Va una breve descripción de los dos. Merle Haggard fue uno de los músicos de country más importantes de la década del sesenta y hoy es un ícono como Willie Nelson o Kris Kistofferson. Un gran letrista que a su música le supo dar toques de folk, swing, jazz y blues. George Jones es el cantante country por excelencia. Uno de los músicos que más top ten tiene en la historia de los charts de esa música. Pasó de ser un cantante duro y honky tonker a un baladista impecable. En 1982 ellos dos grabaron A Taste of yesterday’s wine, su primer disco juntos (el segundo fue recién en 2006). El primer tema del álbum es YESTERDAY’S WINE, un clásico de Willie Nelson que ellos llevaron al tope de los rankings. “We come here quite often and listen to music / and to taste yesterday's wine”. ¡Oh yeah!
viernes, 29 de mayo de 2009
Wine song 23
Va una breve descripción de los dos. Merle Haggard fue uno de los músicos de country más importantes de la década del sesenta y hoy es un ícono como Willie Nelson o Kris Kistofferson. Un gran letrista que a su música le supo dar toques de folk, swing, jazz y blues. George Jones es el cantante country por excelencia. Uno de los músicos que más top ten tiene en la historia de los charts de esa música. Pasó de ser un cantante duro y honky tonker a un baladista impecable. En 1982 ellos dos grabaron A Taste of yesterday’s wine, su primer disco juntos (el segundo fue recién en 2006). El primer tema del álbum es YESTERDAY’S WINE, un clásico de Willie Nelson que ellos llevaron al tope de los rankings. “We come here quite often and listen to music / and to taste yesterday's wine”. ¡Oh yeah!
miércoles, 27 de mayo de 2009
Traté
Por Brutus D.K.
Es obtuso el pensamiento y la pretenciosa aceptación de sus palabras. Sé que nada tengo que ver con sus años pero allí tengo que estar como un intruso pretendiendo convencerme que las cosas son lo que nunca. Debe ser el vino, pensé, y seguí hablando de lo que ni siquiera yo sabía. Será la música pensé, o los amigos que te incitan a caminos que sabemos borrascosos, laberínticos y alienados de ilusiones inventadas. Será la noche pensé… será esta noche o la luna o mi idea de realidad que tan distante suele ser a la realidad real, cierta; la verdad verdadera, a esa que define a los hechos mismos tanto más que mis perdidas sensaciones.
Estaba ella, estaba yo y también estaba todo el resto de la gente que como una orquesta obtusamente convencida de su afinación continuaba sonando en un festín de horribles melodías. Y aceptarlo fue el reto; y continuar tomando el vino fue una solución para esta noche que empezaba a sentir me sobraba. Pero no fue necesario más, miré alrededor y de pronto estaba solo, sin música, sin copas llenas, sin noche ni luna ni palabras objetables. Otra vez yo y mi razón atormentada de recuerdos. Traté de pensar en otra cosa. Traté de olvidarla, y obviamente me di cuenta que eso ya no era posible. No por esa noche, ni las otras que vendrían.
martes, 26 de mayo de 2009
Wine song 22
Jay Gordon es un guitarrista californiano post Vaughan. Después de Stevie Ray surgieron cientos de violeros que copiaron, modificaron, intentaron o absorbieron su estilo. Pero siempre con él como raíz. Hubo algunos que no pudieron pasar la burda imitación y hay otros que consiguieron un estilo propio, como Jay Gordon. Es un guitarrista pirotécnico que siempre va a estar a la sombra de SRV, pero que debe estar muy bueno ir a verlo tocar en vivo. Tiene un puñado de discos que no conozco. Sólo escuché Blues Infected y me gustó. En ese álbum me encontré con la wine song número 22: BOOGIE IN THE WINE. Boggie y vino son dos palabras que pegan bien.
