martes, 30 de abril de 2019

Saliendo de la encrucijada


El documental sobre Robert Johnson que estrenó Netflix, Devil at the Crossroad, producido por los hermanos Jeff y Michael Zimbalist, parte de la premisa ultra conocida del pacto con el diablo en una encrucijada de caminos del Mississippi. Pero en poco menos de una hora, y con más de una veintena de testimonios (desde Terry “Harmonica” Bean y el nieto de Robert Johnson hasta Adam Gussow y Keith Richards) el film logra establecer una hipótesis muy interesante sobre lo que sucedió con el guitarrista y su extraordinaria transformación.

La leyenda del pacto con el diablo surgió porque muchos de los contemporáneos de Robert Johnson, entre ellos Son House, relataron durante años que en sus comienzos Robert Johnson era un guitarrista mediocre, pero que tras una ausencia de entre seis meses y un año, regresó al Delta del Mississippi tocando de una manera sorprendente. A eso hay que sumarle que, en muchas de sus 29 canciones, que grabó entre 1936 y 1937, Johnson hace referencia a la encrucijada de caminos, a su relación con satanás y a los sabuesos del infierno. Y, desde ya, la industria discográfica se encargó de alimentar ese mito para vender más discos.

El documental intenta darle una explicación racional y para ello es fundamental la contextualización de la vida que llevó Robert Johnson durante fines de la década del veinte y comienzos de la del treinta, marcada por la segregación racial, la crisis del 29 y el trabajo duro en el campo. Y, en lo personal, la separación de sus padres, la temprana muerte de su primera mujer y el bebé que estaba en camino, así como los prejuicios que tenían muchos devotos religiosos, en su mayoría negros, sobre el blues como la música del demonio.

Devil at the Crossroad llega a la con conclusión de que en el período en el que Son House y Willie Brown le perdieron el rastro, Robert Johnson volvió a su pueblo natal de Hazelhurst, al sur del Mississippi, y allí se juntó con el misterioso guitarrista Ike Zimmerman, quien sería su mentor. Todas las noches, pudieron reconstruir, Zimmerman lo llevaba al cementerio local y se sentaban junto a una tumba donde le enseñó a tocar blues acompañados por “la influencia de los espíritus”. Pudo perfeccionar esa técnica tan distintiva, que pareciera que tocan dos guitarristas, gracias a sus largos dedos. En cuanto a las letras de las canciones, determinaron, estaban inspiradas en el vudú, una práctica muy habitual entre los negros del sur de los Estados Unidos.

Sobre su muerte no hay mayores revelaciones. No precisa quién fue el hombre que lo envenenó aquella noche de agosto de 1938 en un juke joint de las afueras de Greenwood, pero tampoco descarta la posibilidad de que fuera un marido celoso.

En definitiva, Devil at the Crossroad es un muy buen documental que suple la falta de imágenes de archivo con una muy buena animación, aporta nuevos testimonios y rescata varias entrevistas de la película de John Hammond Jr., The Search for Robert Johnson. Por tratarse se una producción para Netflix tiene como objetivo satisfacer al público en general y por ahí el nicho blusero sienta que le falta algo. De todas maneras, es un gran aporte a la cultura del blues, al compás de las canciones de uno de los músicos más emblemáticos e innovadores de la historia del género.


lunes, 22 de abril de 2019

El bluesman oculto


Cash McCall es uno de esos grandes nombres del blues que tal vez muchos no lleguen a descubrir nunca. En un género donde sobresalen las figuras de Muddy Waters, B.B. King, Buddy Guy, Elmore James, John Lee Hooker o Albert King, grandes músicos de segunda línea sin tanto cartel pueden perderse en la vasta historia y discografía del género. Y el caso de McCall es uno de ellos. El cantante, guitarrista y compositor murió el sábado 20 de abril como consecuencia de un cáncer de pulmón. Tenía 78 años y una larga trayectoria que vale la pena rescatar.

