lunes, 23 de diciembre de 2024

Reflexiones sobre la escena del blues local


El blues local tuvo dos períodos de auge. El primero fue en los noventa. Estuvo impulsado por el boom de shows internacionales, el retorno de Pappo’s Blues, la consolidación de bandas que la venían peleando desde hacía algún tiempo como Memphis, La Mississippi y Durazno de Gala, y el surgimiento de otras que darían que hablar como Las Blacanblus, King Size, Los Delta Blues, La Petrolera y La Napolitana. En esos años, la movida estaba concentrada en La Boca, con el Blues Special Club y el Samovar como estandartes, pero también se destacaban Betty Blues, Oliverio y El Subsuelo donde escuchar blues en vivo era algo habitual. En las provincias también fueron surgiendo referentes, especialmente en Rosario, Córdoba y Mendoza. Pero todo eso se vino abajo con la crisis de 2001. La reconstrucción fue muy lenta.

El segundo período fue entre 2010 y 2019. Durante ese tiempo vino una segunda oleada de artistas internacionales, aunque con otra impronta. Con presupuestos más ajustados, ya no venían a copar los grandes teatros como lo habían hecho BB King, Albert King, Buddy Guy o Jimmy Rogers, sino que vinieron para tocar respaldados por músicos locales, algo que generó una muy buena interacción. La Escuela de Blues, dirigida por Gabriel Grätzer, Gabriel Cabiaglia y Mauro Diana, fue una usina de grandes talentos y, sumados a los músicos que ya tenían más rodaje, fueron los partenaires ideales para las visitas foráneas.

En CABA aparecieron lugares como Contacto Pub, Tabaco, El Balcón de Blues, Éter Club y Club Premier, mientras que en el Conurbano se posicionaron Mr. Jones (Ramos Mejía), Único Bar (San Isidro), Wolf (Banfield) y, más allá, Dr. Tazo (Escobar) y Rey Lagarto (La Plata). Todos esos boliches tuvieron sus ciclos y jams, que se volvieron los nutrientes ideales de una escena floreciente. Además, en todo ese período hubo un boom de grabaciones de CD’s. Artistas y bandas como Easy Babies, los hermanos Burgues con El Club del Jump, Daniel De Vita, Adrián Jiménez, Nico Smoljan, Matías Cipilliano, Darío Soto y Diego Czainik, e incluso Cristina Aguayo y Daniel Raffo pudieron lanzar sus primeros discos.  

Lo que hasta 2015 funcionó muy bien comenzó a resquebrajarse promediando el gobierno de Mauricio Macri. La crisis económica y la inestabilidad cambiaria repercutieron en las visitas internacionales y también en el bolsillo de productores y oyentes. En ese período comenzó lo que luego se profundizaría: un éxodo de músicos argentinos al exterior. Pero a pesar de los bolsillos flacos la escena sobrevivió a pulmón. Entonces llegó la pandemia y todo se vino abajo por segunda vez.

Ese 2020 será recordado por todos, aquí y en el resto del mundo, como el año del encierro. Los músicos trataron de buscarle la vuelta en redes sociales y durante un tiempo pudieron sacar la cabeza debajo del agua con videos que compartían día y noche, aunque todos sabían que eso no iba a perdurar.

Volver del aislamiento fue muy difícil en todos los aspectos de la vida. El reencuentro de los músicos con su público fue paulatino y complicado. Muchos de los lugares donde antes hubo ciclos o jams habían cerrado y reconstruir la escena se presentó como una tarea titánica. A eso se le sumó el cambio de tendencia en redes sociales: hubo una importante migración de Facebook a Instagram y la primera, que años antes, funcionó como una precisa agenda de shows y eventos, quedó a la deriva y presa de un algoritmo engañoso, mientras que la otra no pudo ocupar su lugar.

Y así llegamos hasta hoy. La escena del blues está completamente fragmentada y sin difusión en los medios de comunicación. En algunas provincias hay músicos, como Fran Molins en Salta, que intentan remar contra la corriente con toda la dificultad que ello implica. De los bares históricos de blues apenas queda Mr. Jones, pero su grilla ya está destinada la mayor parte del tiempo a otros géneros musicales. Pero dentro de ese panorama oscuro y poco optimista aparece Blues en Movimiento, ese colectivo de músicos y entusiastas del blues que nunca bajó los brazos.

