martes, 31 de agosto de 2010
Pinot, místico y elegante
Dicen que el pinot noir de Oregon es uno de los mejores del mundo. No puedo asegurarlo porque nunca lo probé. Sí degusté un par de pinot californianos, de Sonoma Valley, que me parecieron exquisitos. Es una uva con mística, elegante, que va muy bien con distintos tipos de comidas. El pinot es originario de Borgoña, Francia. Es una de las cepas que integran la mezcla de la mayoría de las champañas y también se la considera una de las variedades más selectas a nivel mundial para la elaboración de vinos varietales. Ya lo dijo Miles, el personaje que interpreta Paul Giamatti en Entre Copas: “Su sabor es de los más atormentandos y brillantes, sutiles y emocionantes, y antiguos sobre el planeta". Desde hace unos años, en la Argentina se está produciendo pinot: tanto en el Valle de Uco, en Mendoza, como en algunas regiones de la Patagonia. El otro día bebí con placer y esmero esta botella de Doña Paula, hermosa y cautivante, de aromas silvestres y en boca, fresco y frutado, con un bouquet sensacional. Muy recomendable.
viernes, 27 de agosto de 2010
SRV, dos décadas después
Stevie Ray Vaughan fue un revolucionario. Murió exactamente hace 20 años cuando el helicóptero en el que viajaba se desplomó en Wisconsin, en medio de una tormenta. SRV tenía apenas 35 años y en menos de una década ya se había consolidado como un guitarrista fantástico, capaz de acaparar la atención de músicos como David Bowie, Eric Clapton, Buddy Guy. En 1990 ya era el guitarrista de guitarristas.
SRV fue de lo mejor que nos dejó los ochenta, una década de recuerdos borrosos y fotos que más de uno quisiera quemar. Hoy, SRV sigue siendo influyente en la mayoría de los músicos que tocan blues y otros ritmos; sus discos se siguen vendiendo y descargando muchísimo; su figura y su mito siguen creciendo; y su espíritu sigue alrededor nuestro.
SRV fue de lo mejor que nos dejó los ochenta, una década de recuerdos borrosos y fotos que más de uno quisiera quemar. Hoy, SRV sigue siendo influyente en la mayoría de los músicos que tocan blues y otros ritmos; sus discos se siguen vendiendo y descargando muchísimo; su figura y su mito siguen creciendo; y su espíritu sigue alrededor nuestro.
martes, 24 de agosto de 2010
Lanzamientos de agosto
Gov't Mule – Mulennium. Este álbum triple en vivo fue grabado en Atlanta la noche del 31 de diciembre de 1999. Los Mule, con un magnífico Warren Haynes a la cabeza, recibieron el nuevo milenio con un recital explosivo y memorable para los que estuvieron esa noche allí. El trío, nacido del riñón de los Allman Brothers, siempre se caracterizó por su forma visceral de llevar el blues a nuevas dimensiones. Este álbum es una reivindicación de su estilo único. Mulennium está dividido en tres partes. En la primera, hay seis temas de la banda y cuando se acerca la medianoche se zarpan con versiones de King Crimson, The Who y Led Zeppelín. El segundo disco, en los primeros minutos del año 2000, tiene una cara más blusera con la participación del legendario Little Milton. El último es un festival de covers: Power of soul, de Hendrix; Helter skelter, de los Beatles; Thirty days in the hole, de Humble Pie; Out of the rain, de Tony Joe White; I shall be released, de Bob Dylan; y Simple man, de Lynyrd Skynyrd. La última parte con Audley Freed, guitarrista de los Black Crowes, como invitado. De lo mejor de la banda.
Duke Robillard - Passport to the blues. Este es el primer disco en diez años en el que Robillard incluye todos temas propios, a excepción de uno: un cover de Tom Waits. Las canciones son un mix de blues de Chicago, swing, un toque de jazz, shuffle texano y boogie. La guitarra suena exquisita y su voz rasposa. Alternan solos de armónica, una sección de caños y un piano sutil. Robillard lleva muchos años en el ruedo. Fundó Roomful of Blues, editó decenas de discos y tocó con Bob Dylan, los Fabulous Thunderbirds, Herb Ellis, J. Geils y Waits. Todo eso lo hace hoy uno de los guitarristas más versátiles aunque con un fuerte apego a la tradición. En su paso por Buenos Aires dejó demostrado que lo que habíamos escuchado en sus cd’s no era una mentira. Hoy, con Passport to the blues, nos invita a viajar por distintas épocas y estilos de la música que ama.
