Fotos gentileza Ceroveiticinco |
La Trastienda está repleta de gente que ahora espera el show principal escuchando las dulces melodías de la angelical Titi Stier. Pasadas las 21:30 se corre el telón y la banda de Fantastic Negrito descarga toda su potencia eléctrica con una intro instrumental que empalma con la extraordinaria Bud guy necessity. Las tres guitarras Les Paul -la de Negrito, la de Camilo Landau y la del chileno Tomás Salcedo- se entrelazan con un sonido arrasador que condensa el groove del funk y la potencia del rock. El público lentamente comienza a entrar en el trance que proponen desde el escenario con Working poor, uno de los mejores temas de The last days of Oakland.
Negrito es un showman en todo sentido. En poco más de una hora y media construye una relación con la gente que será irrompible. Se mueve con intensidad mientras su voz se expande por todo el local como cuando se derrama líquido. Recurre al falsete, canta como un barítono y por momentos parece poseído por Robert Plant. Prácticamente no hay intervalo entre tema y tema. La banda no afloja y Negrito mucho menos. Hay un momento a capella, breve pero estremecedor, en el que canta como si estuviera recogiendo algodón en los campos del Mississippi. Es el inicio de Honest man, un tema que parece una versión ralentizada de Seven Nation Army de los White Stripes, donde quedan expuestas las raíces bluseras de Negrito.
El instante supremo de la comunión entre “Negrito Fantástico”, como él mismo se presenta, y su público es tras el riff frenético de A boy named Andrew: todos empiezan a corear la melodía con pasión futbolera. La sorpresa de la banda es tal que Landau y el tecladista Bryan Simmons sacan sus celulares y comienzan a grabar.
“Crecí en un barrio difícil donde había mucha gente pesada y donde las madres tenían que enterrar a sus hijos. Ellas eran las personas más fuertes allí. A uno de mis hermanos lo mataron de un tiro en la cabeza cuando tenía 14 años y mi madre me llevo a ver el cadáver para que yo pudiera salir de ese lugar. Para ellas y para todas las mujeres que murieron en la fábrica de Nueva York va esta canción”, dice antes de sumergirse en In the pines. Con sus palabras, en referencia a la muerte de 129 trabajadoras textiles el 8 de marzo de 1908 y por el que se conmemora el Día de la Mujer, logra que el público lo escuche en silencio y algunas chicas eleven victoriosas sus pañuelos verdes.
La rítmica a cargo de Simmons –que tiene a su cargo el bajo desde el teclado y también los efectos- y el baterista Darian Gray es efervescente y ondulante. Las guitarras se vuelven más irreverentes con el correr de los minutos y esa es la principal diferencia del sonido en vivo con el de los dos discos con los que ganó sus premios Grammy. Llega el final y una gran Ovación. El canto al ritmo de “Negriiiitooooo, Negriiiiitooooo" se vuelve viral. Segundos después vuelven a aparecer en escena para un bis con el riff voraz de Plastic hamburguers y un cierre bien funky con The buffer. Antes de dejar la tarima Negrito avisa: “Si me esperan diez minutos bajo a saludarlos a todos”. Y eso hace. Ahora sí, a diferencia del comienzo, la gente se siente hermanada con él y literalmente lo arrinconan contra el stand donde se venden sus cd’s vinilos y remeras. Una foto tras otra. Abrazos, firmas y mucho agradecimiento. Fantastic Negrito desplegó su mística en Buenos y seguramente no pasará mucho tiempo hasta que lo vuelva a hacer.
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