El segundo
período fue entre 2010 y 2019. Durante ese tiempo vino una segunda oleada de
artistas internacionales, aunque con otra impronta. Con presupuestos más
ajustados, ya no venían a copar los grandes teatros como lo habían hecho BB King,
Albert King, Buddy Guy o Jimmy Rogers, sino que vinieron para tocar respaldados
por músicos locales, algo que generó una muy buena interacción. La Escuela de
Blues, dirigida por Gabriel Grätzer, Gabriel Cabiaglia y Mauro Diana, fue una
usina de grandes talentos y, sumados a los músicos que ya tenían más rodaje,
fueron los partenaires ideales para las visitas foráneas.
En CABA aparecieron lugares como Contacto Pub, Tabaco, El Balcón de Blues, Éter Club y Club Premier, mientras que en el Conurbano se posicionaron Mr. Jones (Ramos Mejía), Único Bar (San Isidro), Wolf (Banfield) y, más allá, Dr. Tazo (Escobar) y Rey Lagarto (La Plata). Todos esos boliches tuvieron sus ciclos y jams, que se volvieron los nutrientes ideales de una escena floreciente. Además, en todo ese período hubo un boom de grabaciones de CD’s. Artistas y bandas como Easy Babies, los hermanos Burgues con El Club del Jump, Daniel De Vita, Adrián Jiménez, Nico Smoljan, Matías Cipilliano, Darío Soto y Diego Czainik, e incluso Cristina Aguayo y Daniel Raffo pudieron lanzar sus primeros discos.
Lo que
hasta 2015 funcionó muy bien comenzó a resquebrajarse promediando el gobierno
de Mauricio Macri. La crisis económica y la inestabilidad cambiaria repercutieron
en las visitas internacionales y también en el bolsillo de productores y
oyentes. En ese período comenzó lo que luego se profundizaría: un éxodo de
músicos argentinos al exterior. Pero a pesar de los bolsillos flacos la escena sobrevivió
a pulmón. Entonces llegó la pandemia y todo se vino abajo por segunda vez.
Ese 2020
será recordado por todos, aquí y en el resto del mundo, como el año del encierro.
Los músicos trataron de buscarle la vuelta en redes sociales y durante un
tiempo pudieron sacar la cabeza debajo del agua con videos que compartían día y
noche, aunque todos sabían que eso no iba a perdurar.
Volver del
aislamiento fue muy difícil en todos los aspectos de la vida. El reencuentro de
los músicos con su público fue paulatino y complicado. Muchos de los lugares
donde antes hubo ciclos o jams habían cerrado y reconstruir la escena se
presentó como una tarea titánica. A eso se le sumó el cambio de tendencia en
redes sociales: hubo una importante migración de Facebook a Instagram y la
primera, que años antes, funcionó como una precisa agenda de shows y eventos, quedó
a la deriva y presa de un algoritmo engañoso, mientras que la otra no pudo
ocupar su lugar.
Y así
llegamos hasta hoy. La escena del blues está completamente fragmentada y sin difusión en los medios de comunicación. En
algunas provincias hay músicos, como Fran Molins en Salta, que intentan remar
contra la corriente con toda la dificultad que ello implica. De los bares
históricos de blues apenas queda Mr. Jones, pero su grilla ya está destinada la
mayor parte del tiempo a otros géneros musicales. Pero dentro de ese panorama
oscuro y poco optimista aparece Blues en Movimiento, ese colectivo de músicos y
entusiastas del blues que nunca bajó los brazos.
El domingo a la noche fue la última jam del año y resultó ser un verdadero suceso. Organizada por Lucas Gavin, Nacho Ladisa y Ale Yaques, convocó a más de 100 personas y en el escenario de El Conventillo Cultural Abasto hubo varias sorpresas. Una fue la de Federico Verteramo, quien está de visita en Buenos Aires, y se subió a tocar dos canciones con sus amigos de siempre: Huguis López, Nicolás Yudchak y Ladisa, que esta vez se encargó del bajo. La otra, la reaparición de Omar Itcovici, una leyenda de la guitarra del blues que interpretó My Time After a While con la misma pasión de siempre. A lo largo de la noche también tocaron Camilo Petralia, Jonathan Heguier, Juju Estrin, Néstor Bouzigues y Mariano Manzione. Además hubo muchos otros músicos, no todos jóvenes, pero sí menos conocidos que los mencionados, que le pusieron mucha onda a la velada. La gran revelación fue Pablo D'Alvano, quien con un estilo agresivo y visceral confirmó lo que decían de él entre las mesas. Él tal vez sea uno de los abanderados del recambio generacional. No es el único, claro está, hay muchos más por ahí.
En medio de un panorama complejo, Blues en Movimiento sigue adelante impulsado por su gente. También aparece la movida de Blues Federal que encabeza Gabriel Solari y las distintas propuestas del conurbano y el interior del país. Tal vez desde ahí se pueda dar el primer paso para la refundación de la escena y que el blues local recupere su lugar. Eso sí, tiene que haber un salto de calidad. Creo que ya no alcanza con solo tocar bien. El valor agregado tiene que salir de la creatividad y la composición para tratar de llegarle a la gente no solo con lo clásico sino también con algo nuevo.