lunes, 27 de octubre de 2014

La magia de Sean Costello


La muerte de Sean Costello en 2008 fue un mazazo para el mundo del blues. No tanto por lo que el guitarrista había dado hasta entonces, que fue mucho en poco tiempo, sino por todo lo que tenía para dar. Ahora, la fundación que lleva su nombre (*) acaba de lanzar este álbum con fines solidarios que incluye material inédito en el queda de manifiesto todo el talento de uno de los guitarristas más notables de esta generación.

In the magic shop fue producido por Steve Rosenthal, que ganó varios premios Grammy trabajando con artistas como David Bowie, Coldplay y Norah Jones. Aquí se propuso, y lo logró, resaltar toda la magia interpretativa de Costello, tanto desde su formidable aplomo para el canto, como su destreza con las seis cuerdas. Las canciones fueron grabadas en ese estudio neoyorquino en 2005 y Costello estuvo acompañado por Paul Linden en teclados, Melvin Zachary en bajo y Ray Hangen en batería.

La calidad del sonido es excelente y todos los temas tienen ese feeling de haber sido tocados en vivo. La mayoría de las composiciones son suyas, aunque hay un par de covers como el clásico Fool’s Paradise y una sorprendente versión de You wear it well, de Rod Stewart. En las letras y en los solos se percibe un sabor agridulce y el caos emocional en el que estaba inmerso.

A más de seis años de su muerte, este álbum, que bien podría considerarse el sexto de su carrera, exhibe todo el blues y el soul que este maravilloso guitarrista llevaba en el alma.

(*) Sean Costello murió el 15 de abril de 2008 en Atlanta, Georgia, un día antes de cumplir 29 años. La autopsia reveló que la causa de su deceso fue una sobredosis. Poco después su familia confirmó que el músico era bipolar y creó la Sean Costello Memorial Fund for Bipolar Research.

sábado, 25 de octubre de 2014

El mundo de Jack


"El mundo de la música será más pobre sin él, pero vivirá en sus canciones y por siempre en nuestros corazones". Así, de manera escueta y sentida, se expresó la familia de Jack Burce, quien murió hoy a los 71 años en su casa de Suffolk, Inglaterra, como consecuencia de una larga enfermedad en el hígado.

Bruce fue el primer bajista con un rol absolutamente protagónico en una banda de rock. Entre 1966 y 1968 fue el 33,3% de Cream, uno de los grupos más trascendentes de esa década, que marcó una clara evolución en la música popular y tuvo una notable influencia sobre el blues rock argentino. Bruce no sólo llevaba el ritmo, sino que cantaba, tocaba la armónica y teclados. Muchos de los temas más destacados del trío fueron compuestos por él: I feel free, N.S.U, White room, Politician, We're going wrong y Sunshine of your love, que escribió junto a Eric Clapton. Pero además de haber revolucionado el rock con esa fusión de bues y psicodelia, que también impactó directamente sobre el estilo de Jimi Hendrix, Bruce fue un cultor del blues más tradicional. Con Cream interpretó a Robert Johnson (Crossroads y Four until late), Skip James (I’m so glad) Willie Dixon (Spoonful) y Muddy Waters (Rollin’ & tumblin’). Antes de que Cream fuera una realidad, integró dos de las bandas fundacionales del blues británico: Alexis Korner's Blues Incorporated y John Mayall Bluesbreakers, donde conoció a Clapton.

Lo que vino después de Cream para Bruce estuvo siempre relacionado con la innovación. Tanto en su carrera solista, como en los distintos proyectos que integró, coqueteó con distintos ritmos y estilos como el jazz, el folk y el rock progresivo. Toda esa mixtura sonora la fue exhibiendo en las diferentes grabaciones que realizó en a fines de los 60 y durante los 70 con su banda Jack Bruce & Friends (con Mitch Mitchell y Larry Coryell); con Lifetime (acompañado por Tony Williams, John McLaughlin y Larry Young); con el trío West, Bruce & Lanig (junto a Leslie West y Corky Laing); con B.L.T (Robin Trower en guitarra); o en el disco Apostrophe, de Frank Zappa.

Su carrera nunca se detuvo, pese a que sufrió varios problemas de salud. En las décadas siguientes volvió a grabar con Trower y también lo hizo con Gary Moore, Vernon Reid, Dr. John, Albert Collins. Phil Manzarena, John Medeski y Nicky Hopkins, entre muchos otros, lo que demuestra que su amplitud musical siguió en expansión con el paso del tiempo. Uno de los acontecimientos más fabulosos que vivió fue un viaje al pasado. El reencuentro de Cream ocurrió en mayo de 2005, con apenas un par de shows en el Royal Albert Hall de Londres y en el Madison Square Garden de Nueva York. La banda dejó un disco doble, suficiente para hacer historia una vez más.