domingo, 24 de mayo de 2009
Magnánimo
Nacho venía a casa. Y cuando eso pasa hay que tener un buen vino a mano. Era viernes a la tarde y salí a caminar. De regreso a casa pasé por Tonel Privado para comprar una botella. No pensaba en ningún vino en particular. Creo que incluso estaba dispuesto a comprar alguno que no hubiera probado antes. Empecé a recorrer con mis ojos las botellas recostadas en esos anaqueles de madera. Marcas, cepas, blends, tintos y blancos, jóvenes y no tanto. Entonces apareció. Estaba como escondida, esperándome. Tímida. La reconocí al instante y eso que hacía como cinco años que no la veía. Santa Julia Magna 2002, uno de los mejores blends que tomé y que ya daba por desaparecido. Los Magna que vinieron con los años estuvieron bien, pero ninguno llegó a la altura del 2002, un año que, como bien saben todos los amantes del vino, fue excelente para el malbec. Le pregunté al vendedor cómo podía ser que esa botella estuviera ahí. La respuesta fue tan sencilla como increíble. Apareció una caja, me dijo. Pagué 42 pesos y me la llevé. De esa caja de seis, era la última que quedaba.
La composición de ese blend es una fantástica obra de Rodolfo Montenegro: 60% malbec, 18% tempranillo, 12% merlot y 10% syrah. Nacho llegó poco después de las 21. Pedimos sushi y descorchamos. El corcho tenía autoridad. El Magna acusaba unos 18 grados. El vino cayó en las copas con delicadeza, casi pidiendo permiso. Veinte minutos después de haberlo servido, el alcohol se había disipado y los aromas y sabores cobraron una nueva intensidad. El sushi tardaba en llegar pero la charla brotaba sin parar entre sorbo y sorbo. De fondo estaba la música. Habíamos elegido guitarras para esa noche de Magna. Empezamos con Eric Clapton & Steve Winwood en vivo en el Madison Square Garden, después seguimos con el poderío texano de Smokin’ Joe Kubek & B’Nois King. La botella de Magna ya se había acabado y el sushi también, pero el rock y las guitarras seguían electrizando. Los sesenta y los setenta se nos vinieron encima con Electric Prunes, Cactus y Randy California, el discípulo de Hendrix. Son esos momentos en que una amistad queda inmortalizada por una botella. El vino fluye, los dientes enrojecidos; el volumen a pleno, los oídos bien abiertos. Mucho más no se puede pedir.
viernes, 22 de mayo de 2009
La batea
Harry Manx – Mantras for madmen (2005). Acá tenemos a este tipo, Harry, que es de la Isla de Man y es muy bueno. Tan bueno que le gustó a mi amigo Brutus D.K., ¡realmente! El clima del disco es tan exquisito y melodioso que por momentos necesita unos interludios humosos para darle complejidad y ahí Harry se despacha con algún raga hindú. La verdad… me arrodillo ante este tipo. Where fools die, Never the Twain o Nothing fails like success son esos temas que cuando los escuchás no podés entender cómo no los habías oído antes. Y ni hablar del cover de The Band, It makes no difference. Superlativo. Harry es un maestro de la Mohan Veena , guitarra que sólo otro occidental pudo tocar con destreza: George Harrison.
Bruce Springsteen – Working on a dream (2009). Me gusta El Jefe. Pero no soy un fan. Me gustaba mucho en los ochenta. Me parecieron muy buenos sus discos folkies de hace un par de años. Y eso es todo. No esperaba mucho de éste, es más ni pensaba escucharlo. Pero vi la película El Luchador, con Mickey Rourke, que cierra con el mismo tema que este disco, The Wrestler, y le di play. Dicen que si Magic –su álbum de 2007- fue su alegato contra la era Bush, Working on a dream representa la nueva esperanza de Obama. Más allá de la política (los bombardeos siguen) la música de este disco es genial. Son hermosas canciones que no están destinadas a ser hits, por suerte. El primer tema, la épica Outlaw Pete, es de lo mejor que el jefe haya grabado en su carrera.
Ryan Bingham – Mescalito (2007). Recorría una disquería de Roma asombrado por la variedad y preso de los precios cuando vi la tapa de Mescalito. El hombre sentado en una ruta desierta, con el sombrero que le tapa la cara. Siempre me gustó la combinación música y rutas. Lo empecé a escuchar. Me quedé escuchándolo todo lo que pude. Me lo compré. No pude esperar, lo confieso. Los 13.99 euros se fueron de mis manos. Por suerte. Cuando lo escucho salgo de viaje: pienso en un joven Bob Dylan deambulando por la frontera entre Texas y México o en algún guitarrista tocando con slide en un bar cercano a Nashville. Bingham pertenece a una nueva generación de cantautores que respetan la tradición, suenan bien y merecen ser escuchados.
