En la entrada de la Blues Foundation hay una estatua de Little Milton que reposa en un banco donde todos se sientan para sacarse una foto. Cruzando la puerta corrediza de vidrio se abre una gran recepción con una muestra de fotos a la derecha y un mostrador con souvienirs, discos y libros a la izquierda. Al fondo, está la escalera que desciende hasta el Hall of Fame, donde exhiben guitarras, ropas y otros objetos de colección de leyendas del blues como Lowell Fulson, Albert King, Albert Collins y muchos más.
La presentación de
Bien al Sur... la hacemos ante un puñado de personas que se sientan de frente a nosotros mientras dos fotógrafos nos apuntan y disparan. El marco, por supuesto, nos obliga a hablar en inglés y, más allá de ciertas rusticidades gramaticales, lo hacemos dignamente. Entre los oyentes está David Evans, prestigioso etnomusicólogo que escribió libros fundamentales de la historia del blues, entre ellos la biografía de Tommy Johnson. Es un tipo sencillo, amable y muy respetuoso que jerarquiza el evento con su presencia. También está Mary Jane Hancock, enviada por el nieto de W.C. Handy, quien está casado con una cubana y se mostró interesado por nuestra obra ya que habla español. También nos acompaña el querido Santiago Monsalve Uribe, talentoso guitarrista colombiano que está en Memphis junto a su compadre Santiago García para participar del International Blues Challenge. Hablamos durante una hora, respondemos preguntas, vendemos algunos libros y nos vamos con la satisfacción de haber alcanzado una meta que hacía tan solo un año nos resultaba imposible.
Salimos de la Blues Foundation con Gabriel y An y, para despejarnos y procesar lo que acabamos de vivir, nos vamos a caminar por la orilla del mítico río Mississippi y luego contemplamos el Lorraine Motel, donde en 1968 fue asesinado Martin Luther King.
Por la mañana, antes de la presentación, habíamos estado en el Peabody Hotel, histórico edificio donde, en las décadas del veinte y del treinta, decenas de bluseros realizaron míticas sesiones de grabación que hoy conforman parte del archivo musical más valioso del blues de preguerra.
Se hacen las seis de la tarde, ya es de noche y está lloviznando. La música en vivo convoca desde Beale Street. Todos los bares están absorbidos por el IBC y para poder ingresar hay que tener una cinta o llevar una credencial.
En el Jerry Lee Lewis Bar está tocando Pistol Pete, un guitarrista efervescente de Chicago que hace sonar a su power trío con mucha intensidad. Salimos de allí y vamos al Club 152. La gran figura de Backpack Johnson, dueño de una voz imponente, que prácticamente no requiere amplificación, domina el escenario. Enfrente, en el Pig on Beale le hacemos el aguante a nuestros hermanos colombianos que concursan en la categoría “Blues dúo”. Santiago & Santiago tocan un tema propio,
Travesía, un boogie y una de Durazno de Gala,
Ya es la noche. Allí comemos unos sandwiches y unas papas fritas, -¿qué otra cosa podíamos comer?-, saludamos a nuestros amigos y volvemos a cruzar Beale Street.
El sonido de una guitarra que recuerda al gran Elmore James nos obliga a entrar al Blues Hall. El violero se llama Paul Venturi y es un bestia asesina. Lo acompaña Simone Scifoni, quien toca una pequeña batería sosteniendo los dos palillos con una mano y un teclado de tres octavas con la otra. La energía que destila la dupla es fabulosa. Interpretan temas propios y un boogie lisérgico de John Lee Hooker. La gente delira con su sonido crudo y visceral. Venturi levanta la guitarra y le da con los dientes. Pura entrega y pasión.
Volvemos al Club 152 donde la “promesa” del blues Christone Kingfish Ingram participa de una jam que encabeza Chase Walker, otro violero de la nueva generación. No hay dudas de que el gordo toca bien para la edad que tiene, pero lo hace muy fuerte y distorsionado. Tal vez, si en el futuro se calma, llegará a ser un gran guitarrista. La noche termina en el Rum Boogie Café donde la sensual Tikyra Khamiir Jackson, cantante de Southern Avenue, sacude al público con su fusión de blues, soul y R&B.
