lunes, 30 de julio de 2012

El blues según Belton Sutherland


Belton Sutherland fue filmado por Alan Lomax en 1978 mientras tocaba en el porche de la casa de la granja de Clyde Maxwell, en Canton, Mississippi. Son apenas tres canciones impresionantes, llenas de emoción, en donde Sutherland acompaña su canto profundo con unas líneas de guitarra atrapantes. Esos temas, Kill the old grey mule, Blues#2 y I have trouble, son las joyas perdidas del blues rural.

En youtube también se pueden ver los 53 segundos de Sutherland entonando un field holler primitivo que remite a lo más profundo del Delta del Mississippi, así como también un blues improvisado en el que Maxwell lo acompaña tocando el violín. Estos videos son su testamento musical, imprescindibles para los cultores del country blues.

Sutherland murió el 7 de octubre de 1983. Tenía 72 años. Sus restos están enterrados en un cementerio a unos 20 kilómetros de Canton.


viernes, 27 de julio de 2012

Honrarás a tu padre

Ese es el mandamiento que Mud Morganfield respeta a muerte. El nombre de Muddy Waters pesa como ningún otro en el mundo del blues. Y Mud lo sabe bien. Carga con un apellido que resume buena parte de la historia del blues. El año que viene se cumplirán 30 años de la muerte del legendario padre del blues de Chicago y Mud llegará más preparado que nunca a ese homenaje. Anoche, ante una Trastienda colmada, demostró una vez más que es un artista sensacional, carismático y respetuoso de la tradición.

La noche tuvo un componente extra: sirvió para que muchos músicos locales se mostraran ante un público más amplio que el que suele seguirlos por los bares de Capital y el Conurbano. Ese fue el caso de Nacho Ladisa Blues Club, una banda de chicos jóvenes que está dando que hablar. Hace poco editaron su primer disco y con esta presentación demostraron que están para grandes cosas. Ladisa y Federico Verteramo en guitarras y Hughis López en armónica se recostaron sobre la rítmica contundente de Homero Tolosa y Cristian Ferreira. Estuvieron acompañados por el experimentado Machi Romanelli en teclados, que cubrió el lugar que ocupó Gustavo Doreste en el álbum. Fueron cinco temas tocados con mucha pasión. Comenzaron con Money marbles & chalk y siguieron con Goin’ away baby, Bright lights big city y Five long years, en el que hubo filosos solos de Ladisa y el zurdo Verteramo. El cierre, brutal, fue con Take a little walk with me, de Robert Lockwood Jr.

A las 21.30 subió a escena la segunda banda de la noche, la que habría de acompañar a Mud y sus blues. Roberto Porzio y Toto Palacio comenzaron con un par de instrumentales, junto a la armónica de Rubén Gaitán, y el colchón rítmico del hammond de Walter Galeazzi. Mariano D’andrea y Gabriel Cabiaglia sostuvieron la estructura en bajo y batería. Diez minutos después, Roberto Porzio presentó al hombre que todos esperaban ver. “Cierren los ojos e imaginen a Muddy cantando. Con ustedes, ¡el Hijo del Blues!”, anunció el guitarrista. Mud apareció en escena con un traje que parecía blanco pero que en realidad era de un lila, luciendo aros y anillos de oro y con una toalla en su mano, con la que se secó la cara más de una vez. Se sentó en una banqueta y comenzó a entonar la letra de Walkin’ thru the park, uno de los clásicos de su padre.

El repertorio estuvo equilibrado entre temas propios y algunos covers de Muddy Waters. De su último disco, Son of a seventh son, las más destacadas fueron la balada blusera Midnight lover y luego Catfishing, en el que invitó al escenario a tres mujeres para que bailaran para él. Luego hizo que la gente eligiera una ganadora. Y la que ganó no fue la que mejor bailó, sino la que se animó a tomarlo de la mano y hacerlo bailar a él. Ella se llevó un disco autografiado.

Mud hizo que sus músicos aprovecharan la oportunidad para mostrarse. “Mr. Robert play the blues”, le dijo a Porzio, quien empezó a deslizar el slide para una gran version de You can't lose what you ain't never had. Lo mismo pasó con Hoochie coochie man. Rubén Gaitán hizo reír a Mud más de una vez con algunos trucos de su armónica. Y Toto Palacio, que tenía hinchada propia, dio siempre un paso al frente para sacar unos punteos profundos.

Hubo un pequeño incidente: Mariano D’andrea tuvo problemas con la ficha de su bajo que provocó unos sonidos molestos. La solución fue el contrabajo que había usado Cristian Ferreira. Pero, como dice el dicho, no hay mal que por bien no venga: Mud y Roberto Porzio improvisaron una versión de Forty days and forty nights, en la que Mud mostró que las aguas del Mississippi fluyen por sus venas.

