sábado, 31 de julio de 2010
Solo con mis discos
Música y vino, como siempre. Un Salentein Malbec, cosecha 2007, y un puñado de discos: Otis Rush, Rolling Stones, George Thorogood, los Fabulous Thunderbirds, Ryan Bingham y Lurrie Bell. La noche está helada, se puede sentir el frío apenas con tocar los vidrios de las ventanas. El calor de cada copa fluye por la sangre con la velocidad que provoca una autopista desierta. Las canciones van llenando el ambiente. El humo de la vela gana los rincones de la casa. Thorogood toca As the years go passing by. Los Rolling arremeten con Shake your hips. Otis Rush me estremece con All your love. Los Thunderbirds galopan por Texas con She’s tuff y Bingham se presenta con That's how strong my love is. Quiero más. Subo el volumen y Let’s talk about love, de Lurrie Bell, me devuelve todo el blues. Dentro de un rato voy a escuchar el nuevo disco de Jimmie Vaughan, algo de Johnny Cash y posiblemente a Shakey Jake Harris. Random. Mientras, la botella se consume, el ánimo se relaja y las horas pasan. Refugiado en sabores y sonidos, alternando estados de ánimo, una vez más dejo que el sábado se extinga…
jueves, 29 de julio de 2010
TV Music Show
Later with… Jools Holland debe estar entre los tres mejores programas de música de la historia de la tevé. Media docena de bandas o músicos en vivo por show. Pocas palabras y mucho rock and roll para todos los gustos. Jools Holland es un buen conductor pero además es un gran pianista que se da el gusto de tocar con sus invitados. Later with… va a cumplir 18 años en el aire y tiene con que vanagloriarse: por allí pasaron músicos tan diversos como Rickie Lee Jones, Franz Ferdinand, The Who, Radiohead, Manu Chao, Al Green, Swing, Buddy Guy, Van Morrison o Steve Winwood por solo nombrar a unos pocos de una lista interminable. Acá les dejo dos videos impresionantes de ese show. Joe Bonamassa junto a Jools Holland y Johnny Cash tocando Folsom Prision Blues.
lunes, 26 de julio de 2010
El blues de los White Stripes
La primera vez que escuché a los White Stripes no me impactaron demasiado, salvo por el tema Seven Nation Army, del disco Elephant. El resto me pareció muy básico. Debo admitir que algún prejuicio me traicionó en ese momento. Tiempo después volví a escucharlos y realmente entendí qué buscaba Jack White con ese formato y ese estilo: un rock and roll minimalista y potente en el que él podía expresar de manera libre su pasión por el blues.
Hace pocos días me di un gusto enorme: vi la película It might get loud, de Davis Guggenheim. En ella, Jimmy Page, The Edge y Jack White cuentan sus vivencias con la música y las guitarras. Luego se juntan a intercambiar puntos de vista y a tocar (una hermosa versión de The Weight, de The Band). Jack White explica que el rojo, el negro y el blanco, y el dibujo del caramelo en la batería de Meg son todas distracciones para ocultar lo que hacen: tocar como Son House. “Estamos flotando alrededor de la estructura del blues”, admite. “Cuando escuché Grinnin’ in your face supe que era lo que quería hacer con mi vida. Aún hoy me sigue pareciendo la mejor canción del mundo”.
Guitarra y batería es la fórmula de los "hermanos" White. El sonido es un combo feroz de garage rock, punk y blues. Música sencilla de las entrañas de la ciudad de Detroit. Comprendo a los puristas del blues que los castigan o desprecian, pero su música no está destinada a ellos. Es para ese pequeño y desmembrado grupo de jóvenes oyentes que no se conforman con la oferta actual de máquinas, efectos y melodías pasajeras. Los White Stripes ofrecen un camino diferente para llegar a la verdad. Hay varios blues en sus discos: Stop breaking down, de Robert Johnson y el tradicional St. James Infirmary blues, en el álbum debut de 1999. En De Stijl, de 2000, interpretan Death letter, de Son House, y Your southern can is mine, de Blind Willie Mc Tell. En los restantes discos hay varios blues de Jack White.
