miércoles, 30 de marzo de 2011

El viejo Hubert

La fugaz aparición de Hubert Sumlin en el concierto de los Allman Brothers me llenó de emoción. Hubert es uno de los primeros músicos de blues que fue a la Argentina cuando el boom de los noventa hizo que estrellas como Albert King, Albert Collins, Taj Mahal, Robert Cray, B.B. King y James Cotton llenaran de blues los escenarios del Gran Rex, el Opera y Obras. En la Boca estaban -y todavía está- el Samobar de Rasputín y el Blues Special Club. Allí también se realizaban varios recitales y uno de los músicos que se presentó en algunas ocasiones fue Hubert Sumlin, quien incluso llegó a grabar un par de discos en vivo. Muchos de los que hoy tenemos treintaytantos vimos como el blues de Chicago se decodificaba en nuestras almas porteñas gracias a los solos de Hubert y como el influjo de la música de Howlin' Wolf penetraba los rincones nuestra existencia.

Durante su aparición en el show de los Allman Brothers vi que el viejo Hubert cargaba a cuestas con un tubo de oxígeno. Su asistente lo acompañó hasta una silla, donde se sentó y tocó los temas Smokestack lightning y Key to the highway, aunque no cantó ninguno de los dos. Fue ovacionado por la gente y también por Warren Haynes y Derek Trucks.

La noche siguiente, la del domingo 27, fui hasta el Iridium Jazz Club, sobre Broadway, en pleno Times Square, para verlo junto a su banda. A las ocho en punto, cinco músicos -todos ellos blancos y ninguno conocido- comenzaron un set que duró unos 20 minutos en los que tocaron temas tradicionales del Delta y de Nueva Orleans. Incluso en un momento dudé si había entrado el día indicado. Pero luego el cantante, quien también tocaba la armónica y la guitarra, y cuyo nombre no recuerdo, presentó al maestro. La escena se repitió: su asistente ayudó a Hubert a subir al escenario y a que se sentara en una silla.

Durante una hora tocó su clásico repertorio: la mayoría de los temas que cantaba Howlin' Wolf. Sus punteos siguen siendo exquisitos, aunque se nota que le falta fuerza y que se cansa enseguida. Es admirable que un tipo a los 79 años y con evidentes problemas de salud siga en la ruta. El público, que no era mucho, lo aplaudió con afecto y él devolvió ese cariño con sus mejores blues.

Al cabo de esa hora se fue por donde había entrado, la banda tocó unos minutos más y luego se fueron. Eran las 21.30. Pagué mi cuenta, 14 dólares por dos cervezas Amstel, y salí. En la escalera de entrada al Iridium ya se había formado una nueva fila de personas. Hubert volvería a tocar un segundo showa partir de las diez. Es que Hubert es así: lleva el blues tan adentro que va a tocar hasta morir.

lunes, 28 de marzo de 2011

Allman Brothers & friends @ The Beacon


Mike tiene más de 60 años, el pelo canoso y la barba a tono prolijamente recortada."Ya los vi en vivo 118 veces. La primera fue en 1972, pero te puedo asegurar que el show de hoy fue de los mejores", me dice en perfecto inglés y sin que yo le pregunte nada. Recién acaba de terminar el show de los Allman Brothers, es mi primera vez, y las palabras de Mike, mientras caminamos hacia la salida, reafirman que lo que acabo de vivir no fue un sueño.

Nueva York es un freezer pese a que ya llegó la primavera. Cerca de las siete y media tomé el subway hasta la estación de la calle 72 y luego caminé por Broadway tres cuadras hasta el Beacon Theatre tiritando como loco pero muy entusiasmado. De lejos vi el fulgor del neón del teatro que anunciaba lo que yo esperaba. Faltaban minutos para las ocho y el lugar estaba a pleno. Tipos como Mike se reproducían en cada centímetro del hall de entrada.

Me senté en un asiento de la fila 21 y contemplé durante unos minutos el estilo art decó del Beacon. En eso apareció una mujer en el escenario y anunció que el show que estábamos a punto de ver iba a ser histórico. Era el recital 200 de los Allman en ese teatro y el número 13 de este año. Las luces ya no volvieron y entonces vi como las siluetas de Gregg Allman, Derek Trucks, Warren Haynes, Jaimoe y los otros miembros de la banda tomaban posición. Todavía estoy buscando las palabras para describir la sensación que experimenté cuando escuché los primeros acordes de Hot 'Lanta. El sonido de las guitarras de Derek Trucks y Warren Haynes comenzó a surcar el colchón rítmico de los teclados de Gregg Allman, la base del bajista Oteil Burbridge y la triple percusión a cargo de Jaimoe, Butch Trucks y Marc Quinones.

