viernes, 6 de junio de 2014

El buen pastor


Kenny Wayne Shepherd se encamina hacia los 40. Ya no es más aquel joven guitarrista explosivo que irrumpió a mediados de los 90 a la par de otro rubio pirotécnico como Jonny Lang, sino que ahora carga con el peso de la experiencia y un refinamiento en su forma de tocar. A diferencia de Lang, que inclinó su carrera discográfica hacia un R&B más popero, Shepherd fue consolidándose como un referente del rock- blues.

Goin’ home es su séptimo disco de estudio y en algún punto tiene un nexo directo con su álbum de 2007, 10 days out: Blues from the backroads, donde buscó en las raíces del blues y se sentó a tocar junto a B.B. King, Henry Townsend, Clarence ”Gatemouth” Brown, Bryan Lee y Hubert Sumlin. En este nuevo trabajo, Shepherd redescubre sus influencias más directas, el blues eléctrico de los músicos que lo cautivaron desde pequeño. Aquí también se rodea de algunos invitados, más emparentados con el rock, a los que bajó al ruedo blusero.

Los puntos más altos del disco son el dueto que mantiene con Warren Haynes en Breaking up somebody's home, donde ambas voces y guitarras llegan a un nivel de visceralidad asombroso; y Palace of the King, el clásico de Freddie King que compusieron Don Nix y Leon Russell, donde Shepherd es respaldado por la potencia de la Rebirth Brass Band, nativa de Nueva Orleans.

Entre los homenajes que realiza se avizoran sus máximas influencias: una versión entusiasta de The house is a rocking, de Stevie Ray Vaughan; You done lost your good thing now, de B.B. King; Everything’s gonna be alright, de Little Walter; y I love the life I live, de Willie Dixon, junto a Kim Wilson y Joe Walsh. Otros invitados asoman en la segunda parte del disco. Ringo Starr canta Cut you loose; Robert Randolph se suma con su lap steel en Still a fool, de Muddy Waters; y Keb’ Mo’ comparte el tributo a Albert King con Born under a bad sign.

La banda que lo acompaña es impecable y maneja los ritmos y los tiempos con notable maestría. Chris Layton, ex Double Trouble, monopoliza la bacteria, mientras que Tony Franklin toca el bajo y Tiley Osbourn se hace cargo del piano y los teclados.

Su apellido y trayectoria lo convierten en el buen pastor del blues. En todos estos años, más allá de ciertos desvíos, demostró que lleva el blues en las venas y siempre estuvo a la altura de los acontecimientos, especialmente cuando le tocó compartir estudio o escenario con las viejas glorias del blues. Y esta vez no es muy distinta a las anteriores, salvo porque encara el blues con más decisión que nunca, sabiendo que ese es su futuro.

1 comentario:

Alberto Larrea dijo...

Si lo escuche, que mas puedo decir rescate dos temas muy buenos.