Más allá de sus proyectos paralelos, The Raconteurs -donde el blues no parece tener tanto espacio- y The Death Weather, o sus colaboraciones con los Rolling Stones, la cantante country Loretta Lynn o Alicia Keys en la última película de 007, Jack grabó para la banda de sonido de la película Cold Mountain un par de temas y una muy buena versión de Sitting on top of the World.
Con todo, la música de los White Stripes es una fusión de Son House, Jon Spencer, The Stooges, Led Zeppelín, Robert Johnson, R.L. Burnside y los New York Dolls. Con una década en el ruedo se han convertido también en influencia de muchas otras bandas que siguen ese concepto de blues crudo, amplificado y absorbente: The Black Keys, Holly Golightly and The Brokeoffs e incluso The Coral, por nombrar sólo a algunos.
Los géneros musicales van tomando distintas direcciones. La música es dinámica y muchas variables influyen en su desarrollo y estructura, más en estos tiempos híper globalizados. Así como la migración de los negros del Mississippi alteró el la esencia acústica del blues, estas nuevas bandas hacen algo parecido. En el caso de los White Stripes, ya lo dijo Jack: detrás de todo está el blues.
Hace pocos días me di un gusto enorme: vi la película It might get loud, de Davis Guggenheim. En ella, Jimmy Page, The Edge y Jack White cuentan sus vivencias con la música y las guitarras. Luego se juntan a intercambiar puntos de vista y a tocar (una hermosa versión de The Weight, de The Band). Jack White explica que el rojo, el negro y el blanco, y el dibujo del caramelo en la batería de Meg son todas distracciones para ocultar lo que hacen: tocar como Son House. “Estamos flotando alrededor de la estructura del blues”, admite. “Cuando escuché Grinnin’ in your face supe que era lo que quería hacer con mi vida. Aún hoy me sigue pareciendo la mejor canción del mundo”.
Guitarra y batería es la fórmula de los "hermanos" White. El sonido es un combo feroz de garage rock, punk y blues. Música sencilla de las entrañas de la ciudad de Detroit. Comprendo a los puristas del blues que los castigan o desprecian, pero su música no está destinada a ellos. Es para ese pequeño y desmembrado grupo de jóvenes oyentes que no se conforman con la oferta actual de máquinas, efectos y melodías pasajeras. Los White Stripes ofrecen un camino diferente para llegar a la verdad. Hay varios blues en sus discos: Stop breaking down, de Robert Johnson y el tradicional St. James Infirmary blues, en el álbum debut de 1999. En De Stijl, de 2000, interpretan Death letter, de Son House, y Your southern can is mine, de Blind Willie Mc Tell. En los restantes discos hay varios blues de Jack White.
Más allá de sus proyectos paralelos, The Raconteurs -donde el blues no parece tener tanto espacio- y The Death Weather, o sus colaboraciones con los Rolling Stones, la cantante country Loretta Lynn o Alicia Keys en la última película de 007, Jack grabó para la banda de sonido de la película Cold Mountain un par de temas y una muy buena versión de Sitting on top of the World.
Con todo, la música de los White Stripes es una fusión de Son House, Jon Spencer, The Stooges, Led Zeppelín, Robert Johnson, R.L. Burnside y los New York Dolls. Con una década en el ruedo se han convertido también en influencia de muchas otras bandas que siguen ese concepto de blues crudo, amplificado y absorbente: The Black Keys, Holly Golightly and The Brokeoffs e incluso The Coral, por nombrar sólo a algunos.