Una pantalla gigante proyectaba imágenes psicodélicas que dibujaban figuras estrambóticas mientras los músicos se despachaban Ain't Waisting Time no More y luego uno de sus mejores temas, Midnight Rider. Después siguieron con Every Hungry Woman y Kind of Bird, donde el show cobró la forma de jam típica de los Allman: Warren Haynes y Derek Trucks comenzaron a sacar furia eléctrica de sus guitarras en un duelo a 110w. Pero todavía faltaba mucho. Y faltaba lo mejor. Como es costumbre con los Allman, en el Beacon siempre hay invitados.

Así fue que Warren Haynes anunció al legendario bluesman Hubert Sumlin, histórico ladero de Howlin' Wolf, quien subió al escenario acompañado por el armonicista Hook Herrera y el tecladista Bruce Katz para hacer un set bien bien blusero que comenzó con Smokestack Lightning, cantada por Warren Haynes, y siguió con la maravillosa Key to the Highway, en la voz de Gregg Allman. Hubert Sumlin, acompañado por un tubo de oxigeno, tocó sentado pero metió un par de solos con su sello característico. 

Ni bien ellos tres salieron del escenario vi asomar una figura que me resultó muy familiar. Una contextura física importante, un traje colorido, una boina y un bastón. "Ladys and gentelmen, Dr. John", anunció Warren Haynes. La emoción me invadió cuando lo escuché cantar las primeras estrofas de I Walk on Guilded Splinters. Terminó ese tema y Dr. John dejó los teclados, agarró una guitarra y entonó Let the Good Times Roll. Lo último del cantante de Nueva Orleans en el escenario fue Right Place, Wrong Time, tema para el que subieron Susan Tedeschi y Nigel Hall para hacer los coros. Fue un momento muy intenso, superador. Los Allman y Dr. John en un mismo escenario. ¡De no creer!

Los músicos dejaron el escenario y se encendieron las luces, pero todavía faltaba la segunda parte del show. En el intervalo pasaron un video de Hubert Sumlin tocando junto a Memphis Slim y Wille Dixon. Veinte minutos después volvieron a aparecer los Allman en escena para hacer un largo jam que incluyó apenas un puñado de temas: Dreams, Black Hearted Woman y Who's Been Talking, otra vez con la armónica de Hook Herrera y los teclados de Bruce Katz. El ultimo invitado de la noche fue el guitarrista David Grissom, con quien tocaron el clásico de Bob Dylan It Takes a Lot to Laugh, It Takes a Train to Cry y luego One Way Out. El final estaba cerca y lo que faltaba era todavía más y mejor. Para ese momento el show ya llevaba casi tres horas pero eso no le importó a nadie: Jessica, Mountain Jam y Little Martha fue el cierre perfecto, sin contar el bis con Whipping Post y una maravillosa interpretación vocal de Gregg Allman.

En el hall del teatro se forma una larga cola porque por la módica suma de 25 te podes llevar el cd triple recién quemado del show que acaba de terminar. No lo dudo, me sumo y me llevó el souvenir de la historial. Son las 12 de la noche cuando salgo del teatro. Atrás queda Mike y la música de los Allman, el southern rock que ellos crearon y que ahora mantienen vivo con shows como éste. El frío no afloja pero por alguna razón eso ya no me importa. Acabo de ver uno de los mejores recitales de mi vida y eso vale todo.

martes, 22 de marzo de 2011

In Memoriam

El otro día escribí sobre la muerte de Big Jack Jonson y recordé a los bluseros que fallecieron en el último año. Ahora se fue un verdadero ícono que deja al blues –y a la música en general- de luto. Pinetop Perkins tenía 97 años, de los cuales imagino que habrá tocado ochenta por lo menos. Cuántos golpes le habrá dado a las teclas de los pianos que tuvo entre sus manos. Cuántos blues habrá cantado hasta sentir que el alma se le escapaba por la boca. Me queda la espina de no haberlo podido ver en vivo, pero la profunda satisfacción de haber escuchado sus discos muchísimas veces.

