martes, 29 de diciembre de 2015

Los diez mejores discos del año

Vale aclarar que esta es una selección muy personal.


                                                   Keith Richards - Crossedeyed heart


                                                               Tinsley Ellis - Tough love


                                                     Shemeika Copeland - Oustskirts of love


                                                        Billy Gibbons - Perfectamundo


                                               Wee Willie Walker - If nothing ever changes


                                                     Igor Prado Band - Way down south


                                                    Slam Allen - Feel these blues


                                               Gregg Allman - Back to Macon, GA


                                               Carlos Elliot Jr. Del Otún & el Mississippi


                                                 Carlo Ditta - What I'm talking about


                                              MEJOR DISCO NACIONAL



                                                      Daniel De Vita - Southside blues


                                                       MEJOR REEDICIÓN


                                              Chicago Blues Allstars- Loaded with the blues
                                              (Sunnyland Slim, Willie Dixon, Johnny Shines,
                                                               Walter Horton y Clifton James)  

domingo, 20 de diciembre de 2015

Cuando la perfección sacude emociones

Fotos Edy Rodríguez

Había algo que se sabía de antemano: David Gilmour es uno de esos músicos que en cada show busca la perfección y, por lo general, la alcanza. Los arreglos, los solos, las armonías vocales y la calidad del sonido siempre fueron para él una obsesión desde que compartía el liderazgo de Pink Floyd con Roger Waters, o cuando quedó solo al frente de la banda y también a lo largo de su carrera solista. Lo del viernes a la noche, en el amplísimo predio del Hipódromo de San Isidro, fue una demostración de talento y profesionalidad. Un estallido de emociones. Satisfacción garantizada.

La llegada a San Isidro fue caótica. Viernes, hora pico. Colapso de autos para salir de Capital y lo mismo para entrar al feudo de Posse. Gilmour y su banda no tuvieron ese problema: accedieron al hipódromo de contramano por Avenida Márquez en tres combis con un par de motos de la Policía Federal abriéndoles el paso. La organización también fue muy deficiente, apenas habilitaron un par de accesos sobre Márquez y mucha gente reportó que ingresó muy tarde al show y otros ni siquiera pudieron entrar.

Como en todos los mega eventos híper costosos de los últimos años, los más acaudalados tuvieron el beneficio de poder sentarse de frente al escenario en la denominada platea VIP. Para el resto de los mortales, se abrió la tranquera del fondo y nos arreglamos como pudimos. Por suerte había una segunda línea de pantallas bien ubicadas que permitió que mucha gente lo viera muy bien y sentada, aunque bastante lejos del escenario. Las columnas de sonido también estaban muy bien colocadas y todo sonó perfectamente ecualizado y en el volumen adecuado. Ni una fritura, ni una interferencia. Es difícil calcular cuánta gente había, pero estimo que no menos de 60.000 personas.

El show comenzó a las 21.30 con el solo profundo de 5 AM, como para entrar en calor, y siguió con Rattle that lock y Faces of stone, tal como empieza su último disco. La primera explosión del público llegó bastante rápido cuando Gilmour, con la voz apenas cascada, tomó la acústica y lanzó los primeros acordes de Wish you were here. Todos cantaron junto a él. Fue un momento muy emotivo. En esa primera parte tocó algunos temas más de Pink Floyd, como la célebre Money, Us and them y High hopes, que intercaló con In any tongue y A boat lies waiting, de su último trabajo, y The Blue, del disco On an island (2006).

El viento fresco fue un compañero inesperado en lo que pintaba que iba a ser una hermosa noche de verano. Como el predio estaba muy abierto con el correr de los minutos el frío empezó a hacerse sentir, especialmente en el intervalo de 20 minutos que Gilmour se tomó en el medio del show. Los que estaban en bermudas, los de manga corta y ni hablar las que tenían musculosas sobrellevaron la noche como pudieron.

Lo visual también fue clave en el show. Muchas de las canciones estuvieron acompañadas por videos muy locos y cuando las cámaras enfocaban a Gilmour o sus músicos se destacó una secuencia de efectos, entre novedosos y psicodélicos, y muchos juegos de luces.

