sábado, 31 de mayo de 2025

Wilco y una comunión perfecta entre melodía, emoción y oficio


Las luces se atenúan y, entre sombras y aplausos, los seis músicos de Wilco toman sus posiciones en silencio. Jeff Tweedy se cuelga la guitarra, baja la cabeza y lanza los primeros acordes de Company in My Back. Así comienza un viaje hipnótico de más de dos horas, donde cada canción es una pequeña joya de melodía, textura y emoción. Frente a una multitud atenta y madura, la banda despliega una actuación impecable, cargada de matices, con un sonido tan nítido y envolvente que por momentos parece irreal. No hay poses ni alardes, solo músicos profundamente conectados con su arte y con cada segundo del presente.

Sobre el escenario del C Art Media, un cartel luminoso con las letras del nombre de la banda destella al ritmo de la música, marcando el pulso emocional del show y aportando un detalle visual tan sutil como efectivo. El sonido, con cada instrumento en su lugar y bien balanceados, potencia la experiencia sin empaques innecesarios.

Wilco es una banda sin hits, dicen algunos. Puede que sea cierto en términos comerciales, pero es algo que no importa . Las melodías pegadizas y las letras de Jeff Tweedy -que bien podría ser considerado uno de los compositores más destacados de su generación- hilvanan una narrativa que aborda el amor, la pérdida, la soledad y la condición humana con una sensibilidad única. Sus letras no gritan, susurran, y en ese murmullo logran una conexión profunda con el oyente.

Si hay algo que distingue a Wilco es su excelencia en vivo. Cada uno de los músicos está completamente presente, conectado con cada centésima de segundo del show, y esa entrega transforma sus canciones en una experiencia tangible. Tweedy, más allá de su maestría compositiva, es un intérprete formidable: canta con el corazón en la garganta y la paciencia de un artesano.

El desempeño del grupo es sobresaliente, pero hay que detenerse especialmente en el trabajo de los guitarristas Nels Cline y Pat Sansone, que se lucen en extensas improvisaciones que remiten a las jams de los Allman Brothers o los Grateful Dead. Porque Wilco, aunque suene moderno, es una esponja de la música de los sesenta y los setenta: The Band, The Beatles, Gram Parsons, algún momento de introspección al mejor estilo de Pink Floyd e, incluso, en la voz de Tweedy, se cuela el influjo de Van Morrison. El country está presente en buena parte de su repertorio, pero por encima de todas esas referencias, el sonido de Wilco es único, reconocible, con una firma propia.

Uno de los momentos más intensos del show llega con Via Chicago, donde la banda se permite su cuota de caos controlado, una esquizofrenia sonora que contrasta con la belleza de la seguidilla de canciones que siguen: You Are My Face, Whole Love, Either Way, Impossible Germany, Jesus, Etc” y Hate It Here, un tramo de altísimo vuelo emocional.

El final del concierto es una suerte de regreso a las raíces más country-rock de la banda, con el clásico que Tweedy escribió junto a Billy Bragg, California Stars, y un cierre encendido con Falling Apart (Right Now), Walken y I Got You (At the End of the Century), temas que hacen vibrar a una audiencia que, lejos de la euforia adolescente, responde con una gran devoción. Wilco no necesita hits. Tiene algo mucho más poderoso: canciones que resuenan, que acompañan y que, cuando las tocan en vivo, se vuelven inolvidables.

domingo, 25 de mayo de 2025

Juanse y una noche con el espíritu del Carpo

El humo espeso que flota sobre Vorterix revela una verdad ineludible: es noche de rock and roll. El telón se abre como un velo que se corre para mostrar lo que de verdad importa. Un rugido se empieza a formar cuando suenan los primeros acordes de El hombre suburbano y el tributo cobra vida: Pappo está de vuelta, otra vez encarnado por Juanse y una banda que es como esas Harley que le gustaban a Norberto.

La cosa toma temperatura rápido. Malas compañías ya no es una canción, es un grito de guerra, y cuando llega Sucio y desprolijo, el teatro tiembla. El sonido es denso, compacto, y la guitarra de Nicolás Yudchak emana unos solos limpios y penetrantes, mientras Juanse lanza esos esos riffs que son como el ADN del rock. Entre canción y canción, el público canta con el corazón y las tripas: “¡Y dale Pappo, dale, dale Pappo!”, porque lo que está pasando ahí no es solo música: es una celebración de lo que fuimos y todavía somos.

Juanse sigue con Tomé demasiado, una gran postal del rock argentino. Blues local llega con esa frase que es una verdad absoluta: donde hubo fiesta, hubo amigos de verdad. Y entonces sube al escenario Gabriel Carámbula, un viejo zorro de mil y un rocanroles, para tocar Adónde está la libertad. Tres Gibson Les Paul escupen fuego al mismo tiempo, al igual que en Pájaro metálico, de ese álbum clásico que es Pappo's Blues Vol. 3, de 1973. Cuando suena Una casa con diez pinos, el delirio es total. Todos sabemos que el tema no es de Pappo, pero bien podría serlo. En esa poesía de Javier Martínez está también su espíritu. Yudchak vuelve al frente con absoluta naturalidad. Nació para estar ahí. No le pesa el partido del debut en Primera y juega como requiere un equipo grande. En El viejo, mientras la letra nos interpela a los que la escuchamos desde hace varias décadas, aparece el hammond de Nico Raffetta, exquisito, redondo. Bolsa y Ponch, en la base rítmica, son un dique de contención para que todo fluya como el show lo demanda.