Marc Ford & The Neptune Blues Club (2008). Casualidad. El disco de Ryan Bingham fue producido por Marc Ford. Yo pensaba en Mark Ford, el hermano de Robben que toca la armónica. Pero estaba equivocado. Es el Marc Ford que tocó con los Black Crowes. Este disco no es decididamente un álbum de blues, pero sí tiene una perpetua atmósfera blusera. La guitarra de Ford es explosiva. Es psicodélica. Es hendrixiana. Es profunda. Es southern style. Todo el disco es muy bueno pero lo mejor está en el power de Main Drain, el trance de Freedom Fighter y el sentimiento de Mother’s Day.
Von Freeman – Good forever (2007). Me pasó algo parecido a cuando compré el disco de Ryan Bingham. Caminaba con V por las calles de Amsterdam. Estábamos relajados, disfrutando, cuando en nuestro camino se nos cruzó una pequeña disquería, pero inmensa en realidad. El cartel decía “Blue Note”. No había nada más que preguntar. Entramos. Sólo discos de jazz a precios no muy accesibles. Me empezaron a transpirar las manos. Quería diez o veinte. Pero eso no era posible. No. Entonces creo que agarré uno de Miles Davis que estaba en oferta. Mientras revisaba las bateas no pude dejar de oír lo que sonaba en el local. Pregunté quién era. Me cautivaba el swing de ese cuarteto. El sonido de ese saxo. No era barato, pero V me convenció y me lo llevé igual. Alto disco de jazz. Gran recuerdo.
Ian Siegal - Yo' Edjumikashun (1998). Este tipo es groso Y el disco es demoledor. Potente. Siegal es un violero fantástico. Tiene una voz tan naturalmente blusera que parece que empezó a cantar hace 50 años en el Delta del Mississippi. Pero no, es un inglés de mediana edad que entiende los blues, que se crió con el rock, que sabe apreciar el buen soul. Con o sin slide. Eléctrica o acústica. Da igual, es una bestia. Hay tres covers que son impresionantes: Tumbling dice, Papa was a rolling stone y Come rain or come shine.
Steve Earle – I feel alright (1996). Yo sé que éste y el anterior, el de Ian Segal, son de la década pasada. Pero los escuché por primera vez hace muy poco. Me excuso. Steve Earle es un sobreviviente del rock. Hace poco vi la serie The Wire y ahí tiene un pequeño papel, hace de un adicto en recuperación. Un personaje basado en su historia. Estuvo hasta las manos (como Clapton, como Winter, como tantos otros), un tiempo guardado. Este disco vino después, cuando ya estaba recuperado. Música de calidad. Piensen en una mezcla de Tom Petty, Townes Van Zandt, Hank Williams y los Rolling Stones de Sweet Virginia. Más o menos eso es I feel alright. Y la yapa es el último tema: un dueto con Lucinda Williams.
Wilco – Sky blue sky (2007). Mariana Iglesias, mi vecina de escritorio, me insistió: “Te presto el último de Wilco que te va a gustar”. Tenía razón. El segundo tema, You are my face, es como si lo tocara un Pink Floyd surgido del corazón de Texas. Either Way y Hate It Here son dos perlas. Después de escuchar este disco le di la oportunidad a otros de la misma banda, pero no me gustaron o me aburrieron. Pero Sky blue sky es muy relajado, introspectivo y melancólico. Es un disco al que, me parece, sólo se puede llegar a través de una recomendación.
Ray Davies – Workingman’s Cafe (2007). Me enteré de que había salido este disco un domingo leyendo a Rodrigo Fresán en Radar. “Bien, ese disco que acaba de aparecer, se llama Workingman’ s Café y se cuenta entre lo mejor que jamás haya grabado Ray Davies”, escribió Fresán. En la nota también contó que el álbum antes de salir a la venta fue entregado junto al Sunday Times del domingo. Me enamoré de este Workingman’s Cafe desde el principio. Tiene canciones tan buenas, tan alucinantes que, sumadas a la larga producción que tuvo con los Kinks, hace de Ray Davies uno de los mejores compositores de la historia del rock. Cuando escuchen este disco se van a dar cuenta que no exagero.