Dr. John – Tribal. La primera vez que escuché a Dr. John quedé completamente hipnotizado por su voz. Hoy, casi veinte años después, cada vez que pongo unos sus discos me vuelve a pasar lo mismo. Es un cantante extraordinario y conmovedor, ya sea entonando un blues, un canto indígena, un funk o un R&B. Dr. John es Nueva Orleans y la herida de Katrina lo marcó a fuego. Sus últimos álbumes estuvieron inspirados en la tragedia y sus consecuencias. Pero aquí, en Tribal, Mac Rebennack no deja del todo las letras comprometidas pero se concentra más en su historia musical, su arraigo y su mito. Por momentos suena al Night Tripper de los setenta. Escarba entre las raíces de los ritmos de su tierra: When I'm right, I'm wrong, Pontah o el tema que da nombre al disco. En Manoovas, llueven collares de colores desde los balcones de una casa de Bourbon Street. La guitarra de Derek Trucks hace surcos entre la voz de Dr. John. Gran disco.
The Black Crowes – Croweology. Los Black Crowes son puro rock clásico sin parches ni parafernalia. Creo que ninguna otra banda tiene un sonido tan personal y setentoso como el de ellos. Con este álbum doble en vivo, en el que celebran su vigésimo aniversario, lo dejan bien en claro. Croweology es esencialmente acústico, mucho más relajado y suave que los anteriores discos de la banda. Como dice la reseña de Allmusic.com: “Se trata de veteranos experimentados que siguen buscando nuevas formas de tocar las mismas viejas canciones”. En She talks to angels o Wiser time la soulful voz de Chris Robinson se desliza melodiosa. En Remedy, los solos de Luther Dickinson y los coros acercan al sonido más típico de la banda. Good Friday se parece más a un blues tocado por Pink Floyd y Downtown money waster tiene violín, banjo, slide, armónica y mucho Mississippi. Todas las canciones están geniales. Los fanáticos de la banda van a flashear. Pero a los que no hayan escuchado tanto a los Crowes tal vez el disco les resulte un poco largo.
Los Lobos - Tin can trust. Hace treinta años que tocan juntos y son la expresión cultural del Este de Los Angeles, esa convergencia de espíritu latino con el sentimiento impostado de gringo wanna be. Su música es un verdadero arco iris de ritmos: rock, tex-mex, blues, country, rancheras, funky, canciones mexicanas y ritmos latinos. Este álbum es la voz del hombre desesperado, arrasado por una económica impiadosa y avasallado por la realidad del desencanto del sueño americano. César Rosas y David Hidalgo están hermanados desde siempre y con cada disco reafirman que son una sociedad invulnerable. Diez de los once temas de Tin can trust son propios y hay un cover de Grateful Dead: West L.A. Fadeaway. El bonus del disco es la participación en guitarra y coros de Susan Tedeschi.
Duke Robillard - Passport to the blues. Este es el primer disco en diez años en el que Robillard incluye todos temas propios, a excepción de uno: un cover de Tom Waits. Las canciones son un mix de blues de Chicago, swing, un toque de jazz, shuffle texano y boogie. La guitarra suena exquisita y su voz rasposa. Alternan solos de armónica, una sección de caños y un piano sutil. Robillard lleva muchos años en el ruedo. Fundó Roomful of Blues, editó decenas de discos y tocó con Bob Dylan, los Fabulous Thunderbirds, Herb Ellis, J. Geils y Waits. Todo eso lo hace hoy uno de los guitarristas más versátiles aunque con un fuerte apego a la tradición. En su paso por Buenos Aires dejó demostrado que lo que habíamos escuchado en sus cd’s no era una mentira. Hoy, con Passport to the blues, nos invita a viajar por distintas épocas y estilos de la música que ama.