El jueves a la mañana amanece fresco y nublado y empezamos el día en Sun Records. Recorremos sus instalaciones mientras la guía, muy simpática ella, cuenta la historia del lugar, que resulta ser, en definitiva, la génesis del rock and roll. En un momento suena el master original de la primera grabación de Howlin’ Wolf y quedamos aturdidos por su intensidad. La visita termina en el estudio en el que Elvis grabó That’s alright mama y por el que pasaron decenas de leyendas como Ike Turner, Johnny Cash, Carl Perkins y Jerry Lee Lewis, entre otros.
No hay tiempo que perder, el vuelo de An está por partir y la llevamos hasta el aeropuerto. Nos despedimos, nos deseamos buena suerte y con Gabriel sentimos la necesidad de volver al Mississippi. No hace falta alejarse mucho de Memphis para cruzar el límite del estado y llegar a Walls, Pero una vez aquí se nos hace difícil llegar hasta donde queremos ir. Tras varias vueltas en círculo, en medio del campo, finalmente tomamos un camino rural que nos lleva hasta la tumba de Memphis Minnie. Nos bajamos, sacamos unas fotos y enseguida volvemos al auto porque el frío es tan intenso que congela hasta nuestras mejores intenciones, Memphis, allá vamos.
Ya es de noche, damos una última pasada por Beale Street para buscar a nuestros amigos colombianos pero no los encontramos. Al que nos topamos en la calle es a Anson Funderburgh. Intercambiamos saludos y algunas palabras,pero como tiene más frío que nosotros sigue su camino arrastrado por su esposa. En el B.B. King’s escuchamos un par de temas de Asamu Johnson & The Associates of Blues, pero no nos impactan. Caminamos por Beale en busca del auto cuando oímos el inconfundible sonido de Paul Venturi y su guitarra. El escenario es otra vez el Blues Hall y el tano la rompe como el día anterior.
Veinte minutos después comemos un par de porciones de pizza parados en la calle, nos subimos al auto y encaramos, una vez, más hacia el estado de Mississippi. Tenemos poco más de una hora de viaje hasta Oxford, la ruta está muy oscura y por momentos parece que por aquí no hay nada más que nosotros y el blues.
Nos alojamos en un motel junto a la ruta y al día siguiente, tras un desayuno ligero, damos un par de vueltas por la ciudad en la que se crió el célebre escritor William Faulkner. De todos los sitios en los que estuvimos en Mississippi este es, por lejos, el que mejor preservado está. El casco antiguo parece el set de filmación de una película.
Al mediodía vamos a la Universidad de Mississippi, más conocida como
Ole Miss, el motor de la ciudad. Estacionamos el auto junto al imponente edificio de la Biblioteca y nos dirigimos al tercer piso donde un cartel anuncia la charla que estamos a punto de dar sobre
Bien al Sur. Nos recibe Greg Johnson, el curador del archivo de blues, y nos lleva a una imponente sala de conferencias. La exposición resulta más amena que la anterior. Primero porque el ámbito es más propicio y segundo porque nos sentimos más confiados. Y hasta podemos poner algunas canciones para que la gente entienda de lo que estamos hablando. Suena Little red rooster de Los Gatos Salvajes, Desconfío, Avellaneda blues y Black snake blues de Osvaldo Ferrer. Un profesor de la carrera de etnomusicología oriundo de Ghana nos plantea un debate muy interesante sobre la preservación y difusión de los orígenes del género, y contestamos algunas preguntas. Una hora después hemos concluido con la segunda presentación.
Greg Johnson nos invita a su oficina y nos muestra algunas piezas de colección invaluables: el certificado de defunción de Robert Johnson –en el que figura que murió de sífilis-, manuscritos de letras de Percy Mayfield y Tampa Red, el acetato original de Dust my broom de Elmore James, el 78 original del Crazy blues de Mamie Smith y el de Stop breaking down de Robert Johnson, y el contrato firmado por Sonny Boy Williamson con el sello Trumpet.
Allí, donde se puede rastrear hasta el núcleo del la historia del blues, desde ahora reposa nuestro libro. Tarea cumplida.