Donavon Frankenreiter - Recycled Recipes (2007). Este es un EP acústico de seis temas. El amigo Donavon, amigo de Jack Johnson, amigo de todos. Surfer, cool, buena onda. Las canciones aquí son todos covers y muy buenos. Empieza con Wondering where the lions are, de Bruce Cockburn. Sigue con Theologians, de Wilco, y Such a night, de Dr. John. La más conocida de todas es , tal vez, Fortunate son, de Creedence. Y las últimas dos son mis favoritas: It make no difference, de The Band, y Don't think twice, It's alright, del freewhelin’ Bob Dylan. Imperdible.
Bruce Springsteen – Working on a dream (2009). Me gusta El Jefe. Pero no soy un fan. Me gustaba mucho en los ochenta. Me parecieron muy buenos sus discos folkies de hace un par de años. Y eso es todo. No esperaba mucho de éste, es más ni pensaba escucharlo. Pero vi la película El Luchador, con Mickey Rourke, que cierra con el mismo tema que este disco, The Wrestler, y le di play. Dicen que si Magic –su álbum de 2007- fue su alegato contra la era Bush, Working on a dream representa la nueva esperanza de Obama. Más allá de la política (los bombardeos siguen) la música de este disco es genial. Son hermosas canciones que no están destinadas a ser hits, por suerte. El primer tema, la épica Outlaw Pete, es de lo mejor que el jefe haya grabado en su carrera.
Ryan Bingham – Mescalito (2007). Recorría una disquería de Roma asombrado por la variedad y preso de los precios cuando vi la tapa de Mescalito. El hombre sentado en una ruta desierta, con el sombrero que le tapa la cara. Siempre me gustó la combinación música y rutas. Lo empecé a escuchar. Me quedé escuchándolo todo lo que pude. Me lo compré. No pude esperar, lo confieso. Los 13.99 euros se fueron de mis manos. Por suerte. Cuando lo escucho salgo de viaje: pienso en un joven Bob Dylan deambulando por la frontera entre Texas y México o en algún guitarrista tocando con slide en un bar cercano a Nashville. Bingham pertenece a una nueva generación de cantautores que respetan la tradición, suenan bien y merecen ser escuchados.
Marc Ford & The Neptune Blues Club (2008). Casualidad. El disco de Ryan Bingham fue producido por Marc Ford. Yo pensaba en Mark Ford, el hermano de Robben que toca la armónica. Pero estaba equivocado. Es el Marc Ford que tocó con los Black Crowes. Este disco no es decididamente un álbum de blues, pero sí tiene una perpetua atmósfera blusera. La guitarra de Ford es explosiva. Es psicodélica. Es hendrixiana. Es profunda. Es southern style. Todo el disco es muy bueno pero lo mejor está en el power de Main Drain, el trance de Freedom Fighter y el sentimiento de Mother’s Day.
Von Freeman – Good forever (2007). Me pasó algo parecido a cuando compré el disco de Ryan Bingham. Caminaba con V por las calles de Amsterdam. Estábamos relajados, disfrutando, cuando en nuestro camino se nos cruzó una pequeña disquería, pero inmensa en realidad. El cartel decía “Blue Note”. No había nada más que preguntar. Entramos. Sólo discos de jazz a precios no muy accesibles. Me empezaron a transpirar las manos. Quería diez o veinte. Pero eso no era posible. No. Entonces creo que agarré uno de Miles Davis que estaba en oferta. Mientras revisaba las bateas no pude dejar de oír lo que sonaba en el local. Pregunté quién era. Me cautivaba el swing de ese cuarteto. El sonido de ese saxo. No era barato, pero V me convenció y me lo llevé igual. Alto disco de jazz. Gran recuerdo.
Ian Siegal - Yo' Edjumikashun (1998). Este tipo es groso Y el disco es demoledor. Potente. Siegal es un violero fantástico. Tiene una voz tan naturalmente blusera que parece que empezó a cantar hace 50 años en el Delta del Mississippi. Pero no, es un inglés de mediana edad que entiende los blues, que se crió con el rock, que sabe apreciar el buen soul. Con o sin slide. Eléctrica o acústica. Da igual, es una bestia. Hay tres covers que son impresionantes: Tumbling dice, Papa was a rolling stone y Come rain or come shine.