Hace justo dos años, el jueves 25 de octubre de 2012, se presentó con su banda en el Teatro Gran Rex. Su visita no tuvo la repercusión esperada y su show fue dispar: a él se lo notó con la voz golpeada, el sonido resultó bastante malo y la banda no estuvo a la altura de su leyenda. Así y todo, la gente quedó contenta y, como escribí en aquél momento, el escocés prometió volver, algo que no se concretará en forma física, desde ya, pero si con su música que lo erige en inmortal.

sábado, 18 de octubre de 2014

Un poco más de blues


Un disco en vivo de Gary Clark Jr. no puede fallar. Es sabido que arriba del escenario el tipo es un fenómeno. Así lo demostró en el Teatro Vorterix en abril de 2013. Tiene una técnica voraz con la guitarra y realmente canta muy bien, aunque a priori eso quede en segundo plano por sus punteos y riffs híper intensos. Sin embargo, desde su deslumbrante EP The Bright Lights de 2011, parece haberse estancado en su faceta de compositor. En Black and blu jugó sobre la base de los temas del EP y en el resto de las canciones no logró dar una forma definida a esa fusión de blues y R&B que tanto anticipó. El año pasado, iTunes editó una presentación suya en directo bastante consistente. Tal vez por eso Warner decidió lanzar de manera oficial este disco doble en vivo para mantener al músico en la cresta de la ola y darle un poco más de tiempo con sus nuevas composiciones.

Con todo, Live tiene un sonido extraordinario y Clark se arrima bastante más al blues. Comienza con una hendrixiana interpretación de Catfish blues y el resto del repertorio se nutre de las canciones que viene tocando desde Bright lights: la feroz Numb empieza con un solo de slide visceral y deriva en un blues distorsionado y bien denso; la melodiosa Things are changin´, en la que muestra su lado más soulero; y la rockeada Travis County, en línea directa con lo que solía hacer el viejo Chuck Berry. El blues más tradicional, donde menos usa los pedales y la palanca, aparece con Three O’Clock blues, de B.B. King. En If trouble was Money, de Albert Collins, mete bastante más furia como para anticipar el cover de Jimi Hendrix que le sigue: Third stone from the sun.

Párrafo aparte merece la poderosa Bright lights, que la banda –King Zapata, Johnny Bradley, Johnny Radelat- ya ejecuta casi por inercia con un temple formidable.

La sorpresa mayor está al final. Acompañándose solo por su guitarra, interpreta el clásico inoxidable de Leroy Carr, When the sun goes down. Ese momento, que dura casi seis minutos, y en el que además mete un solo de armónica muy sentido, Clark impone su blues, despojado del frenesí eléctrico. Es cierto que todavía tiene mucho para dar. Su futuro es un océano enorme. Sería interesante que logre imponer sus condiciones artísticas y que no deje que los ejecutivos de una multinacional delineen su carrera. De ser así, tendremos al gran bluesman de la próxima generación.



sábado, 11 de octubre de 2014

La mística sureña


La historia de Muscle Shoals merecía ser contada. En ese pequeño poblado, ubicado sobre una porción de tierra fangosa, a orillas del río Tennessee, en el corazón del estado de Alabama, se escribieron algunas de las páginas más intensas y creativas de la historia del rock. Todos los protagonistas coinciden en que ese lugar tiene una influencia mística sobre la música. Los nativos americanos llamaban Singing River (Río Cantante) al Tennesse, y tal vez esa sea una explicación de por qué allí los artistas se libraban de sus ataduras a la hora de componer y grabar. Pero también fue la tozudez y el oído quirúrgico de Rick Hall, quien logró que en ese punto remoto de los Estados Unidos, rodeado de plantaciones de algodón, surgieran algunas de las máximas gemas del soul y el rock and roll.

Rick Hall
Hall venía de una familia de apareceros y desde joven sufrió los golpes de la vida. Primero fue la muerte de un hermano, luego el abandono de su madre y más tarde el fallecimiento de su primera esposa en un accidente de autos. El alcohol y la desesperación lo tuvieron al borde de la ruina pero logró salir adelante con la música como salvación. En un viejo depósito de tabaco abandonado, Hall montó su pequeño estudio de grabación en 1960, al que llamó FAME. Al primer artista que convocó fue a Arthur Alexander, quien trabajaba como botones en un hotel. Alexander grabó lo que pronto se convertiría en un éxito, You better move on, que poco después fue versionado del otro lado del Atlántico por unos jóvenes Rolling Stones.

Como los músicos que grabaron con Alexander partieron hacia Nashville, tentados por jugosos contratos, Hall decidió entonces armar otra banda estable y para eso reclutó a los pocos músicos disponibles de los alrededores. Así fue como Barry Beckett (teclados), Roger Hawkins (batería), David Hood (bajo) y Jimmy Johnson (guitarra) dieron origen a The Swampers, la sección rítmica que definió el sonido de Muscle Shoals. Ellos eran todos músicos de rock and roll pero con un groove sobrenatural que los llevaba a tocar con un ritmo funky casi por inercia. Por FAME también pasaron músicos y compositores más jóvenes, como Spooner Oldham, Dan Penn y Donnie Fritts, entre otros. El siguiente éxito de Rick Hall y compañía fue When a man loves a woman, de Percy Sledge. Eso generó un efecto dominó. El gurú de los productores musicales Jerry Wexler quedó fascinado con ese sencillo y poco después fue lanzado por Atlantic Records.

Wilson Pickett y Duane Allman
Muscle Shoals logró sobrevivir a la violencia racial de la época. Pese a estar en el estado más segregacionista del sur de los Estados Unidos, adentro del estudio FAME no había distinción de colores. Es así que Wilson Pickett, quien llegó de la mano de Wexler, grabó algunos de sus mejores discos respaldado por todos músicos blancos y Aretha Franklin se encontró a sí misma con el álbum I never loved a man the way I love you. Incluso, el máximo hit de Aretha, Respect, que se volvió un himno en la lucha de los negros que pugnaban por sus derechos civiles, si bien fue grabado en Nueva York, los músicos que participaron fueron los Swampers.

Para entonces, 1968, FAME y Muscle Shoals ya tenían un aura mística que invitaba a las estrellas a grabar. Siguió Etta James, luego Clarence Carter y hasta fue la incubadora del southern rock. Por allí pasó Duane Allman antes de la formación de los Allman Brothers, quien grabó con Wilson Pickett una notable versión de Hey Jude, de los Beatles, además de participar en otras sesiones.

The Swampers
Pero en 1969 se desató “la guerra”, cuando Wexler, que hacía un tiempo se había peleado con Hall, se llevó a los Swampers y creó un nuevo estudio al otro lado del pueblo, en el 3614 de Jackson Highway. Allí fue donde desembarcaron los Rolling Stones un año más tarde y grabaron tres canciones –Wild horses, Brown sugar y You gotta move- que aparecieron luego en el álbum Sticky fingers.

Desde entonces, esos dos pequeños estudios registraron a buena parte de las estrellas del rock, desde Bob Dylan, Rod Stewart y Boz Scaggs, hasta Paul Simon, Bob Seger y The Black Keys. Allí también fue el lugar donde Lynyrd Skinyrd grabó Free bird.

Toda esa historia es relatada de manera brillante en el documental Muscle Shoals, dirigido por Greg 'Freddy' Camalier, que cuenta con testimonios de Mick Jagger, Keith Richards, Bono, Gregg Allman, Aretha Franklin, Percy Sledge y, por supuesto, Rick Hall, Jerry Wexler y todos los Swampers. Un film imperdible para conocer en profundidad uno de los grandes hitos de la música contemporánea.


lunes, 6 de octubre de 2014

El núcleo del blues


Cisco Herzhaft va directamente al núcleo del blues. Con su guitarra bucea en las profundidades de una música que se remonta a comienzos del siglo XX. Y lo hace con un notable respeto por la tradición. Así lo demostró en su visita a Buenos Aires, en febrero del año pasado cuando se presentó en La Trastienda en el marco del El 4º Festival de Blues de Verano. Y así lo ratifica en su nuevo álbum.

Este francés de 67 años, nacido en Le Bouscat, cerca de Bordeaux, tuvo un temprano interés por el blues. Pero fue un encuentro con John Lee Hooker, a fines de los 60, que lo marcó a fuego: primero lo vio en vivo y después lo acompañó en segunda guitarra durante una gira por su país. En los 80, tuvo una etapa folk, hasta que a comienzos de los 90 formó un dúo con Bernard Brimeur, con quien editó varios discos, y ya no tendría vuelta atrás con el blues.

En sus álbumes solistas previos a éste -Ghost Cities (2002), Cisco’s cooking (2008) y The Cisco System (2010)- mostró de manera contundente cuál es su perfil musical y qué es lo que busca. Ahora, vuelve a apostar por el sonido tradicional, aunque tamizado con su particular estilo vocal. Con la guitarra utiliza el slide y el fingerpicking y la mayoría de los temas los compuso él.

El disco comienza con la excelente Dance the boogie for me, con ese ritmo hipnótico tan característico de John Lee Hooker que él reproduce magníficamente. Sin dudas lo mejor y más polémico del álbum es su composición Bentonia, Mississippi, inspirada en el lugar que dio origen a grandes músicos al blues como Skip James, Jack Owens y Jimmy “Duck” Holmes, pero aquí la incursión rapeada por el MC francés Rockin’ Squat le da todo un toque distintivo y audaz. Terry “Harmonica” Bean, uno de los músicos más auténticos del country blues en actividad, suma su sonido profundo en tres temas: The e-dying man, Hospital blues y el clásico CC Rider. En You won’t get nobody, Herzhaft se acompaña por una banda integrada por Guy Bélanger en armónica, su viejo compañero Bernard Brimeur en contrabajo y Patrick Cosseti en batería. La rítmica se vuelve a sumar a él en On the route to 66, donde descolla con el slide haciendo gala de su pasión por la escuela del Delta.

Good hand es un excelente álbum, en el que el francés encara con convicción los distintos estilos surgidos del Mississippi. Una verdadera clase abierta que no se puede desperdiciar.