Le pedí al músico y productor Mariano Cardozo que escribiera unas palabras sobre Pinetop, a quien no sólo vio en vivo sino que también conoció en persona.

“Recuerdo mi primer contacto con Pinetop Perkins. Fue en el Chicago Blues Festival de 2009. En el Front Porche Stage se presentaba toda la banda de Muddy Waters junto a Mud y Big Bill Morganfield. Pinetop se encontraba sentado a la sombra, debajo de un árbol, con un elegante traje verde. Llevaba sombrero y apoyaba su frágil humanidad en un bastón, el cual en su parte superior tenia la forma de un piano. En un momento, Mud Morganfield me presentó primero a su madre y luego a Pinetop. Fue un momento muy especial: Pinetop me transmitió una paz interior increíble. Vi a una persona muy dulce y educada. Nos saludó de muy buena manera a mi y a mis compadres Gustavo Rubinsztein y Juan Codazzi. Nos quedamos hablando con él un buen rato de música y distintas anécdotas. Luego, toda la banda de Muddy Waters subió al escenario y empezaron a tocar sus blues. Es un recuerdo imborrable, del histórico pianista de Muddy Waters....una verdadera leyenda”.

Foto: Mariano Cardozo, Mud Morganfield y Pinetop Perkins

domingo, 20 de marzo de 2011

The Cain Show

Rafael Nasta abre el show. Un shuffle de Jimmie Vaughan y un slow blues. Aprovecha y se luce lo más que puede. Sabe, y lo anuncia, que lo que viene, es decir Chris Cain, es “de otro planeta”. Cain aparece en escena y lo que es de otro planeta es el jardinero que lleva puesto. El tipo deja en claro de entrada que la apariencia es algo que no le importa en absoluto. Entonces balbucea unas palabras en inglés a los músicos y las cuerdas de su contorneada y reluciente Gibson -Custom 50th Anniversary 1960- descargan toda su ebullición sanguínea con Good evening baby. A partir de ese instante ya nadie tendrá dudas: Cain es un fenómeno total.

Chris Cain tiene una dulzura y un feeling asombroso. De repente se despacha con un solo abrumador en My nest is still warm, da dos pasos hacia atrás y contempla como la gente lo aplaude. Abraza su Gibson y se emociona. La besa. Está muy enamorado de su guitarra. La acomoda de vuelta en su posición y saca un par de punteos asesinos más. Esa secuencia se repetirá media docena de veces. Sigue tocando, la mayoría temas de sus discos. Eso es un gran acierto de la productora que lo trajo: cuántas veces escuchamos Got my mojo workin’ o Rock me baby. Cain interpreta canciones que muchos no conocen o que escucharon alguna vez pero no recuerdan sus nombres. Y qué importa. Mucho mejor, siempre es bueno escuchar nuevos y buenos temas. El tipo cantando tiene cosas de B.B. King. Tocando se nota que Albert King es su máxima influencia. Y al piano resultó ser una combinación de Ray Charles y Roosvelt Sykes. Cain es todo eso y mucho más.

Tal como canta Buddy Guy, Chris Cain tiene el blues de la cabeza hasta los zapatos. El tipo disfruta de los solos de Nasta. Bromea. Deja su guitarra en el piso y hace como que se va del escenario. Regresa y le da un beso a Nasta, toma la Gibson y vuelve a volar cabezas sin reparos. Y cómo canta, por favor, su voz es tan honda y punzante que es imposible abstraerse. En la Argentina no hay un solo cantante como él.

El final es bárbaro. Primero Blues Power, de Albert King, en el que hay un cambio de bajista: “Bohemio” Rubinsztein reemplaza a Mauro Cerielo. Luego siguen con una versión fabulosa de Kansas City. Los músicos dejan sus instrumentos y saludan. Cain hace lo mismo y cuando todo indica que el show ha terminado, el tipo toma su guitarra y solo frente al mundo arremete con un viejo tema de su disco Cuttin’ loose, I’m going through a love detox. La gente está como loca y lo celebra.

