miércoles, 24 de junio de 2015

EP's

Kenny Wayne Shepherd Band - A little something from the road Vol. 1. El año pasado, Kenny Wayne Shepherd realizó una extensa gira por los Estados Unidos para rendir homenaje a sus máximas influencias. El veterano guitarrista de apenas 38 años –recordemos que empezó a tocar profesionalmente cuando tenía 16- eligió comprimir en este EP algunos de los temas que interpretó en el State Theater de New Brunswick, en New Jersey. Acompañado por el ex Double Trouble Chris Layton en batería, Tony Franklin en bajo, Riley Osbourn en teclados y Noah Hunt en voz. El álbum es una descarga brutal de energía blusera con tremendos solos de guitarra . Los tres primeros temas no dan respiro. La Fender de KWS es como un lanzallamas y toda la banda suena con mucho vigor. Es así como se sucden Looking back, de Johnny “Guitar” Watson; The house is rockin’, de Stevie Ray Vaughan; y You can't judge a book by the cover, de Bo Diddley. Para el final, o más bien la segunda parte del EP, desaceleran un poco para homenajear al gran B.B. King, primero con una sutil Woke up this morning y luego con You done lost your good thing now. En el medio de ambas, Hunt dice: “Tenemos que seguir tocando porque no importa si eres blanco o negro, viejo o joven, el blues es para todo el mundo. Cantamos sobre lo bueno y lo malo, y eso nos hace sentir mejor”. Es un disco sencillo e intenso a la vez, es el músico de cara a su gente sin ningún tipo de filtro ni tamiz.

Danielle Nicole – Danielle Nicole. Danielle Schnebelen se independizó de sus hermanos, con quienes integra el trío Tampled Under Foot, para lanzar su carrera solista. Bajo el nombre artístico de Danielle Nicole, la joven cantante y bajista de Kansas City le dio un toque de Nueva Orleans a su EP debut, en el que contó con la participación de dos tremendos guitarristas, Anders Osborne y Luther Dickinson, más el aporte de Stanton Moore en batería y Mike “Shinetop” Sedovic en teclados. Vale aclarar que no es un disco estrictamente blusero. Danielle canta con una fuerza descomunal y allí se encuentra el núcleo de la cuestión. El álbum comienza con la rockeada You only need me when you're down, en la que Danielle pontencia su voz con una distorsión que se complementa a la perfección con las guitarras de Osborne y Dickinson. En Starvin’ for love desnuda su canto y los teclados se imponen para darle ese beat más característico de la ciudad creciente. En Didn’t do you no good la percusión marca de manera pesada la base y las cuerdas suenan feroces como el rango vocal de la cantante. En Wandering heart gana la escena un piano barrelhouse y su voz resuena en un clima jazzero con un solo de viola sencillamente extraordinario. Los últimos dos temas fueron grabados en vivo en The Bridge Radio Station, en Kansas City. El primero es una versión acústica y ralentizada de You only need me when you're down. El restante es un cover cadencioso y también desenchufado de Don’t think twice, it’s alright, de Bob Dylan. Este EP es un gran aperitivo a la espera de su primer álbum solista.

jueves, 18 de junio de 2015

Blues por K.O.


Sugar Ray Leonard es una leyenda del boxeo. En toda su carrera profesional disputó 40 peleas y ganó 36, 25 de ellas por knock out. Este Sugaray no da golpes de puño, pero noquea con su poderosa voz, que combina una temprana formación cantando en coros góspel, la soltura del soul y la descarnada pasión del blues.

Corpulento y siempre bien empilchado, Sugaray Rayford se convirtió en los últimos años en un verdadero fenómeno, como cantante de los Manish Boys y al frente de su propia banda.

Southside, su tercer álbum solista, abre con Southside of town: Ralph Carter marca unas líneas de bajo con toque jazzero y Sugaray despliega todo su groove. La canción va ganando en intensidad a medida que Leo Dombecki y Gino Matteo arremeten desde los teclados y la guitarra, respectivamente, y aparecen los coros para apuntalar el estribillo. El segundo track, Miss Thang, parte de una base enérgica a cargo de Carter y el baterista Lavell Jones, reforzada por una sección de vientos con marcado swing. El solo de Matteo es intenso mientras que el cantante hace gala de su prestancia. Live to love again tiene un ritmo vertiginoso. Los vientos le dan un toque funky y Rayford saca el soulman lleva adentro.

Texas bluiesman es su alegato en clave de shuffle con el que rinde homenaje a las máximos representantes de esa región: Blind Lemon Jefferson, Albert Collins, Freddie King, T-Bone Walker, Lightinin’ Hopkins y Stevie Ray Vaughan. “Soy un blusero de Texas”, entona mientras Matteo dibuja unos solos limpios y punzantes. Take it to the bank es una joya acústica. Prevalece el sonido ambiente para darle un tono de jukejoint. Bob Corritore sopla su armónica y Matteo desliza un slide desgarrador . En Call of the mission vuelven los caños y los coros femeninos para un marco de R&B muy cool. All I think about es otra vuelta funky con toda la banda a pleno. Take away these blues es una balada en la que el cantante explota con unos alaridos tan profundos e impactantes que es imposible abstraerse. El otro punto alto del tema es la guitarra con reverb de Matteo. El disco cierra con la atmosférica Slow motion.