Dr. John – Tribal. La primera vez que escuché a Dr. John quedé completamente hipnotizado por su voz. Hoy, casi veinte años después, cada vez que pongo unos sus discos me vuelve a pasar lo mismo. Es un cantante extraordinario y conmovedor, ya sea entonando un blues, un canto indígena, un funk o un R&B. Dr. John es Nueva Orleans y la herida de Katrina lo marcó a fuego. Sus últimos álbumes estuvieron inspirados en la tragedia y sus consecuencias. Pero aquí, en Tribal, Mac Rebennack no deja del todo las letras comprometidas pero se concentra más en su historia musical, su arraigo y su mito. Por momentos suena al Night Tripper de los setenta. Escarba entre las raíces de los ritmos de su tierra: When I'm right, I'm wrong, Pontah o el tema que da nombre al disco. En Manoovas, llueven collares de colores desde los balcones de una casa de Bourbon Street. La guitarra de Derek Trucks hace surcos entre la voz de Dr. John. Gran disco.
The Black Crowes – Croweology. Los Black Crowes son puro rock clásico sin parches ni parafernalia. Creo que ninguna otra banda tiene un sonido tan personal y setentoso como el de ellos. Con este álbum doble en vivo, en el que celebran su vigésimo aniversario, lo dejan bien en claro. Croweology es esencialmente acústico, mucho más relajado y suave que los anteriores discos de la banda. Como dice la reseña de Allmusic.com: “Se trata de veteranos experimentados que siguen buscando nuevas formas de tocar las mismas viejas canciones”. En She talks to angels o Wiser time la soulful voz de Chris Robinson se desliza melodiosa. En Remedy, los solos de Luther Dickinson y los coros acercan al sonido más típico de la banda. Good Friday se parece más a un blues tocado por Pink Floyd y Downtown money waster tiene violín, banjo, slide, armónica y mucho Mississippi. Todas las canciones están geniales. Los fanáticos de la banda van a flashear. Pero a los que no hayan escuchado tanto a los Crowes tal vez el disco les resulte un poco largo.
Los Lobos - Tin can trust. Hace treinta años que tocan juntos y son la expresión cultural del Este de Los Angeles, esa convergencia de espíritu latino con el sentimiento impostado de gringo wanna be. Su música es un verdadero arco iris de ritmos: rock, tex-mex, blues, country, rancheras, funky, canciones mexicanas y ritmos latinos. Este álbum es la voz del hombre desesperado, arrasado por una económica impiadosa y avasallado por la realidad del desencanto del sueño americano. César Rosas y David Hidalgo están hermanados desde siempre y con cada disco reafirman que son una sociedad invulnerable. Diez de los once temas de Tin can trust son propios y hay un cover de Grateful Dead: West L.A. Fadeaway. El bonus del disco es la participación en guitarra y coros de Susan Tedeschi.
viernes, 20 de agosto de 2010
Blues local (primera parte)
Tres bluesmen argentinos responden cinco preguntas que nos permitirán conocer cómo llegaron al blues, cuáles son sus discos favoritos y sus mejores experiencias arriba de un escenario.
1)¿Cómo empezaste a escuchar blues?
2)¿Cuál fue el primer disco de blues que compraste?
3)¿Cuáles consideras que son los tres mejores discos de la historia del blues?
4)¿Cuál fue tu mejor experiencia arriba de un escenario?
5)¿Quién es el músico argentino que mejor nos representa a nivel internacional?
Martín Luka (guitarrista y cantante)
1) Mis primeros blues los escuché de la mano de los Rolling Stones. Hace muchos años yo tenia pelo y flequillo stone. Me mataba con Little red rooster.
2) El primer disco de blues que compré (en realidad un cassette) fue Manal, de Manal, donde estaba Avellaneda blues, un tema muy especial para mí.
3) No sé si serán los mejores de la historia, pero son los que más me gustan: Born under a bad sign, de Albert King; The London Howlin’ Wolf Sessions; de Howlin’ Wolf; y cualquiera de Freddie King o de T-Bone Walter.
4) Menciono tres: cuando canté Desconfío ante dos mil personas en el primer homenaje a Pappo. Otra fue abrir el show de la Chicago All Star en el ND Ateneo, y el abrazo que me dio Bob Margolin cuando bajaba para los camarines.
Me felicitó y halagó mi voz y manera de tocar. Y la última fue la semana pasada: toqué con Javier Martínez, un gran culpable de mis blues.
5) José Luís Pardo está haciendo una carrera bárbara. Y después los grandes de siempre: el Bota y Javier Martínez y, por supuesto, el recuerdo de Pappo.