Su verdadero nombre era Morris Dollison Jr. y había nacido el 28 de enero de 1941 a orillas del río Mississippi, en la pequeña localidad de New Madrid, en el estado de Missouri. Sus padres eran cantantes del coro de la iglesia y él, como la gran mayoría de los artistas negros de su generación, absorbió esa música desde muy pequeño. Su padre le construyó su primera guitarra y así le allanó el camino hacia una vida de acordes, melodías y ritmo.

En su adolescencia tocó en varios grupos de góspel y cuando cumplió 20 años se fue a vivir a Chicago, donde ya había vivido durante cinco años junto a su familia cuando era un niño. Allí se empezó a involucrar en la escena musical de la ciudad y se codeó con músicos como Lefty Dizz, Mighty Joe Young, Benny Turner y Sam Lawhorn. A mediados de los sesenta grabó el tema When you wake up, un éxito del soul que pensó que lo que iba a llevar al estrellato, pero eso no sucedió. Era artista del sello One-Derful Records, pero pronto terminó firmando contrato con St. Lawrence Way, que luego fue comprada por Chess Records. Antes, entre un puñado de singles, escribió una canción para Otis Clay, "That's how it is (When you're in love)", que tuvo cierto éxito.

Como compositor, ya bajo la órbita de la familia Chess, las cosas no le fueron tan bien hasta que Willie Dixon intervino y comenzó a moldear su carrera. Fue así como McCall comenzó a tocar con Jimmy Dawkins, Johnny Twist y Koko Taylor. Escribió la canción Birdnest on the ground, que grabó Muddy Waters, compuso otra media docena de temas para Etta James y hasta produjo el disco Message to the young de Howlin’ Wolf, pero su relación con el Lobo no anduvo bien. Otro de sus hitos en Chicago fue tocar en la banda de George “Wild Child” Butler. Su primer disco solista, Omega Man, fue editado por Paula Records en 1974, y se trató de un trabajo con mucho más funky que blues.

En la segunda mitad de la década del setenta se fue a vivir a Los Ángeles para trabajar junto a la cantante de soul Minnie Riperton y eso lo llevo a tocar con Nat King Cole, los Drifters y una tardía formación de The Platters. Su vuelta al blues se produjo en 1983 cuando grabó el disco No more doggin’ para el sello L&R y cinco años más tarde lanzó el extraordinario Cash up front, para Stony Plain. Ese mismo año se reencontró con Willie Dixon y se sumó a su banda con la que grabaron, en coproducción con T-Bone Burnett, el disco Hidden charms que ganó el Grammy en 1989. También quedó inmortalizado en el DVD A Celebration of Blues and Soul-The 1989 Presidential Inaugural Concert, en el que participaron Dixon, Koko Taylor, Stevie Ray Vaughan, Albert Collins y Joe Louis Walker.

Siguió escribiendo canciones para Otis Clay y Tyrone Davis, participó en cientos de festivales en Estados Unidos y Europa. Se radicó en Memphis, colaboró en el disco Vintage room de The Blues Experience (2007), hasta que en los últimos años su salud desmejoró, aunque todavía no estaba escrita la última canción. El año pasado su viejo amigo Benny Turner se enteró que estaba enfermo y le propuso grabar un disco que fuera su regreso a las fuentes, al blues clásico de Chicago, ese que lo tuvo como testigo privilegiado. Y así fue como en enero salió el álbum Goin’ Back home, que incluye clásicos como Shake your money maker, It hurts me too y Spoonful, y cuenta con Billy Branch como invitado. En febrero, además, McCall escribió un extenso artículo autobiográfico para la revista Blues Blast. Pero la enfermedad siguió avanzando y finalmente le ganó la batalla, pero al menos se mantuvo activo con la música hasta sus últimos días y tuvo su redención blusera.