Pasadas las 23, el guitarrista volvió al escenario con una descarga a puro Pink Floyd. Encadenó Astronomy domine, Shine on you crazy diamond, Fat old sun y la extraordinaria Coming back to life. En clave de blues, al mejor estilo Tom Waits, interpretó The girl in the yellow dress y luego, haciendo gala de sublimes armonías vocales y una buena guitarra funky, arremetió con Today, ambas de Rattle that lock. Para el final se reservó otras dos de la legendaria banda británica: Sorrow y Run like hell, cantada a dúo con el bajista Guy Pratt. Gilmour, rodeado de sus músicos, encabezados por su guitarrista rítmico y director musical Phil Manzanera, saludó de manera afectuosa al público y se retiró en medio de una imponente ovación. Apenas unos minutos después volvió para entrelazar en los bises Time, Breathe y Comfortably numb.

Mientras escuchaba esas canciones recordé cuánto me gustaba Pink Floyd cuando estaba en el secundario. The Wall desató mis pensamientos más libertinos, El lado oscuro de la luna me cambió la cabeza y Wish you were here me enamoró. El tiempo pasó y el blues se adueñó de mi vida, pero nunca dejé de escuchar y recordar aquellas melodías de una época en la que estaba bien enfrentarse con el mundo y deambular por las calles con una mochila toda pintarrajeada con los nombres de tus bandas de rock favoritas. Gilmour ayer removió parte de ese pasado con aquellas viejas canciones y nos trajo de regreso a la actualidad con su nuevo material. Fue un viaje alucinante.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Las páginas del blues local

Fotos Mariano Valdivieso
Hay momentos en la vida que quedan eternizados y el del martes a la noche fue uno de esos. Bien presentes tengo las caras atentas de mucha gente querida, de músicos a los que admiro profundamente y de otros desconocidos que se acercaron para escucharnos hablar sobre nuestro libro. En apenas media hora sintetizamos el laburo de dos años, que incluyó decenas de entrevistas, gran cantidad de material bibliográfico leído y larguísimas horas frente a la computadora. Bien al Sur es una obra que escribimos con total responsabilidad, con la idea de dejar un primer testimonio de la historia del blues en nuestro país.

El lugar de la presentación fue el Balcón del Blues, ahí en la zona del Abasto, un bar muy cálido y bien ambientado que nos abrió la puertas con la mejor onda: Braca, Jorge Ramos y todos los que trabajan ahí son campeones del mundo. Poco después de las 20.30, Gabriel Grätzer, Leandro Donozo (nuestro editor) y yo nos subimos al escenario y nos acomodamos en unas banquetas con un micrófono para cada uno. Para mí fue una experiencia novedosa. Esta vez yo estaba arriba de la tarima y los músicos abajo. Apoyé el vaso de cerveza sobre un amplificador mientras el reflector me enceguecía un poco. Tal vez eso último me ayudó a calmar los nervios. Leandro hizo una introducción del libro y cuando terminó fue mi momento de exponer. Luego siguió Gabriel y sobre el final tomé de nuevo la palabra. Transmitimos nuestro mensaje, contamos de que va el libro y recibimos un fuerte aplauso. De las palabras pasamos a la música..

Jorge Senno, guitarrista excepcional que combina el country blues más puro con el blues de raíz porteña, comenzó su set con un tema instrumental de Stefan Grossman, Bermuda triangle exit, siguió con Barraca peña, de su autoría, y cerró con dos canciones de Manal: Informe de un día y Todo el día me pregunto. Alternó entre una guitarra acústica con la firma de Grossman y una reluciente resonadora. En dos de las canciones contó con la colaboración del gran armoniquista rosarino Franco Capriati.

Unos minutos después, la emblemática figura de Botafogo copó el escenario del Balcón. Décadas de experiencia: Pappo's Blues, Avalancha, Carolina, Durzano de Gala y una extensa trayectoria solista son parte de su curriculum musical. Luciendo un sombrero tipo Panamá y un saco celeste que cubría una polémica remera, el Blues Maestro se acomodó en la banqueta y, con humor y filosas ironías, se quejó de que el blues tenga poca difusión en los medios y se mostró emocionado con algunas cosas que revelamos en el libro, de cómo sus métodos para aprender a tocar la guitarra llegaron hasta los puntos más recónditos de nuestro país y América del Sur. Al igual que Senno, utilizó dos guitarras, y su repertorio de tres temas se lo dedicó a Pappo, como suele hacerlo últimamente. Tocó Slide blues, Blues para mi guitarra y Desconfío. ¡Un lujo!