Marcos Lenn (cantante y guitarrista)
1) Empecé a escuchar blues de chico. Creo que a los diez años. Primero Manal y Pappo. También me gustaba mucho el swing.
2) El primer disco fue el Soul to soul, de Stevie Ray Vaughan & Double Trouble.
3) Considero que hay muchos imprescindibles y que seria injusto nombrar sólo tres.
4) Mi mejor experiencia fue haber tocado con Mud Morganfield (hijo,ja!) en La Trastienda y los dos shows con la banda de Muddy Waters en el ND Ateneo y en el Willie Dixon, de Rosario. Inolvidables shows por la humildad de esa gente!
5) De lo que hay en la actualidad no se si a alguno le pondría el mote de "representante internacional", porque la gente no se entera o se sabe muy poco sobre los que tocan afuera (hablando del blues obviamente). Lo sabemos nosotros, que estamos en el ámbito o porque son amigos. Desagraciadamente esas cosas no se hacen masivas, y al no haber difusión es como que no sirve. Igual, uno podría ser Luis Salinas... pero toca un poco de todo.
Nicolás Smoljan (armonicista y cantante)
1) Recuerdo que cuando tenía unos 11 o 12 años, durante unas vacaciones una prima me hizo escuchar un cassette de Muddy Waters en vivo, no recuerdo cuál era, pero seguramente haya sido el Muddy Mississippi Waters Live. Nunca había escuchado nada parecido hasta ese momento y a partir de ahí empecé a tratar de conseguir discos de blues, cosa que era muy difícil hace casi 20 años atrás en Argentina y mucho peor aún en Neuquén donde yo vivía. Cuando alguno de mis amigos conseguía un álbum nos juntábamos a escucharlo y a prestarle mucha atención. Era todo un acontecimiento. Por suerte ahora es muy fácil conseguir música de cualquier estilo y entonces tengo más de 100GB de discos de blues en MP3.
2) El primer disco que compré fue Take me back, de James Cotton. Tuve suerte: hoy sigue siendo uno de mis discos preferidos.
3) Se me hace muy complicado seleccionar los tres mejores discos de la historia del blues, pero creo que podría ser cualquier cd del sello Chess, de los años cincuenta: Little Walter, Sonny Boy Williamson II o Muddy Waters.
4) Creo que la mejor experiencia que tuve arriba de un escenario fue la posibilidad de tocar al lado de músicos a los que he admirado durante gran parte de mi vida y que aún sigo admirando como Bob Stroger, James Wheeler, Lurrie Bell, Rick Estrin o Duke Robillard por nombrar algunos. Eso ha sido lo más parecido al paraíso que conocí hasta ahora.
5) Para mi Daniel Raffo y Matías Cipiliano son probablemente los músicos más representativos dentro del estilo.
1)¿Cómo empezaste a escuchar blues?
2)¿Cuál fue el primer disco de blues que compraste?
3)¿Cuáles consideras que son los tres mejores discos de la historia del blues?
4)¿Cuál fue tu mejor experiencia arriba de un escenario?
5)¿Quién es el músico argentino que mejor nos representa a nivel internacional?
Martín Luka (guitarrista y cantante)
1) Mis primeros blues los escuché de la mano de los Rolling Stones. Hace muchos años yo tenia pelo y flequillo stone. Me mataba con Little red rooster.
2) El primer disco de blues que compré (en realidad un cassette) fue Manal, de Manal, donde estaba Avellaneda blues, un tema muy especial para mí.
3) No sé si serán los mejores de la historia, pero son los que más me gustan: Born under a bad sign, de Albert King; The London Howlin’ Wolf Sessions; de Howlin’ Wolf; y cualquiera de Freddie King o de T-Bone Walter.
4) Menciono tres: cuando canté Desconfío ante dos mil personas en el primer homenaje a Pappo. Otra fue abrir el show de la Chicago All Star en el ND Ateneo, y el abrazo que me dio Bob Margolin cuando bajaba para los camarines.
Me felicitó y halagó mi voz y manera de tocar. Y la última fue la semana pasada: toqué con Javier Martínez, un gran culpable de mis blues.
5) José Luís Pardo está haciendo una carrera bárbara. Y después los grandes de siempre: el Bota y Javier Martínez y, por supuesto, el recuerdo de Pappo.
Marcos Lenn (cantante y guitarrista)
1) Empecé a escuchar blues de chico. Creo que a los diez años. Primero Manal y Pappo. También me gustaba mucho el swing.