Los géneros musicales van tomando distintas direcciones. La música es dinámica y muchas variables influyen en su desarrollo y estructura, más en estos tiempos híper globalizados. Así como la migración de los negros del Mississippi alteró el la esencia acústica del blues, estas nuevas bandas hacen algo parecido. En el caso de los White Stripes, ya lo dijo Jack: detrás de todo está el blues.
jueves, 22 de julio de 2010
Lanzamientos de julio
Jimmy Thackery – Live in Detroit. Vaya si pasaron algunos años desde la primera vez que escuché a Jimmy Thackery. Era 1992 y en una cueva de discos de Belgrano conseguí su primer álbum solista, Empty Arms Motel. Thackery, que venía de tocar con los Nighthawks, me causó una gran impresión, con una potencia vocal arrolladora y una versatilidad con la viola que hasta ese momento apenas había escuchado en tipos como Hendrix, Vaughan y Johnny Winter. Su nuevo disco en vivo es en gran medida instrumental, tiene diez temas –hay covers de Albert Collins y Memhis Slim- y mucha zapada. Amigos de la guitarra: acá tienen a un verdadero gladiador de las seis cuerdas.
Sandi Thom - Merchants and Thieves. Hace un par de años apareció por Internet cantando una balada neofolkie en la que decía que le gustaría ser una punk rocker con flores en su cabeza. De la nada, el tema llegó a número uno y Sandi se hizo popular con una linda melodía, fresca y auspiciosa. Pero vaya uno a saber qué le pasó por la cabeza y el espíritu a esta joven escocesa en estos años: de repente se despachó con un enorme disco de blues, que cuenta con la colaboración del genial Joe Bonamssa en dos versiones distintas del tema This ol’ world. Una voz nueva en el mundillo del blues. Para tener en cuenta.
Sheryl Crow - 100 Miles From Memphis. Este disco aporta muchas novedades a la música de Sheryl Crow. No es aburrido como los últimos, suena muy funky y la producción y participación del guitarrista Doyle Bramhall II le aportan mucha más sensatez musical y estética. En el primer tema, Our love is fading, Sheryl parece Morcheeba. Después sigue en clave de reggae con Eye to eye, con Keith Richards como invitado en primera guitarra, y luego una versión muy souleada de Sign your name, de Terence Trent D’Arby, junto a Justin Timberlake. Long road home es un tema súper cool para disfrutar arriba del auto. El resto del álbum es tan bueno como los primeros temas. Tanto soul hay en su camino a Memphis que cierra con el clásico los Jackson 5, I want you back.
Herbie Hancock – The Imagine Project. H H es uno de los fundadores del jazz moderno, integró la banda de Miles Davis en un período revolucionario y tuvo una carrera solista envidiable. Hancock, al igual que Davis, siempre buscó hacer algo distinto mirando hacia adelante. Un par de años atrás fue alabado y premiado por el disco River: The Joni letters, un tributo a Joni Mitchell. Ahora sorprendió con un disco de muy buenos covers junto a invitados muy diversos. El álbum es mucho más que jazz. Es un arcoiris de sonidos, una fusión que engloba rock, folk y distintos ritmos del mundo. Pink, Seal, India Arie y Jeff Beck lo acompañan al pianista en una versión groovie de Imagine. Susan Tedeschi y Derek Trucks se lucen en Space Captain. Otros invitados son Los Lobos, John Legend, Dave Matthews, Wayne Shorter, Juanes y Chaka Khan. Muy bueno.
Mark May Band – In Texas Live. Mark May nació en Ohio pero tiene temple texano. Musicalmente es un hijo directo de la escena blusera de Houston. Es un gran guitarrista de esos que tocan rápido y potente y que sacuden todo con cada punteo. Un gran disco en vivo que refleja toda la fiereza de este virtuoso. In Texas Live tiene diez temas, entre los que hay algunas canciones propias y covers de Neil Young (Ohio), Dickey Betts (In memory of Elizabeth Reed) y Albert Collins (Lights are on but nowbody’s home). Blues que rockea, texas style.
Sandi Thom - Merchants and Thieves. Hace un par de años apareció por Internet cantando una balada neofolkie en la que decía que le gustaría ser una punk rocker con flores en su cabeza. De la nada, el tema llegó a número uno y Sandi se hizo popular con una linda melodía, fresca y auspiciosa. Pero vaya uno a saber qué le pasó por la cabeza y el espíritu a esta joven escocesa en estos años: de repente se despachó con un enorme disco de blues, que cuenta con la colaboración del genial Joe Bonamssa en dos versiones distintas del tema This ol’ world. Una voz nueva en el mundillo del blues. Para tener en cuenta.
