Ayer fui duramente cuestionado por el cantante de La Mississippi, Ricardo Tapia. En su muro de Facebook desplegó toda su bronca por una reseña que escribí para la
revista Blues en su Tinta del disco de la Buenos Ayres Blues Band,
Todo vuelve, que él produjo. Me llamó “talibán del shuffle” y me acusó de "mala leche" y de pertenecer a una “elite de puristas que miran todo fumando pipa”. El motivo, insisto, la reseña de un disco que no me gustó. Toda esa cuestión me hizo reflexionar sobre unas cuantas cosas.
|
Watermelom Slim |
Me puse a pensar sobre qué es ser un “purista del blues”. ¿Soy uno de ellos? Definitivamente no. Pero si lo fuera ¿qué? Escucho a Joe Bonamassa con tanta pasión como lo hago con K.C. Douglas. Paso de un disco de Buddy Moss a uno de Grayson Capps. Ahora mismo, mientras escribo, estoy escuchando a Watermelon Slim y posiblemente después siga con Lucky Peterson o Little Junior Parker. En diciembre fui a ver a Norah Jones al Luna Park y una semana después a Támesis en vivo en el Roxy. El viernes voy al show de Jamiroquai en Ferro y el sábado estaré en La Trastienda para ver a Corey Harris.
|
Eddie Cusic |
Ahora, ¿puedo pasarme un día entero escuchando puro shuffle? Seguro: empezaría con Anson Funderburgh, seguiría con Smokin’ Joe Kubek & B’Nois King y después con Pat Boyac, U.P Wilson, Tutu Jones y, por supuesto, Freddie King…. También me puedo pasar días enteros escuchando blues del Mississippi:
Jimmy “Duck” Holmes, Honeboy Edwards, Eddie Cusic, James “Son” Thomas, Fred McDowell, etc. Pero hay días que no escucho blues.
Miles Davis,
John Coltrane y Bill Evans a veces logran hacerme perder el sentido del tiempo. Y puedo pasar horas rockeando con los Black Crowes,
Allman Brothers o Bruce Spirngsteen. ¿Purista yo?
Es cierto que entre los bluseros locales -músicos y oyentes- existen los que Tapia llama “talibanes”. Es verdad que algunos tienen una posición muy extrema y consideran que si el músico no es negro y no es de Chicago o del Delta no toca blues. Y algunos inclujso tienen una cierta obsesión con denostar a los músicos blancos. Eso no lo comparto. Recuerdo que en
el último show de Buddy Guy en el Gran Rex, alguien desde la platea le gritó “Play the blues”, indignado porque Buddy no tocaba lo que él quería. O me acuerdo de los que insultaron a Paul Rodgers en Obras allá por los 90 porque cantaba temas de Bad Company. Eso sí me pareció desubicado.
Ahora, lo que uno considera blues puro o no, o rock blues, o lo que fuera es una cosa. ¿Gary Clark Jr. toca blues? ¿El blues cantado en español es blues? Es una cuestión de criterios que se puede discutir por horas. La otra, muy distinta, es que te guste o no un disco. Hace poco reseñé el
flamante álbum de Ben Harper junto a Charlie Musselwhite. A mí me pareció extraordinario, pero un lector se expresó de manera contraria y sugirió, palabras más palabras menos, que a Walter Horton no le gustaría escucharlo a Memphis Charlie tocando así. Más allá de la frase trillada, todo es cuestión de gustos. Y a mí el disco de
La Buenos Ayres no me gustó. Es una opinión personal. Lo escuché algunas veces y no me dejó absolutamente nada. Pero eso no tiene nada que ver con que si ellos tocan blues tradicional o no, ni siquiera si lo hacen bien o mal. No los califiqué como banda y menos como personas, ya que no los conozco. De hecho me consta de que en vivo suenan bien y tienen una buena cantidad de gente que los sigue. Pero bueno, hubiese sido hipócrita si escribía una reseña favorable sólo para quedar bien con ellos.
Una banda o un músico pueden hacer discos buenos, malos, excelentes. Y eso depende de varios factores: la experiencia, la época, la inspiración, la onda entre los miembros, el profesionalismo, la economía, las vivencias, las adicciones, etc. Acaso, ¿los discos de Howlin’ Wolf son todos buenos? No, de hecho hay uno que
a Wolf no le gustó para nada y obligó a Chess a escribirlo en la tapa. Y entre los discos de los Rolling Stones, por ejemplo, ¿es lo mismo Exile on Main Street que Dirty work? Claro que no. ¿El álbum New Orleans Heat define la carrera discográfica de Albert King? De ninguna manera.
Respeto mucho a Ricardo Tapia. Los temas de La Mississippi me acompañaron durante varios años, como a la mayoría de los argentinos que escuchamos blues desde comienzos del 90. Cada tanto me encuentro tarareando El blues del equipaje o Café Madrid sin darme cuenta. Además, me parece bárbaro que haya bandas de blues en los barrios, como La Buenos Ayres, que sigan tocando y se animen a sacar discos. No hay intereses ocultos detrás de esa reseña y menos ensañamiento con Tapia. De hecho, en esa misma revista y en este blog escribí una crítica del excelente
disco de Adrián Jiménez y destaqué la participación de Tapia junto a Daniel Raffo en el tema de Robert Johnson, Stop breakin’ down. Creo que todos –y me incluyo- deberíamos ser más permeables a las críticas. Insisto: el disco no me gustó, como supongo que a muchos no le gustará esta respuesta. Si los chicos de La Buenos Ayres están conformes con el disco que se queden tranquilos. Si a todos nos gustara lo mismo no habría diversidad. Y eso, creo, es lo más hermoso que tiene la música, especialmente el blues: es lo que lo hace indispensable, esencial y universal.