Un gran momento fue cuando Mud contó la historia de su novia Caldonia, a la que su madre no quería para nada. “Yo era un nene de mamá”, dijo para justificar que no siguió su relación con ella pese a que Muddy Waters lo incentivaba. Entonces se lanzó con una animada interpretación del clásico de Louis Jordan. Así, bien arriba, llegó el final. Primero con Got my mojo workin’ y una poderosa versión de Manish boy para el bis. Blues de Chicago en estado puro y buena onda fueron los ejes de una gran noche, en la que el hijo del blues honró la memoria de su padre.

miércoles, 25 de julio de 2012

Blues profundo

¿Qué es lo que me apasiona del blues? Me hice esa pregunta cientos de veces. Es difícil explicarlo en pocas palabras. Supongo que un motivo es su ritmo tan humano y plagado de sensaciones. Tristeza, desamparo, alegría, miedo, pasión, despecho, enamoramiento, recuerdos. Y a veces, cuanto más rústico y descarnado, más lo siento. Esta es una selección brutal de oscuros músicos sureños, tipos de los que se sabe poco y que pasaron gran parte de su vida tocando más que nada en los porches de sus casas. Una buena muestra de por qué el blues puro es un camino sin retorno.

Charles Caldwell – Remember me. Durante décadas tocó en los juke joints de la zona conocida como North Mississippi Hill a cambio de tragos. Y cuando tuvo la oportunidad de darse a conocer murió devorado por un cáncer de páncreas. Su fallecimiento ocurrió en 2003, unos pocos meses antes de que el sello Fat Possum editara su único disco. La grabación no fue nada fácil porque, según contó el productor Matthew Johnson, Caldwell estaba en pleno tratamiento de quimioterapia. De todas maneras logró un álbum atrapante, bien eléctrico, al estilo de Junior Kimbrough o R.L. Burnside, en el que el sonido de la Gibson 135 provoca hipnosis en quien la escuche. La voz de Caldwell suena densa, curtida y allanada por litros de licor. En algunos de los temas está solo con sus seis cuerdas y en otros es acompañado por la batería de Tino Gross. Las once canciones fueron compuestas por él y son las únicas que nos dejó.

Asie Payton – Worried. Hace unos meses, mientras buscaba la lápida de Charley Patton en el cementerio de Holly Ridge, en Mississippi, me topé con la tumba de Asie Payton. El epitafio apenas decía: “Bluesman”, su nombre y las fechas en las que nació y murió: 12 de abril de 1937 y 19 de mayo de 1997. Como no tenía ni idea quién era, en cuanto tuve una computadora a mano empecé a investigar y resultó ser otro artista del que apenas hay un disco. El sello Fat Possum estuvo dos años tratando de hacerlo grabar, pero Payton siempre se mostró díscolo. Luego de mucho batallar apenas lograron capturar su sonido durante una presentación en el juke joint de Junior Kimbrough y en una pequeña sesión en un viejo estudio del condado de Washington. El sello iba a lanzar un demo pero Payton murió antes de que eso sucediera. Entonces, sin más remedio, Fat Possum juntó ambas grabaciones tal como estaban y, en 1999, editó el disco Worried. Es un álbum de blues eléctrico, bien sucio, crudo, caótico y vibrante. Una reliquia del sonido moderno del Mississippi.

Bud Grant - The George Mitchell Collection vol. 14. George Mitchell fue un “cazador” de bluesmen. Durante la década del 60 recorrió el Mississippi, Alabama, Texas y Georgia y grabó a decenas de músicos negros. Entre los más conocidos de su colección están Big Joe Williams, Houston Stackhouse, Sleepy John Estes, Fred McDowell y R.L Burnside. Pero después hay muchos tipos que grabaron apenas una vez y que el tiempo los sepultó. Ese es el caso de Bud Grant. Por suerte, en 2006,  Fat Possum editó 45 discos en los que está condensado todo el trabajo de Mitchell. El volumen 14 contiene diez canciones que Grant grabó en Thomaston, Georgia, en 1969. A diferencia de los dos discos anteriores este es bien rural. En la web casi no hay datos de su vida. No encontré su fecha de nacimiento y no sé si está vivo, aunque lo dudo mucho. Pero sus interpretaciones de Trouble in mind, Mean old frisco, Rock me mama y Rattlesnake moan perdurarán por siempre.

domingo, 22 de julio de 2012

La diva y sus blues

El blues está aquí y allá. No entiende de fronteras ni de aduanas. Músicos argentinos, un guitarrista brasileño y una cantante increíble, cargada de personalidad y talento, nacida en la meca misma del blues eléctrico: Chicago. Deitra Farr, dueña de una voz poderosa, sabe lo que hace y lo hace muy bien. Domina la escena con personalidad: canta blues y bromea con el público. Canta soul y agradece a quienes la acompañan con ritmo. Es su gran noche, la primera en Buenos Aires, y la diva demuestra que no es sólo una intérprete de canciones de otros, sino que se luce con material propio.
Gabriel Grätzer

El Festival Internacional de Blues empieza con Gabriel Grätzer & Big Tequilas. Llegó a La Trastienda cuando está comenzando a tocar el último tema de su set, Highway 49, un clásico del blues del Delta que se acerca más a la versión de Big Joe Williams que a la de Howlin’ Wolf. Grätzer desliza su slide como si estuviera en el porche de una casa de Leland, Mississippi. No por nada él es el embajador del blues argentino.  El sonido de su guitarra recorre una ruta rítmica sostenida por la sutileza del contrabajo y una suave percusión. 