Steve Earle – I feel alright (1996). Yo sé que éste y el anterior, el de Ian Segal, son de la década pasada. Pero los escuché por primera vez hace muy poco. Me excuso. Steve Earle es un sobreviviente del rock. Hace poco vi la serie The Wire y ahí tiene un pequeño papel, hace de un adicto en recuperación. Un personaje basado en su historia. Estuvo hasta las manos (como Clapton, como Winter, como tantos otros), un tiempo guardado. Este disco vino después, cuando ya estaba recuperado. Música de calidad. Piensen en una mezcla de Tom Petty, Townes Van Zandt, Hank Williams y los Rolling Stones de Sweet Virginia. Más o menos eso es I feel alright. Y la yapa es el último tema: un dueto con Lucinda Williams.
Wilco – Sky blue sky (2007). Mariana Iglesias, mi vecina de escritorio, me insistió: “Te presto el último de Wilco que te va a gustar”. Tenía razón. El segundo tema, You are my face, es como si lo tocara un Pink Floyd surgido del corazón de Texas. Either Way y Hate It Here son dos perlas. Después de escuchar este disco le di la oportunidad a otros de la misma banda, pero no me gustaron o me aburrieron. Pero Sky blue sky es muy relajado, introspectivo y melancólico. Es un disco al que, me parece, sólo se puede llegar a través de una recomendación.
Ray Davies – Workingman’s Cafe (2007). Me enteré de que había salido este disco un domingo leyendo a Rodrigo Fresán en Radar. “Bien, ese disco que acaba de aparecer, se llama Workingman’ s Café y se cuenta entre lo mejor que jamás haya grabado Ray Davies”, escribió Fresán. En la nota también contó que el álbum antes de salir a la venta fue entregado junto al Sunday Times del domingo. Me enamoré de este Workingman’s Cafe desde el principio. Tiene canciones tan buenas, tan alucinantes que, sumadas a la larga producción que tuvo con los Kinks, hace de Ray Davies uno de los mejores compositores de la historia del rock. Cuando escuchen este disco se van a dar cuenta que no exagero.
Donavon Frankenreiter - Recycled Recipes (2007). Este es un EP acústico de seis temas. El amigo Donavon, amigo de Jack Johnson, amigo de todos. Surfer, cool, buena onda. Las canciones aquí son todos covers y muy buenos. Empieza con Wondering where the lions are, de Bruce Cockburn. Sigue con Theologians, de Wilco, y Such a night, de Dr. John. La más conocida de todas es , tal vez, Fortunate son, de Creedence. Y las últimas dos son mis favoritas: It make no difference, de The Band, y Don't think twice, It's alright, del freewhelin’ Bob Dylan. Imperdible.
jueves, 21 de mayo de 2009
Media luna
Por René Roca
"y aún te puedo ver" por Brutus D.K.
Un copón marcado de huellas, dentro, un corcho desgarrado. Botellas vacías, protagonistas de un agradable encuentro. El encendedor que nos convirtió en humo, las tablas llenas de migajas y las confesiones que todavía flotan.
La mesa seguía allí, cargada de los recuerdos de la noche. Mi paladar sentía el resabio del reconfortante vino La Flor, de Bodega Pulenta Estate, sin poder ser opacado por la fuerte presencia del roquefort. Todo estaba allí, sentenciado por el destino a perdurar frente a mí.
Esa noche, alguien se había acercado a la ventana a buscar a la luna que mostraba sin pudor una mitad. Parecía mordida. Desde el telescopio espió en sus cráteres, mientras creía ver una bandera clavada allí. Luego, enjugó sus ojos y abandonó la altura espacial. Era un excelente momento para abrir el Don Nicanor tardío. Todos degustaron el exquisito dulzor helado que destilaba de la esbelta botella. Yo lo podía disfrutar también, sin importar mi ostracismo o mi abandono involuntario.
Un fluir en forma de niebla pesada envolvía a los presentes, la conexión era pura, humana. Yo los podía ver. También las miradas y los deseos que escondían; los secretos de algunos y los recuerdos añorados de otros.
Y fue entonces cuando empecé a preguntarme, a querer conocer, a intentar saber por qué.