Sheryl Crow - 100 Miles From Memphis. Este disco aporta muchas novedades a la música de Sheryl Crow. No es aburrido como los últimos, suena muy funky y la producción y participación del guitarrista Doyle Bramhall II le aportan mucha más sensatez musical y estética. En el primer tema, Our love is fading, Sheryl parece Morcheeba. Después sigue en clave de reggae con Eye to eye, con Keith Richards como invitado en primera guitarra, y luego una versión muy souleada de Sign your name, de Terence Trent D’Arby, junto a Justin Timberlake. Long road home es un tema súper cool para disfrutar arriba del auto. El resto del álbum es tan bueno como los primeros temas. Tanto soul hay en su camino a Memphis que cierra con el clásico los Jackson 5, I want you back.
Herbie Hancock – The Imagine Project. H H es uno de los fundadores del jazz moderno, integró la banda de Miles Davis en un período revolucionario y tuvo una carrera solista envidiable. Hancock, al igual que Davis, siempre buscó hacer algo distinto mirando hacia adelante. Un par de años atrás fue alabado y premiado por el disco River: The Joni letters, un tributo a Joni Mitchell. Ahora sorprendió con un disco de muy buenos covers junto a invitados muy diversos. El álbum es mucho más que jazz. Es un arcoiris de sonidos, una fusión que engloba rock, folk y distintos ritmos del mundo. Pink, Seal, India Arie y Jeff Beck lo acompañan al pianista en una versión groovie de Imagine. Susan Tedeschi y Derek Trucks se lucen en Space Captain. Otros invitados son Los Lobos, John Legend, Dave Matthews, Wayne Shorter, Juanes y Chaka Khan. Muy bueno.
Mark May Band – In Texas Live. Mark May nació en Ohio pero tiene temple texano. Musicalmente es un hijo directo de la escena blusera de Houston. Es un gran guitarrista de esos que tocan rápido y potente y que sacuden todo con cada punteo. Un gran disco en vivo que refleja toda la fiereza de este virtuoso. In Texas Live tiene diez temas, entre los que hay algunas canciones propias y covers de Neil Young (Ohio), Dickey Betts (In memory of Elizabeth Reed) y Albert Collins (Lights are on but nowbody’s home). Blues que rockea, texas style.
jueves, 15 de julio de 2010
De la barrica
Después de una semana ajetreada, no hay nada mejor que sentarse con algún amigo y revolver un gran copón repleto de vino. Así lo hicimos hace un par de jueves con René Roca. Tomamos un Martín Koch cabernet sauvignon 2004 con trece meses en barrica. La verdad no podría decir con qué comida acompañarlo. Pero entiendo que no va a quedar mal con ninguna (salvo que coman alcauciles). Es un vino untuoso, distinto, que vale la pena probar para salir un poco del molde de las marcas tradicionales. Esta botella llegó a mis manos a modo de agradecimiento, por unas entradas que regalé para el show que Madeleine Peyroux dio en el Gran Rex. Y fue justo: me perdí un gran recital, pero tomé un muy buen vino.
sábado, 10 de julio de 2010
Blues from Texas
El último disco de Jimmie Vaughan es fantástico. Blues de Texas en su máxima expresión. Un sonido impecable y una estética ideal. Hacía nueve años que no sacaba un disco solista y ahora entiendo por qué: se nota que estuvo trabajándolo mucho. Plays Blues, Ballads & Favorites tiene todo lo que un álbum del género tiene que tener. Swing, boggie, shuffle, solos de guitarra, armonías vocales, armónica, buenos caños. Los temas son en su mayoría clásicos. Vaughan interpreta versiones de Jimmy Reed, Roy Milton, Guitar Junior, Little Richard y Willie Nelson, entre otros. Lou Ann Barton y Bill Willis acompañan a Jimmie en un par de temas. El resto de la banda son todos seleccionados de lujo: Derek O’Brien, Ronnie James, Kaz Kasenoff, Grez Picollo, Billy Pitman y George Rains. En todas sus facetas, el hermano de SVR siempre dejó su sello: tanto con los Thunderbirds, junto a su Stevie en Family Style, o con Omar Kent Dykes. Y ahora lo mismo en este nuevo regreso. Plays Blues, Ballads & Favorites es un disco que no va a pasar desapercibido. Ya es uno de los mejores álbums del año. En diciembre sabremos si fue el mejor.