Adrián Jiménez
Sigue Adrián Jiménez con su ejército de armónicas y el estilo Chicago impregnado en la piel. Lo acompañan los guitarristas Ricky Muñoz y Roberto Porzio que alternan solos entre tema y tema. Jiménez exhibe sus Hohner Marine Band y también una imponente armónica cromática. El pico máximo de su presentación llega cuando la banda comienza a sacudir la estratosfera con una versión demoledora de Mellow down easy. Jiménez llega al cierre soplando una armónica amplificada en un instrumental brutal. La música fluye.

Decio Caetano
El violero Max Hracek y los Mojos suben rápidamente. Tocan cuatro temas y en uno, Big town playboy, cuentan con la enérgica voz de SabrinaGonzález. Hacen su parte correctamente antes de que aparezca en escena la primera figura internacional. Decio Caetano se acomoda enseguida y el blues gana en intensidad. Además de un gran guitarrista es un notable maestro de ceremonias. No lo inhibe su español rústico. Trata de contagiar al público con la misma emoción que lo invade por estar en el escenario de La Trastienda en una noche tan especial.

Cuando ya está todo listo, la diva aparece caminando con tranquilidad. Tiene un corte de pelo que me recuerda a muchas de las fotos que vi de Big Mama Thorton, aunque ella, si bien es voluptuosa, no llega a ser tan imponente como lo era la creadora de Hound dog. La banda comienza con ritmo de soul y Deitra canta The search is over, el tema que dio nombre a su disco de 1997. Durante poco más de una hora la cantante abordará un repertorio plagado de temas propios que fueron editados en sus dos álbumes (el otro es Let it go, de 2008), aunque cantará un par de covers: Just a fool, de Little Walter, y el clásico Blues with a feeling. Más allá de los punteos de Caetano y Hracek, Deitra le da mucho lugar a un movedizo Machi Romanelli, que se lanza con solos de hammond y piano en casi todos los temas.

Deitra Farr
Un desubicado del público, de los que nunca falta, le grita a la diva: “¡Play the blues!”. Ella lo mira y le responde con una ironía en inglés: “Pensé que eso era lo que estaba haciendo. Salvo que estemos haciendo disco”. El baterista Gonzalo Martino, rápido de reflejos, golpea una base disco y el bajista Chipi Cipolla se suma. Deitra se ríe y la gente aplaude. Y ella retruca: “O tal vez estemos haciendo reggae”, y mezclan el ritmo de Three little birds, de Bob Marley, con una letra improvisada en el momento. “Pero si quieren jazz, tendrán jazz”, dice para subir la apuesta. Y Martino y Cipolla la siguen con obediencia y soltura.

La noche se esfuma de a poco. Ya son más de las dos y las puertas de La Trastienda se abren de par en par. Es la hora de ir terminando pero a Deitra le queda una canción más: Key to the highway es el bis y su despedida. El blues en su máxima expresión.

viernes, 20 de julio de 2012

Volviendo a las fuentes

Estos tres discos fueron editados en el último mes y corresponden a artistas de peso que siguen explorando la música de sus antecesores.

John Primer – Blues on solid ground. Este disco es un viaje hacia su infancia, un sobrevuelo imaginario por el Mississippi de la década del 40. Es un repaso sobre como él y su familia pasaron sus días rodeados de dificultades, cosechando algodón al rayo del sol durante jornadas eternas, viviendo en cabañas precarias y sometidos por la segregación racial. Aquí, Primer desnuda su alma y no solo nos cuenta cómo fue su vida, sino también como hizo para salir adelante. Y el secreto de eso no es otra cosa que la música. En este disco, Primer reescribió el sonido de los blues que escuchaba cuando era joven manteniendo la impronta acústica. Los 13 temas fueron compuestos por él y se rodeó de algunos de los mismos músicos que Mud Morganfield utilizó para grabar su flamante álbum Son of a seventh son: Kenny Smith, E.G. McDaniel y Barrelhouse Chuck, aunque en armónica aquí está Russ Green en lugar de Bob Corritore. Primer sigue vigente y como dijo su esposa Lisa: “El blues seguirá entre nosotros mucho más tiempo mientras él siga parado en terreno sólido”.

