Jueves. 19hs. Camino apurado por la calle Waters en dirección a Battery Park. Es verano en Nueva York y el calor se siente. El sol va cayendo lentamente y una agradable brisa que viene del río Hudson da un respiro. Busco el Wagner Park, pero no lo encuentro. Estoy llegando tarde y voy un poco deshorientado. Entonces escucho la señal. Casi imperceptible, el sonido de un hammond surge como una brújula. Apuro el paso y la música comienza a fluir con mayor intensidad. Entonces la voz de John Hammond es inconfundible. El blues del Delta domina el sur de Manhattan. Me encuentro a unas trescientas personas sentadas en el pasto disfrutando de un show gratuito. El legendario John Hammond y su banda -Bruce Katz, Marty Ballou y Neil Gouvin- derrochan doce compases con la estatua de la Libertad de fondo. Me acomodo cerca del escenario mientras tocan Come in my kitchen, de Robert Jonhson. La guitarra dobro suena metálica, fantástica. El contrabajo de Gouvin es mortal. Hay más blues: Howlin’ for my darling, Evil, entre otros clásicos del género y algunos temas propios. Una hora después me voy feliz con mi tercer encuentro con Hammond. El primero fue en los noventa cuando tocó en el Gran Rex; hace unos años lo volví a ver en el ND Ateneo; y ahora este concierto gratuito de Nueva York, con el plus de verlo con su banda. La tradición del Delta sigue viva.
Viernes 18.45hs. Williamsburg Waterfront está en Brooklyn y tiene una sensacional vista panorámica de Manhattan. Para llegar apenas tuve que tomar la línea L del subte desde Union Square y luego caminar cinco cuadras. Tardé diez minutos. Me encuentro con una fauna interesante. Gente de treinta y pico, tatuada luciendo sus remeras de Faith No More, Sonic Youth y Alice in Chains. Paraíso alternativo. La vibra del hard rock comienza a palpitarse. El sol está terrible. Mucho más intenso que el día anterior. Arde. Aquí, la brisa no corre o, al menos, no se siente. La gente está dispersa, en su mayoría haciendo cola para comprar alcohol. Sube un muñeco al escenario. Es un comediante, que con el correr de los minutos se vuelve insoportable. Los gringos no se amontonan junto al escenario y aprovecho para acercarme lo más que puedo. Por fin el señor de lo chistes malos se va y deja su lugar a Razhel, un negro corpulento y maestro del beat box, que hace vibrar literalmente todo con su punchi punchi. Ya son casi las nueve y la gente está impaciente. Es que hace más de diez años que Faith No More no se presenta en Nueva York y para esta raza de hardrockers el Second Coming Tour es todo un acontecimiento. Mike Patton entra caminando apoyándose en un bastón, pero a juzgar por lo que se verá luego es un chanza, un guiño a su público. “Estamos todos más viejos”, dice. Pero durante hora y media tocan todo lo que tienen que tocar y esa vejez aparente, camuflada con trajes de colores pastel, se disipa. Abren con Reunited y la lista de canciones que le siguen incluye: Land of sunshine, Evidence, Last cup of sorrow, Easy, Ashes to ashes, King for a day, Epic y Just a man. El segundo tema que tocan es Out of nowhere. Yo estoy parado muy cerca del escenario. Tan acostumbrado a ver otro tipo de shows que me olvidé del pogo. Así que cuando empiezan salgo despedido hacia un costado. Mi tobillo maltrecho no lo resiste. Gente grande, parece mentira, ja! En definitiva, que gran banda Faith No More, buenos soldados del rock and roll.
48 horas en Nueva York.
4 comentarios:
Que envidia. Me imagino lo bueno que debe haber estado el show de Hammond!!!
grossso
sos un culiao.
Maravilloso..! a donde fue a parar el peludo de la flying V?
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