sábado, 26 de septiembre de 2015

Raíz blusera, latido stone


“Todos habíamos crecido escuchando las movidas que había por aquella época, rock and roll y todo eso, pero al final nos centramos en el blues, y siempre que estábamos juntos, fingíamos que éramos negros”. Así describe Keith Richards en su autobiografía cómo empezó su amor por el blues cuando los Rolling Stones era apenas una banda en ciernes. En su nuevo álbum solista, el cuarto de su carrera, el viejo maestro no deja dudas sobre su ADN rockero y tampoco olvida sus raíces. Su voz curtida, el sonido imperfecto de su guitarra acústica y sus años en la ruta se condensan en un blues de origen rural, Crosseyed heart, la memorable introducción de poco más de un minuto que da nombre al disco.

Ese comienzo es una declaración de principios, por si a alguno le quedaba alguna duda cuál es su esencia. El rock and roll, su sello, aparece enseguida: Heartstopper tiene un riff asesino que sería imposible atribuírselo a alguien que no sea él. Ese tema tranquilamente podría haber estado en Talk is cheap, su álbum de 1988. Amnesia es un poco más sofisticado, tal vez por el toque de Ivan Neville en teclados, pero mantiene el puslo stone y el solo de Richards, pasados los dos minutos y medio, es mortal. En el medio fluyen unos coros excelsos de dos viejos conocidos: Bernard Fowler y Sarah Dash. El disco sigue con Robbed blind, una balada bucólica al mejor estilo The Worst, con un solo acústico exquisito, un estribillo emocionante y las sutilezas de Charles Hodges al piano y Larry Campbell en pedal steel.

Trouble, el corte de difusión que se conoció hace unos meses, tiene otro riff infernal con su marca característica y una buena dosis de slide por parte de su fiel ladero, Wady Watchell. El primero de los dos covers del álbum tiene el sensual encanto del reggae, otro género por el que Richards siempre tuvo devoción. Love overdue, de Gregory Isaacs, es equiparable a Words of wonder del disco Main offender o Too rude, que Richards grabó primero con los Stones en Dirty work y luego solo en vivo en el Hollywood Palladium, en 1991. Nothing on me tiene una melodía bárbara y Richards impone su tono de voz áspero que contrasta con el delicado acompañamiento vocal de Fowler y Dash. Suspicious es otra balada intensa. Blues in the morning es un rock and roll crudo, que podría haber surgido de las entrañas de Chess Records, y que pareciera que fue grabado en una toma. El tema, además, es un testamento en clave musical de un amigo entrañable de Richards, el gran Bobby Keys, fallecido en diciembre del año pasado, que aquí interpretó un par de solos de saxo. En Something for nothing, Richards recurre una vez más a la fórmula que mejor conoce y deja un nuevo riff para la posteridad.

Illusion es otra balada dulce con un groove cancino que Richards escribió y canta junto a Norah Jones. En Just a gift, el guitarrista se mantiene apacible y lanza una verdad irrefutable: “Sigo siendo el mismo”. El segundo cover del álbum es Goodnight Irene, el clásico de Leadbelly, que Richards entona con emoción alterando un poco la letra original, otra vez amparado por el coro de ángeles negros. Sobre el final, su guitarra se vuelve funky en Substantial damage, un tema extraño, que fue incoporado al disco a último momento. Para terminar vuelve sobre otra balada, Lover’s plea, que tiene un estribillo de película y una rítmica reforzada por una notable sección de vientos.

Así como en 1988 y 1992, Richards volvió a un estudio sin los Rolling Stones y de la mano de Steve Jordan, quien coescribió con él una decena de temas. Crosseyed heart es una obra que tardó mucho en ver la luz, tal vez más de la cuenta, pero como dice el refrán, todo lo bueno se hace esperar. Keith Richards es el rey del rock and roll. No existe en la tierra otro músico que pueda disputarle el trono.


3 comentarios:

Luis Mielniczuk dijo...

Hoy lo compre, es el más grande de todos....

AntonioR dijo...

Una estupenda reseña, uno más para contribuir a la gran leyenda del riff humano. Saludos

Escuchate Esto! dijo...

Es el mas grande sobre esta tierra, no hay much mas para decir... escuchar, emocionarse, sonreir, disfrutar, todo esto me pasa cuando escuho el viejo Keith