Billy Boy Arnold – Sings Big Bill Broonzy. La propuesta no es original: Muddy Waters ya lo hizo en 1960. Y lo hizo muy bien. Pero esta nueva aproximación a uno de los bluseros más emblemáticos de la historia no se puede pasar por alto. Porque más allá de que no sea novedoso, se trata de interpretaciones concienzudas y apasionadas. Billy Boy Arnold se tomó en serio su vuelta a los estudios de grabación y optó por algo similar a lo que había hecho en 2008 cuando dedicó un disco a la memoria de John Lee “Sonny Boy” Williamson. Ahora se abrazó a la figura de Broonzy, otro precursor del blues de Chicago e intérprete de folk y blues rural. Acompañado por Billy Flynn (guitarra y mandolina), Eric Noden (guitarra), Beau Sample (contrabajo) y Rick Sherry (clarinete, tabla de lavar y percusión) grabó 15 versiones majestuosas entre las que se destacan Key to the highway, Sweet honey bee, It was just a dream y San Antonio blues.

Rory Block - I belong to the band / A tribute to Rev. Gary Davis. Esta guitarrista y cantante nacida en Nueva York en 1949 ya lleva más de 40 años tocando blues tradicional. Grabó por primera vez en 1975 y desde entonces editó 27 discos, los últimos tres dedicados a bluesmen legendarios: Robert Johnson, Son House y Fred McDowell. Ahora se embarcó en un homenaje a uno de sus mentores, el Reverendo Gary Davis, guitarrista al que solía visitar en su casa del Bronx junto a Stefan Grossman. Aquí está ella sola con su guitarra, combinando el blues con el góspel, aplicando todo lo que aprendió de su maestro: arpegios con el pulgar y ese estilo complejo con el que logra tocar la rítmica y los solos al mismo tiempo. Block también se destaca con el slide, especialmente en el tema que da nombre al disco. El repertorio cuenta con muchas de las canciones del gran Gary Davis como Samson & Delilah y Death don't have no mercy. Un disco bárbaro para escuchar a una gran intérprete contemporánea y, de paso, para quienes no lo conozcan, entrar en el maravilloso mundo del Reverendo.

martes, 17 de julio de 2012

El mesías


-¿Qué espera para los próximos años?- preguntó el periodista.

-Convertirme en Santo- respondió John Coltrane.

Uno meses después murió.

El primer disco que escuché de Coltrane fue Plays the blues. Me lo recomendó Guillermo Hernández una de esas tardes de comienzos de los noventa en el pequeño local de Minton’s de la Galería Río de la Plata. “A vos que te gusta el blues este disco te va a encantar”, me dijo. El encanto fue inmediato. El saxo cansino e irreverente de Blues to Elvin, un sonido impresionante, majestuoso. A la semana siguiente volví por más de Coltrane. Y ahí fue cuando Guillermo me habló del avant garde y del free jazz. Me mostró discos como Coltrane sound, A love supreme y Ascension, pero me dijo: “Para esto te falta”. Y me sugirió Lush life, un álbum de hermosas baladas. Después vino Kind of blue, el disco de los discos del jazz, con Miles Davis y Bill Evans. Comprendí esa sensación de libertad que te da escuchar jazz.

Coltrane grabó decenas y decenas de álbumes en poco más de diez años, la mayoría indispensables para cualquier coleccionista de jazz. Con cuarteto, quinteto, sexteto o como saxofonista en otra banda, hizo de todo y siempre todo bien. No hay otro músico que haya participado de tantas sesiones de estudio como él en tan poco tiempo. Coltrane improvisaba con una energía creativa abrumadora y llegó con su música al más allá, a una dimensión que no creo que otro ser humano haya alcanzado, excepto Miles.

Fue un mesías. Su obra estuvo entrelazada por el contexto histórico en que le tocó vivir, marcado por la lucha por los derechos civiles de los negros, y especialmente por una experiencia religiosa que tuvo en 1957. Según sus palabras, “viví un renacer espiritual que me llevó a una vida más completa, rica y productiva. En ese momento, a manera de agradecimiento, humildemente acepté el privilegio de hacer felices a los demás con mi música”.

Coltrane superó a la heroína y el alcohol. Fue canonizado por la Iglesia africana ortodoxa y se convirtió en uno de los músicos de jazz más influyentes de la historia. Pero a pesar de haber sido un verdadero maestro, muy pocos músicos pudieron si quiera rozar su estilo en los últimos 45 años, tal vez porque él siempre fue un poco más allá de lo que las posibilidades se lo permitían, o porque realmente fue un ser sobrenatural.

“Mi música es la expresión espiritual de lo que soy, mi fe, mi conocimiento, mi ser”, John William Coltrane (23 de septiembre de 1936 / 17 de julio de 1967)

domingo, 15 de julio de 2012

El año de Mud

El gran año de Mud Morganfield llegó. Editó su segundo disco, fue una de las figuras centrales del Festival de Blues de Chicago y posó para la tapa de la prestigiosa revista Living Blues. Es que Mud está demostrando que es un artista cabal y no un mero imitador de su padre. Si bien la figura de Muddy Waters guía el espíritu de su música y su forma de cantar, Mud consiguió imprimirle su propio sello a las canciones. Y nosotros fuimos testigos de esa consolidación. Hace tres años, cuando vino por primera vez a la Argentina, no era muy conocido y algunos no creían en él. Pero todo eso cambió. Y cambió a fuerza de blues. Mud es un extraordinario cantante y arriba del escenario tiene un carisma fantástico. Es capaz de hacer cantar y bailar hasta al público más perezoso.