lunes, 15 de abril de 2019

Blues local: tres propuestas diferentes

Easy Babies – Volumen 1. La banda liderada por Mauro Diana y Roberto Porzio se adecuó a los nuevos tiempos y su cuarta producción discográfica es un EP de cuatro canciones que está en todas las plataformas de reproducción de música vía streaming. Tras su participación en el Volumen 1 de Blues en Movimiento y sus dos discos -El blues paga mal (2010) y Tipos raros (2015)- Easy Babies se enfocó en la nueva tendencia de la música. Cambia el formato, pero el espíritu es el mismo. Las cuatro canciones siguen la línea histórica de la banda: blues en español con las letras de Mauro Diana (y alguna que otra colaboración) que hablan de lo que nos pasa, lo que vemos y lo que sentimos. Esas canciones no serían las mismas sin las guitarras expresivas de Porzio y Federico Verteramo y una rítmica soberbia a cargo del propio Diana y el baterista Homero Tolosa. El tema Buenos consejos, malos ejemplos es una frase que quedó picando hace años y que ahora cobró forma de canción y que Easy Babies llevó a las redes con un video en el que critican al presidente Macri. Volvería el tiempo atrás es una canción que Mauro Diana escribió con el armoniquista Alejandro Álvarez, con un ritmo festivo, una ferviente sección de caños y mucho slide. En Mi próximo error Mauro Diana comparte los créditos con Brian Chávez y por su tirmo y estilo se enmarca en los grandes hitos musicales del grupo: tiene un estribillo tarareable y la instrumentación cuenta con el hammond demoledor de Nico Raffetta. El EP termina con Sin reclamos, un blues lento y apasionado en el que le cantan a un amor que se terminó. Las cuatro canciones pueden parecer pocas, pero es apenas la primera parte de una etapa en la historia de la banda. Pronto vendrán más.

Max Hracek – Blues on top. La propuesta del cantante y guitarrista Max Hracek es diferente. Blues on top tardó tres años en salir y contiene una selección de canciones que lo moldearon durante sus años de formación. El álbum fue grabado en una toma en Estudios Del Parral y, por diversos motivos, su lanzamiento se demoró más de lo esperado. El disco contiene todas versiones de artistas clásicos, algunos con los que podemos identificar claramente el estilo de Hracek y otros que realmente sorprenden. En el primer grupo se encuentran las versiones de RM blues, de Roy Milton; T-Bone boogie y Glamour girl, de T-Bone Walker; y That will never do, de Freddie King. Las sorpresas son tres: una notable interpretación de Sick and tired, de Fats Domino; un poco de swing instrumental con Be bop Charlie; y Terraplane blues, el único tema acústico en el que el músico rememora aquellos años iniciales en los que escuchaba, día y noche, las grabaciones completas de Robert Johnson que editó el sello Columbia. En el medio, Hracek versiona tres canciones del gran Muddy Waters. No es una sorpresa, desde ya, porque cualquier músico de blues que se precie debe sumergirse en el vasto mundo del padre del blues de Chicago, pero ciertamente no es lo que Hracek está acostumbrado a tocar en vivo. Mauricio Marín y Julián Villegas están a cargo de la rítmica y Lucas Ferrari de las teclas. Los invitados son Adrián Jiménez (armónica), Juan Klappenbach (saxo) y Ariel Masini (piano). Además, Hracek contó con la colaboración de Julio Fabiani en la producción. Blues on top es un exquisito disco de blues que tiene sus variaciones estilísticas y eso lo hace mucho más ameno. La

Jackie Brown - La Jackie Brown. La propuesta de la banda conformada por una nueva generación de músicos, del riñón de la Escuela de Blues, llena de aire fresco al sonido tradicional. En su álbum debut, el grupo no buscó recrear el sonido vintage, aunque su repertorio tenga algunos temas de hace más de 50 años, sino que intentó darle su propia impronta a cada una de las canciones. Y lo logró. Camilo Petralia y Yair Lerner se encargan de las voces y las guitarras y lo hacen con mucha soltura y un feeling realmente conmovedor. Sacha Snitcosky y Adrián Bareriro mantienen el ritmo con prestancia y buena cadencia. Ese ensamble, que también contó con la producción de Julio Fabiani, resulta admirable en cada una de las canciones. El disco atraviesa distintos momentos. Uno, de los mejores, es como reconvierten You don’t know what love is, de Fenton Robinson, en un colorido viaje soulero. Otro es There must be a reason, una composición original de James Brown que La Jackie Brown, con la colaboración de Brian Figueroa en guitarra, la transforma en un rock and roll bien stone. También sobresale la armonización vocal de Yair y Camilo en Down in Virginia y el poder del blues más profundo en Standing at the station. Pero el punto máximo es su interpretación de Learning the blues, un tema de Frank Sinatra y Count Basie en el que Camilo se calza el traje de crooner y lo saca adelante con mucha dignidad. No son todos covers: El anguia, que significa “el rata” en guaraní, es un shuffle instrumental que escribieron entre Camilo y Yair y que es el paso a la siguiente etapa de la banda, la de la composición. El álbum debut de La Jackie Brown es una muestra de talento en proceso de maduración, la primera página del libro de éxitos que la banda va a cosechar.