Una de las mejores cosas del recital de La Trastienda es que queda demostrado que hay público para escuchar otro tipo de blues además del de Chicago. No me mal interpreten: está buenísimo que traigan músicos de la Ciudad del Viento, pero está mucho mejor que traigan a tipos como Cain, de la Costa Oeste u otras regiones, que son realmente admirables. Otro punto sobresaliente es el rol de la banda. A veces, los productores juntan buenos músicos para acompañar al capo que viene de afuera pero los resultados son dispares: sobran ganas y respeto pero falta práctica y experiencia. El acierto, esta vez, fue que Nasta Super es una banda amalgamada, con Gabriel Cabiaglia en batería y Cerielo en bajo, más el aporte de Walter Galeazzi en teclados. Se fue una gran noche de blues, reveladora en muchos aspectos, auspiciosa de cara al futuro, en el que Cain se ganó las almas de todos los que pisamos La Trastienda.


viernes, 18 de marzo de 2011

Con una ayudita de mis amigos

Estos tres discos fueron editados el año pasado y tienen una particularidad en común: una lista de invitados que conforman una verdadera enciclopedia del blues moderno y que se suman a una tradición inaugurada en los noventa por B.B. King, con su Blues Summit, y John Lee Hooker, con Mr. Lucky.

Bob Corritore & Friends – Harmonica blues. Bob Corritore podría ser elegido como el mejor amigo del blues. A los 12 años escuchó a Muddy Waters por la radio y desde entonces el blues se apropió de su vida. Con el tiempo se convirtió en uno de los coleccionistas de discos más importantes de Chicago y en un interesantísimo armonicista. Durante más de tres décadas, se codeó con los popes del blues, cultivó amistades de lujo, produjo discos de Pinetop Perkins y R.L Burnside y tocó en las bandas de Willie Dixon y Otis Rush. Harmonica blues es un discazo que recopila lo mejor de Corritore. Basta con leer la lista de músicos que lo acompañan: Koko Taylor, Louisiana Red, Robert Lockwood, Jr., Eddy Clearwater, Pinetop Perkins, "Honeyboy" Edwards, Little Milton, Bob Margolin y Kid Ramos. Para ser el único disco solista que tiene editado, no está nada mal ¿no?

Joe Louis Walker’s Blues Conspiracy – Live on the Legendary Rhythm & Blues Cruise. Podría decir que el segundo tema justifica todo el disco: Walker y Johnny Winter interpretan Ain’t that cold. La viola del albino suena extremadamente voraz junto a la voz curtida del anfitrión. Pero lo bueno es que el disco tiene mucho más. Para empezar es una grabación en vivo, en el mítico crucero, en donde ciertas imperfecciones –como algunos acoples- le dan al disco una transparencia que a veces muchos músicos prefieren tapar en la post producción. Aquí son el sello distintivo de un show espontáneo, brutal y conmovedor. La lista de músicos está conformada por una selección de guitarristas extraordinarios como ser Duke Robillard, Tab Benoit, Tommy Castro, Kenny Neal, Kirk Fletcher; y otros músicos de primera línea como Mike Finnigan, Mitch Woods, Watermelon Slim y Nick Moss. A los 61 años, Walker ya es uno de los miembros de la guardia imperial del blues.

Tim Woods – The blues sessions. Hace unos días estaba navegando en busca de data del recientemente fallecido Big Jack Johnson y me encontré con este álbum del sello Earwig. Yo no conocía a Woods y me sorprendió que un músico relativamente oscuro en la escena blusera contara con la colaboración de Big Jack, “Honeboy” Edwards, John Primer, Bob Stroger y Allen Batts en su álbum debut. Leyendo un poco más comprendí que Woods es, pese a que hace 25 años que viene tocando en bares y festivales, la apuesta a futuro del sello. Cuando escuché el disco finalmente comprendí porque esos músicos decidieron colaborar con él y porqué Earwig pone sus fichas allí. Woods es un gran cantante y un violero que se balancea entre el sonido clásico de Chicago y las raíces del Delta. Otro nombre que garantiza larga vida al viejo y querido blues.

martes, 15 de marzo de 2011

Big Jack Johnson q.e.p.d

Big Jack Johnson pertenecía a esa raza de músicos sureños apegada a su tierra, el Mississippi profundo, que cargan de por vida con el bagaje de la tradición. Aprendió los blues gracias a su padre y la magia de B.B. King, y consolidó su estilo junto a sus brothers Frank Frost y Sam Carr. El trío definió el sonido moderno del blues del Mississippi. Como los Jelly Roll Kings grabaron en 1979 Rockin’ the juke joint down, uno de los discos emblemáticos de esa época. Ese fue el debut discográfico de Big Jack, quien con el tiempo editó más álbumes para el sello Earwig y también para M.C. Records. Lo último que grabó fue el año pasado como invitado en el álbum debut de Tim Woods, The blues sessions, aunque hay versiones que habría dejado un disco póstumo.