jueves, 8 de julio de 2010
Retratos de Nueva Orleans
Acabo de terminar de ver una gran serie. Una de esas obras de arte memorables que muy cada tanto nos da la tevé. Hay tres razones por las cuales Treme es excelente. La primera: es obra de David Simon, creador de The Wire, una de las mejores series de todos los tiempos. La segunda razón es por la magnífica realización: elección de los personajes, actuaciones, ambientación, guión. La tercera, y fundamental, es la música. Amigos, Nueva Orleans es un lugar donde la cultura es una mixtura muy colorida y está tan arraigada como las raíces de un árbol a la tierra. Hay jazz, cajun, blues, zydeco, R&B, funky. En Treme, la música es la receta para todo. Allá todo tiene ritmo, hasta la muerte. Allá se llora bailando.
Treme cuenta la historia de una ciudad arrasada por el huracán Katrina. Muestra la desidia del gobierno para reconstruirla y los protoganistas son un grupo de personas que, a pesar de todo, trata de salir adelante. No esperen disparos ni efectos especiales. Treme es un documento periodístico profundo, una recreación de lo que sucedió en esa ciudad después de Katrina. El huracán desnudó la miseria institucional de ese país durante la administración de Jorge W. Arbusto. Promesas incumplidas, decisiones absurdas, corrupción, violencia policial y desesperanza fueron algunas de las consecuencias.
Treme tiene muchas voces. Sus protagonistas en algún punto se cruzan, así como pasaba en The Wire. Es genial Antoine Batiste (Wendell Pierce, que hizo de Bunk en el policial de Baltimore), un músico profesional muy apegado a la tradición que trata de sobrevivir tocando donde sea. Después está Janette, cocinera muy reconocida por sus pares, que tuvo que cerrar su restaurante porque no podía afrontar los gastos. Ella tiene una historia con Davis (Steve Zahn), un disc jockey, músico y pro legalize que ama la cultura de Nueva Orleans y hace de todo por defenderla.
John Goodman interpreta a un escritor que está casado con una abogada. Ambos deben luchar contra el sistema para que éste no acabe con lo que queda de la ciudad e incluso de sus vidas. Albert Lambreaux es un jefe indio Mardi Gras muy testarudo, que dará todo por conseguir que la gente desalojada vuelva a sus casas y por mantener vivos sus antiguos rituales. Y está su hijo, Delmond, que es un músico profesional de jazz que triunfa en Nueva York y que reniega de sus raíces.
También está la parejita de músicos callejeros, cuyos caminos se están separando. Y Ladonna, la ex mujer de Antoine, que tiene la posibilidad de irse a otra ciudad a vivir como una reina y se queda en Nueva Orleans para averiguar qué pasó con la vida de su hermano y cuidar a su madre.
Treme, que es el nombre de la zona más musical de Nueva Orleans, tenía que tener algo más. Y eso es el desfile de grandes músicos que interpretan un pequeño rol y dejan su sello en la serie: Dr. John, Coco Robicheaux, Allen Toussaint, Elvis Costello, Steve Earle, McCoy Tyner, Terence Blanchard, Cassandra Wilson, Ivan Neville, Art Neville, John Mooney, Irma Thomas, Lloyd Price, John Boutté y Clarence “Frogman” Henry.
Son apenas diez capítulos grandiosos que hacen reflexionar y emocionar, siempre al ritmo de la buena música. Señor Simon, muchas gracias por Treme.
Treme cuenta la historia de una ciudad arrasada por el huracán Katrina. Muestra la desidia del gobierno para reconstruirla y los protoganistas son un grupo de personas que, a pesar de todo, trata de salir adelante. No esperen disparos ni efectos especiales. Treme es un documento periodístico profundo, una recreación de lo que sucedió en esa ciudad después de Katrina. El huracán desnudó la miseria institucional de ese país durante la administración de Jorge W. Arbusto. Promesas incumplidas, decisiones absurdas, corrupción, violencia policial y desesperanza fueron algunas de las consecuencias.
