sábado, 8 de febrero de 2020

La malevolencia oculta del blues


El 13 de febrero de 1970, el heavy metal se presentó formalmente en sociedad. Si bien Led Zeppelin, Deep Purple y Blue Cheer habían comenzado a darle forma a ese género, fue el primer disco de Black Sabbath el que le dio su identidad. El sueño hippie de amor y paz había llegado a la cúspide con el Festival de Woodstock, que paradójicamente también preanunció su final, y tras los crímenes del clan Manson, la muerte de Brian Jones, el homicidio de Altamont y el caos de la Isla de Wight, el panorama musical de la década del setenta comenzó alterado a la par de un mundo siempre convulsionado. Es por eso que un nuevo sonido, cargado de riffs, letras oscuras y una estética ocultista, surgió como una nueva forma de expresión.

La génesis de Black Sabbath fue en 1968 en la ciudad inglesa de Birmingham cuando el guitarrista Tony Iommi y el baterista Bill Ward decidieron romper con el molde del rock británico que, por entonces, salvo algunas excepciones, parecía ir dejando de lado su costado más blusero para acercarse a una vertiente pop más comercial. Iommi y Ward contactaron a dos músicos que tocaban en la banda Rare Breed, el bajista Terry “Geezer” Butler y Ozzy Osbourne, que ya por entonces comenzaba a hacer gala de sus atributos de showman provocador. El grupo primero se llamó The Polka Tulk Blues Band y también contaba con el guitarrista Jimmy Phillips y el saxofonista Alan Clarke, pero estos últimos duraron poco tiempo. Como cuarteto se rebautizaron como Earth, grabaron unos singles y se fueron de gira a Hamburgo, Alemania. Allí, decidieron cambiar su nombre porque había una banda que se llamaba igual y al final eligieron Black Sabbath, en homenaje al filme de terror de 1963 protagonizado por Boris Karloff.

Tras varios meses tocando en pequeños y humosos antros de su ciudad y alrededores les llegó la oportunidad. En noviembre de 1969, la productora Tony Hall Enterprises les adelantó la suma de 600 libras y los músicos ingresaron a los estudios Regent Sound de Londres. Según contó Iommi en varias entrevistas, “grabamos el disco en apenas dos días, con Ozzy cantando al mismo tiempo, encerrado en una pequeña cabina dentro del estudio. Creo que hubo pocas segundas tomas”.

El disco, editado por Vertigo Records, salió el viernes 13 de febrero, pero no tuvo la difusión esperada. Su sonido distintivo no cautivó a las emisoras de radio. Pero eso no frenó lo inevitable: se empezó a expandir entre los jóvenes como un virus, a tal punto que en tres meses alcanzó el puesto número 8 de los charts británicos y en mayo se editó en los Estados Unidos a través de Warner Records.

Una de las claves del sonido de Black Sabbath se debe, en parte, a un accidente laboral que sufrió Iommi en una de sus manos años antes de formar el grupo. Trabajando con una máquina perfiladora de planchas de metal se rebanó la primera falange de los dedos medio y anular de la mano derecha. Al tratarse de un guitarrista zurdo, esa situación casi lo hace abandonar la música. Pero recurrió a unas prótesis plásticas en sus dedos y comenzó a utilizar cuerdas ligeras, como las del banjo, que destensó para bajarle la afinación. Esos cambios, y su afinación en DO, dio la tonalidad característica del sonido del heavy metal. En su reseña para el sitio Allmusic.com. Steve Huey determinó que la clave del sonido de la banda fue que “encontró la malevolencia oculta del blues”. “La escala pentatónica siempre utilizó el tritono o la quinta disminuida, llamada ‘blues note’. Sabbath sólo extrajo esa idea y la utilizó en uno de los riffs definitivos del heavy metal”, apuntó el autor.