El final fue eléctrico. Un grupo de buenos amigos del blues y notables músicos con su raíz en La Escuela de Blues se unieron para celebrar el lanzamiento de Bien al Sur. Nico Smoljan (armónica), Julio Fabiani (guitarra), Roberto Porzio (Cigar Box guitar), Mauro Diana (bajo) y Gabriel Cabiaglia (batería) arrancaron con Conseguite otra mujer, el clásico de los Easy Babies, cantado por Mauro Diana. Después Nico Smoljan invitó a Adrián Jiménez al escenario para un duelo de armónicas en That's all I need, de Magic Sam. Y para terminar, Julito Fabiani le dio su Les Paul a Gabriel Grätzer que cerró la noche con Highway 49.

Abajo había muchos más músicos: Daniel Raffo, el mítico Rubén de León de La Banda del Paraíso, Ricardo Muñoz, Matías Cipiliano, Fernando Heller, Claudio Kleiman, Marcelo Marín, Miguel Ángel Romeo, Florencia Andrada, Daniel De Vita, Mariano Cardozo, Diego García Montiveros y algunos de los integrantes del coro Boulevard Gospel Singers. A todos ellos y a nuestros amigos que difunden el blues a pulmón -Luis Mielniczuk, Mati Colombatti, Guille Blanco Alvarado y el Tano Rosso- (espero no olvidarme de ninguno), muchas gracias por una noche alucinante en la que presentamos las primeras páginas del blues local.

sábado, 12 de diciembre de 2015

Celebración


El 30 de marzo, Eric Clapton cumplió 70 años y lo celebró a lo grande unas semanas más tarde en el palacio de la música londinense, el Royal Albert Hall. El álbum doble más DVD que acaba de ser editado bajo el título de Slowhand at 70 también representó su show número 200 en esa emblemática sala de conciertos. Clapton se vistió de gala para la ocasión: sacó a relucir todo su talento, rodeado por los músicos con los cuales se siente a gusto desde hace muchos años -Nathan East, Paul Carrack, Andy Fairweather Low, Steve Gadd y Chris Staiton-, interpretando algunas de sus canciones más emblemáticas y versiones que lleva tocando desde hace más de 40 años.

El primer CD empieza con Somebody´s knockin' on my door. Flota olor a blues en el ambiente y siete minutos después arremete con el clásico Key to the highway. Tell the truth y Pretending aportan la cuota rockera necesaria para cumplir con esa parte del público hasta que el guitarrista vuelva a las aguas fangosas del blues con Hoochie coochie man. Clapton se hace a un lado del micrófono y deja que Carrack cante You're so beautiful, una balada que lleva la firma de Billy Preston. Luego la banda regala uno de los momentos más bellos con una versión de Can't find my way home, aquí con East ocupando el rol vocal de Steve Winwood. La primera parte se va con otro de los temas que Slowhand lleva años tocando, su reggae favorito, I shot the sheriff. Solos profundos y muy sentidos acompañan esta primera parte y no decaen a lo largo del resto del álbum.

El disco dos comienza con una fabulosa versión de Driftin' blues. Clapton mostrando con la acústica, una vez más, toda la negritud que lleva adentro. Promediando el tema se suma el hammond de Carrack en una combinación que no podría ser más exquisita. El set acústico sigue con Nobody knows when you`re down and out, recordando aquella notable versión del disco Unplugged, aquí con toda la banda sonando a la perfección. Sigue desenchufado con la melancólica Tears in Heaven, aunque con un leve, casi imperceptible, ritmo reggae y un coro celestial. La mítica Layla trae a cuestas cuatro décadas de historia y Clapton la canta con la misma pasión de siempre. La banda se vuelve a enchufar para Let it rain y sigue con la balada más comercial de toda su carrera, Wonderful tonight. Pero ese regusto meloso desaparece enseguida con una nueva descarga blusera de más de 20 minutos de su máxima fuente de inspiración, el legendario Robert Johnson, que incluye Crossroads y una ardiente interpretación de Little Queen of Spades, con largos solos de guitarra y también de hammond. La energía ascendente desemboca en Cocaine, con el público enfervorizado y la banda en llamas. El cierre es con High time we went, cantada a dúo con Fairwether Low y unos coros bastante stone.