Su último disco Son of a seventh son recibió muy buenas críticas en los Estados Unidos, no solo por su interpretación, sino porque empezó a hacerse notar como compositor: siete de los doce temas que tiene el álbum los escribió él. La referencia a su padre en el título del disco no se extiende a todo el repertorio. Mud apenas hace un cover del legendario Muddy Waters y es suficiente para despejar dudas sobre cuál es su ADN. You can't lose what you ain't never had es, tal vez, una de las mejores canciones del padre del blues de Chicago, no por nada Martin Scorsese la eligió como tema de apertura de la serie de películas The Blues. Y aquí Mud canta con pasión y verdadera devoción. También suena muy bien el tema del guitarrista Billy Flynn, Money (Can´t buy everything), por la solvencia vocal de Mud y la combinación de los teclados de Barrelhouse Chuck y la armónica de Bob Corritore, quien también compuso otro track del disco. En la balada blusera Midnight lover, Mud demuestra que es capaz de imprimirle mucho soul a su canto. Mientras que en Loco Motor despliega un boogie movedizo y candente. Blues in my shoes es su alegato final: "Si crees que no tengo el blues, me gustaría que hubieras caminado con mis zapatos / Tengo el blues desde hace tanto, que ya no sé qué hacer.”

A Billy Flynn, Bob Corritore y Barrelhouse Chuck se les suman el bajista E.G. McDaniel y el guitarrista Rick Kreher. La batería está a cargo de Kenny “Beedy Eyes” Smith, otro heredero de la vieja escuela, hijo de Willie Smith, el baterista que más tiempo estuvo junto a Muddy Waters. La banda tuvo una buena sinergia en el estudio y el resultado es un álbum sensacional que, a diferencia del anterior, Fall waters fall (2008), será distribuido más ampliamente.

El 26 de julio, Mud se presentará en La Trastienda con músicos locales con lo que ya tocó en sus visitas anteriores. Roberto Porzio y Toto Palacio (guitarras), Gustavo "Bohemio" Rubinsztein (bajo), Rubén Gaitán (armónica), Gabriel Cabiaglia (batería) y Walter Galeazzi (teclados) tienen una larga trayectoria en la escena local, aportan solidez rítmica, sentimiento y profesionalismo, como un músico de la talla de Mud necesita.

Mud Morganfield, o Muddy Waters Jr. como lo llaman algunos, recorrió un largo camino para llegar al lugar en el que está hoy. Lidió con sus fantasmas durante muchos años hasta que aceptó lo que el destino tenía reservado para él: hacer honor al legado de Muddy Waters y llevar el blues a donde sea necesario. Y aquí no hará otra cosa que sentar sus bases y honrar el buen nombre de su padre.

jueves, 12 de julio de 2012

Aquella noche en el Marquee

La historia tiene sus vueltas y curiosidades. Pequeños momentos que, con el paso del tiempo, se convierten en grandes anécdotas. Un jueves como hoy, hace 50 años, los Rolling Stones se presentaron por primera vez arriba de un escenario gracias a una casualidad. Así fue el primer recital de la banda más grande de la historia del rock and roll. El Club Marquee estaba emplazado en un sótano, en el 165 de la calle Oxford, en Londres, donde hoy funciona una sucursal bancaria. Hacía poco más de cuatro años que había abierto sus puertas y atraía a bandas de blues, jazz y el incipiente rock and roll.

La noche del 12 de julio de 1962 estaba pautado que tocaran Long John Baldry y luego el padre del blues británico, Alexis Korner con sus Blues Incorporated. Pero al segundo le surgió un compromiso ineludible con la BBC y tuvo que cancelar su presentación. Entonces, luego de una serie de llamados telefónicos, Brian Jones aceptó presentarse con su flamante banda, que esa noche debutaría con el nombre de Mick Jagger & The Rollin’ Stones, en honor a la célebre canción de Muddy Waters.

Hacía poco que Jones se había juntado con Jagger y Keith Richards, los dos chicos de Dartford amantes del blues, que tocaban en una pequeña banda llamada Little Boy Blue and the Blue Boys. No necesitaron mucho tiempo para darse cuenta de que los tres tenían los mismos gustos y proyectos. Brian Jones tocaba el slide y era un apasionado de los blues; Jagger era muy carismático y, si bien tenía aspecto de “chico bien”, imitaba a los bluesmen de Chicago con pasión; y Keith Richards, que contrastaba con la imagen de Jagger, ya se perfilaba como un extraordinario guitarrista.

