Tal como sucedió el año pasado con los discos de Wee Willie Walker y Billy Price junto a Otis Clay, o con cada nuevo lanzamiento de Charles Bradley, el soul de la vieja escuela vuelve a reinventarse, esta vez, de la mano de Robert Finley. A los 63 años, este carpintero de Louisiana y ex soldado del Ejército de los Estados Unidos, acaba de editar su primer disco, una obra soberana que grabó en Memphis con los mejores sesionistas locales.
Editado por el sello Big Legal Mess Records, con base en Oxford, al norte de Mississippi, y distribuido por Fat Possum, Age don`t mean a thing rescata lo mejor del sonido clásico del soul de Memphis. Finley tiene una voz poderosa y natural, y en eso se enfocaron los productores Jimbo Mathus y Bruce Watson. Su registro vocal y sus inflexiones definen cada una de las canciones que interpreta, más allá de que se trate de una balada como Make it with you, un funky como Come on o soul en estado puro como You make me want to dance.
El álbum comienza con la animada I just want to tell you, cargada de groove y con los caños estallando detrás de su canto sublime. La rítmica, a cargo de los Bo-Keys, es concisa y el coro femenino le da un destello aún mayor a la voz de Finley. El tema que da nombre al álbum, algo que muchos músicos le gusta destacar en sus canciones, que la edad no importa para cantar/tocar/amar/vivir, comienza con un solo suyo de guitarra breve pero muy distintivo y luego se desangra con una entonación conmovedora.
Finley tuvo una vida errante que lo llevó en la década del setenta a Alemania como técnico de helicópteros del Ejército y eso le permitió integrar una banda con otros soldados con los que tocó en varios países de Europa hasta que lo dieron de baja. Por aquél entonces volcó el canto gospel de su infancia en clásicos del soul y el R&B y se ganó una buena reputación. A su regreso a los Estados Unidos intentó empezar una carrera como músico profesional pero no tuvo suerte y, ya sin la contención castrense, se dedicó al oficio que le había enseñado su padre. Pese a su trabajo y las dificultades cotidianas nunca abandonó la música y siguió tocando para satisfacer su espíritu en fiestas o para amigos. Hasta que quedó prácticamente ciego y no pudo seguir trabajando.
Su ceguera se convirtió en oportunidad gracias a la Fundación Music Maker Relief que lo asistió y le dio la posibilidad de empezar su carrera como músico que tanto había anhelado. Su flamante disco sintetiza todo eso: sus influencias, su vida, sus sueños, sus frustraciones y su lucha. “Yo puedo sentirlo. No necesito ver, me impulsa la energía del público”, suele decir Finley. Sus sentimientos más profundos conforman el núcleo de música, le permiten ver más allá, y componer e interpretar esas canciones tan intensas y emotivas . Ese es su secreto.
1 comentario:
Gracias Martin ! a la lista de auto regalos de fin de año jeje.El soul sigue su rumbo y en buenas manos ,un abrazo y buena semana
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