domingo, 20 de noviembre de 2016
Big mama's blues
Las big mamas del blues van al frente sin temores y con mucho ímpetu. Vuelcan una descarga sexual sobre el escenario y llevan al público de sus narices hasta donde ellas quieren. Atraen a los hombres y logran la empatía de las mujeres con actitud, movimientos provocadores y voces descollantes. El blues es lo que sienten y lo expresan sin pudor. Annika Chambers es una de ellas. Su voluptuosidad es comparable con la intensidad de su canto. Ella es capaz de tener al mundo en sus manos. Todo le sale natural, no fuerza ni tuerce nada. Viernes a la noche en La Trastienda, más bien madrugada de sábado, y ella da todo lo que tiene porque es lo único que sabe hacer cuando se corre el telón.
Igor Prado pisa el escenario acompañado por Tavo Doreste en teclados, Mauro Bonamico en bajo y Gabriel Cabiaglia en batería. El guitarrista zurdo comienza con un tributo instrumental a Albert King dedicado al productor Mariano Cardozo en el día de su cumpleaños. "Todos los buenos violeros tocan Albert porque fue el mejor de todos", dice Rafa Nasta mientras mira como Igor arremete con los primeros solos. Un rápido repaso mental de guitarristas no hace más que confirmar las palabras de Nasta.
La introducción dura unos minutos hasta que Igor Prado anuncia: "Desde Houston, Texas, ¡Annika Chambers!". Y ella entra con toda la seguridad que caracteriza a las big mamas. Lleva puesto un vestido corto y ajustado como el ritmo que le marca la banda. Sacude las trenzas con los primeros acordes de Barnyard blues y cuando empieza a cantar todos quedan absortos. Casi sin corte pasa a Old man magnet y al terminar se nota que ya entró en calor. El tercer tema, Raggedy and dirty, se lo dedica a la memoria de su autor, Luther Allison, y la banda la respalda con buen pulso y compromiso pese a que no pudieron realizar ni un solo ensayo. Cabiaglia es como un castor cuando mastica madera, persistente y parejo; Bonamico le imprime swing desde el bajo y Doreste rellena con sus teclas los flancos que va dejando libres Igor Prado.
Es la hora de un blues cargado y denso, como un café bien negro, y Annika entona las primeras estrofas de I'm in a dangerous mood, de B.B. King. Destila sensualidad y hay un ida y vuelta fluido con el público. Con Jelaous kind es cuando llega a su mejor registro. En su entonación confluyen el gospel de su infancia y el southern soul de su adolescencia. Se baja a cantar entre la gente sin amplificación. Un hombre, corpulento como ella, la abraza y hace el gesto de que está enamorado. Una rubia se acerca corriendo, le da un abrazo exagerado, un beso y le tira de las trenzas mientras su novio intenta sacarle fotos desde lejos. Annika se da vuelta y cuando empieza a encarar de nuevo para el escenario un muchacho le cierra el paso y empieza un juego de llamada y respuesta al que ella se presta con ganas. Cuando logra subir a la tarima la banda la recibe con un vibrante andanada rockera.
Annika y la banda cambian el eje y el GPS los lleva a Nueva Orleans para la animada Pooky away y luego a Chicago para I'm a woman, de Koko Taylor, con Natacha Seará acompañando en armónica. Ya pasaron las dos de la mañana y el final es a todo esplendor con la sublime I'd rather go blind con la que Annika da una nueva muestra de su genialidad. No hay bises porque el Ejército prusiano que custodia La Trastienda ya empezó con el operativo desalojo y la gente emprende la retirada mirando hacia atrás con ganas de escucharla, aunque sea, una vez más.
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La quinta edición del Buenos Aires Blues Festival comenzó con la presentación de Jorge Costales & The Evil Blues Band. El armoniquista, que este año lanzó su primer disco solista, estuvo acompañado por Anahí Fabiani en teclados, Juancho Hernández en guitarra, Mauro Bonamico en bajo y Germán Pedraza en batería. En poco más de 20 minutos interpretó con mucha holgura y gran prestancia un set de cinco temas -Blowing the family jewels, Little bitty pretty one, Greasy greavy, Relaxin' y Blowing like hell- que sintetizan su pasión por el sonido del West Coast y, especialmente, por el legendario William Clarke. La banda tiene un sonido cuidado, respetuoso de las influencias que busca destacar Costales, quien a su vez encara cada uno de los temas, tanto con armónica cromática o diatónica, con mucha expresividad. El show fue todo instrumental y contó con una pareja de bailarines arriba del escenario porque, como explicó Costales, "el blues es para bailar".
Luego aparecieron en escena Los Mentidores, una banda relativamente nueva procedente de la ciudad de Córdoba. El grupo, liderado por el reconocido productor José Palazzo, aquí en su rol de bajista, tuvo su debut porteño con un repertorio blusero pero una impronta más rockera. Interpretaron clásicos como Don't you lie to me, Boom boom y Rock me baby, algún tema propio y una extraña e interesante versión del Tren de las 16. La banda tiene un sonido crudo pero no vintage y compensó cierto caos rítmico con mucha personalidad. Iván Goméz Singh en guitarra y voz fue quien tuvo el papel protagónico, aunque tampoco se quedaron atrás el guitarrista Franco Rochetti y el armonicista Fernando Ormeño. Los Mentidores estaban decididos a celebrar y pasarla bien y por eso invitaron amigos al escenario: Rubén Veneske acompañó con washboard y armónica y también subieron Natacha Seará, el Indo Márquez, el Gitano Herrera y el maestro Botafogo.
El quinto Buenos Aires Blues Festival siguió el sábado con la presentación del histórico trompetista de B.B. King, James "Bogaloo" Bolden acompañado por El Club del Jump, y las actuaciones de Willy Crook y Willy Busquets.
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