martes, 24 de octubre de 2017

Mundo íntimo


Siete años tardó Nacho Ladisa en encontrar su voz interior y así terminar de darle forma a algunas viejas canciones que llevaba adentro. En ese lapso, editó su primer álbum de covers de blues de Chicago, un paso necesario para familiarizarse con un estudio de grabación y rendir homenaje a sus maestros. Pero siempre tuvo el deseo de salir de esa zona de confort en la que el intérprete se siente seguro. Quería que sus canciones cobraran vida y rompieran las barreras de su mundo íntimo. Y finalmente hizo lo que los Easy Babies pregonan: grabó un disco de blues en español sin usar la palabra nena.

Un mundo que romper es un disco de blues con muchas variantes y matices que se manifiestan en un repertorio muy colorido. En cuanto a lo musical es como si Nacho, de un disco a otro, hubiese viajado de Chicago a Memphis. Las letras en español están muy trabajadas y encajan sin necesidad de fórceps en los temas más bluseados y también en los que tienen una impronta más soulera. Si en el primer álbum el desafío fue entrar al estudio y grabar de una, aquí fue armarse de paciencia para convivir con una larga y meditada preproducción.

El primer tema, Mi propia inspiración, es un blues que nos recuerda a Howlin’ Wolf, en el que la armónica de Andrés Fraga sobresale con intensidad y a letra hace las veces de preámbulo del disco: “Voy a retomar mi camino sin pensar / nada ni nadie me pueden dar / alguna fuerza que me ayude a expresar / si siento algo lo tengo que contar / una vez más quiero intentar creer que puedo ser mi propia inspiración”.

Te vuelvo a encontrar comienza con un punteo nacido del riñón de Albert King y Nacho le canta los desencuentros con una mujer con el groove fulminante del hammond de Gonzalo Ros de fondo. Sigue con La distancia, una balada soulera en la que el canto de Nacho no termina de acomodarse a un tema que pide una voz femenina. Rápidamente vuelve a su ritmo con Para no volver atrás, un tema que recuerda al sonido de John Nemeth. Con La frontera Nacho sigue respirando el aire de Memphis y desenfunda uno de los solos más efectivos y punzantes de todo el álbum. En la balada Las canciones de los dos revive el sonido de Guitar Slim y se acomoda mejor que en la otra desde lo vocal. La armónica de Andrés Fraga vuelve al primer plano en Desierto de sal y su espíritu campestre irrumpe en la extraordinaria Sin preguntarme a dónde ir, acompañado por Roberto Porzio en cigar box guitar y Julio Fabiani en banjo.

Hasta ahí, son todas composiciones originales. Para el final se reserva dos temas de amigos, tal vez los más tradicionales de todo el disco. El primero es La noche no termina, que escribió hace tiempo junto al armoniquista Pablo Brotzman; y Mi escape es el blues, una composición de Martín Merino (guitarrista de Tota Blues), en la que arrasa con el slide en compañía de una armónica sagaz y un piano de barrelhouse. La banda se completa con Adrian Barreiro en batería, Guido David en bajo y Brian Figueroa en guitarra, y la producción artística estuvo a cargo de Julio Fabiani.

“Mi búsqueda con este disco era hacer blues en español, pero no solamente blues con la estructura de 12 compases sino algo más… tratar de acercarme al sonido de B.B. King, Robert Cray y Albert King”, me dijo Nacho Ladisa en una entrevista para Bluscavidas.

Un mundo que romper es un ejemplo claro de cómo el blues en español puede deshacerse de los clichés idiomáticos y los 12 compases sin alterar la esencia misma del género.

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