Mi rostro apenas tiene el relieve de un trazo grueso, mis ojos están vendados, no tengo más espalda que el vacío. A pesar de todo ello me pregunto cómo es posible que aún te pueda ver.
lunes, 18 de mayo de 2009
Wine song 21
Vamos a dejar los blues y las canciones con la palabra vino en el título por un rato. Pero no vamos a dejar de escuchar wine songs. En 1977 Billy Joel grabó el que probablemente sea el mejor de todos sus discos: The Stranger. Allí está la canción SCENES FROM AN ITALIAN RESTAURANT. "A bottle of white, a bottle of red, perhaps a bottle of rosé instead?". Esa frase, dijo Joel, no se le ocurrió a él, sino que así fue como un mozo de un restaurante italiano le preguntó que iba a beber una noche en la que salió a cenar en Nueva York con la que por entonces era mujer. The Stranger es un buen disco para tener, además de esta canción hay otras muy buenas como Vienna y el clásico Just the way you are.
domingo, 17 de mayo de 2009
Wine song 20
Veinte wine songs no es poco. Y les prometo que hay más. Esto no se acaba acá. Pero me pareció que por ser la número 20 me podía tomar la licencia de repetir una. La primera que subí fue WINE, versión de la Chicago Blues Reunion, que tributaba a esta, la original, grabada por The Electric Flag en 1968. Aquí encontramos al guitarrista Mike Bloomfield en uno de sus mejores momentos, acompañado por Buddy Miles, Nick Gravenites y Barry Goldberg. Una verdadera selección de notables del rock de los sesenta. Mucho rock, gran solo de viola y la memorable frase: "...you know Janis Joplin, she'll tell you all about that wine, baby". Play y descorche. Enjoy.
sábado, 16 de mayo de 2009
Blues, Montes y demás yerbas
Como cantaba John Lee Hooker, el blues tiene un efecto sanador. El vino también. Anoche vino Mariano (aka. Valdi, Ulises, Vigo), con quien en otra época compartimos muchos vinos y un micrófono, y degustamos un merlot chileno: el Montes Classic Series 2008. Podría enumerar una serie de atributos y bondades de ese vino, pero no hace falta. Nos gustó mucho y nos calmó. Hizo que el frío se sintiera menos y que percibieramos la música con mucha más pasión. Escuchamos a Ian Siegal, a los Dixie Werewolves y el último disco de Bob Dylan, Together through life. Y hablando de curaciones y sanadores, quiero agradecer al mago chileno, el Oscar, por ese Montes y por otras botellas más que trajo desde el otro lado de la cordillera. Para él, va este tremendo video de Santana y John Lee Hooker.
jueves, 14 de mayo de 2009
Wine song 19
Aquí el vino aparece acompañando a una mujer que se abandonó a si misma, sumida en una depresión absoluta y a Jonny Lang, el amante impotente, que no sabe qué hacer con ella. "Watching you destroy yourself / All you do is sit around drinking wine", canta Lang. CHERRY RED WINE (Wonder this world - 1998) es un slow blues moderno en su interpretación, primitivo en su concepción. Lang apareció en los noventa. El y Kenny Wayne Shepherd, rubios y jóvenes, se convirtieron en verdaderas atracciones bluseras para el público masivo. Lang editó tres muy buenos primeros discos, pero después se inclinó a tocar temas lavados y melodiosos y su estrella un poco se apagó. Aunque supongo que debe salir bastante de gira y convocar a mucha gente. Escuchen a un joven, a un aprendiz si quieren, pero escúchenlo bien. Hay mucho blues en él.
martes, 12 de mayo de 2009
Wine song 18
Un poco de country rock de la mano de Commander Cody, que nada tiene que ver con el personaje de Star Wars. Entre 1967 y 1977 Commander Cody and His Lost Planet Airmen fusionó el rock, el R&B, el country, el western swing y el rockabilly pero nunca alcanzó un éxito masivo, más allá de haber editado muy buenos discos. En 1978 Commander Cody, cuyo verdadero nombre es George Frayne IV, reformuló banda y pasó a ser Commander Cody Band. Tres discos y a mediados de los ochenta se separaron. Pero todo vuelve: este año editaron un nuevo álbum, Dopers, Drunks and Everyday Losers. Allí figura la canción WINE DO YER STUFF. Un hombre aquejado por una mujer y su súplica: "I need to make my mind relax 'cause I think I've had enough / Come on wine, wine, wine, do yer stuff".
domingo, 10 de mayo de 2009
Roja
Por René Roca
La noche crecía espesa, lenta. Llegué sin ganas, en un hilo de vida. Me desplomé en la banqueta. Casi a punto de colapsar, un viento gélido erizó mi cuello. Inmediatamente, golpes en la puerta.
