








The Alligator Records Christmas collection (1992). Casi todos los mejores músicos del sello discográfico participaron de este compilado. Las canciones tienen la particularidad de que, salvo The little drummer boy y Silent night, todas fueron compuestas para esta ocasión. De la mano del productor Bruce Iglauer se lucen Kenny Neal, Charles Brown, Koko Taylor, Son Seals, Lonnie Brooks, Charlie Musselwhite, Katie Webster, Clarence “Gatemouth” Brown, Tinsley Ellis y Little Charlie & The Nightcats, entre otros. Este es el disco navideño blusero por excelencia.
Bob Dylan – Christmas in the heart (2009). Dylan sorprendió a todos el año pasado con Christmas in the heart. Yo tuve mis prejuicios cuando me enteré que estaba por sacar un álbum navideño. Cuando lo escuché me gustó, pero tampoco es que me voló la cabeza. De hecho creo que no lo volví a escuchar en todo el año, pero ahora que suena de nuevo en mi equipo me parece mejor de lo que lo recordaba. En el fondo es lo que a Dylan le gusta: escarbar en la música tradicional norteamericana, rescatar canciones olvidadas e imprimirles su sello.
- Elvis' Christmas album (1957). Editado por el sello RCA, fue el primer disco temático de Elvis. Pese a que fue grabado hace más de cincuenta años sigue siendo uno de los mejores álbumes navideños de la historia del rock. Los temas elegidos por Elvis son Blue Christmas, Santa bring my baby back to me, White Christmas y I'll be home for Christmas, entre otros clásicos.
Albert King integra el podio de los grandes de las seis cuerdas del blues junto a los otros dos King –B.B. y Freddie- Buddy Guy, T-Bone Walker, Otis Rush y Magic Sam, y para muchos incluso fue el más grande de todos. Hoy, a 18 años de su muerte, es una buena oportunidad para recordarlo.
ocurrió pocos meses después de su visita: tuvo un infarto a los 69 años. Cuando su corazón estalló, él todavía seguía activo, tocando regularmente en distintas partes del mundo. Su deceso no detuvo su fama, una fama que no es la de una celebrity, sino que se sostiene por el prestigio obtenido durante su carrera. Albert King influyó a músicos revolucionarios de la historia del rock como Hendrix, Clapton y Stevie Ray Vaughan e infinidad de guitarristas alrededor del globo. En la Argentina hoy hay muchos músicos que se inspiran en sus canciones y en su forma de tocar y que lo celebran semana a semana tocando en vivo.
er – The playful heart. Este es el sonido moderno de la vieja guitarra. Creo que algo así tocaría Jimi Hendrix si estuviera vivo. Robin Trower es un violero fantástico, que siempre estuvo un paso delante de sus contemporáneos. Desde la época de Procol Harum hasta sus discos de blues espacial, el tipo siempre mostró un sello distintivo. Con The Playful heart, Trower vuelve a instalar una atmósfera psicodélica, con largos solos introspectivos, por momentos más bluseados y a veces no tanto. La rítmica suena siempre atrevida y funky. La voz de Trower está bien, aunque está claro que su energía y sus canciones se brindan por completo a la guitarra. Escuchen el tema Find me, es una buena referencia del álbum: genera un placer hipnótico difícil de esquivar. Todas las demás canciones tienen el mismo espíritu. Nos elevan, después nos bajan, en algún momento nos nivelan para luego volvernos a subir. Robin Trower es un artista superlativo.
Dave Specter – Spectified. Dave Specter es uno de los guitarristas más respetados del mundo blusero. Nacido y criado en Chicago, Specter desarrolló un estilo muy cuidado y sutil, bien al estilo del West Side. Pero además de Magic Sam, en su forma de tocar fluyen T-Bone Walker y Kenny Burrell, Spectified es un disco instrumental con permanentes guiños al jazz, donde los largos solos de guitarra a veces se ven interrumpidos por la aparición distintiva de un hammond, la calidez de un piano o la tromba de la sección de vientos. Spectified es una demostración de lo versátil que Specter es para tocas: pasa por el suffle, el swing, el jump blues, el sonido del Delta, los ritmos latinos, siempre con una técnica muy prolija y una ejecución muy sentida..
finished Business. Si el estilo de Robin Trower es más profundo y psicodélico, y el de Dave Specter es más clásico y sutil, el de Larry Miller es crudo y furioso. Larry Miller podría haber nacido en el sur de los EE.UU. pero es inglés. En una de sus canciones se define: “No soy del Mississippi pero soy un bluesman”. Es agresivo para tocar y entusiasta para cantar. Al escucharlo se notan sus influencias: Rory Gallagher, Snowy White, Foghat y Gary Moore. Unfinished Business es su sexto álbum. Su escencia es el blues rock, las baladas y algunas intromisiones acústicas. Este es uno de esos músicos que estaría muy bueno verlo en vivo en un bar.
