor como el efecto que hicieron la heroína y el alcohol en su cuerpo. Lady in Satin fue grabado un año antes de su muerte. A pesar de que tenía 42 años, su voz parecía la de una mujer mucho mayor. Los arreglos de la orquesta de Ray Ellis pueden ser un poco pastosos por momentos, pero el sentimiento de dolor y padecimiento que sale de la voz de Billie es de lo más auténtico que jamás se haya grabado.
Sheryl Crow - Tuesday Night Music Club (1993). La primera vez que escuché a Sheryl Crow fue en Houston, en 1994. Estaba parando en la casa de una amiga argentina que vivía allá y pasaron por MTV el video de All I wanna do. Me encantó. Yo en esa época estaba muy metido en el blues. Apenas tenía 20 años y estaba recorriendo Estados Unidos por primera vez siguiendo las raíces de la tradición blusera, así que su música fue inesperada y refrescante para mí. Bárbara, mi amiga, tenía el cd, lo puso y me gustó mucho más, porque no era un disco de una sola canción. Tal vez suene exagerado, pero creo que es uno de los mejores discos debuts de la década del noventa.
Aimee Mann – Magnolia (1999). La película es increíble. No sólo por la historia o las actuaciones, sino también por la música. La banda de sonido es en un 90% de Aimee Mann salvo por un par de temas de Supertramp y uno de Gabrielle. Tiene dos de las canciones más fantásticas que haya escuchado jamás cantadas por una mujer: Save me y Wise up, esta última aparece en la película antes de la memorable escena de la lluvia de ranas. Hasta que se estrenó la película, yo no tenía idea quien era ella, pero desde entonces la tengo muy presente. Por suerte este año la vi en vivo en el Gran Rex y fue un placer infinito.
Sue Foley – Big City blues (1995). Conocí Austin en 1996. Fui a ver un par de shows de músicos locales y fui a visitar el mítico Antone’s, uno de los mejores antros de Texas para ir a escuchar blues. Allí descubrí a una cantante y guitarrista que me fascinó de entrada. Primero me entró por los ojos: una colorada preciosa que rompía con todos los estereotipos de las mujeres del blues. Después escuché dos de sus discos: Without a warning y éste. El primero es muy bueno, pero Big City blues es superlativo. Muy buenos temas propios (Big City blues y This time) y algunos covers bárbaros como If you gotta go y To be alone with you (ambos de Bob Dylan), Howling for my Darling (Howlin’ Wolf) y As long as I have you (Willie Dixon), redondean un album brillante.
Norah Jones – Come away with me (2002). La verdad que la aparición de Norah Jones fue luminosa. Más allá de la pomposa producción y del poder del marketing, ella es verdaderamente única y muy talentosa. Creció escuchando a Sarah Vaughan, Joni Mitchell, Bill Evans, Nina Simone, Cowboy Junkies, Etta James y Carole King y éste disco es como un tributo a sus influencias. Un homenaje moldeado por su dulzura y su naturalidad. Hay muchos que opinan que es muy comercial y bla bla, lo sé y no lo discuto, pero yo les recomendaría que dejen los prejuicios de lado, pongan el disco y descorchen un buen vino. Ya verán como las melodías seductoras de Norah acaban con todos esos pensamientos.
Rickie Lee Jones – Rickie Lee Jones (1979). Para el último de los diez discos dudé entre este y Tapestry, de Carole King. A Rickie Lee Jones la descubrí hace diez años más o menos con su disco Pop Pop. Pero no me enganché tanto con su música. Hace tres años revisaba la batea de ofertas de una disquería de Londres y encontré su primer disco a sólo 4.99 libras. Lo compré, lo escuché y me llevé una gran impresión. A veces uno tiene un primer encuentro que no es adecuado con un artista, tal vez el disco equivocado, o el momento erróneo. Lo que sea. Por suerte tuve mi segunda oportunidad con ella y no la desperdicié. Y hasta la pude ver en vivo. Una diosa.
martes, 3 de noviembre de 2009
Dos reyes
Un poco más de blues. El otro día me metí en el perfil de Facebook de Bob Margolin, que lo tiene abierto para todo el mundo, y miré sus fotos. La historia del blues contemporáneo está resumida en las imágenes que subió. Esta es apenas una, que me encantó porque están los dos más grandes. Margolin tomó retrató a Johnny Winter y Muddy Waters adentro de una limusina el 19 de julio de 1979 yendo al festival de jazz en el Alexandra Palace, cerca de Londres. No logro darme cuenta si está tomando whisky en un copón o champagne con hielo.
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