El domingo a la noche fue la última jam del año y resultó ser un verdadero suceso. Organizada por Lucas Gavin, Nacho Ladisa y Ale Yaques, convocó a más de 100 personas y en el escenario de El Conventillo Cultural Abasto hubo varias sorpresas. Una fue la de Federico Verteramo, quien está de visita en Buenos Aires, y se subió a tocar dos canciones con sus amigos de siempre: Huguis López, Nicolás Yudchak y Ladisa, que esta vez se encargó del bajo. La otra, la reaparición de Omar Itcovici, una leyenda de la guitarra del blues que interpretó My Time After a While con la misma pasión de siempre. A lo largo de la noche también tocaron Camilo Petralia, Jonathan Heguier, Juju Estrin, Néstor Bouzigues y Mariano Manzione. Además hubo muchos otros músicos, no todos jóvenes, pero sí menos conocidos que los mencionados, que le pusieron mucha onda a la velada. La gran revelación fue Pablo D'Alvano, quien con un estilo agresivo y visceral confirmó lo que decían de él entre las mesas. Él tal vez sea uno de los abanderados del recambio generacional. No es el único, claro está, hay muchos más por ahí.

En medio de un panorama complejo, Blues en Movimiento sigue adelante impulsado por su gente. También aparece la movida de Blues Federal que encabeza Gabriel Solari y las distintas propuestas del conurbano y el interior del país. Tal vez desde ahí se pueda dar el primer paso para la refundación de la escena y que el blues local recupere su lugar. Eso sí, tiene que haber un salto de calidad. Creo que ya no alcanza con solo tocar bien. El valor agregado tiene que salir de la creatividad y la composición para tratar de llegarle a la gente no solo con lo clásico sino también con algo nuevo.

domingo, 22 de diciembre de 2024

Delmark Records, el sello discográfico que sigue apostando por el sonido tradicional del blues

                                Julia Miller, Jimmy Johnson y Elbio Barilari

En tiempos de éxitos tan efímeros como rutilantes, de reproducciones en YouTube o Spotify, de letras banales y selfies con filtros, en Chicago, la cuna del blues eléctrico, el sello discográfico Delmark sigue apostando al sonido tradicional y la venta de discos. Creada en 1953 por Bob Koester, la compañía ahora es presidida por una mujer y un uruguayo es su director artístico.

Hoy, a más más de 70 años de su fundación, Delmark sigue tan vigente en Chicago como a lo largo y ancho de los Estados Unidos. Entre sus artistas principales se encuentran Willie Buck, Sheryl Youngblood, Bob Stroger, Mike Wheeler, Johnny Iguana y Dave Specter, entre otros. Pero el sello también sigue ampliando su catálogo de jazz con músicos como Ernie Watts, Paquito D'Rivera y Geof Bradfield.

La historia de Delmark comenzó cuando Bob Koester, un oriundo de Wichita, Kansas, se mudó a St. Louis, Missouri, para asistir a la universidad. En esa ciudad, donde la música florecía en cada esquina, Koester se volvió un entusiasta del jazz. En 1952, abrió una disquería junto a un socio, aunque un año más tarde se separaron. Entonces, Koester se instaló con su nuevo proyecto en la esquina de Delmar y Olive, y allí realizó su primera grabación, la del grupo Windy City Six. Tomó el nombre de la calle para su emprendimiento sin saber que luego haría historia en la música.

En esos años iniciales grabó a artistas como  James Crutchfield, J.D. Short y Big Joe Williams, hasta que en 1958 emprendió un nuevo rumbo. Se instaló en Chicago, compró la disquería Seymour’s Jazz Mart, a la que luego renombró como Jazz Record Mart. Así fue como Delmark Records –a la palabra elegida en un comienzo le agregó una k final- encontró su nuevo hogar en el sótano de la tienda de discos. En 1963, Koester trasladó la disquería al 7 West Grand, en el centro de Chicago y durante este período lanzó álbumes de jazz de Donald Byrd, Jimmy Forrest, George Lewis y Bud Powell, entre muchos más.

