El Ohhh ohhhhhh del público se impuso una vez más y ya se está volviendo un clásico de eventos deportivos y musicales. Esta vez no fue el himno el que hizo vibrar al Luna Park, sino la canción What I am de Dave Matthews. Ocurrió cuando promediaba el show, luego volvió una vez más con Two step, una versión medio campestre con un tremendo y explosivo solo de batería. Los músicos se detuvieron un segundo y escucharon como la gente los aclamaba. Entonces Matthews dijo: “Tocar acá para ustedes es como andar en una moto a toda velocidad, como montar un caballo salvaje”.
Por algo se llama Dave Matthews Band y no sólo DM. Todo el combo es mucho más que un músico solista. El escribe las canciones, canta de manera excepcional, toca la guitarra acústica y baila, sí baila, con tanto swing que da envidia. Sus pies flotan sobre el escenario, las rodillas se contorsionan, la cintura deja que el ritmo fluya. El es el band leader, y los demás aportan cada uno lo suyo, pero ninguno es intrascendente. Tim Reynolds es un guitarrista extraordinario. Tiene un poco de Robin Trower, otro poco de Van Halen, algo de Vernon Reid. Toca como quiere, lo que quiere, cuando quiere. Siempre toca bien. El resto de la banda está conformada por el violinista Boyd Tinsley, el bajista Steffan Lessard, el batero Carter Beauford, junto al saxofonista Jeff Coffin (que reemplazó al fallecido Leroi Moore y que toca dos saxos a la vez) y el trompetista Rashawn Ross. Todos ellos están comprometidos hasta la médula con la propuesta distintiva que Dave Matthews viene ofreciendo desde hace casi 20 años.
Su música es única, podría ser una versión moderna de los Grateful Dead. Todo su sonido está lleno de matices y en una misma canción, según el solo que se ejecute, puede sonar a jazz, al funky de Nueva Orleans, a country, o a bluegrass.
El show, que duró casi tres horas, comenzó con Squirm, uno de los tantos temas que tocó de su último disco Big Whiskey and the GrooGrux King, editado el año pasado. “Empezamos tranquilos y después trataremos de volarles la cabeza”, anunció Dave Matthews.
Con el tema Bartdender, esa gama de sonidos que mencioné antes se amalgamó en un fantástico solo de violín, que dio lugar al saxo, luego a la flauta para terminar en un maravilloso solo de trompeta con sordina. Siguieron con Shake me like a monkey, Satellite (uno de sus primeros temas, de 1993), Grey Street y Seven, donde estalló la viola de Reynolds. Siguieron con Crush, Stay or leave, Gravedigger (hermosa melodía, por cierto), Don’t drink the water, y algunos temas más. No creo que ninguna de esas versiones haya bajado de los ocho o diez minutos Las zapadas son diálogos abstractos que en un momento confluyen en un eje imaginario.
Siempre tocan un cover en sus shows. Hace dos años, cuando se presentaron al aire libre en el Pepsi Music hicieron All along the watchtower, de Bob Dylan. Esta vez, se volvieron muy funkys con Sexy mother fucker, de Prince. El violín volvió a enloquecer con Everyday. Cuando el final se acercaba se despacharon con You and me. Para los bises, primero subió Dave Matthews solo y tocó Some Devil, luego volvieron los músicos al escenario y Ants marching fue lo último que escuchamos.
Así, una noche de octubre, Dave Matthews llegó a la Luna y se lo notó muy emocionado. “Gracias por regalarnos una noche que vamos a recordar para siempre”, dijo. El agradecimiento recíproco de la gente volvió una vez más en forma de una ola sonora Oooooohhhhh oooooooohhhhhhh. La fiesta había terminado pero todo seguía vibrando.
4 comentarios:
fuiste a la cabecera?! rata, pagate una entrada mejor.
Como de costumbre, impecable relato Martín.
Lo bueno, si breve...
si, fuiste.. y fue genial no? me encanta Dave Mathhhews...su musica es jugosa, suculenta..
muy buen recital. yo participé del evento y fue una noche genial.
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