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George Harrison, Bob Dylan y Leon Russell |
Mi amigo vino a mi / Con tristeza en sus ojos / Me dijo que quería ayuda / Antes de que su país muera / Aunque no pude sentir el dolor / Sabía que tenía que intentarlo / Ahora les estoy preguntando a todos / Para ayudarnos a salvar algunas vidas / Bangladesh, Bangladesh
La década del setenta comenzó con muchos cambios en la vida de George Harrison. El primero, y más importante, fue el tumultuoso final de los Beatles. El segundo, su consolidación como solista con el éxito del álbum All Things Must Pass. El tercero fue su participación en la grabación de Imagine, el disco más trascendental de John Lennon y, probablemente, uno de los más importantes de la historia del rock. El cuarto fue su vínculo musical con Phil Spector, el excéntrico productor creador de la “pared de sonido”, y el quinto fue la demanda por plagio que tuvo que afrontar por “My Sweet Lord”. En el plano personal y amoroso, se vio afectado por su relación con Pattie Boyd y el inesperado triángulo amoroso con su amigo Eric Clapton.
Esa década también empezó con cambios y conflictos en buena parte del mundo. Uno, en especial, tendría derivaciones inesperadas en la vida de Harrison. En 1970, un ciclón devastador arrasó con buena parte de Pakistán Oriental, antes llamado Bengala Oriental, y mató a medio millón de personas. La poca o nula ayuda del gobierno central de Pakistán, separado de esa región por miles de kilómetros de territorio indio, pero también por raza, cultura, idioma y religión, fue la gota que derramó el vaso de la paciencia de los bengalíes que declararon su independencia. Se sucedieron una serie de acontecimientos políticos que derivaron en un choque armado. La violencia, las pestes y la hambruna forzaron a millones de bengalíes a cruzar la frontera para buscar refugio en la India. La catástrofe humanitaria era imparable.
El músico Ravi Shankar, que había nacido 51 años antes en Benarés, una ciudad india situada a orillas del río Ganges y cercana a Bangladesh, se vio afectado por el conflicto, especialmente por la enorme cantidad de niños que eran víctimas inocentes de esa tragedia. Entonces tuvo una idea: recurrir a su amigo George Harrison. Shankar había conocido al beatle silencioso en 1966 gracias a dos músicos de los Byrds, Roger McGuinn y David Crosby, que los presentaron en Londres. Harrison se interesó por la música hindú y poco después viajó a la ciudad de Srinagar a estudiar sitar con Shankar. Desde entonces la relación entre ambos estuvo marcada por una mutua admiración y una profunda amistad.
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George Harrison y Eric Clapton |
Shankar le expresó su preocupación por lo que estaba pasando en Bangladesh y le pidió a Harrison que le diera una mano para darle visibilidad al conflicto y recaudar fondos para la ayuda humanitaria. Harrison no se mostró indiferente y compuso la canción Bangladesh, pero supo que eso no era suficiente. Entonces decidieron organizar un concierto benéfico.
“No podía sorprender a nadie que Harrison accediera y se comprometiera tan fuertemente con el proyecto. La historia de su vida podía contarse como una serie de pequeños actos de generosidad. Siempre había sentido una compasión sincera por los necesitados, que se había hecho más intensa desde que había abrazado el hinduismo. En todo momento ser mostraba presto para sacar la billetera o la chequera. Pero en la solicitud de Shankar vio la posibilidad de usar los talentos que Dios le había dado para ayudar a mucha gente. El llamado de los refugiados de Bangladesh había calado hondo en su corazón”, explica Marc Shapiro en el libro Detrás de esos ojos tristes – La vida de George Harrison.
“Lo más importante en ese escenario era llamar la atención del mundo para que vieran que se estaba maltratando a los bengalíes. El concierto ocurrió el 1º de agosto porque ese era el único día que el Madison Square Garden estaba disponible. Así que tuve muy poco tiempo para organizarlo con Phil Spector”, dijo Harrison en una entrevista que recoge el documental 1971: el año en el que la música lo cambió todo.
Más allá del poco tiempo, Harrison logró reunir nombres importantes para ampliar el cartel del show. Bob Dylan, que desde hacía tiempo mantenía un perfil bajo, dijo que sí. Leon Russell, Billy Preston y el grupo Badfinger, también. Incluso Eric Clapton, en medio de esa novela amorosa que los afectaba, dio el ok. “Pero George tenía un motivo ulterior para reunir a un verdadero seleccionado de estrellas de la canción. La verdad era que a George le aterraba tener que encabezar un concierto de ese tamaño. Por supuesto que también quería que la presencia de todos esos músicos talentosos y populares ayudara a los pobres del mundo. Pero probablemente también le asustaba la idea de ser la única atracción de la noche”, sostiene Shapiro en su libro. Harrison, por entonces, tenía 28 años.