Los tres se presentaron en el humoso Marquee junto al bajista Dick Taylor, que tocaba en Little Boy Blue, y el pianista Ian Stewart, que lo hacía junto a Brian Jones. Lo que no está claro hasta el día de hoy es quién fue el baterista. Aunque parezca curioso no hay registros concretos de eso y los músicos, por alguna razón, se encargaron de no aclarar este punto. En una entrevista televisiva, Dick Taylor, quien luego abandonó la banda para formar los Pretty Things, dijo que él siempre pensó que el baterista había sido Charlie Watts. Pero Watts para ese momento tocaba junto a Alexis Korner y recién se sumó a los Stones en enero de 1963. Los otros dos que pudieron tocar la batería esa noche fueron Mick Avory, quien luego pasó a los Kinks, y Tony Chapman. Pero aunque resulte increíble ninguno de los dos lo confirmó. Los más fanáticos aseguran que fue Chapman quien se sentó frente a los bombos y redoblantes en el debut Stone, mientras que el biógrafo Christopher Sandford asegura que fue Avory.

Los Rollin’ Stones (la “g” la agregarían tiempo después) cobraron 20 libras dieron un show ante unas 100 personas que entusiasmó a algunos y molestó a otros, especialmente a los empleados del Marquee y al público más jazzero. Según distintos sitios especializados en la historia de la banda, el repertorio de esa calurosa noche londinense fue el siguiente: Kansas City (Leiber / Stoller); Baby what's wrong (Willie Dixon); Confessin' the blues (Brown / McShann); BrightlLights, big city (Jimmy Reed); Dust my broom (Elmore James); Down the road a piece (Don Raye); I’m a love you (Jimmy Reed); Bad boy (Eddie Taylor); I ain't got you (Billy Boy Arnold); Hush-hush (Jimmy Reed); Ride 'em on down (Eddie Taylor); Back in the USA (Chuck Berry); Kind of lonesome (Jimmy Reed); Blues before sunrise (Elmore James); Big boss man (Luther Dixon/Al Smith); Don't stay out all night (Billy Boy Arnold); Tell me that you love me (Jimmy Reed); y Happy home (Elmore James).

Así, a puro blues, movilizados especialmente por Jimmy Reed y Elmore James, los Rolling Stones dieron su primer paso sobre un escenario. Todavía faltaban varios meses para que se sumaran a la banda Watts y Bill Wyman, con quienes editaron el primer disco recién a mediados de 1964. El resto es historia conocida: veintitantos álbumes de estudio editados y otro buen número de grabaciones en vivo; unos pocos cambios en la formación original; conciertos multitudinarios en todo el mundo; momentos trágicos; drogas y detenciones; peleas y polémicas; casamientos, infidelidades y divorcios. En síntesis, todos condimentos que fueron conformando a la historia de la banda más longeva y grande de la historia del rock and roll.

miércoles, 11 de julio de 2012

Pecados capitales

El frío estanca, domina las sensaciones, adormece. Por estos pagos no estamos tan acostumbrados a las bajas temperaturas. Menos de diez grados se sienten como cientos de dardos filosos pinchándonos la cara. Los labios se agrietan, las narices se ponen coloradas, la piel se reseca y las manos quedan tiesas. Como escribió un colega ayer: “La tarde se puso ideal para al menos tres pecados capitales, los mejores. Por orden alfabético: gula, lujuria y pereza”. Se puede disentir sobre cuál es el mejor, pero difícilmente se podría cambiar uno de esos pecados por alguno de los otros cuatro. Una hermosa mujer, un ambiente cálido y un buen plato de comidas suman para pecar sin culpa. Y nada mejor que un vino para que todo sea mucho más impune. Quieto calza a la perfección. Es un blend (50% cabernet franc, 30% malbec, 20% cabernet sauvignon) delicado, con un leve aroma a madera, que muestra sin pudor sus tonos oscuros con reflejos púrpuras. Es perfecto para cuando la tarde se tiñe de noche y se puede pecar acaloradamente.

sábado, 7 de julio de 2012

Lanzamientos de junio

Junior Watson – Jumpin’ wit Junior. Junior Watson es, indefectiblemente, el máximo exponente del blues californiano actual. Ocupó el lugar vacante que dejó la temprana muerte de Hollywood Fats y con los años no hizo más que pulir su estilo que es una combinación de jump blues y Texas. Watson, cuyas principales influencias son Pee Wee Crayton, T-Bone Walker y Luther Tucker, se formó tocando junto a Canned Heat y Rod Piazza. A pesar de tener una larga trayectoria, éste es el tercer disco de su carrera, los anteriores fueron editados en 1994 y en 2002. Pero nunca estuvo desempleado: participó de decenas de sesiones de estudio junto a músicos como Charlie Musselwhite y William Clarke. El flamante Jumpin’ wit Junior parece que fue grabado en 1950. El sonido es tan anacrónico como estimulante. En un punto el álbum se asemeja a los dos últimos que editó Jimmie Vaughan, pero el estilo de Watson es completamente diferente al del hermano de SRV. “En este disco realmente capturé los tonos y la atmósfera que siempre escuché en mi cabeza pero que nunca pude plasmar en una grabación”, dijo Watson, que utilizó para estas sesiones una guitarra diseñada exclusivamente para él por Dan Dunham. Un disco óptimo para los amantes del sonido retro.