2) El primer disco fue el Soul to soul, de Stevie Ray Vaughan & Double Trouble.
3) Considero que hay muchos imprescindibles y que seria injusto nombrar sólo tres.
4) Mi mejor experiencia fue haber tocado con Mud Morganfield (hijo,ja!) en La Trastienda y los dos shows con la banda de Muddy Waters en el ND Ateneo y en el Willie Dixon, de Rosario. Inolvidables shows por la humildad de esa gente!
5) De lo que hay en la actualidad no se si a alguno le pondría el mote de "representante internacional", porque la gente no se entera o se sabe muy poco sobre los que tocan afuera (hablando del blues obviamente). Lo sabemos nosotros, que estamos en el ámbito o porque son amigos. Desagraciadamente esas cosas no se hacen masivas, y al no haber difusión es como que no sirve. Igual, uno podría ser Luis Salinas... pero toca un poco de todo.
Nicolás Smoljan (armonicista y cantante)
1) Recuerdo que cuando tenía unos 11 o 12 años, durante unas vacaciones una prima me hizo escuchar un cassette de Muddy Waters en vivo, no recuerdo cuál era, pero seguramente haya sido el Muddy Mississippi Waters Live. Nunca había escuchado nada parecido hasta ese momento y a partir de ahí empecé a tratar de conseguir discos de blues, cosa que era muy difícil hace casi 20 años atrás en Argentina y mucho peor aún en Neuquén donde yo vivía. Cuando alguno de mis amigos conseguía un álbum nos juntábamos a escucharlo y a prestarle mucha atención. Era todo un acontecimiento. Por suerte ahora es muy fácil conseguir música de cualquier estilo y entonces tengo más de 100GB de discos de blues en MP3.
2) El primer disco que compré fue Take me back, de James Cotton. Tuve suerte: hoy sigue siendo uno de mis discos preferidos.
3) Se me hace muy complicado seleccionar los tres mejores discos de la historia del blues, pero creo que podría ser cualquier cd del sello Chess, de los años cincuenta: Little Walter, Sonny Boy Williamson II o Muddy Waters.
4) Creo que la mejor experiencia que tuve arriba de un escenario fue la posibilidad de tocar al lado de músicos a los que he admirado durante gran parte de mi vida y que aún sigo admirando como Bob Stroger, James Wheeler, Lurrie Bell, Rick Estrin o Duke Robillard por nombrar algunos. Eso ha sido lo más parecido al paraíso que conocí hasta ahora.
5) Para mi Daniel Raffo y Matías Cipiliano son probablemente los músicos más representativos dentro del estilo.
martes, 17 de agosto de 2010
Wine song 39
viernes, 13 de agosto de 2010
The real deal
Hay un momento en el que cierro los ojos. Siento como la vibración del bajo hace temblar el piso. Huelo el dulce aroma del alcohol en el aire. Una voz cavernosa y profunda aúlla blues desde el núcleo mismo del alma. Imagino que estoy en un pequeño y concurrido bar de Chicago. Afuera hace tanto frío como podría hacerlo cualquier noche sin nieve en la Ciudad del Viento. La música no engaña. Es blues crudo, zapado, puro. Abro los ojos y vuelvo a ver a Lurrie Bell desatando torrentes de electricidad desde las seis cuerdas. Canta y toca como si tuviera el corazón en carne viva y, sin embargo, está feliz. Ya lo dijo él: su vida fue muy dura y el blues es su salvación.
