Festivo Malbec 2006. Noche de viejos amigos. Mucho tiempo sin vernos, muchos cambios, un mar de cosas que contar. No es noche para bajones. Es noche de brindis, uno atrás de otro si es necesario. No es mucha la comida, pero no importa. Sí es mucho el espumante. Pero eso no es todo. Inmaculadas llegan una a una las botellas de Festivo 2006. Ligero, fresco, equilibrado, amigable y a buen precio. Hay buen vino y viejos amigos con las mismas caras, las mismas muecas. Como un guiño sano del paso del tiempo. ¿Puede ser que estén todos iguales? ¿Yo estaré igual? Las diferencias de los noventa quedaron atrás, o no. Quién sabe. Al menos no surgen. Fluye el vino. Hay vieja música también, porque a pesar del neón y de la barra multicolor, de fondo suenan Stevie Ray Vaughan, Janis Joplin y Creedence.
(Bodega Monteviejo. Enólogo Marcelo Peleriti. 100% Malbec de Valle de Uco, Mendoza. 91 puntos Robert Parker).
Graffigna Centenario Malbec Tardío 2008. El cordero lleva unas cuatro horas en la parrilla. Sus costillas y sus patas se cocinan suavemente. Las brasas crepitan, el humo envuelve todo. Cordero, ensaladas y un tintillo. Viejos amigos, décadas transcurridas. La casa es enorme, amplia, acogedora. Somos pocos pero igual la pasamos bien. El cordero no se acaba nunca pero en un momento dejamos de comerlo. Respiramos. Le damos un rato. Los que fuman encienden un cigarrillo, las anécdotas rebotan de una punta de la mesa a la otra. El reproductor de MP3 es obediente a Bob Marley: todas sus canciones, todos sus discos. Pasa el momento del postre y la anfitriona invita con unas tabletas de chocolate suizo y un Malbec Tardío desconocido para los presentes. El maridaje es asombroso. Memorable.
(Bodega Graffigna. Enólogo Gerardo Danitz. 100% Malbec de San Juan).
Jacob’s Creek Shiraz-Cabernet Vintage 2007. Amigo que se va, amigo que vuelve. Con una botella bajo el brazo, claro. Viene de Brasil, pero la globalización tiene esas cosas. Un blend australiano lo acompaña. La etiqueta es sobria, promete. Esperamos un día para descorcharlo. Nos aseguramos de que el queso de cabra esté atemperado. Y entonces, sí. Fusión. El queso de cabra es como un propulsor de los sabores del vino. ¿Habrá cabras en Australia? Supongo que sí. Que importa. En nuestras bocas es como si fueran cabras australianas o uvas argentinas. ¿Algún día conoceré el sudeste australiano? No sé. Pero el producto de su tierra ya entró en mí. Fue saboreado, degustado, bebido, elogiado. Suena el DJ francés Stephane Pompougnac. El amigo que vuelve, se va. Y seguro volverá… con otra botella bajo el brazo.
(Orlando Wines. Winemaker Philip Laffer. 71% Shiraz – 29% Cabernet Sauvignon del sudeste australiano).
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