Johnnie Bassett - I can make that happen. Johnnie Bassett es un peregrino del blues. Nació en Marianna, Florida, hace 76 años. Pero antes de cumplir los diez años su familia se mudó a Detroit. Allí, siendo adolescente, empezó a escuchar a músicos del Delta, como John Lee Hooker, aunque su máxima influencia terminó siendo T-Bone Walker. Tiempo después tocó en la banda de Smokey Robinson y llegó a Chicago donde participó de algunas sesiones para el sello Chess. Durante los 60 se instaló en Seattle donde compartió escenarios con Jimi Hendrix y Tina Turner. Pero luego volvió a Detroit donde todavía vive. Pese a su extensa carrera, su discografía es limitada. I can make that happen es su séptimo disco solista, aunque en esta oportunidad lo acompañan los Brothers Groove en lugar de los Blues Insurgents. Aquí, Bassett destila todo su potencial, que combina jump blues, sonido Motown, jazz y R&B. Hay un muy buen dueto con la cantante Thornetta Davis, en Teach me tol ove, y también dos covers exquisitos de Solomon Burke, Cry to me, y Lowell Fulson, Reconsider baby. Pese a su dilatada trayectoria, su nombre sigue siendo desconocido para el gran público blusero. Este álbum es una buena forma de empezar a conocerlo.

Omar and the Howlers - I'm Gone. Aunque parezca mentira, ya hace medio siglo que Omar Kent Dykes toca blues. Nació en McComb, Mississippi, la ciudad de Bo Diddley, y creció en otras ciudades del estado como Hattiesburg y Jackson, donde empezó a tocar la guitarra cuando tenía 12 años. Pero su lugar en el mundo lo encontró a mediados de los 70 en Austin, Texas. Allí formó a los Howlers, banda con la que ya editó más de una docena de álbumes, desde su debut discográfico de 1980, Big leg beat. En I’m gone, Omar rinde homenaje a todos los estilos que moldearon su forma de tocar. El repertorio son todos temas propios, a excepción del cover Move up to Memphis, de John Lee Hooker. Por momentos, Omar canta como si fuera la reencarnación de Howlin’ Wolf y toca su Fender Stratocaster con una prestancia notable. La selección de temas es variopinta: hay boogie (Omar’s boogie), slow blues (Lone star blues), balada (Let me hold you) y down home blues (I’m mad again). Y hay mucho más en esta celebración: el estilo texano se hace presente en Going back to Texas y su admiración por Bo Diddley se trasluce en la hipnotizante Wild and free. I’m gone es un alegato blusero contundente, es la síntesis de una carrera formidable.

miércoles, 4 de julio de 2012

High water everywhere

Charley Patton está considerado como el padre del blues del Delta. Según varias fuentes, nació alrededor de 1891 en Bolton, Mississippi, y murió el 28 de abril de 1934 en Indianola. Sus restos descansan en el cementerio del pequeño pueblo de Holly Ridge. Su muerte ocurrió dos años antes de que Robert Johnson grabara la primera parte de sus 29 canciones y cuando B.B. King, que nació en Indianola, tenía apenas diez años. La influencia de Patton en el blues trascendió a su época, su forma de cantar y de tocar la guitarra –una hermosa Stella de madera oscura- pasó de generación en generación y sus canciones son hoy crónicas de otros tiempos.

Uno de esos temas es High water everywhere, que Patton grabó en dos partes en octubre de 1929. La letra está inspirada en las inundaciones que arrasaron con los estados de Mississippi, Arkansas, Illinois, Kentucky, Louisiana, Missouri, Tennessee, Texas, Oklahoma y Kansas entre 1926 y 1927. Todo comenzó durante el verano de 1926, cuando las intensas lluvias desbordaron el río Mississippi. La situación produjo un efecto dominó. Para la Navidad, el río Cumberland llegó a su pico histórico de crecida e inundó la ciudad de Nashville, en Tennessee. A comienzos de 1927 la situación se descontroló del todo causando pérdidas millonarias y la muerte de más de 240 personas. Además, la inundación profundizó las diferencias sociales y raciales en esa parte de los Estados Unidos: mientras los blancos fueron rescatados por los gobiernos estatales y el nacional, los negros tuvieron que acomodarse en precarios campos de refugiados o arreglarse por su cuenta. El agua recién comenzó a ceder en junio de 1927 pero las consecuencias durarían años.