Es cierto que no hay grandes novedades ni sorpresas en este álbum, que se suma a una larga lista de producciones en vivo de Clapton, algunas consideradas históricas. Sin embargo, la presentación ratifica por qué este inglés nacido en Surrey County, en las afueras de Londres, hace 70 años, y que alguna vez fue apodado "Dios", sigue manteniendo su marca registrada con la guitarra. la misma con la que hizo escuela más allá de fronteras, lenguajes y estilos musicales.


sábado, 5 de diciembre de 2015

Poder vocal

The Boulevard Gospel Singers - Por los caminos del góspel. Veinte voces alineadas, armónicas y complementarias rebalsan un sonido angelical y profundo. Ese coro de almas está comandado por el maestro Gabriel Grätzer. El álbum arranca en clave souleada con Why, I'm treated so bad , de los Staples Singers. Ya de entrada el racimo vocal confluye en un exquisito elixir sonoro. En My journey to the sky, de la gran Sister Rosetta Tharpe, An Díaz despliega todo su magnetismo respaldada con mucho entusiasmo por todos sus compañeros. En Milky white way el que lleva la batuta con mucho ímpetu es Grátzer y en Precious memories, tras un sutil intro de piano de Joaquín Lascano, surge desde el más allá la poderosa voz de Greta Kohan. La primera parte, que fue grabada por Gabriel Cabiaglia en La Escuela de Blues y en la que se destacan interesantes arreglos, se va con un tema bien religioso, The telephone to glory, en la que sobresale una gran incursión vocal de Grätzer. En esas cinco canciones Florencia Rodríguez y Rodrigo Benbassat llevan una concisa sección rítmica. La segunda parte es más cruda y consta apenas con la guitarra de Grätzer y las voces. Fue grabada por Daniel De Vita en una sola toma en la Catedral Anglicana San Juan Baustista y el repertorio ya no vuelve a lo secular e incluye I'll fly away, Do you call that religion, The harbor of love y I feel good. Todo el álbum tiene un encanto que cautivará hasta quienes no están acostumbrados a esta música y sin dudas será una referencia ineludible para las próximas grabaciones del género.

Dallas-Ponce & The Salmonettes - Do it again. El de Viviana Dallas y Marcelo Ponce es tal vez el dúo más consistente de la escena blusera local. Llevan décadas tocando juntos y han abarcado casi todos los estilos que contempla el blues y también el góspel. Ahora presentan un nuevo álbum más orientado al soul acompañados por las dulces voces de Camila Teodori, Paloma Scassano, Marcela Moise y Florencia Alarcón. Como en el álbum de los Boulevard Gospel Singers, el dúo empieza con un tema de los Staples Singers, Why (Am I treated so bad)? Siguen con la animada Hammer and nails donde Dallas y las Salmonettes mantienen un diálogo muy armónico mientras que Ponce se entromete con unos solos muy expresivos. Nobody's fault by mine, del legendario Blind Willie Johnson, tiene un comienzo digno de Tony Joe White, bien pantanoso, que contrasta con la luminosidad vocal que surge intempestivamente por parte de las cinco femmes. La versión de I know I've changed podría musicalizar cualquier película ambientada en un pueblo polvoriento del Mississippi y alrededores. El dúo se anima a una versión con tintes religiosos de A hard rain's A-gonna fall, de Bob Dylan. Con Let's do it again, de Curtis Mayfield vuelven a lo que prometían al comienzo del disco: soul en estado puro. En My dying bed y Glory, glory, Hallelujah elevan plegarias cantadas y terminan con uno de los himnos de la época en la que la ebullición social inspiraba grandes canciones: Respect yourself. Si bien Do it again no tiene canciones originales, las interpretaciones sentidas y muy cuidadas hacen del disco una verdadera delicia.