Primero fue Adrián Otero con El jinete del blues (2012) y luego La Mississippi con Inoxidables (2015). En ambos casos, abordaron canciones históricas del rock y el blues argentino y las versionaron a su manera. El ex cantante de Memphis lo hizo con una onda crooner, mientras que la banda de Ricardo Tapia con un sonido más rockero.
Ahora llegó el turno del repaso estelar de Botafogo. Aryentain Blus Selebreishon (sic) contiene 16 canciones que abarcan 40 años de música. Acompañado por Rafa Pravettoni en bajo, Luciano Scalera en batería y el rosarino Franco Capriati en armónonica, Botafogo le puso su voz y, con arreglos novedosos, revivió canciones que conocemos todos, con mucho respeto por las originales.
El disco comienza con una encendida versión de La pálida ciudad, un tema que escribió Kubero Díaz y que Billy Bond y la Pesada editaron en el disco Vol. II de 1972. Bota canta como si estuviese escupiendo furia urbana mientras que con su guitarra descarga riffs frenéticos en sintonía. Desacelera enseguida con Mi último blues, una composición de Celeste Carballo que aquí la interpreta en modo Chicago gracias al efecto hipnótico de la armónica de Franco Capriati. Luego toma una guitarra resonadora, comienza a deslizar el slide y la sección rítmica lo acompaña con un tenue repiqueteo para una extraña versión de Maldito piano, de Las Blacanblus, que Bota canta como “maldita guitarra”.
Casi como un mantra recurre a Avellaneda blues, una canción que, como ninguna otra sintetiza la historia del blues argentino. La guitarra de Bota suena jazzy y al cantar logra, efecto mediante, una voz similar a la de Javier Martínez. Vuelve a los noventa otra vez con el clásico de La Mississippi, Blues del equipaje, que comienza con un piano de boogie woogie a cargo del maestro Ciro Fogliatta antes de que Franco Capriati sople su armónica con mucha intensidad. Retorna a los setentas con Chicas que patinan, de La Banda del Paraíso, y una vez más a desenchufa todo y se embarca en las Rutas argentinas, de Almendra, con un Franco Capriati sumido en éxtasis. Para Blues del atardecer vuelve a imponer una clave jazzeada, con exquisitos arreglos de guitarra y de armónica sobre una base con mucho clima.
Otra vez el piano de Fogliatta aparece en la intro bluseada de La rusa se fue con los basureros a la que Bota le cambió el tempo de la versión original. Lo mismo sucede con Moscato, pizza y fainá, que además tiene una impronta acústica que no la hace perder su estribillo tan conocido. Como en La rusa… Bota repasa su propia historia y reversiona Se fue, de Durazno de Gala. Tras un largo prolegómeno con la guitarra arrastra la voz para el primer verso de Copado por el Diablo, y así, casi sin levantar el amperímetro atraviesa con mucha pasión los 5:27 que dura la canción. Con la voz quebrada rinde homenaje a Edelmiro Molinari con Mañana por la noche y convierte en un shuffle el rock and roll Tengo 40 millones de Moris. Para el final se reserva dos temas de su máximo ídolo, el hombre que le dio su primera oportunidad como músico profesional: Pappo. Bota transforma en un blues el frenesí rockero de Completamente nervioso, de Aeroblus, y cierra con el Blues de Santa Fe, tocándolo al ritmo de ZZ Top, pero como poseído por John Lee Hooker.
Si bien la propuesta no es original, es algo que artistas y bandas de fuste suelen hacer cada tanto. Además de los mencionados Otero y La Mississippi, en el plano internacional lo hicieron Clapton, los Stones, Aerosmith, Patti Smith, Bryan Adams, Paul McCartney y muchísimos más. Lo importante, que hace que el disco viva y no muera en el intento, es que las interpretaciones mantengan cierta fidelidad con las originales, pero que también tengan el sello de quien las está reversionando para que no se conviertan en meras copias o en adaptaciones inexplicables. Bota pasó de la bronca contra todo del disco anterior a mirar para atrás para rendir homenaje a las canciones que lo moldearon como músico. Y el maestro logró hacer que esos temas ahora sean también suyos.
1 comentario:
Lo escuche completo y me parece que un maestro como Botafogo se merece darse estos gustos.
Algún día ojala reciba esa reciprocidad.
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