Big Jack Johnson se fue ayer a los 70 años. Todavía no está claro el motivo de su muerte, pero los pocos artículos que encontré en la web hablan de que estaba muy enfermo. Murió en Memphis, sin seguro médico y sin dinero para su funeral, que ahora se está tratando de recaudar con la venta de algunos cd's. Es triste cuando tipos grosos como éste, que venimos escuchando desde hace mucho tiempo –en mi caso 20 años-, nos dejan. Hace poco murieron Phillip Walker, "Little Smokey" Smothers, Gary Moore, Eddie Kirkland y Johnny Nitro, y hay muchos, como Otis Rush, que están muy enfermos y ya no pueden tocar. Pero es cierto que el blues no va a morir nunca, porque la música trasciende al tiempo, a las penurias y día a día surgen en distintas partes del mundo músicos y entusiastas que levantan la bandera del género con pasión.


viernes, 11 de marzo de 2011

Nacional y Popular

Acaba de salir un vino auténticamente peronista. Es una creación del artista Helmut Ditsch y el enólogo Gerardo Cacace. Se trata de un tinto de corte conformado por malbec, cabernet sauvignon, sangiovese y syrah. Viene con tapa a rosca y saldrá unos 20 pesos. Supongo que habrá mucha gente que tratará de conseguirlo a toda costa y otros que preferirán quedarse en sus casas con sus bananas.

Ante semejante acontecimiento peronístico se me ocurrió preguntarle a mi amigo René Roca, pejotista de la primera hora, su opinión:

Es la hora de los pueblos, dijo el General. Y vaya que lo es cuando irrumpe en escena un vino de las características de ‘El justicialista’, un Nacional y Popular (podría llamarse así la cepa) con la calidad de nuestras vides y el talento de los hacedores argentinos. Es la hora de los pueblos cuando se arrima, semejante artista, a compartir sus musas con la masa. Es la hora de los pueblos cuando nuestra bebida nacional está etiquetada con la imagen de ese varón argentino y la inigualable dama de la patria”.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Lady Day

Ayer fue el Día Internacional de la Mujer y me puse a pensar en todas esas mujeres que han llenado mi alma de música. Cuando era chico, la primera cantante que me volvió loco fue Janis Joplin. Luego, a medida que me fui metiendo en el mundo del blues y el rock, fui descubriendo a diosas como Koko Taylor, Etta James, Bessie Smith, Joni Mitchell y Rickie Lee Jones. El blues dio paso al jazz y así llegué a Sarah Vaughan, Ella Fitzgerald y Dinah Washington. Pero entre todas ellas, rondando desde hacia tiempo, estaba la magia de Billie Holiday. Sin dudas, sus canciones y su forma visceral de interpretarlas cambiaron el rumbo de la música popular estadounidense. Dueña de una voz formidable, única, Billie sufrió la vida como pocos (abusos, maltratos, droga y alcohol en exceso) y en cada una de sus interpretaciones dejó traslucir el dolor que llevaba en sus entrañas. Estos cinco discos son apenas una aproximación a su obra y al legado de la cantante más impresionante del siglo XX, quien en breve pasará a formar parte del Salón de la Fama de la Mujer de Estados Unidos.

Billie Holiday – Lady in Satin (1958). Ya hice una reseña de este álbum en un post de noviembre de 2009, sobre mis diez discos preferidos de mujeres. Entonces escribí: “Ya sé que no es su mejor disco. Pero lo elijo por el topetazo fulminante que me causó la primera vez que lo escuché. El comienzo con I’m a fool to want you es tan demoledor como el efecto que hicieron la heroína y el alcohol en su cuerpo. Lady in Satin fue grabado un año antes de su muerte. A pesar de que tenía 42 años, su voz parecía la de una mujer mucho mayor. Los arreglos de la orquesta de Ray Ellis pueden ser un poco pastosos por momentos, pero el sentimiento de dolor y padecimiento que sale de la voz de Billie es de lo más auténtico que jamás se haya grabado”.

Billie Holiday – Billie’s blues (1988). Este compilado del sello Blue Note fue el primer disco de ella que tuve en mis manos. El álbum abarca tres períodos. Los primeros diez temas son parte de un concierto que la cantante dio en enero de 1954 en Alemania junto a músicos de la talla de Buddy DeFranco, Carl Drinkland y Sonny Clark. Después sigue con cuatro canciones grabadas en Nueva York para el sello Aladdin y cierra con una versión tempranera de Trav’lin’light grabada en 1942 en Los Angeles para el sello Capitol. Imprescindible para empezar a descubrir su música

Billie HolidaySongs for distingué lovers (1957). Este disco fue editado por el sello Polygram originalmente con seis canciones: Day in day out, A foggy bay, Stars fell on Alabama, One for my baby, Just one of those things y I didn't know what time it was. Varios años después salió una edición con doce canciones y luego otra con 18. Al igual que en Ladyin Satin, la voz de Billie es oscura y denota la pesadilla que estaba viviendo. Pero lo asombroso es que interpreta cada uno de los temas con un feeling imposible de superar. La banda que la acompaña es un verdadero lujo: Ben Webster (saxo tenor), Harry “Sweets” Edison (trompeta), Barney Kessel (guitarra), Jimmy Rowles (piano), Red Mitchell (bajo) y Alvin Stoller (piano). Son canciones para escuchar hasta morir.

Dee Dee Bridgewater - Eleanora Fagan (1915-1959) / To Billie with love from DDB (2010). Dee Dee tiene 60 años y nació en Memphis. Como muchos músicos de color que no encontraron su lugar en los Estados Unidos y tuvieron que emigrar a Europa, ella logró consolidar su carrera en Francia. Su primer disco solista lo grabó en 1974 (Afro Blue) y desde entonces lleva editados unos 15. El último, del año pasado, es un fabuloso tributo a Billie Holiday (cuyo verdadero nombre era Eleanora Fagan). Basta escuchar el primer tema, Lady sings the blues, para darse cuenta que estamos en presencia de algo más que un tributo. Dee Dee le impone su propio estilo a las canciones devolviendo de alguna manera todo lo que aprendió de Billie. La acompañan James Carter (saxo y clarinete), Edzel Gómez (piano) Cristian McBride (bajo) y Lewis Nash (batería). Brillante.

Billie Holiday – Remixed & reimagined (2007). Este disco no es para puristas. El sello Columbia reunió a una serie de músicos, rappers y disc jockeys para abordar desde una perspectiva más moderna la música de Billie Holiday. El resultado es dispar. Hay algunos temas que están realmente buenos, que tienen mucho groove, pero hay otros en donde se pierde la esencia de Lady Day. De todas maneras, es un buen álbum para que las nuevas generaciones lleguen a ella y también para escuchar en una fiesta o en una reunión con amigos. En cierta medida es una demostración de que, más allá de los arreglos o el coqueteo electrónico, su música es universal y eterna.

lunes, 7 de marzo de 2011

British invasion

Adele – 21. Algunos dicen que esta joven inglesa es la “nueva Amy Winehouse”. Creo que esas comparaciones son siempre odiosas. Adele es Adele. Si bien es cierto que tiene un tono de voz similar al de Amy, el resto de su producción, puesta en escena y hasta su aspecto están en las antípodas. Su caso es muy particular: desde la época de los Beatles ningún artista había logrado tener dos discos en el top five británico. Es decir, sus trabajos 19 y 21 se regodean en el chart y Adele no para de sumar seguidores. Más allá de esta cuestión híper comercial estamos en presencia de una gran cantante y compositora, que supo absorber lo mejor de divas como Dusty Springfield, Carole King, Lisa Stanfield y Etta James. 21 es un gran álbum en el que se destacan dos canciones extraordinarias: Someone like you y Rolling in the deep.

Beady Eye - Different gear, still speeding. Luego de la pelea entre los hermanos Noel y Liam Gallagher en 2009, que terminó con la partida del primero de Oasis, el segundo decidió seguir adelante junto a Gem Archer, Andy Bell y Chris Sharrock. Si bien es cierto que en algún momento pensaron seguir enrolados bajo el nombre que los hizo tan famosos, luego optaron por llamarse Beady Eye. Según Liam, el nombre lo eligieron porque es “fucking cool”. Obviamente este disco podría ser un nuevo álbum de Oasis, aunque tiene un sonido bastante más retro, ya que Noel era quien estaba más volcado a la música moderna. Aquí tenemos buen rock and roll, con guitarras furiosas y con algún guiño al blues en el que sobrevuela una armónica chillona. En Different gear, still speeding quedan bien patentes las influencias beatle y stone de Liam.