Era un vampiro, sí, un vampiro vestido de negro. Claro, como se visten los vampiros, de negro. Sin siquiera saludar se acercó al televisor y cambió de canal: Blade, el caza vampiros. Quedamos atónitos. El anfitrión me distrajo con un queso de cabra, y la sombra maligna compartió un vino Pura Sangre de Ángel Mendoza. Es ese momento pensé en la irrisoria paradoja, pero ¿acaso no era, aquél, un ángel de la oscuridad?
Con su mente me obligó a beber aquel vino irregular, sólido. Entre sorbo y sorbo, giraba la copa, al tiempo que podía ver a tras luz los destellos que provocaban los sedimentos en el fondo.
Estaba parado a mi derecha, pero su voz encantadora, murmuraba sobre mi oreja izquierda. Paralizado, intenté tapar mi yugular, sobreestimando mi raído suéter. Oí una risa metálica, que se alejaba y volvía manoseando mi temor. Jugaba conmigo.
El Pura Sangre se unió al torrente y mucho se disipó. El vampiro seguía allí esperando mi respuesta a una pregunta jamás formulada pero que yo conocía muy bien.
Los sentidos se modificaron paulatinamente. Una versión de “Papa was a rolling Stone” interpretada por Ian Siegal, comenzó a vibrar en mi piel, como si cada poro fuera un oído distinto.
Colgado del cielo raso me llamaba sonriente con su dedo. Yo disimulaba observando el humo que huía por la ventana, pero mis ojos captaron inmediatamente a los fantasmas que, muy zorros, se escondían allí. Sé que en otra ocasión no hubiera sentido más que terror, pero algo había cambiado en mí.
Tomé la última copa como un animal sediento. Con mis dedos escuálidos y afiebrados barrí los residuos que quedaron en el fondo y los llevé a mi boca con la desesperación de la abstinencia.
Creí que el vampiro había desaparecido. No.
Salté por el balcón hacia el vacío y volé, frenético, por toda la ciudad.
viernes, 8 de mayo de 2009
Ornette experience
foto: Pablo Mehanna
Me encontré súbitamente dando vueltas alrededor de un saxo, a veinte filas de distancia. Me absorbió la relación acalorada entre la melodía y la improvisación. Sentí cómo los límites se pueden doblar pero no romper. Recorrí esos caminos que se separan y armónicamente se vuelven a unir. La música de Ornette.
Fui al Gran Rex, con mi amigo Brutus DK, a ver al señor Ornette Coleman. Entre tanto neón, como era esperable, había muchas caras famosas: Daniel Grinbank, León Gieco, Pettinato, Diego Peretti, el gordo que estaba en Crónica TV. Mucho jazzero suelto también, entre ellos Gillespie que fue telonero y anunciador. Había muchas ganas de ver a Ornette. El fue la crema de la crema del free jazz de los años cincuenta y sesenta. Ahora es un hombre mayor, de pasos lentos y movimientos suaves. Pero cuando empieza a soplar su saxo cada nota sale cargada de vida.
Su traje celeste platinado encandilaba. Las luces formaban una especia de corona a sus espaldas. La corona del rey. La música fluía. El rey Ornette. Arrancó con un alto grado de improvisación. Delineó sonidos libres, centellantes, atrevidos. Contrabajo, bajo y batería galopaban junto a él. Y el misterio… ¿por qué toca el violín? Que intente algunas notas con la trompeta es aceptable. Pero no sabe tocar el violín. Excentricidades de un genio que nunca debería dejar de tocar su saxo Selmer Bundy.
En medio de tanta libertad musical, un blues. Y el sonido de su saxo se vuelve demoledor. Tocó unos quince temas, tal vez más. Ejecuciones rápidas, por momentos agresivas, por momentos conmovedoras. Un gran show que algunos no pudieron apreciar y se fueron antes de que terminara.