Treme tiene muchas voces. Sus protagonistas en algún punto se cruzan, así como pasaba en The Wire. Es genial Antoine Batiste (Wendell Pierce, que hizo de Bunk en el policial de Baltimore), un músico profesional muy apegado a la tradición que trata de sobrevivir tocando donde sea. Después está Janette, cocinera muy reconocida por sus pares, que tuvo que cerrar su restaurante porque no podía afrontar los gastos. Ella tiene una historia con Davis (Steve Zahn), un disc jockey, músico y pro legalize que ama la cultura de Nueva Orleans y hace de todo por defenderla.
John Goodman interpreta a un escritor que está casado con una abogada. Ambos deben luchar contra el sistema para que éste no acabe con lo que queda de la ciudad e incluso de sus vidas. Albert Lambreaux es un jefe indio Mardi Gras muy testarudo, que dará todo por conseguir que la gente desalojada vuelva a sus casas y por mantener vivos sus antiguos rituales. Y está su hijo, Delmond, que es un músico profesional de jazz que triunfa en Nueva York y que reniega de sus raíces.
También está la parejita de músicos callejeros, cuyos caminos se están separando. Y Ladonna, la ex mujer de Antoine, que tiene la posibilidad de irse a otra ciudad a vivir como una reina y se queda en Nueva Orleans para averiguar qué pasó con la vida de su hermano y cuidar a su madre.
Treme, que es el nombre de la zona más musical de Nueva Orleans, tenía que tener algo más. Y eso es el desfile de grandes músicos que interpretan un pequeño rol y dejan su sello en la serie: Dr. John, Coco Robicheaux, Allen Toussaint, Elvis Costello, Steve Earle, McCoy Tyner, Terence Blanchard, Cassandra Wilson, Ivan Neville, Art Neville, John Mooney, Irma Thomas, Lloyd Price, John Boutté y Clarence “Frogman” Henry.
Son apenas diez capítulos grandiosos que hacen reflexionar y emocionar, siempre al ritmo de la buena música. Señor Simon, muchas gracias por Treme.
domingo, 4 de julio de 2010
48 horas en NY
Jueves. 19hs. Camino apurado por la calle Waters en dirección a Battery Park. Es verano en Nueva York y el calor se siente. El sol va cayendo lentamente y una agradable brisa que viene del río Hudson da un respiro. Busco el Wagner Park, pero no lo encuentro. Estoy llegando tarde y voy un poco deshorientado. Entonces escucho la señal. Casi imperceptible, el sonido de un hammond surge como una brújula. Apuro el paso y la música comienza a fluir con mayor intensidad. Entonces la voz de John Hammond es inconfundible. El blues del Delta domina el sur de Manhattan. Me encuentro a unas trescientas personas sentadas en el pasto disfrutando de un show gratuito. El legendario John Hammond y su banda -Bruce Katz, Marty Ballou y Neil Gouvin- derrochan doce compases con la estatua de la Libertad de fondo. Me acomodo cerca del escenario mientras tocan Come in my kitchen, de Robert Jonhson. La guitarra dobro suena metálica, fantástica. El contrabajo de Gouvin es mortal. Hay más blues: Howlin’ for my darling, Evil, entre otros clásicos del género y algunos temas propios. Una hora después me voy feliz con mi tercer encuentro con Hammond. El primero fue en los noventa cuando tocó en el Gran Rex; hace unos años lo volví a ver en el ND Ateneo; y ahora este concierto gratuito de Nueva York, con el plus de verlo con su banda. La tradición del Delta sigue viva.
