Un nuevo astro asoma en el firmamento blusero. Tiene 29 años y su nombre no es tan difícil de pronunciar como parece al leerlo por primera vez. Selwyn Birchwood acaba de lanzar su primer disco para un sello importante en el que muestra que, además de ser un tremendo guitarrista y gran cantante, es un notable compositor. En cada uno de sus temas se percibe una búsqueda por tratar de innovar respetando la tradición, una tarea que implica un gran desafío.
Esta es su historia. Selwyn nació el 9 de marzo de 1985 en Orlando, Florida, muy cerca de Disneyworld. Su madre es inglesa y su padre de Trinidad y Tobago. A los 13 años empezó a tocar la guitarra con cierto interés, hasta que escuchó a Jimi Hendrix. Su destino entonces empezó a moldearse. Indagando en las raíces de Hendrix descubrió a Buddy Guy, Freddie King, Albert King y Albert Collins. Cuando tenía 19 años, un amigo le presentó al guitarrista Sonny Rhodes. Ese encuentro terminó de sellar su camino. Rhodes quedó muy impresionado con el joven y lo sumó a su banda. No sólo se lo llevó de gira por Estados Unidos y Canadá, también le enseñó muchos secretos con la guitarra, lo impulsó a perfeccionarse con el lap steel, le mostró los yeites del negocio y de cómo mostrarse arriba de un escenario.
En paralelo, Selwyn siguió con sus estudios y se recibió de licenciado en administración de empresas en la Universidad de Tampa. Con el título en la mano, decidió que ya era el momento de lanzarse de lleno a la música. Así fue como formó su banda y editó dos discos de manera independiente que sólo se vendieron en su zona de influencia. El 2013 fue su año. Ganó dos premios en el prestigioso International Blues Challenge en Memphis: mejor guitarrista y mejor banda. Bruce Iglauer, dueño del sello Alligator y probablemente uno de los tipos que más sabe de blues en el mundo, puso el ojo en él. Poco después llegaron a un acuerdo y Selwyn firmó contrato.
Alligator Records se caracterizó desde sus inicios por ser un sello progresista dentro del blues y su política actual es coherente con su historia. Siempre buscó un equilibrio entre la tradición y la innovación, y sus discos son testimonio del mejor blues desde hace 40 años. Hoy, además, el sello se la juega por una nueva camada de músicos jóvenes que transitan los márgenes del género respetando su espíritu. Ellos son Jarekus Singleton, Anders Osborne, J.J. Grey y Selwyn, quien tiene un estilo más clásico que el de los otros músicos mencionados, pero con un sonido más vertiginoso.
Las joyas del álbum son Walking in the lion’s den, en la que canta como si estuviera poseído por Tom Waits; en The river turned red se luce con unos solos que reflejan la amplia gama de influencias que lo moldearon como guitarrista; Love me again es una balada blusera al mejor estilo Robert Cray; y Tell me why tiene unos riffs muy power y una rítmica picante. Dos temas reflejan, por contraposición, lo abierto y creativo que es como compositor: Overworked and underpaid es un blues con una estructura bien tradicional, mientras que el tema que le sigue, She loves me not, tiene una melodía adhesiva con la onda del soul moderno. Otro momento supremo del álbum es el slow blues Brown paper bag en el que, recostado sobre el discreto sonido de un hammond, se manda unos punteos de antología.
La banda está conformada por Regi Oliver en saxos, Donald "Huff" Wright en bajo y Curtis Nutall en batería, más los aportes ocasionales de Josh Nelms en guitarra rítmica, RJ Harman en armónica y Dash Dixon en teclados, con la colaboración especial de Joe Louis Walker que suma su guitarra con slide. Don't call no ambulance es un disco al que no le falta nada y que muestra todo el potencial de un joven artista, integrante de una nueva generación de bluseros, que llevará al blues a una nueva dimensión.
3 comentarios:
buenisimo, mil gracias
Gracias por la data, no lo tenía. Ahora lo escucho
muy bueno..no lo conocía
excelente,gracias
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