Martín Onetto, que estaba también allí, y es un loco del jazz desde hace muchos años, me apuntó un comentario: “Me pareció más que interesante el juego de doble bajo, algo muy típico de Ornette, desde su legendario disco Free jazz: A collective improvisation, sólo que en aquellos furiosos sesenta eran más intempestivos. Y ayer Coleman se recostó confortablemente, con su cuerpo frágil, en el colchón de rosas que le fabricaban las gruesas cuerdas entre melodías de Stravinsky y Bach sobre las que el gran Ornette se levantaba con sus notas más largas y agudas”.
Experimenté Ornette.
miércoles, 6 de mayo de 2009
Wine song 17
Ya se los había anticipado cuando subí el tema de Foghat, Chateau Lafite 59 boogie. Lonesome Dave Peverett era un amante del vino. Antes de Foghat, cuando estaba al frente de Savoy Brown, una de las bandas emblema del rock inglés de fines de los sesenta y comienzos de los setenta, grabó A LITTLE MORE WINE, tema que en realidad fue compuesto por el pianista Chris Youlden y editado en el disco Raw Sienna, de 1970. La diferencia de Savoy Brown con Foghat es que aquí Peverett comandaba la banda con otro prócer inglés de los doce compases: el violero Kim Simmonds. Así que ya saben, listen & relax. Siempre hay tiempo para un poco más de vino.
lunes, 4 de mayo de 2009
Garras
Por René Roca
Paseabas de un lado a otro, sin mirarme, sin mirarte. En el balcón el gato parecía imitar tus movimientos sobre la baranda. Yo trataba de no pensar, me concentraba en los lomos de los libros casi inentendibles para mis ojos cansados.
El vino no era malo, se dejaba. Vos, no. Tenias la robe de chambre mal puesta, estaba seguro de que era tu maligna intención. Las luces tenues me mostraban la panza de uno de tus pechos. Ibas y venias, como el gato en el balcón.
La primera copa era historia, al servirme la segunda, arañé sutilmente la etiqueta. Abriste la canilla para llenar la bañera. Sin hablarme caminabas sensual, agarrando tu estrecha cintura para marcar lo que yo había ofendido.
No usabas nada debajo, como yo te había enseñado, y por ese motivo, paseabas como el gato. Ya el vino me sabía igual, la tercera copa me torturaba. Sentía la melena que crecía al reflejo de mis colmillos.
Saltabas del baño a la cocina, con zancadas firmes. Cambiabas de flanco tan fácil, como lo hace el viento, para ir de la cocina al living, con el torso seguro.
Esbelta, mágica, veloz, inquieta, gacela.
El gato ya no estaba. Volqué la copa. De un solo zarpazo te tomé de la cadera. Esquivaste el primer embate. Saltaste, corriste, huiste.
El depredador siempre da la esperanza de la salvación: acorralada en el pasillo, te saqué el cinturón de la bata, que cayó como un desvencijado telón. No escuche lo que me decías, pero por el movimiento de tu boca supe que eran insultos conocidos. Abrí mis fauces y te mordí en un beso largo. Te movías, como las presas ingenuas.
Cargándote a la habitación susurraste tus últimos quejidos, para terminar de comprender que siempre ibas a ser mi trofeo.
El gato volvió al balcón, su sombra se fundía con la del león y la gacela, que se amaban, salvajes, sobre la estepa.
(foto: http://lavidaboca.wordpress.com)
sábado, 2 de mayo de 2009
Wine song 16
El otro día cuando escribía el texto sobre los cincuenta años de Kind of Blue, al final mencioné el Chateau Lafite, uno de los vinos franceses más conocidos. Y enseguida me vino a la cabeza una canción. Estaba seguro de que había una en mi discografía que tenía el mismo nombre del vino. Pero no me podía acordar, entonces recurrí a google (funciona mejor que mi memoria) y la encontré. Se trata de CHATEAU LAFITE 59 BOOGIE, del grupo británico Foghat. Durante la década del setenta Foghat fue una de las bandas más calientes para ver en vivo. Con su fórmula de hard rocking blues arena llenaron estadios desde Gran Bretaña hasta los Estados Unidos. Tres de los miembros, Lonesome Dave Peverett (guitarra y voz), Tony Stevens (bajo) y Roger Earl (batería) habían estado en Savoy Brown, que durante los sesenta, marcó el pulso de la escena blusera británica, junto a John Mayall, Fleetwood Mac y otros. Más adelante veremos que el amor de Peverett por el vino no es sólo de su época de Foghat.
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