En las décadas siguientes el sello no pararía de crecer y sus registros de Junior Wells, Luther Allison, Arthur ‘Big Boy’ Crudup, Jimmy Dawkins, Sleepy John Estes, J. B. Hutto, Jimmy Johnson, Magic Sam, Robert Nighthawk y Otis Rush hoy son históricos.

Delmark atravesó la década del noventa con éxito, por el boom del CD, pero más tarde los cambios en los hábitos de consumo de música llevaron a Koester a tener que achicarse y el recorte vino primero por el lado de la disquería. Cerró el mítico local y se mudó, para luego volver a cerrarla y abrir una más pequeña con otro nombre. Koester ya había superado los 80 años y su energía ya no era la misma que antes. Entonces aparecieron en escena Julia Miller y su esposo, el uruguayo Elbio Barilari.

“La idea fue de Julia. Ella es guitarrista, compositora e ingeniera de sonido. Enseñaba Sonido en la Escuela del Art Institute de Chicago y siempre había soñado con tener un sello discográfico y un estudio de grabación. Un domingo de mañana, durante el brunch, me dije: ‘¿Qué tal si compramos Delmark?’. Y yo le contesté: ‘Ta, dale’, sin estar seguro si era posible o no, o si era una broma”, cuenta Barilari a NA.

“Sabíamos que Bob Koester estaba casi retirado, trabajando en su casa de discos, pero no tanto en el sello. Y venían sacando pocos álbumes por año. Fuimos a hablar con él y nos mandó a negociar con su hijo y su esposa, que estaban a cargo del sello y ahí empezó todo. Un año después, el 1° de mayo de 2018, Julia se convirtió en la presidenta y CEO de Delmark y yo en vicepresidente y director artístico”, añade.

- ¿Ya eras un entusiasta del blues antes de adquirir Delmark?

- Al blues lo descubrí cuando tenía unos 12 años y lo empecé a tocar cuando tenía 14. Yo ya estudiaba guitarra clásica y ahí me puse a aprender guitarra eléctrica juntándome con el más brillante violero eléctrico que ha dado el Uruguay, Daniel Bertolone, del famoso trio Días de Blues y antes de Opus Alpha, dos grupos mitológicos del rock rioplatense. Nos matábamos escuchando a BB King y a todos los grandes y zapando hasta altas horas de la madrugada. Después me dediqué más al jazz y a la música clásica, fui al Conservatorio y estudié en Alemania. En los noventa me picó de nuevo el bichito del blues, fundé la banda Planeta Blues, el primer grupo de blues uruguayo en ir de gira a Europa y el primero en editar un CD de blues en Uruguay. En ese momento nunca me imaginé que iba a terminar en Chicago y produciendo los discos de Jimmy Johnson, Willie Buck, Jimmy Burns, etc. ‘Sorpresas te da la vida’, como dice Rubén Blades.

- ¿Cómo llegaste de Uruguay a Chicago?

-Toda la vida, desde 1975, fui músico y periodista. En 1998 me contrataron para dirigir La Raza, un semanario en español en Chicago, que en ese momento era el medio de prensa latino más importante en los Estados Unidos. Apenas llegué también me empecé a vincular musicalmente, claro. Y dentro del blues ya tenía amigos acá, como Magic Slim, John Primer, Dave Specter y Dave Weld. Con los últimos dos habíamos estado en las mismas giras, en España, un par de años antes.

- ¿Por qué tomaron la decisión de mantener al sello como referente ineludible del blues de Chicago y no buscar otros senderos musicales para explorar?