***
La semana pasada Lurrie Bell se presentó en varios programas de radio tocando la guitarra acústica. Antes de empezar el show le pregunté a Mariano Cardozo, el productor, si iba a tocar un set unplugged y me respondió: “No. Pura electricidad. Lurrie está en llamas”. Mariano tenía razón. ***
Lurrie tocó diez temas en una hora y media: desde Don’t you lie to me y Honey bee hasta Got my mojo working y Messin’ with the kid. Fue un show muy intenso, con solos prolongados de Lurrie y con lugar para los punteos rockeados y con wa-wa del violero Max Valdeneu y el swing incipiente del tecladista Guillermo Raíces. La sección rítmica estuvo a cargo del “Bohemio” Rubinsztein y Gabriel Cabiaglia. Rubén Gaitán sopló su armónica en la segunda mitad del show, y Rafael Nasta y Pato Raffo subieron al escenario para el lascivo She’s nineteen years old. ***
La Trastienda estaba a full. Entre el público había muchos músicos: Don Vilanova, Emilio Villanueva, Mauro Diana, Martín Luka, Nicolás Smoljan, Huguis López, entre otros. Eso habla de la importancia en el mundo del blues de este gran guitarrista, fiel representante de la tradición. Lurrie Bell es el nexo directo entre la nueva generación blusera y los grandes maestros del blues moderno como Muddy Waters, Otis Rush, Eddie Taylor y Magic Sam. Como dicen los gringos, el tipo es The real deal… ***
En un momento, Lurrie se convirtió en Albert King. Alucinante versión de Crosscut saw. Su voz, sus solos… era todo Albert. ***
Lurrie parece un tipo sencillo. Tiene una sonrisa amplia y afectuosa y habla muy fuerte. Cuando terminó el show se sentó a firmar autógrafos y sacarse fotos con la gente. Lo hizo durante casi una hora. Sin apuro ni cara de fastidio. El tipo acababa de descargar su vida en el escenario y siguió contentando al público. Un grande.martes, 10 de agosto de 2010
“El blues es mi salvación y mi refugio”
(Nota publicada en el diario Tiempo Argentino)
Lurrie Bell se crió en las entrañas de Chicago. Aprendió todo de su padre, el maestro de la armónica Carey Bell. De niño escuchó a los grandes maestros del blues escribiendo la historia moderna del género: Muddy Waters, Albert King, T-Bone Walter, Willie Dixon. Él los vio a todos, a muchos, incluso, en el living de su casa. Bell es hoy un gran guitarrista, uno de los más dignos representantes de la escena blusera actual. Combina técnica, sentimiento y un pasado complicado y todo eso lo demuestra arriba del escenario, el lugar donde asegura que se siente más cómodo y puede dar lo mejor. “Para eso vivo”, dice.
“El blues es mi vida… desde que nací lo escucho, lo siento y lo toco. Una vez que entras al blues… no se sale más. Es mi conexión, mi salvación y mi refugio”, explica a Tiempo Argentino. Lurrie es un tipo apegado al legado familiar. Aún hoy sigue escuchando los discos de su padre, de Albert King y de Eddie Taylor.
Tuvo una vida errante, vagó por las calles, perdido, sin otro rumbo que el de la muerte trágica. Pero conoció a una mujer que, según su relato lo salvó. Así recompuso su vida y su carrera. Logró editar siete discos solista, cinco de ellos para el prestigioso sello Delmark. Antes ya había grabado con la banda de su padre y con los Sons of Blues, el grupo que formó junto a Billy Branch y el hijo de Willie Dixon a mediados de los ochenta, que sacudió los escenarios de Chicago durante un tiempo.
Hace tres años murieron su pareja y su padre. Asimiló esos duros golpes con más música, más trabajo y mayor dedicación.
A los 51 años, Bell es una eminencia. El jueves se presentará en vivo en La Trastienda. Según sus palabras, el show será tan Chicago como pueda. Estará acompañado por el guitarrista argentino radicado en los EE UU Max Valdeneu y La Argentina Blues Band, todos músicos profesionales que están acostumbrados a tocar con las grandes figuras que vienen del norte.
La promesa de un show caliente, profundo y bien eléctrico, ya está hecha: “Siempre lo doy todo. En la Argentina también. El blues se toca con el alma y eso es lo que acá van a ver”, augura el guitarrista.
Jueves a las 21, La Trastienda. Banda soporte: Los Chevy Rockets
Lurrie Bell se crió en las entrañas de Chicago. Aprendió todo de su padre, el maestro de la armónica Carey Bell. De niño escuchó a los grandes maestros del blues escribiendo la historia moderna del género: Muddy Waters, Albert King, T-Bone Walter, Willie Dixon. Él los vio a todos, a muchos, incluso, en el living de su casa. Bell es hoy un gran guitarrista, uno de los más dignos representantes de la escena blusera actual. Combina técnica, sentimiento y un pasado complicado y todo eso lo demuestra arriba del escenario, el lugar donde asegura que se siente más cómodo y puede dar lo mejor. “Para eso vivo”, dice.