Desconfío es un momento aparte. Juanse deja la guitarra, se adelanta y en modo crooner canta con voz rasgada una plegaria compartida. Al final de la primera vuelta de “Tan solo en la vida, que mejor me voy”,  Yudchak se adueña del escenario. Muestra el carnet de egresado de la Escuela de Blues y tira unos solos inspirados en los mismos dioses que le hablaban a Pappo, y a Freddie King también.

Pasa Fiesta cervezal y todo su desmadre sonoro. Aparece Sarco en escena, porque si hay alguien que puede cantar El gato de la calle negra con el alma es él. Promediando el show, Juanse se corre del cancionero de Pappo para meter sus canciones como solista: Energía, La esquina del sol, Estoy de vuelta… y hasta una sólida versión en español de Under My Thumb de los Rolling Stones. La banda suena bien, eso no cambia, pero el aura baja un poco: esas composiciones –a excepción de la de la banda británica- no tienen la misma fuerza que las anteriores. Y eso queda más en evidencia cuando Juanse se zambulle en la historia de Los Ratones Paranoicos. Rock del gato, Cowboy, Sigue girando, Rock del pedazo, Ceremonia y Estrella, todas canciones llenas de magia, emblemas de una época en la que la mayoría de los que estamos ahí éramos jóvenes.

Con los bises vuelve Pappo, porque siempre se vuelve a Pappo. Suben al escenario Fachi (bajista de Viejas Locas) y Sarco, porque el rock también es hermandad. El tren de las 16 y Ruta 66 suenan como lo que son: canciones de viaje eterno, de ir y volver, de nunca quedarse quieto. Juanse presenta a sus músicos. Para él Nico Raffetta es Nicky Hopkins y Nico Yudchak es Mick Taylor. Una hora y cuarenta y tantos minutos después, el humo se disipa, el telón se se cierra, y el espíritu del Carpo vuelve a las calles, a cada motor que va rumbo a Paternal.

 

viernes, 2 de mayo de 2025

Joe Louis Walker, una fuerza indomable del blues moderno


Joe Louis Walker
, el innovador guitarrista, vocalista y compositor, cuya fusión de géneros le dio un nuevo toque al blues moderno, murió como consecuencia de un paro cardíaco el 30 de abril por la noche a los 75 años. 

Con una carrera que abarcó más de seis décadas, el electrizante trabajo de guitarra de Walker, su candorosa voz y su composición reflexiva dejaron una huella imborrable en la escena del blues contemporáneo.

La producción musical de Walker abarcó todo el espectro de la música de raíces estadounidense, lo que le valió un lugar entre los bluesmen más venerados de su generación. Billboard describió una vez su estilo como “desbordando todos los mapas… blues crudo, góspel jubiloso, el estruendo roquero al estilo Rolling Stones y un R&B desgarrador”, y añadió: “La guitarra de Walker es impecable y feroz”.

Guitarrista brillantemente expresivo, vocalista conmovedor y compositor prolífico, Walker recorrió el mundo durante décadas, pisando los escenarios de festivales de renombre internacional como Glastonbury y Montreux. Sus actuaciones dinámicas llegaron a millones más a través de apariciones en televisión nacional en Late Night with Conan O'Brien, The Don Imus Show y el británico Later… with Jools Holland, consolidando así una fiel base de seguidores internacionales.

En noviembre de 2012, Walker se presentó en La Trastienda, en el marco del Buenos Aires Blues Festival. Tuvo una actuación descomunal acompañado por Nasta Súper, la banda liderada por Rafael Nasta. 

A lo largo de su carrera, Walker colaboró con íconos como Ike Turner, Bonnie Raitt, Taj Mahal y Steve Cropper; fue telonero de leyendas como Muddy Waters y Thelonious Monk; y contó entre sus amigos y contemporáneos a figuras como Freddie King y Mississippi Fred McDowell. También fue amigo cercano y excompañero de cuarto del virtuoso guitarrista Mike Bloomfield.

Su álbum debut de 1986, Cold Is the Night, lanzado por HighTone Records, marcó una llegada contundente y señaló la aparición de una nueva y poderosa voz en el blues. Lanzamientos posteriores en sellos como Verve, Alligator y Stony Plain consolidaron aún más su reputación como uno de los artistas de blues más destacados de su época. The New York Times lo elogió como “un cantante con una voz tipo Cadillac”, y señaló que sus solos “gimen con desesperación blusera”. Rolling Stone lo describió simplemente como “feroz”.

Walker fue incluido en el Salón de la Fama del Blues, nombrado USA Fellow por United States Artists y recibió múltiples premios W.C. Handy y Blues Music Awards. También fue reconocido con los prestigiosos Bammy Awards de San Francisco y recibió un premio a la trayectoria por parte de la Mississippi Valley Blues Society.

Ampliamente considerado como un “músico de músicos”, Walker se ganó su lugar en el panteón de los grandes cantantes y guitarristas de blues eléctrico junto a B.B. King, Buddy Guy y Robert Cray. Herbie Hancock lo calificó como “un tesoro nacional”. Chick Corea, con su característico ingenio, lo apodó “el Chick Corea del Blues”, mientras que Aretha Franklin lo honró de manera simple y definitiva como “el Bluesman”.

El legado de Walker perdura a través de su vasto catálogo de grabaciones, las generaciones de músicos que inspiró y los incontables fanáticos cuyas vidas fueron conmovidas por su música.