Otro de los músicos que participó del evento fue su ex compañero, Ringo Starr. “No me invitaron porque no querían que se convirtiera en un reencuentro de los Beatles. Pero lo llamé a George y le dije que asistiría igual”, dijo el baterista. Esa cita que se escucha en 1971…, se contrapone con la versión de Shapiro en “Detrás de esos ojos tristes”. El autor afirma que Harrison sí convocó a sus ex compañeros y que todos se mostraron entusiasmados al principio, pero que John Lennon se bajó porque le habrían negado la posibilidad de tocar con Yoko Ono, y Paul McCartney por cuestiones contractuales vinculadas a la separación de los Beatles.
“Accedí a colaborar en el concierto por la idea de trabajar con grandes talentos como Eric, Leon Russell y Ringo”, contó Spector, quien llevaba ya un par de años cerca de Harrison por su trabajo en Let it Be e Imagine. Jim Keltner, uno de los bateristas de esa noche inolvidable recordó que “George estaba muy nervioso. Tenía muchas cosas en la cabeza. No hay que olvidar que organizó todo él”.
Las entradas para el primer gran show benéfico de la historia se acabaron el mismo día que se pusieron a la venta. El 1º de agosto de 1971, hace hoy 50 años, las afueras del Madison Square Garden, en el corazón de Manhattan, se llenaron de jóvenes que querían ver el concierto, pero los tickets de la reventa cotizaban 35 dólares: una cifra altísima para la época. Muchos se quedaron afuera. Fueron dos shows magníficos, el primero comenzó a las 14 y el segundo a las 20. Harrison se sacó de encima la pesada mochila de los Beatles y disfrutó de cada de una de las canciones que tocó rodeado de grandes músicos y además cumplió con su meta. “De la noche a la mañana -concluyó Ravi Shankar- todo el mundo hablaba de Bangladesh porque salió en todos los periódicos”.
“Aunque su vida personal era un desastre, George logró convertir esos conciertos en una experiencia musical realmente fantástica. Los músicos se unieron para interpretar un amplio repertorio, creando una atmósfera electrizante que iba más allá de un simple concierto de caridad. Según algunas reseñas, el acontecimiento tuvo tal carga musical y emotiva que estaba tranquilamente a la altura de Woodstock. Cuando todo terminó, se habían logrado reunir 15 millones de dólares para colaborar con los refugiados ”, afirma Shapiro.
Harrison y Spector realizaron la mezcla de sonido del show y el 20 de diciembre de ese año salió a la venta el álbum triple The Concert For Bangladesh, con el que el músico buscó seguir recaudando fondos para los refugiados y que, con el tiempo, se volvió uno de los mejores discos en vivo de la historia.
El disco, que tuvo múltiples ediciones a lo largo de estos 50 años, comienza con una introducción a cargo de Harrison y Shankar y luego el músico indio interpreta la extensa y climática Bangla Dhun. La primera parte tiene como protagonistas a Harrison y Clapton con temas como Wah Wah y My Sweet Lord, donde sobresale el slide de
Slowhand. Luego el ex beatle se despacha con una hermosa versión de Awaiting On You All y sigue con la monumental That’s The Way God Planned it con un Billy Preston en estado de gracia divina. Ringo se suma para uno de sus temas, It Don’t Come Easy, y Leon Russell lo acompaña en Beware of Darkness. Clapton vuelve al escenario para uno de los momentos más intensos de todo el show: la oda a las seis cuerdas llamada While My Guitar Gently Weeps.
En la segunda parte, Leon Russell toma el control del escenario junto al guitarrista Don Preston para versionar a los Rolling Stones con Jumpin’ Jack Flash, a la que le adhiere Young Blood, de Leiber y Stoller. Harrison regresa junto a Pete Ham y Badfinger para una conmovedora versión de Here Comes The Sun antes de cederle al protagonismo a Bob Dylan, quien encadena un puñado de sus más grandes éxitos: A Hard Rain’s Gonna Fall, It Takes A Lot To Laugh, It Takes A Train To Cry, Blowin’ In The Wind, Mr. Tambourine Man y Just Like a Woman, siempre acompañado por el Harrison, Russell y Ringo Starr. El final lo encuentra a George con su Something y el tema compuesto para la ocasión, Bangladesh.
El concierto para Bangladesh ocurrió cuando la generación que aborrecía la guerra de Vietnman enterraba el sueño hippie que habían comenzado a velar con los festivales de Altamont y la Isla de Wight. Ese día en el Madison, con George Harrison y sus amigos sobre el escenario, de alguna manera fue el empalme hacia una nueva era que tendría un recorrido irregular, pero siempre ascendente, hasta llegar al Live Aid de 1985.