En su libro Una Historia Pesada (Editorial Distal / 2013), Daniel Helou analiza el tema Black Sabbath, que abre el álbum: “Se ve que usaron unos acordes (Mi contra Fa, con Si) que se conocen como ‘El intervalo del demonio’, que transmitían un sonido oscuro y misterioso. Unido a la letra, lograba un marcado contraste con la música folk y hippie de otros artistas. La gente reaccionaba con entusiasmo y se dieron cuenta que habían descubierto algo poderoso y único. Inspirados por el resultado, decidieron componer más material en esa onda”.

“Sin proponérselo -amplía el autor-, Black Sabbath se ubicó en el extremo opuesto al de los Beatles, que popularizaron el ‘Yeah, yeah, yeah’, mientras que Ozzy imploraba ‘No, no, por favor, no’, siempre de una manera personal que respetaba la melodía y la afinación, sin recurrir a los gritos histriónicos de otros exponentes del metal”. Ese detalle es muy significativo porque Ozzy era fanático de los Beatles y porque en ese momento los fabulosos cuatro de Liverpool estaban atravesando el último tramo de su carrera juntos y finalmente se separarían en abril de 1970.

    ¿Qué es esto que se levanta delante mío? / Figura de negro que me señala con el dedo / Me doy la vuelta rápido, y empiezo a correr / Me entero que soy el elegido / Oh noooooo 

    Enorme figura negra con ojos de fuego / diciéndole a la gente sus deseos / Satanás está sentado allí, sonriendo / Mirando esas llamas subir más alto y más alto / Oh no, no, por favor Dios ayúdame 

    ¿Este es el fin mi amigo? / Satanás se está volviendo loco / personas corriendo porque están aterradas / Mejor que la gente se vaya y tenga cuidado / ¡No, no, por favor, no! 

El disco sigue con The Wizard, una canción inspirada en Gandalf, el personaje creado por el escritor británico J. R. R. Tolkien. Comienza con Ozzy soplando la armónica hasta que se pliega el resto del grupo con otro riff que pasaría a la historia. Behind the Wall of Sleep está basada en un cuento corto de H.P. Lovecraft y aporta, ¡cuándo no!, otro riff clásico. En la edición estadounidense el tema forma parte de un medley que comprende el interludio de apertura Wasp y un memorable solo de bajo de Butler que deriva en N.I.B.

El lado B del álbum está más orientado al sonido blues-rock primario del grupo. La edición británica incluía Evil Woman, uno de los primeros singles que habían grabado, un cover del grupo Crow, pero que en la edición estadounidense fue reemplazado por Wicked World, con arreglos un tanto más psicodélicos y un solo de Iommi de colección. En Inglaterra el álbum cerraba con dos canciones –la acústica Sleeping Village y el cover de The Aynsley Dunbar Retaliation, Warning-, mientras que en Estados Unidos ambas aparecen en un mismo track con el misterioso e inexplicable nombre que los precede: A Bit of Finger.

La portada resulta tenebrosa: una mujer con expresión lúgubre posa en lo que parece ser una lúgubre tarde otoñal frente a una vieja construcción, que no es otra cosa que un molino hidráulico. La foto fue tomada por el artista Keith Lionel McMillan, más conocido como Markus Keef, y la mujer era una modelo que fue contratada por un día para esa sesión y que los músicos apenas recuerdan por su nombre de pila, Louise.

Ese disco inició la saga de lo que los fans denominan los Big Six, los seis primeros LP’s de Sabbath, una banda que con el correr de los años cambió su formación infinidad de veces y editó decenas de álbumes (el último The End, una grabación en vivo en Birmingham en 2017), sin perder -casi nunca- su identidad.

En su reseña para la BBC, realizada en 2007, Pete Mash concluyó que el primer disco de Black Sabbath “todavía es poderoso, es icónico como Anarchy In The UK, Whole Lotta Love e incluso A Love Supreme. Sólo Dios sabe cómo deben haber sonado para una generación de adolescentes pelilargos a comienzos de 1970. Con los bestiales rffs de Tony Iommi como estandarte, la banda llevó el heavy rock en una nueva dirección”.

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