Tengo algún vago recuerdo de aquél día. La noticia creo que llegó por la radio y la cara desencajada de mi vieja en la cocina es lo primero que me viene a la mente de la muerte de John Lennon. Lo siguiente que me acuerdo es lo que vi por tevé. Yo estaba sentado en la alfombra verde con los ojos clavados en el televisor color marca Zenith, que hacia apenas un año que estaba en casa. Se trataba de una vigilia en el Central Park. Los que estaban allí tenían mucho frío y lloraban. A mi me faltaban dos meses para cumplir ocho años y ese fue el primer acontecimiento noticioso del que tengo algún recuerdo concreto. Con los años volví a ver esas imágenes conmovedoras, al tiempo que fui escuchando sus discos, tanto de los Beatles como los de sus años como solista. Me animo a decir que Lennon fue uno de los cinco o diez personajes más influyentes del siglo XX. Fue un Quijote moderno, que en vez de empuñar un lanzón rasgaba una guitarra. Sus canciones derribaron molinos de hipocresía y se convirtieron en himnos mundiales de la paz, mucho antes de que el mundo se globalizara plenamente. John Lennon fue como el Che Guevara, como Martin Luther King, como Gandhi, como José Martí, como Rodolfo Walsh. Hoy a 30 años de su muerte, su espíritu sigue intacto y el valor de su mensaje no caducó.
En el verano de 1982 un blues con un riff muy pegadizo y una letra básica y desafiante irrumpió en los hogares estadounidenses a través de la pantalla chica. Era el amanecer de MTV y la industria musical estaba comenzando a invertir en videos musicales. George Thorogood, el chico malo de Delaware, lanzaba su disco debut para el sello Capitol y Bad to the bone se convertiría en su pasaporte hacia el éxito.
Elton John & Leon Russell – The Union. La idea de este disco surgió hace dos años durante una entrevista para tevé que Elvis Costello le hizo a Elton John. Durante el reportaje, el pianista inglés recordó a uno de sus ídolos de la juventud: Leon Russell. A partir de ese momento, Elton sintió la necesidad de devolverle a Leon todo lo que él le había regalado con su música. Luego de un par de charlas telefónicas los dos pianistas se pusieron de acuerdo y comenzaron a construir The Union. El disco fue editado hace poco y es realmente extraordinario. Las canciones se balancean entre las baladas rockeras, el R&B, el soul y el country, y la sinergia que hay entre ambos pianistas es asombrosa. Pero detrás de la idea y la realización hay un sinfín de nombres que jerarquizan el álbum aún más. Por ejemplo: la producción quedó en manos de T-Bone Burnett, un tipo que sabe muy bien lo que hace. La banda fue conformada por una docena de músicos entre los que se encuentran los guitarristas Doyle Bramhall II y Marc Ribot, el bajista Don Was y el baterista Jim Keltner. Pero hay más: Booker T. Jones aporta el sonido de su hammond, Robert Randolph tiene un par de intervenciones con su pedal steel guitar, y Neil Young y Brian Wilson suman sus voces en algunos coros. Además, varios de los temas fueron compuestos por Elton John junto a su inoxidable socio, Bernie Taupin. Las imágenes de The Union también son importantes. La foto de la tapa fue tomada por la célebre Annie Leibovitz (histórica fotográfa de la revista Rolling Stone) y Cameron Crowe, director de la película Casi Famosos, filmó todo para un documental que se lanzará dentro de poco. En síntesis, The Union es una obra monumental, que rescató a Leon Russell del olvido y le devolvió a su público lo mejor que él tenía para dar: su música.
Ray Davies – See my friends. La primera vez que escuché a The Kinks fue hace 20 años. Por entonces cursaba quinto año y Ernesto Castrillón –profesor de Historia, hincha de Racing y gran tipo- me abrió las puertas a la magia de Ray Davies. Desde entonces, tengo mis épocas. Por momentos vuelvo a los Kinks de los setenta; a veces me sumerjo con sus canciones de los sesenta; y últimamente me estaba matando con los discos solista de master Ray: Other people’s lives y Workingman’s Café. Ahora, el sello Decca acaba de editar See my friends, un tributo en vida en el que él es el anfitrión. Las canciones elegidas son todos hits de los Kinks. Algunas versiones están mejor que otras, pero en líneas generales es un buen disco. El tema inicial, Better things, tiene el espíritu que todo el álbum debería tener: una interpretación tan buena como la original, pero con una esencia nueva. En este caso lo que sobresale es la combinación de las voces de Davies y Bruce Springsteen. Si bien Bon Jovi no es alguien que a mí me guste mucho, logra imponer su estilo en Celluloid heroe. La versión de You really got me de Metallica está muy buena, pero de ninguna manera no supera a la de Van Halen. Davies y Jackson Browne suenan muy amenos y relajados en Waterloo sunset y Paloma Faith le mete mucha garra a Lola. Las otras canciones están bien. Probablemente no aporten mucho más a los que escuchan a los Kinks desde hace mucho, pero tendrán sentido sí sirven para acercar a los jóvenes a la música de los Kinks. Así las cosas, Ray Davies está de vuelta. Viejas canciones, nuevos amigos y la misma onda de siempre.