“El blues es mi vida… desde que nací lo escucho, lo siento y lo toco. Una vez que entras al blues… no se sale más. Es mi conexión, mi salvación y mi refugio”, explica a Tiempo Argentino. Lurrie es un tipo apegado al legado familiar. Aún hoy sigue escuchando los discos de su padre, de Albert King y de Eddie Taylor.
Tuvo una vida errante, vagó por las calles, perdido, sin otro rumbo que el de la muerte trágica. Pero conoció a una mujer que, según su relato lo salvó. Así recompuso su vida y su carrera. Logró editar siete discos solista, cinco de ellos para el prestigioso sello Delmark. Antes ya había grabado con la banda de su padre y con los Sons of Blues, el grupo que formó junto a Billy Branch y el hijo de Willie Dixon a mediados de los ochenta, que sacudió los escenarios de Chicago durante un tiempo.
Hace tres años murieron su pareja y su padre. Asimiló esos duros golpes con más música, más trabajo y mayor dedicación.
A los 51 años, Bell es una eminencia. El jueves se presentará en vivo en La Trastienda. Según sus palabras, el show será tan Chicago como pueda. Estará acompañado por el guitarrista argentino radicado en los EE UU Max Valdeneu y La Argentina Blues Band, todos músicos profesionales que están acostumbrados a tocar con las grandes figuras que vienen del norte.
La promesa de un show caliente, profundo y bien eléctrico, ya está hecha: “Siempre lo doy todo. En la Argentina también. El blues se toca con el alma y eso es lo que acá van a ver”, augura el guitarrista.
Jueves a las 21, La Trastienda. Banda soporte: Los Chevy Rockets
miércoles, 4 de agosto de 2010
Un poeta fuera de su época
(Este texto lo publiqué hace más de un año en el blog Casi en Libertad)
Un poeta del siglo XIX fuera de su época. Un romántico, melancólico y depresivo. La guitarra. Siempre había una guitarra cerca de él y hojas de papel esparcidas en su antiguo escritorio victoriano. En ellas garabateaba frases otoñales y su pluma paría las más sutiles palabras. Es curioso que a Nick Drake no se lo ubique en el mismo lugar que a Kurt Cobain, Hendrix, Janis Joplin, Brian Jones o Jim Morrison. Todos tienen en común que murieron a los 27. Nick Drake ni siquiera llegó a esa edad. Murió de una sobredosis de pastillas antidepresivas poco antes de cumplirlos.
Las letras de sus canciones fueron siempre un abanico lírico. Apenas editó tres discos oficiales: Five Leaves Left (1969), Bryter Layetr (1970) y Pink Moon (1972). Lo descubrió Joe Boyd, el mismo tipo que llevó de gira a Muddy Waters a Gran Bretaña, que produjo el primer single de Pink Floyd y le dio color y forma a la psicodelia inglesa de los sesenta.
El trabajo de su padre hizo que Nick Drake naciera muy lejos de Inglaterra, en Birmania, unos años después del final de la Segunda Guerra Mundial. Durante los sesenta estudió literatura inglesa en Cambridge y extendió su pasión por la música perfeccionándose con la guitarra, el piano, el saxo y el clarinete. Pero las letras le brotaban. Si hasta tenía nombre de poeta. Leía a William Blake y a Henry Vaughan. Escuchaba a Bob Dylan, Josh White, Leonard Cohen y Fairport Convention.
La muerte le llegó muy rápido, pero él la esperaba. Ya en su primer disco, Five Leaves Left, la canción Fruit Tree dice: “La fama no es sino un árbol frutal / tan enfermizo que nunca florece / hasta que su tronco está en el suelo (…) / Seguro en tu lugar bajo tierra / entonces sabrán lo valioso que eras”. Drake era depresivo y sufría insomnio y abruptas crisis nerviosas. Luego de su muerte la Justicia falló que se había suicidado, pero su familia considera que fue un accidente. Lo cierto es que Drake estaba más en otro mundo que en éste.
Hoy es un artista de culto, un personaje que trascendió a su muerte y que se mantiene lejos del circuito comercial. Su vida se resume en sus discos y sus canciones. Y también en sus seguidores: R.E.M, John Martyn, The Cure, Peter Weller, Elliot Smith y hasta Norah Jones, que versionó uno de sus temas, Day is done. La magia de Nick Drake vive cada vez que alguien escucha uno de sus álbumes.
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