Con este disco, editado por el sello Nimoy Sue Records, Sugaray Rayford pega fuerte y demuestra que es uno de los cantantes más importantes de la nueva generación.


martes, 9 de junio de 2015

Dos propuestas diferentes

Estos dos flamantes lanzamientos discográficos nacionales son una muestra elocuente de la variedad estilística del blues. Por un lado, Goyo Delta Blues recrea en solitario y de manera visceral el viejo sonido del Mississippi con su guitarra dobro, su slide y su armónica. Por el otro, La Vieja Ruta se hace un festín de boogie y R&B, adornado con una potente sección de caños, buena onda y artistas invitados.


El disco de Goyo se llama Crudo, título que sintetiza a la perfección de qué va la cosa. Goyo canta desde las entrañas, aporrea las cuerdas con intensidad y desliza el slide como si fuera un puñal. La selección de temas es variada y muy interesante. Comienza con un tema propio, Cuando ladra el perro, en el que adaptó la rima en español al estilo de canto rústico de los viejos bluesmen rurales. El repertorio incluye dos versiones muy interesantes de Honky tonk woman, de los Stones, y Give me one reason, de Tracy Chapman, que Goyo interpreta como si hubieran sido escritas por Son House. También hace un repaso por algunos clásicos como Sittin’ on top of the world (Howlin’ Wolf), Got my mojo working (Muddy Waters), Baby please don’t go (Big Joe Williams), y rinde homenaje a Robert Johnson con If I had possession over judgement day y Walkin’ blues. En cada una de las canciones Goyo descarga pasión y melancolía con un sonido muy auténtico, como si estuviéramos escuchando un antiguo jukebox.



La propuesta de La Vieja Ruta es totalmente diferente. El Dragón es un álbum entretenido y muy arriba. Desde el comienzo la banda muestra toda su soltura con dos composiciones del guitarrista Fernando Heller, El 56 y el tema que da nombre al disco, que cuenta con los coros de Ricardo Tapia, Daniel Raffo y Gady Pampillón, y que tiene unos arreglos excelentes y un riff de colección. Quién sos de verdad es otro de los puntos altos del disco: Walter René saca a relucir sus dotes como cantante y sopla su armónica con mucha prestancia. Siempre lo mismo tiene una melodía contagiosa y una letra divertida. En Te vienen a buscar la banda baja unos cuantos decibeles y se despacha con una balada que cuenta con un sutil solo de saxo de Martín Tojo. Viene y va, otro tema de Heller, cuenta con la participación en voz de Pity Álvarez, que le da ese aura de rock barrial. Y cierran con un blues lento de René al que llamaron Una chance más. La banda, que completan Ariel Rogé (guitarra), Daniel Garavaglia (bajo), Adrián Scollo (batería), Ariel Masini (teclados), Pablo Cabrera (saxo barítono) y Lucas Aranda (trompeta), suena más amalgamada que nunca, algo que se da por los años que llevan tocando juntos.

Crudo es la síntesis del blues más puro, un hombre, su guitarra y su dolor a cuestas. El Dragón es la exaltación de lo colectivo y la demostración de que el blues no es solo tristeza y bajón. Dos trabajos muy distintos e interesantes para no dejar pasar.

jueves, 4 de junio de 2015

Noche de blues en Barcelona


Tota Blues anima la jam en el Prize Bar, sobre la calle Floridablanca, en Barcelona. Son las 20.20 del miércoles y afuera todavía es de día, algo que adentro apenas se nota. El lugar es pequeño y angosto, pero el público, alrededor de 30 personas, se acomoda sin pretensiones. Algunos se sientan de frente a los músicos, otros casi encima de ellos y el resto al costado de la barra.

Acompañado en guitarra acústica por su socio Martín Merino, Tota comienza soplando su armónica con mucha energía y desempolva un viejo blues instrumental. “Esto es una jam abierta, pueden tocar todos los que quieran. No pretendemos que suban a tocar mejor que B.B. King o Muddy Waters, pero tampoco es un karaoke”, aclara de entrada.

La música fluye entre cervezas y pintxos (tostaditas con jamón, anchoas o alguna otra delicia ibérica) a 1 euro cada uno. Los clásicos se suceden uno tras otro: Worried life blues, Last fair deal gone down, Every day I have the blues, Rock me y I want to play with your poodle, que Tota atribuye a James Cotton. Algunos temas los canta él y otros Merino.

Como en toda jam empiezan a desfilar músicos invitados: Cristian "Pollo" Mora toca un viejo piano acompañando con buen pulso a la dupla argentina, aunque en un momento pifia feo y Tota, entre risas, le dice: "Jodido eso, Pollo". Luego se sienta al piano una muchacha que se presenta como Analí, quien con apenas unos movimientos de su mano derecha muestra su falta de talento: sus solos son difusos y muy poco acompasados. Paquito enchufa su guitarra eléctrica y suma un tímido slide en algunas interpretaciones. Aparece Larry Smith, con el porte de un Allman Brother, pero con un sonido de viola un tanto frenético, para cantar Crossroads.

Afuera la noche empieza su lento despertar. Tota y Merino se toman un breve descanso para luego volver a animar la jam de los miércoles, uno de los pocos eventos bluseros regulares de la ciudad. Tota piensa en Argentina y repasa las veces que fue en estos últimos 14 años, desde que se instaló en la capital catalana. “Fui por pocos días y se los dediqué a mi familia, pero la próxima vez que vaya voy a juntarme a tocar porque ya se lo prometí a unos amigos”, dice este excelente armoniquista argentino de exportación.