Viernes 18.45hs. Williamsburg Waterfront está en Brooklyn y tiene una sensacional vista panorámica de Manhattan. Para llegar apenas tuve que tomar la línea L del subte desde Union Square y luego caminar cinco cuadras. Tardé diez minutos. Me encuentro con una fauna interesante. Gente de treinta y pico, tatuada luciendo sus remeras de Faith No More, Sonic Youth y Alice in Chains. Paraíso alternativo. La vibra del hard rock comienza a palpitarse. El sol está terrible. Mucho más intenso que el día anterior. Arde. Aquí, la brisa no corre o, al menos, no se siente. La gente está dispersa, en su mayoría haciendo cola para comprar alcohol. Sube un muñeco al escenario. Es un comediante, que con el correr de los minutos se vuelve insoportable. Los gringos no se amontonan junto al escenario y aprovecho para acercarme lo más que puedo. Por fin el señor de lo chistes malos se va y deja su lugar a Razhel, un negro corpulento y maestro del beat box, que hace vibrar literalmente todo con su punchi punchi. Ya son casi las nueve y la gente está impaciente. Es que hace más de diez años que Faith No More no se presenta en Nueva York y para esta raza de hardrockers el Second Coming Tour es todo un acontecimiento. Mike Patton entra caminando apoyándose en un bastón, pero a juzgar por lo que se verá luego es un chanza, un guiño a su público. “Estamos todos más viejos”, dice. Pero durante hora y media tocan todo lo que tienen que tocar y esa vejez aparente, camuflada con trajes de colores pastel, se disipa. Abren con Reunited y la lista de canciones que le siguen incluye: Land of sunshine, Evidence, Last cup of sorrow, Easy, Ashes to ashes, King for a day, Epic y Just a man. El segundo tema que tocan es Out of nowhere. Yo estoy parado muy cerca del escenario. Tan acostumbrado a ver otro tipo de shows que me olvidé del pogo. Así que cuando empiezan salgo despedido hacia un costado. Mi tobillo maltrecho no lo resiste. Gente grande, parece mentira, ja! En definitiva, que gran banda Faith No More, buenos soldados del rock and roll.
48 horas en Nueva York.
Viernes 18.45hs. Williamsburg Waterfront está en Brooklyn y tiene una sensacional vista panorámica de Manhattan. Para llegar apenas tuve que tomar la línea L del subte desde Union Square y luego caminar cinco cuadras. Tardé diez minutos. Me encuentro con una fauna interesante. Gente de treinta y pico, tatuada luciendo sus remeras de Faith No More, Sonic Youth y Alice in Chains. Paraíso alternativo. La vibra del hard rock comienza a palpitarse. El sol está terrible. Mucho más intenso que el día anterior. Arde. Aquí, la brisa no corre o, al menos, no se siente. La gente está dispersa, en su mayoría haciendo cola para comprar alcohol. Sube un muñeco al escenario. Es un comediante, que con el correr de los minutos se vuelve insoportable. Los gringos no se amontonan junto al escenario y aprovecho para acercarme lo más que puedo. Por fin el señor de lo chistes malos se va y deja su lugar a Razhel, un negro corpulento y maestro del beat box, que hace vibrar literalmente todo con su punchi punchi. Ya son casi las nueve y la gente está impaciente. Es que hace más de diez años que Faith No More no se presenta en Nueva York y para esta raza de hardrockers el Second Coming Tour es todo un acontecimiento. Mike Patton entra caminando apoyándose en un bastón, pero a juzgar por lo que se verá luego es un chanza, un guiño a su público. “Estamos todos más viejos”, dice. Pero durante hora y media tocan todo lo que tienen que tocar y esa vejez aparente, camuflada con trajes de colores pastel, se disipa. Abren con Reunited y la lista de canciones que le siguen incluye: Land of sunshine, Evidence, Last cup of sorrow, Easy, Ashes to ashes, King for a day, Epic y Just a man. El segundo tema que tocan es Out of nowhere. Yo estoy parado muy cerca del escenario. Tan acostumbrado a ver otro tipo de shows que me olvidé del pogo. Así que cuando empiezan salgo despedido hacia un costado. Mi tobillo maltrecho no lo resiste. Gente grande, parece mentira, ja! En definitiva, que gran banda Faith No More, buenos soldados del rock and roll.
48 horas en Nueva York.
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