-Había un capital cultural que defender y atesorar, construido por Delmark a partir de 1953. Tanto blues como jazz. Y siempre entendimos que nuestra misión era esa. Dentro del blues y del jazz no estamos para nada cerrados a lo nuevo, pero al mismo tiempo atesoramos ese legado y esas tradiciones. Hemos sacado muchos discos de tipo experimental, incluyendo el álbum de nuestra propia banda, Volcano Radar, con Paquito D’Rivera, nada menos. Pero al mismo tiempo le dimos gran importancia al editar y darle el reconocimiento y el respeto que se debe a los grandes del blues de Chicago. Respeto y reconocimiento en vida. Como con Jimmy Johnson, que se despidió de este mundo hace un par de años con un gran disco que tuve el honor de producir. Y otros artistas, como Bob Stroger, Linsey Alexander, Willie Buck, Jimmy Burns, Billy Boy Arnold y Tail Dragger. Y por otro lado, todo un trabajo con las mujeres del blues, que Julia ha venido haciendo a lo largo de los años: Shirley Johnson, Demetria Taylor, Sharon Lewis, Sheryl Youngblood, Joanna Connor y más. La tradición y la renovación van de la mano. Pero sin saber de dónde se viene, no se sabe para dónde se va, ¿no?

- ¿Consideras que en Estados Unidos hay todavía una red de contención para el blues o son solo pequeñas apuestas individuales que lo mantienen con vida, puntualmente en el plano comercial?

-Por supuesto que hay una red. Hay sellos discográficos, hay asociaciones y fundaciones, hay clubes, hay festivales, hay radios que pasan exclusivamente blues, o blues y jazz y otras músicas con raíces, hay revistas. Y todo eso es muy importante. Trabajamos con toda esa gente, permanentemente. El problema es que también hay un racismo sistémico que busca ocultar o disimular las raíces afro-estadounidenses del blues. El blues es una música folklórica, afro-estadounidense, sea el folklore rural del Delta, o el folklore urbano del blues de Chicago. Y hay gente que consciente o inconscientemente quiere blanquear el blues, sacarle el carácter histórico, social y cultural negro que está en su raíz. Y esto no quiere decir que yo piense que los blancos u otra gente no puedan tocar blues: claro que pueden. Pero primero lo tienen que entender y respetar su historia. Si no, son meros turistas del blues. Y de esos, hay muchos. El hecho de ser un latino, o hispanic, como  nos dicen en este país, o miembro de una minoría, me facilita el entendimiento y la relación con los músicos de otra minoría. Te da otra perspectiva. Entendés de otra manera los problemas que ellos confrontan. Y ellos también me ven de otra manera.

- En los últimos años hubo una revalorización del vinilo, y ahora parece que también hay un repunte en las ventas de los CD, ¿esto es así?

-Muy simple. Ya hace varios años que vendemos más vinilo que CD’s. Y hemos hecho varias cosas. Hemos digitalizado todo el catálogo de Delmark. Doce mil canciones que ahora están disponibles en todas las plataformas digitales, a un click de distancia, para descargar o para hacer stream. Todo un tesoro musical que se hizo accesible para el mundo. Y hemos reeditado en LP y en CD todos esos tesoros de Delmark. Los discos de Magic Sam, Junior Wells, por ejemplo. Y reeditamos en CD toda una gran parte del catálogo. Y es cierto que también ha habido un repunte en la venta de CD’s.

- ¿Cuál crees que será el futuro del blues una vez que los bluesmen más viejos ya no estén?

- Va depender de lo que hagan los músicos negros jóvenes con ese legado, con esa herencia, ellos son los dueños del blues. Mantener la tradición y operar la renovación va a depender de ellos. Los otros, lo único que hacen es repetir o imitar lo que han aprendido de los grandes maestros negros. Y es entendible, por supuesto. Hay muchas cosas interesantes en el nuevo blues. Y hay músicos de las nuevas generaciones que se interesan por la tradición, incluyendo el blues acústico. Acá los vemos todos los días. No son los que reciben más publicidad, porque no hacen blues-rock y no son blancos. Pero ahí están y nosotros estamos para ayudar en lo que podamos. Por ejemplo, Carlise y Greg Guy, los hijos de Buddy Guy, son ambos artistas de Delmark y estamos preparando sus primeros álbumes para nuestro sello. Otro caso es el de Jamiah Rogers, un joven talento, más en la onda Hendrix. Hay espacio para todo. Finalmente, a veces recibo mensajes diciendo ‘gracias por mantener el blues con vida’, pero nosotros ayudamos, facilitamos, los que mantienen el blues con vida son los músicos.

lunes, 2 de diciembre de 2024

Encuentro, la legendaria grabación del Mono Villegas con dos músicos de Duke Ellington

