sábado, 17 de junio de 2017

Nada nuevo por aquí


No hay nada nuevo aquí. Eso puede leerse de dos maneras. La positiva es que por ser su disco póstumo, el prócer del rock and roll no traicionó su historia y no intentó dar un giro de último momento para tratar de relanzar su carrera en el ocaso de su vida. La negativa, de alguna manera, es que el disco no aporta mucho. Los temas clásicos de Chuck Berry, los de la década del cincuenta, seguirán siendo los que todos recordaremos.

Berry no editaba un disco con canciones nuevas desde 1979 por lo que llama la atención que se haya decidido a terminarlo cuando estaba por cumplir 90 años y con su salud resquebrajada. Conociendo los antecedentes de su familia, que durante los últimos años de su vida lo paseó por el mundo dando recitales lastimosos, da para pensar que todo fue un plan premeditado para tener listo un disco y sacarlo cuando él muriera para recaudar algunos dólares más en su nombre. La versión de los Berry es que el álbum, lo venían trabajando desde hacía bastante tiempo, alrededor de 2001, incluso algunas de las composiciones son de la década del ochenta.

Más allá de esas sospechas, Chuck es un trabajo relativamente digno. Comienza con Wonderful woman, una readaptación de su clásico Little Queenie, dedicado a su mujer durante 48 años, Themetta, aquí con los solos de guitarra de Gary Clark Jr., uno de los dos invitados fuertes que tiene el álbum, y la armónica errática de su hija Ingrid Berry. Tom Morello (Rage Against The Machine y Audislave) aparece con unos riffs mortales en Big boys, una aproximación contemporánea a Roll over Beethoven. En ambos casos, los guitarristas compensan la falta de originalidad de las composiciones con talento.

You got to my head es una balada blusera con el piano de Robert Lohr como protagonista mientras que Ingrid canta a dúo con su padre. El siguiente tema, 3/4 Time (Enchiladas), un tema bastante poco conocido de Tony Joe White, que aquí los Berry convierten en un patético vals mexicano grabado en vivo con el murmullo del público de fondo. En Darling, otra vez con Ingrid en voz y el piano de Lohr, Chuck canta: "Hija, tu padre se está volviendo viejo. El tiempo pasa...".

Promediando el álbum aparece su secuela de Johnnie B. Goode, aquí llamada Lady B. Goode, ¿Qué podemos decir? Que es obvia y poco original. Sigue con She stills love you, tal vez el tema más novedoso de todo el repertorio. Jamaica moon, su reconversión de Havana moon, suena aburrida y con poco feeling. Y aquí es donde se percibe con mayor fidelidad que la sección rítmica -Jim Marsala (bajo) y Keith Robinson (batería)- no contribuye a mejorar el pulso de los temas. La banda la completan los guitarristas Charles Berry Jr. y Charles Berry III, su hijo y su nieto respectivamente, cuyo mayor atributo es la portación de apellido. Chuck se va con Dutchman, una canción-poema realmente muy buena, desde ya su mejor composición del álbum, y Eyes of man, un blues de medio tiempo bastante aceptable.

Ahora sí, ya salió el disco, venderá miles de copias, tendrá muchas más descargas... pero dentro de un tiempo nadie lo recordará. Esperemos que su familia tenga la dignidad de dejar descansar en paz al viejo Chucky y que lo que siga sonando sean sus grandes éxitos de los cincuenta, los insuperables, los que lo convirtieron en leyenda.

1 comentario:

Ernesto G. Castrillón dijo...

Estupenda crítica de un disco que no pienso escuchar. Los muertos célebres siguen dando de comer a sus voraces familiares. Y yo que creía que Yoko era la peor.