sábado, 6 de abril de 2019

La vuelta de Magic Slim


Magic Slim fue uno de los máximos exponentes del southside de Chicago. Con su estilo crudo e intenso logró ganarse un lugar importante en la historia del blues contemporáneo. Sus visitas a la Argentina -1993 y 2008- lo acercaron al público local y lo convirtieron en referente indiscutido de una generación de músicos que abrazó el blues con pasión y mucho respeto. Slim murió el 20 de febrero de 2013 y desde entonces su ausencia se siente con fuerza. Para remediar eso, el sello Wolf acaba de editar un disco en vivo que nos acerca a la leyenda. Magic Slim & The Teardrops en Viena, Austria, tocando blues en su punto justo de ebullición.

Si bien el show se realizó casi dos años después de su segunda visita a Buenos Aires, Slim suena mucho más enérgico de como se lo escuchó aquella vez en el Teatro IFT. Tal vez, estar rodeado de su propia banda lo potenció más o simplemente se sentía mejor en los pagos de Mozart. Lo cierto es que este disco no tiene desperdicio: la grabación logró capturar al artista en todo su esplendor. Más viejo y curtido, cierto, pero dos rasgos que en muchas ocasiones enaltecen al blues más puro.

El álbum no podía llamarse de otra manera. I’m gonna play the blues es mucho más que una promesa. Es una sentencia que la cumple desde el primero hasta el último tema. La banda comienza con Come on in this house, que es todo del guitarrista Jon McDonald, uno de sus mejores discípulos, y resulta una excelente introducción para lo que vendrá a continuación. Slim irrumpe en escena a pura tripa con el tema que da nombre al disco y todo cobra sentido: “Espera un minuto nena / Voy a decirte algo antes de te vayas / Soy un bluesman a todos los lugares donde voy / Tocó el blues con el corazón / Voy a tocar blues para vos”. Y su guitarra se expresa. Es como un cuchillo que penetra la carne hasta el hueso. Su sello característico.

El blues fluye por todos lados y Slim intercala algunos temas propios como el slow blues Baby please don’t dog me, en el que por momentos saca a relucir el Howlin’ Wolf que llevaba a dentro, con algunos clásicos como Think, de Jimmy McCracklin; It hurts me too, de Elmore James; She’s tough, de Jerry McCain; Bad boy, de Eddie Taylor; y la fantástica The things that I used to do. Pero también interpreta algunos temas menos conocidos como 4:59AM, Playing with my mind, de su hermano Nick Holt, y Love somebody, de Jimmy Dawkins.

El show, que se realizó gracias a la tarea de los productores Marty Salzman y Didier Tricard, apenas meses después de que Slim fuera incorporado al Blues Hall of Fame de Memphis, quedó grabado junto a otros shows suyos en ese país durante la década del noventa que todavía reposan en los archivos del sello Wolf.

Además de McDonald, lo acompañan Andrew Howard en bajo y Brian “BJ” Jones en batería. La banda suena en muy buena forma, Chicago blues puro y duro, con Magic Slim en estado de gracia, tanto desde lo vocal como a la hora de ejecutar esos solos tan pasionales. Además, el álbum tiene muy buena calidad de sonido lo cual realza mucho más todo. Y así, gracias a la tarea concienzuda de algunos sellos, podemos reencontrarnos con nuevo material de leyendas que ya no están más. Celebremos la vuelta de Magic Slim.