Estamos en la playa. Brasil. Lluvia, calor, borrachudos. Samba y buena onda. La cena será un pollo bastante hormonal que se está asando en la parrilla. Y no queremos acompañarlo con las cervezas livianas y sin carácter que los amigos brasileños trasiegan día tras día. Ni Antartica, ni Skol, ni Bohemia. Menos que menos, Brahama. En el súper las opciones no son muchas. La góndola de vinos apenas tiene unas pocas botellas. Maxi sugiere el vino verde portugués Casal García. Cuarenta reales parece un precio alto, pero apostamos a un sabor diferente.
En el portal Directo al paladar encontré esta descripción. “Los vinos verdes portugueses (vinho verde) deben su nombre más al color del paisaje donde se cultivan los viñedos, que al color ambarino de estos vinos blancos frescos y ligeros, los más populares de Portugal, como este Casal Garcia que nos ocupa. Se producen en el Minho, en el noroeste de Portugal, en una zona rica en lluvias y con unas condiciones naturales ideales. De contenidos en alcohol entre 8,5 a 11,5 grados y abundante anhídrido carbónico, que les proporciona mucha aguja. Son vinos semisecos, a veces marcadamente ácidos, y no muy maduros, cuyas vides se han cultivado en una de las zonas más pobladas del país”.
El vino y el pollo se llevaron de fiesta. El primero se acabó. Ni una gota quedó en las copas. Del ave sobrevivió una pechuga que tendrá destino de almuerzo al día siguiente. Un maridaje ideal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario