viernes, 26 de diciembre de 2014

El bluesman que esquivó a la muerte


Detrás de esa extraordinaria voz se esconde una historia dramática, de lucha y supervivencia, de pecados y redención. Georgie Bonds es uno de los secretos mejor guardados del blues contempóraneo. Este oriundo de Philadelphia, que pronto cumplirá 50 años, lleva mucho tiempo cantando sus pesares.

Su primer drama aconteció en 1976, cuando se enganchó con las drogas pesadas. El LSD, las metanfetaminas y la heroína se convirtieron en parte de su menú diario. Para costearse la adicción empezó a vender al menudeo. Hasta que lo arrestaron cuando intentó concretar una operación con dos agentes encubiertos del FBI. Pasó tres años preso en dos cárceles federales. “La prisión probablemente fue lo mejor que me pasó. Pasar mucho tiempo encerrado te da tiempo para pensar y reflexionar”, dijo en una entrevista al Philadelphia City Paper. Intramuros comenzó a trazar su nueva vida. Empezó a estudiar y a tocar la guitarra. Allí compuso sus primeras canciones, aunque todavía el blues no era parte de su vida. Cuando recuperó la libertad realizó algunos trabajos menores hasta que volvió a su primer amor, los caballos, y delineó su nuevo oficio, el de herrero. Así fue como durante 14 años, hizo herraduras, yunques y todo tipo de herrajes para montar.

El blues le llegaría en 1990. Un amigo le prestó un cassette de Robert Johnson y quedó fascinado. Su primera presentación en un escenario fue osada. Subió a cantar Stormy monday blues en un viejo club de su ciudad. Durante una de las tantas presentaciones que siguieron a ese debut captó la atención del guitarrista Sonny Rhodes, quien comenzó a apadrinarlo. En paralelo, cantaba en el coro de la Iglesia y allí se ganó el apodo de “Gatormouth” (boca de cocodrilo).

En 1994, estuvo al borde de la muerte por un mal diagnóstico médico. Los medicamentos que le recetaron para el tratamiento de una enfermedad que no tenía le causaron una necrólisis epidérmica tóxica, su cuerpo empezó a arder, así como sus sueños e ilusiones. Le tuvieron que trasplantar un riñón y luego de un extenso y delicado pudo salir adelante. Pero su vida cambió drásticamente. Ya no pudo volver a montar ni a trabajar como herrero. La música sería su destino.

Sonny Rhodes lo ayudó mucho en ese momento. Bonds formó su banda y se convirtió en el número principal de Warmdaddy's, el bar de blues número uno de Philadelphia. Allí compartió escenario con músicos de la talla de Hubert Sumlin, Koko Taylor, Melvin Taylor, Kenny Neal, Jimmie Vaughan y Carl Weathersby, entre muchos otros. Luego llegaron las giras por Europa, los festivales en su país y el reconocimiento de sus pares.


En 2000, editó de manera independiente su primer disco solista, Sometimes I wonder. Sin embargo,su obra cumbre tuvo que esperar más de una década. En 2013, grabó Stepping into time, que comenzó a comercializarse en todo los Estados Unidos este año por CD Baby. El álbum empieza con una versión a capella sensacional de St. James Infirmary, que anticipa el combo de blues y funky que desgrana con su banda, entre los que destacan los guitarristas Neil Taylor and Harry Jacobson. Todos los temas, diez covers y dos propios, son interpretados con una potencia vocal estremecedora, que es el sello de Georgie Bonds, el hombre que esquivó a la muerte para ponerle música a sus penas.





viernes, 19 de diciembre de 2014

Hombre de blues


Osvaldo Ferrer es uno de los pioneros del blues en la Argentina y, sin embargo, es prácticamente un desconocido para los bluseros locales. Su figura, siempre estuvo más emparentada con el jazz tradicional, especialmente por su rol como clarinetista de la legendaria Antigua Jazz Band, pero sus gustos musicales siempre fueron más allá. Durante los shows de la banda, Ferrer solía tener su momento personal y bien blusero, en el que se acompañaba con la guitarra y tocaba uno o dos temas. Así fue como en 1971, en el Volumen II de la Antigua, registró como solista el Black snake blues, de Blind Lemon Jefferson, tal vez la primera grabación de un blues rural en el país.

Hoy, a más de 40 años de ese acontecimiento, Ferrer reaparece en el mundillo blusero con un disco extraordinario en el que, con notable técnica vocal y una amplia formación musical, recrea viejos clásicos del género.

Acompañado por Debluvan, grupo integrado por el guitarrista Santiago “Rulo” García y el contrabajista Nicanor Suárez, Ferrer grabó nueve temas entre los que se destacan Rollin’ & tumblin’, Trouble in mind, Blues before sunrise y Aunt Hagar’s blues. En el álbum también participan como invitados el baterista Timothy Cid, de la banda de Willy Crook, y el pianista Alejandro Kalinoski. El slide de García y los arreglos de Suárez fueron las claves para que la voz de Ferrer se luzca en el marco adecuado.

“Osvaldo quería armar algo de blues por fuera de la Antigua Jazz Band. Entonces se lo propuso a Nicanor y, en 2012, éste me convocó a mí como guitarrista. Nicanor y yo habíamos tocado juntos en el quinteto de Black Amaya y a mí me interesó el proyecto. Empezamos a tocar de manera despojada, por placer, y nos maquinamos. Primero grabamos de forma casera y el resultado nos pareció muy interesante. Al final surgió la posibilidad de ir a grabar al estudio Casa Frida, en Villa Crespo, que es un lugar ideal para acústicos porque está todo revestido en madera. El técnico de grabación comparó las sesiones con las de American Recordings, que Rick Rubin realizó con Johnny Cash en sus últimos años de vida”, cuenta Rulo García, quien, como la mayoría de los bluseros argentinos contemporáneos, apenas había oído hablar de Ferrer y de su trayectoria antes de sumarse al proyecto.

El disco se llama Blues, ¡cómo podía llamarse sino!, fue editado por Fonocal y es una brillante síntesis de una pata del género no muy explorada por los músicos argentinos, que rescata a un verdadero hombre de blues.


jueves, 11 de diciembre de 2014

Siempre hay tiempo para un blues más


Recuerdo el tiempo de mi primer guitarra, la primera novia, el callejón. La esquina fue una escuela para bien o para mal. Ya lo sé, no soy el de ayer, pero siempre hay tiempo para un blues más”, canta Daniel Beiserman, el Ruso, en Siempre, el tema que da nombre al flamante disco de Memphis la Blusera. Y de eso se trata este retorno discográfico de la emblemática banda de blues porteño, de tocar un blues más por amor a la música.

El álbum comenzó a gestarse en diciembre de 2012, luego de la presentación que hizo la banda en el viejo cine Los Ángeles, tras las muertes de Adrián Otero y Emilio Villanueva, con la incorporación de Martín Luka como cantante. A partir de ese momento, Luka y el Ruso comenzaron a juntarse con regularidad y a componer canciones. Se sumó a ellos el tecladista Gustavo Villegas, histórico miembro de los primeros años, y entre los tres dieron forma a los diez temas que conforman este trabajo. El resto del grupo, el guitarrista Jorge Fiasche, el baterista Matías Pennisi y el saxofonista Giuseppe Puopolo, se ensambló a la perfección.

Además de Siempre, el Ruso canta con extraordinario registro Ni un minuto más, un blues lento y profundo, amparado por una potente sección de vientos y el tamiz rítmico del hammond de Villegas, que desembocan en un solo sutil y sentido de Fiasche. En los otros ocho temas la voz está a cargo de Luka. Poderosa y áspera, envolvente, enérgica, sobresale en la jazzeada Seducción, donde el saxo dibuja líneas provocativas, en Loco por tu amor y en Maldita realidad.


El álbum, editado por el sello Fonocal, fue grabado en el Estudio Cuzco y los músicos contaron en la producción artística con la colaboración de Fabián Signori. Entre los invitados figuran los hijos del Ruso, Darío y Diego Beiserman en coros, el trompestista Miguel Ángel Tallarita y Julián Villegas, hijo de Gustavo, en percusión, entre otros.

Siempre es un álbum distintivo, que busca recuperar el espíritu de la banda, pero que pretende hacerlo desde un nuevo lugar, sin repetirse ni copiarse. Sólo A veces dices que sí, el boogie Metamorfosis y Me voy se parecen más a las canciones del Memphis de otros años, las demás tienen su anclaje en esta nueva etapa creativa. ¡Memphis está de vuelta, señores! El gran grupo histórico de nuestro blues nunca se fue, siempre estuvo ahí esperando el momento de volver a tocar un blues más.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Bluesterix

Fotos Edy Rodríguez
No vi puristas escandalizados. Pero seguramente los hubo, porque el Vorterix Blues Festival fue mucho más un evento de rock y a ellos no les gusta cuando se usa la palabra blues en vano. Sin embargo, si de llegar a la gente se trata, si queremos que el blues crezca, hay que celebrar que estos shows se hagan. El festival fue a sala llena y se transmitió en vivo por una de las señales más importantes de la FM. En horario central sonaron en miles de autos y hogares temas de Willie Dixon, Big Joe Williams, T-Bone Walker y B.B. King, interpretados por músicos que se animan a llevar el blues un poco más allá.

Todos los artistas que participaron, desde los más jóvenes hasta los más veteranos, se formaron escuchando y tocando blues. Y eso es a lo que rindieron tributo ayer. Támesis a su maestro Gabriel Grätzer; Daniel Raffo a los grandes guitarristas de blues; Viticus a Pappo; y La Mississippi a los pioneros del rock nacional y a una versión anterior de ellos mismos.

El festival fue organizado por Daniel Jiménez, conductor del programa Delicias de un Charlatán, y confeso amante del blues, que hizo de maestro de ceremonias y, entre un show y otro, entrevistó a los músicos que contaron sus vivencias, sus sensaciones y sus influencias.

Poco antes de las 21, subió al escenario Támesis, que cada paso que da es más largo que el anterior, y que probablemente sea la banda revelación del año. El show de los alumnos de la Escuela de Blues fue relativamente corto pero muy intenso. Interpretaron dos temas de su segundo disco, Soy igual a vos y Mensaje para vos, el inédito Consuelo para pocos y Highway 49, con Gabriel Grätzer como invitado en guitarra eléctrica y voz.

Después fue el turno de uno de los guitarristas más finos y con mayor feeling del blues local. Daniel Raffo se presentó con su Brass Band conformada por Daniel Allevato en voz, Nandu Tecla en hammond, el bajista zurdo Nacho Porqueres, Juanito Moro en batería y las Fisu Horns. El repertorio de Raffo fue el más blusero de la noche, aunque el ritmo fue más funky que lo que suele hacer con King Size. Abrió con un medley que incluyó Watermelon man y Every day I have the blues, y luego desplegó su pasión por los grandes guitarristas con Pony tail y Darling you know I love you. Apuntalado en la fuerza vocal de Allevato desplegó más funky y soul con Get off my life woman y Resurrection shuffle. Para terminar eligió Lillie Mae, un tema de Dave Bartholomew que seguramente Raffo escuchó infinidad de veces por los Roomful of Blues, en el que se animó tocar a duo el piano con Nandu y hasta hacer coros.

De la técnica sutil y exquisita de Raffo, la noche del jueves pasó a la vorágine rockera de Viticus, una fija en Vorterix. Vitico comenzó cantando La autopista y Fuera de mí. El guitarrista Gastón Videla tomó el control de la banda con su voz y su slide para una furiosa versión de Hoochie coochie man y el final fue un tributo a Pappo en continuado, a toda máquina y sin contemplaciones que incluyó Sucio y desprolijo, Sube a mi voiture y No obstante lo cual.

