domingo, 10 de diciembre de 2017

La voz


Su vida se apagó en un instante fatal hace 50 años, pero su voz y sus canciones traspasaron las fronteras y trascendieron al paso del tiempo.

Otis Redding tenía 26 años y un enorme futuro por delante cuando el bimotor Beechcraft H18 se estrelló en el lago Monona, en Wisconsin. En el accidente también murieron los miembros de su banda los Bar-Kays. Los últimos dos años de su vida fueron muy intensos. En 1966, viajó a Inglaterra donde deslumbró a los mismísimos Beatles y en otro viaje, a Los Ángeles, descolló en el Whisky A Go-Go ante la mirada atónita de Jim Morrison. Pero fue en el Monterey Pop Festival, en junio de 1967, cuando se coronó como el número 1 del soul. Su actuación fue tan contundente como las de Jimi Hendrix y Janis Joplin.

Fue después de esa presentación cuando se le abrieron las puertas de un nuevo público, el blanco, y, por consiguiente, de un nuevo mercado. Su nombre comenzó a ser requerido en todas partes y su voluminosa figura respondió a la demanda. Hasta entonces había grabado media docena de discos con canciones memorables como Cigarettes and coffee, Try a little tenderness, Shake, Mr. Pitiful y These arms of mine, y además versionó de manera sobrenatural algunos hits como Satisfaction, Respect, A change is gonna come y Knock on wood.

Su carrera como músico profesional duró cinco años. En ese lapso, creó sociedades musicales imponentes junto a Booker T & MG’s, a quienes había conocido casi por una vuelta del destino cuando acompañó a Johnny Jenkins a probar suerte a Memphis, y también con Carla Thomas, la hija del legendario Rufus Thomas, con quien grabó un súper éxito de 1967: Tramp.

Otis Redding fue el símbolo del soul sureño, su máxima expresión, la voz por excelencia del mítico sello Stax y una de las figuras indiscutibles del sonido de Memphis. Logró expresar sus emociones como poco cantantes en la historia de la música contemporánea. Al morir, aquél 10 de diciembre de 1967, su obra quedó inconclusa. Un año después, gracias al buen trabajo de Steve Cropper, fue editado el tema que suponía el comienzo de una nueva etapa en la vida musical de Otis Redding y no el final. (Sittin' on) The dock of the bay se convirtió en uno de los himnos de la década del 60, en una de esas canciones imprescindibles. Un tema al que todos aman y tararean. Y Otis lo seguirá cantando 50, 100 años más, porque la fuerza de su voz es inmortal.




No hay comentarios: