Las cosas a veces no salen como uno espera pero eso no implica que salgan mal. Tal vez, para el que enarbola la bandera del blues más puro y autóctono, y que considera que sólo eso es blues, escuchar a un negro nacido en el corazón del Mississppi, al que presentó como uno de los últimos exponentes del Delta, tocar rock and roll al palo toda la noche, pisando el wah wah a cada instante, resulte un fuerte golpe a sus convicciones. Más si esa persona es uno de sus músicos y tiene que asentir a todas las órdenes del negro. Eso pasó el sábado a la noche en Mr. Jones: Super Chikan no bajó un cambio desde que, a las 23,50, arrancó con Hideway hasta el final atronador con el slide chirriante sobre las cuerdas de un moderno diddley bow, cuando las agujas del reloj acariciaban las 2 de la mañana. Adrián Flores, baterista y productor del evento, no pudo disimular su malestar en el escenario por los temas elegidos por Super Chikan pero no se detuvo y demostró que él también puede buen tocar rock and roll.
James Johnson, más conocido como Super Chikan, nació hace 65 años en el poblado de Darling, al norte del Mississippi, a media hora de Clarksdale, ciudad que con el tiempo convirtió en su hogar. Allí tiene su casa, su taller -donde fabrica sus extrañas guitarras- y los escenarios que suele frecuentar como el de Ground Zero y el de Red's. Tiene editados una decena de discos, uno junto a Watermelom Slim, y está considerado como uno de los referentes actuales del blues más crudo del Delta del Mississippi. Flores no compró gato por liebre, eligió bien, sólo que esta vez Super Chikan tenía ganas de rockear.
La primera media hora del show fue muy intensa. Juan Codazzi en guitarra rítmica y Juancho Hernández en bajo acompañaron al maestro con mucho entusiasmo, al igual que Flores quien, con su característico vozarrón, anunciaba: "From Clarksdale, Mississippi, Mr. James Super Chikan Johnson". Entre tema y tema Flores repetía su presentación, pero ya más como para recordarle a Super Chikan de dónde venía que para dejarle en claro al público a quién estaban viendo. Claro está que no se atrevió a gritarle "¡Play the blues!", como si lo hizo con Buddy Guy, desde la platea del Gran Rex, la primera vez que el guitarrista vino en los noventa.
Toda esa primera parte, en la que se despachó con una demoledora versión de Kansas City, Super Chikan tocó una curiosa guitarra abrillantada con forma de gallina que tuvo que dejar a la fuerza cuando, mientras interpretaba una furiosa versión de Woke up this morning, cortó una cuerda. Entonces tomó una de doble mástil e interpretó Crosscut saw sin variar ni un ápice la intensidad de su presentación. Acto seguido, tuvo un falso arranque blusero pero el cable le impidió seguir y la banda se detuvo. Lo cambió y Flores lo miró entusiasmado como diciendo "por fin vamos a tocar un blues", pero eso no estaba en los planes de Super Chikan quien se despachó con el clásico Hound dog.
Mientras, abajo del escenario, un hombre mayor, de unos setenta y pico, un Virrey Bianchi doblegado por el alcohol y la noche, se había entusiasmado con el rock and roll y su voz se hizo notar. Primero pidió a los gritos "Carrozas de fuego (?)", pero enseguida se corrigió y reclamó "Ruta 66". Como lo ignoraron desde el escenario, el hombre pensó que tal vez si lo pedía en inglés Super Chikan lo iba a complacer y gritó: "Sistisis", que sonó más a cistitis que sixty six. Tampoco tuvo suerte. Volvería a intentarlo un par de veces más hasta que se fue del bar resignado cuando el show aún no había terminado.
Siempre al palo, Super Chikan encadenó Baby what you want me to do, Boom boom –una versión que envidiarían los Barbados de ZZ Top- y You don't have to go. Punteó con la lengua, movió la pelvis e hizo algunos pasos de baile bastante llamativos. Eso sí sus solos fueron siempre impecables y la banda se mantuvo firme en todo momento.
Fue sobre el final cuando tomó su moderno diddley bow de seis cuerdas (el diddley bow original es un primitivo instrumento de una sola cuerda) y Flores aprovechó para invitar al escenario Roberto Porzio, quien se aproximó entusiasmado con su cigar box guitar, pero Flores le pidió que usara la Les Paul dorada de Codazzi. Era la última oportunidad para tocar un blues, la noche se extinguía y ya no había tiempo para más. Super Chikan miró a los músicos y dijo: "Boogie woogie". Flores se dirigió a Juancho Hernández y balbuceó su frustración: "Otro rock and roll".
El show fue muy bueno y el sonido a cargo de Rogelio Rugilo estuvo a la altura de Super Chikan, quien demostró que el blues no es una caja cuadrada sino que tiene variantes y que se puede tocar más rápido o con mayor intensidad, rockearlo por decir de otra manera, sin perder la esencia blusera.