En septiembre de 1968, el legendario Duke Ellington visitó la Argentina junto a su orquesta para una serie de conciertos en Buenos Aires, Córdoba, Tucumán y La Plata, en el marco de su gira sudamericana que también incluyó presentaciones en Brasil, Uruguay y Chile. Su estadía en Buenos Aires fue la más extensa porque, además de los shows en el Teatro Gran Rex, hubo una recepción en la Embajada de Estados Unidos. Pero también hubo algo más que quedó inmortalizado en audio: dos de sus músicos, Paul Gonsalves y Willie Cook grabaron junto al trío del pianista argentino Enrique “Mono” Villegas. Ahora esa mítica grabación, titulada Encuentro, fue reeditada en CD.

Según pudo reconstruir el periodista Claudio Parisi en su libro Grandes del jazz internacional en la Argentina (1956-1979), “durante la estadía de la orquesta de Ellington en Buenos Aires se dio una relación muy especial entre sus músicos, los colegas locales y gente vinculada a la música. En determinado momento, sin pensarlo demasiado y en medio de una charla entre el saxofonista de la orquesta, Paul Gonsalves, y el empresario argentino Alfredo Radoszynski, dueño del sello Trova, barajaron la posibilidad de hacer una grabación junto a músicos locales. Había algunos problemas esenciales: no había mucho tiempo (la charla se desarrolló el día anterior a la partida de los músicos, de modo que solo quedaría libre la noche del domingo 15), había que consultar al Jefe (Duke Ellington) y no tenían estudio”.

“Se le ofreció el privilegio al trío de Enrique Villegas, que estaba integrado por él mismo en piano, Alfredo Remus en contrabajo y Eduardo Casalla en batería. En tiempo récord se le solicitó autorización a Ellington, se consiguieron los Estudios ION, los técnicos para la grabación y una tanda de amigos para que participaran como público”, detalla el autor del libro.

Villegas ya conocía a Gonsalves de su estadía en los Estados Unidos y eso fue un esencial para que el proyecto también se pudiera llevar a cabo. Cuando todo estaba encaminado, el saxofonista estadounidense propuso sumar a la sesión a otro miembro de la orquesta, el trompetista Willie Cook. El motivo, de acuerdo con las fuentes citadas en Grandes del jazz…, fue que estaba sin dinero y le vendría bien una paga, algo que no resultó un inconveniente para el empresario. El quinteto estaba listo para grabar.

Los músicos estadounidenses llegaron muy cansados a la noche de la grabación y el clima del estudio era sofocante, a tal punto que en un momento, según distintos testigos, Villegas se sacó la camisa y los pantalones para tocar. El repertorio de la histórica sesión incluyó el clásico de Ellington Perdido; St. Louis Blues, de W.C. Handy; Blues for BA, compuesto por Gonsalves en honor a Buenos Aires; y los standards I Cover The Waterfront, Just Friends y I Can’t Get Started; más el medley Gone With The Wind/Tenderly/Ramona.

Las notas del CD incluyen el texto escrito por Stanley Dance, autor del libro The World of Dule Ellington y columnista de la revista Jazz Journal, para el álbum original. Dance asistió a aquella grabación y la recordó de la siguiente manera: “Cuando Alfredo Radoszynski le sugirió que grabara para Trova con Enrique Villegas, PaulEn se entusiasmó con la idea. Esta era su oportunidad de retribuir en algo toda la amistad que le había brindado, y el primer tema que sugirió para la grabación fue Just Friends, un título de especial significación para esta ocasión. Otro tanto podemos decir de su blues de 24 compases, compuesto especialmente para este disco Blues for BA, que expresa el pesar de todos los músicos de la orquesta por abandonar Buenos Aires”.

La reedición de Encuentro, a cargo de RP Music -incluye tres bonus tracks grabados en 1972 en una reunión entre amigos en la que el Mono interpreta Lullaby of The Leaves, Blues en Do y Nobody Knows The Trouble I’ve Seen, es una buena excusa para volver a escuchar a uno de los grandes músicos argentinos de jazz en su prime, junto a dos leyendas del género.