David Crosby no sabe cómo todavía sigue vivo, aunque asume que pronto morirá. En una puntillosa retrospectiva y con una profunda autocrítica, el músico, una de las voces más cautivantes de la historia del rock, revela toda su historia y reconoce que fue un “completo imbécil” con sus amantes y compañeros de banda, tanto con los Byrds como con Stills, Nash & Young. “David Crosby: Remember My Name”, dirigido por A.J. Eaton y producido por Cameron Crowe, es un documental que vale la pena ver.
En una entrevista para la agencia EFE, con motivo del estreno del film, Crosby dijo: “He tenido una vida larga y gran parte de la misma he sido un desastre, pero tenía que ser honesto conmigo mismo porque soy el resultado de eso. Creo que he sido muy directo en el documental, uno puede conocerme porque no me censuré nada”. Y es así, no se guardó nada.
El documental comienza con un magnífico recuerdo de cuando vio en vivo a John Coltrane y luego se aboca a la descripción del ámbito familiar en el que creció y cómo fueron sus primeros pasos en la música. El éxito con los Byrds y su expulsión del grupo; la muerte de su novia Christine, que lo marcó para siempre; su relación amorosa con Joni Mitchell; el suceso de CSNY; el abuso de drogas; la cárcel.
“Remember my Name” equivale a un recuento de cicatrices, de esas heridas que, en su mayoría, se fue infringiendo a sí mismo a lo largo de su vida. “Crucé límites que aún no se han imaginado”, reconoce el músico del bigote prominente mientras, abrumado por la nostalgia, recorre en una camioneta los senderos de Laurel Canyon.
“Los principales sujetos con los que hice música ni siquiera me hablan. Ninguno. A todos les caigo mal”, es una de sus dolorosas confesiones. Esa resignación es un poco el motor de esta etapa de su vida y, a su vez, es un pedido de disculpas público. El documental se filmó cuando todavía no había cumplido 79 años, pero ya cargaba con un trasplante de hígado, varios stents y diabetes crónica. “Cada vez que me voy de gira –con su banda solista- pienso que no voy a volver a casa”, dice mientras su esposa Jan lo mira con profunda tristeza. “Ella me ama de maneras en que no supe amarme a mí mismo”, admite Crosby.
El camino al éxito de Crosby estuvo plagado de obstáculos que, en su mayoría, él mismo se fue poniendo en el camino y así lo reconoce. No hay nada impostado en lo que dice. Su resiliencia le permite seguir adelante, aunque percibe que la muerte, que siempre estuvo a la vuelta de la esquina, ahora le respira en la nuca. Y sabe, y lo dice, que no son tanto los afectos lo que lo mantienen vivo, sino la música: “No podría vivir sin tocar”.