Radiohead - The King of Limbs. Mi relación con Radiohead es muy particular. Los amantes de la banda seguramente no van a estar de acuerdo conmigo: creo que sus discos de los noventa, The Bends y Ok Computer, son insuperables y todo lo que hicieron desde entonces está dentro de un espiral creativo y experimental bastante elitista. Es difícil que alguien que escucha blues disfrute de algunos de sus últimos trabajos, incluso de su ópera maestra Kid A, el álbum con el que abrieron la década pasada. La fusión de texturas y sonidos, y su perpetua búsqueda de lo nuevo están dirigidas a un público fiel que ya tiene el oído acostumbrado a su música. En definitiva, para los bluseros y los rockers este disco puede servir como una “cortina”, para escuchar algo distinto cuando pinte. Pero si eso ni siquiera les interesa, no pierdan el tiempo: ninguna de las ocho canciones los va a conmover.

viernes, 4 de marzo de 2011

El otro lado del mundo del vino

En los últimos años, a la par del crecimiento de la industria vitivinícola, se editaron gran cantidad de libros dedicados al vino. Algunos fueron oportunistas y otros muy interesantes. Pero pocos fueron reveladores. El libro de la periodista mendocina Natalia Páez entra en la última categoría. Mitos y leyendas del vino argentino cuenta historias añejas sobre fantasmas, pequeños emprendedores y oscuros bodegueros. Además, en sus páginas ventila anécdotas que van de San Martín a Eva Perón y también desmenuza la relación entre el vino y dos pasiones argentinas como son el tango y el fútbol. Este libro está lejos de esas publicaciones aburridas que describen los aromas y colores de los caldos. Aquí hay anécdotas y relatos jugosos y novedosos escritos con una prosa impecable. (Editorial Aguilar – 69 pesos).

miércoles, 2 de marzo de 2011

Lanzamientos de febrero

North Mississippi Allstars - Keys to the Kingdom. Acá tenemos a una de las bandas más innovadoras de los últimos años, un power trio feroz que supo combinar el poderío del rock con las raíces más profundas del Mississippi, algo así como una cruza perfecta entre los Black Crowes y R.L Burnside. Y la comparación no es caprichosa. Luther Dickinson (violero de los Black Crowes), su hermano Cody y el bajista Chris Chew aporrean los doce compases como si dejaran la vida en cada tema. Este último disco es bastante más melodioso que los anteriores. Está inspirado en la muerte de Jim Dickinson, el padre de los hermanos, célebre músico y productor que trabajó con Bob Dylan, los Rolling Stones y Primal Scream, entre otros. El álbum tiene muy buenas canciones (un cover de Dylan formidable) y algunos invitados de lujo: Ry Cooder, Mavis Staples, Alvin “Youngblood” Hart y el pianista Spooner Oldham. Imperdible.

Roomful of Blues - Hook, line and sinker. Si bien es cierto que los músicos que hicieron grande a esta banda –Ronnie Earl, Sugar Ray Norcia, Duke Robillard, Ron Levy, Curtis Salgado- ya no están, los que se calzan hoy el overol del jump blues forman un equipo muy sólido que suena como si todo el pasado del grupo hubiera quedado condensado en ellos. Este disco, el número 15 de la banda, es realmente excepcional: el cantante Phil Pemberton, el guitarrista Chris Vachon y el saxofonista Rich Lataille -el único miembro original que queda- son los pilares de la magia festiva de los Roomful. Hook, line and sinker es un gran disco: fue creado para pasarla bien y está inspirado en temas de Floyd Dixon, Earl King, Clarence “Gatemouth” Brown, Amos Milburn y Leiber & Stoller.

Jeff Beck - Rock 'n' roll party (Honouring Les Paul). No esperen de este disco una nueva faceta experimental de Jeff Beck. Por el contrario, tenemos al guitarrista repasando temas de los cuarenta y cincuenta, algo así como lo hizo en 1993 con Crazy legs. Este álbum, grabado en vivo junto a la banda de Imelda May un año después de la muerte del patriarca de la guitarra eléctrica, se balancea entre el rockabilly, el jazz y el jump blues. Rock ‘n’ roll party es muy pilas y entretenido. La guitarra de Jeff Beck se luce junto a las voces de May y Darrell Higham. Además, hay un par de invitados que le dan un plus extra al disco: Brian Setzer, Gary “U.S.” Bond y Trombone Shorty.