Desde el punto de vista cultural, la inundación quedó retratada en parte de la obra del escritor William Faulkner y en canciones de músicos como Barbecue Bob y Bessie Smith, y también en When the levee breaks, de Memphis Minnie y Kansas Joe McCoy, que muchos años después popularizó Led Zeppelin. Pero sin dudas la canción de Patton es la más representativa de todas por su fuerza interpretativa: el sonido de percusión que logró golpeando la caja de su guitarra mientras rasgaba las cuerdas con furia, influyó definitivamente en todos los demás músicos del Delta. Se trata de un sonido dramático, profundo, visceral, que seguramente aprendió escuchando a sus antecesores, que a su vez habían escuchado a los esclavos que habían llegado del África.

The water at Greenville and Leland / Lord, it done rose everywhere / Boy, you can't never stay here / I would go down to Rosedale / but, they tell me there's water there. La letra es un relato preciso, con una prosa singular y auténtica, que describe a la perfección lo que él veía y lo que le contaban los demás: agua por todos lados. “Oh Señor ¿adónde debería ir?”, se preguntaba Patton casi con desesperación.

El tema fue de versionados decenas de veces a lo largo de los años pero muy pocos se animaron a grabarlo. Honeboy Edwards lo interpretó en sus sesiones de 1999, y fue editado en el disco Shake 'em on down. Rory Block hizo lo propio en su álbum From the dust, en 2005. Joe Bonamassa la tocó en vivo en el Royal Albert Hall, en 2009, y quedó registrado en un álbum doble y DVD. En 2001 Bob Dylan compuso Highwater (for Charley Patton), que apareció en el disco Love and theft, que cita parte de la letra de la canción original mezclada con extractos de Dust my broom de Robert Johnson y otros clásicos. Este es un buen punto de partida para descubrir la música de uno de los pioneros de la música contemporánea.


domingo, 1 de julio de 2012

En buenas manos

Estos tres discos son bien actuales. Reflejan los distintos matices, tonos y sonidos que una armónica puede alcanzar, innovando o manteniendo la tradición. Cada uno de estos álbumes tiene una particularidad estilística que los diferencia y los hace únicos. Son armónicas en buenas manos.

Johnny Sansone - The Lord is waiting and the Devil too (2011). La combinación de la armónica y la voz de Jumpin’ Johnny con la guitarra distorsionada de Anders Osborne dio como resultado este trabajo intenso y formidable. Son diez canciones en las que Sansone y Osborne redefinen el sonido blusero de Nueva Orleans, absorbiendo lo mejor de Dr. John, Coco Robicheaux y Snooks Eaglin. Aquí, como en sus discos anteriores, Sansone impregna su música de una lírica influenciada por las calles de Nueva Orleans y el sonido denso del pantano. Pero este álbum es más potente que los anteriores porque la armónica rockea por encima de la distorsión de la guitarra y del golpe abrasivo de la batería de Stanton Moore. El track que da nombre al disco fue elegido como la mejor canción de blues del año pasado por la Blues Foundation y Leavin’ es una tema instrumental exquisito en el que Sansone logra unos solos melodiosos fantásticos. Un gran álbum para deleitarse con un amonicista brillante.

Mervyn “Harmonica” Hinds - If speed was just a thought (2012). No por nada lleva ese apodo. Mervyn Hinds representa el sonido clásico, el auténtico paso del Delta del Mississippi a Chicago, como ese tren que va al norte escupiendo humo desde la locomotora. Hinds es el heredero de Junior Wells y James Cotton. Su último disco, lanzado hace semanas de manera independiente, lo encuentra interpretando 14 canciones propias, mientras sopla su armónica y aúlla como un lobo solitario en medio de una noche de luna llena. El primer tema, Calling the music spirits, es realmente fascinante. Es una especie de canto místico en el que parece que Hinds entra en trance. El resto del disco sigue en la misma onda, con algunos temas eléctricos y otros acústicos. If speed… es una verdadera cátedra de blues polvoriento y rustico, de ese que solo se puede escuchar en un verdadero jukejoint.

Jason Ricci & New Blood - Done with the Devil (2009). Jason Ricci nació en Portland, Oregon, en el extremo oeste de los Estados Unidos. Pero su estilo lo moldeó en Memphis, el vientre musical de ese país. A los 21 años ganó el concurso Sonny Boy Blues Society y tuvo una actuación descollante en el King Biscuit Blues Festival. Done with the Devil, su álbum de 2009 para el sello Eclecto Groove, es impresionante: una demostración absoluta de como un músico pude llevar la armónica a terrenos poco explorados. No se trata de un disco estrictamente de blues, aunque obviamente los hay. Cinco temas fueron compuestos por él y el resto son covers eclécticos como Enlightenment, del pianista de jazz Sun Ra; I Turned into a Martian, de los punks Misfits; y As Long as I have you, del gran Willie Dixon, en el que Ricci canta como si estuviera poseído por el espíritu de Jim Morrison. Pero sin dudas lo mejor del álbum es la versión notable de Afro Blue, un tema de Mongo Santamaría, en el que Ricci demuestra toda su versatilidad con la armónica, acompañado por un fabuloso Shawn Kellerman en guitarra. Si quieren escuchar algo diferente, este disco es ideal.