La depsedida tuvo a La Mississippi, con un encumbrado Ricardo Tapia, que mostró toda su experiencia y soltura tanto con los temas más nuevos de la banda como con los clásicos. Empezó con Delicias de un charlatán, la apertura del programa de Daniel Jiménez, y viajaron 20 años atrás con Un poco más, de su disco Mbugi, en el que Gustavo Ginoi punteó con mucha garra. De nuevo de vuelta lo mismo, de Amor y Paz; El titular, de Búfalo; y Mono, de Palacio de pulgas, precedieron al Blues del equipaje, para el que Tapia invitó al saxofonista Eduardo Introcaso, aunque un micrófono le jugó una mala pasada y en su solo hubo un estruendo inesperado. La banda homenajeó a Vox Dei con Ritmo de blues con armónica y a Pescado Rabioso con una visceral Post Crucifixión. Introncaso y Daniel Raffo volvieron al escenario para el gran final con dos temas insignia del blues local como Café Madrid y Un trago para ver mejor.

Fue una gran noche, con el blues a lo Vorterix, con el sonido al mango, por momentos demasiado, con mucho rock y una gran reverencia al blues por parte de los artistas convocados. Ah, y encima fue gratis. Vendrán más, seguramente, porque hay mucho talento y gente con ganas de escuchar.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Obra cumbre


Imaginemos el contexto histórico. Año 1969, las moda musical viene imponiendo desde hace un par de años pura psicodelia. Los músicos de blues que durante la década del 50 escribieron una de las mejores páginas del género no encuentran la veta comercial. Chess Records obliga a Muddy Waters y Howlin’ Wolf a lanzar discos con el sonido del momento, que los dos popes de Chicago graban a regañadientes. El productor Bob Thiele lanza el sello Flying Dutchman/BluesTime y contrata a tres músicos de primer nivel: Big Joe Turner, T-Bone Walker y Otis Spann. Para darle un impulso mayor a su compañía decide grabar a los tres juntos respaldados por una banda de notables músicos. El resultado fue Super Black Blues, un álbum de apenas cuatro temas que tuvo cierta repercusión en su momento pero que después fue escondido por el paso del tiempo. Ahora, a 45 años de su grabación, esta obra cumbre regresa en formato digital.

Thiele no era ningún improvisado. Al frente de Impulse Records dejó que John Coltrane tocará sin límites y además grabó más de 100 discos con la crema de la crema del jazz: Charles Mingus, Oliver Nelson, Archie Shepp, Earl Hines, Johnny Hodges, Coleman Hawkins, Quincy Jones y Count Basie, entre otros. A comienzos de los 60, Thiele creó otra subsidiaria de ABC, BluesWay, con la que trabajó con músicos de blues como B.B. King, Eddie “Cleanhead” Vinson, Turner y T-Bone.

Tal vez inspirado en la célebre Blues Jam de Chicago, de la que participaron músicos locales como Willie Dixon, Buddy Guy y Spann junto a los miembros de Fleetwood Mac, Thiele buscó darle a este álbum la misma impronta. El resultado fue una exquisita zapada en la que Turner, Spann y T-Bone combinan sus voces, dejan sus egos de lado y vuelcan todo sus blues en casi 45 minutos de música.

La banda que los respalda es una verdadera selección: George “Harmonica” Smith, un armoniquista muy versátil que tenía una técnica muy novedosa con la cromática; Ernie Watts, saxofonista que tocó junto a Cannonball Adderley, Stanley Clarke y Charlie Haden, entre tantos otros maestros del jazz; Paul Humphrey, baterista que participó en sesiones de Wes Montgomery, Mingus, Lee Konitz, y Gene Ammons; el bajista Ron Brown y el guitarrista Arthur Wright.

Super black blues tiene un nombre que entusiasma a los puristas, pero es un regalo para todos los amantes del blues. Un disco para escuchar relajado y revivir a estos tres grandes maestros de la historia.