viernes, 30 de diciembre de 2011

Los mejores discos del año

Todos los discos fueron reseñados al momento de sus lanzamientos. No fue una elección fácil, ya que en 2011 hubo muy buenos álbumes.









MEJOR REEDICIÓN:


MEJOR DISCO EN VIVO:


MEJOR EP:


martes, 27 de diciembre de 2011

El vino del año

Una noche, a comienzos de este mes, fui a cenar a Doppio Zero, un restaurante del Bajo Belgrano en el que se comen las mejores pastas de Buenos Aires. Antes de pedirme unos orechietti con reducción de cordero elegí el vino. La carta, muy amplia, me llevó a pedir un Felino cabernet sauvignon. Pero el dueño del restaurante, un flaco muy atento que recorre todas las mesas y no deja detalle librado al azar, me dijo: “Por el mismo precio te recomiendo uno que no tengo en la carta que es una delicia”. Lo dijo tan convencido que no me quedó otra que aceptar. Así, llegó a la mesa una botella de Palo Borracho, un cabernet fabuloso de Ernesto Catena. Uno de esos vinos que es difícil conseguir y que es muy grato disfrutar. El dueño del restaurante me contó que lo probó en una degustación y que cuando quiso adquirir unas cajas le dijeron que Frappé había comprado toda la partida. Así que, me explicó, no tuvo más remedio que comprarle unas cajas a la vinería. La cuestión es que el vino, en la temperatura justa, me pareció exquisito. Intenso, frutado, fresco. Fue de lo mejor que probé en el año.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Feliz Navidad

A todos los que aman la música. A los que no pueden vivir sin ella. A los que no toleran que pase un día sin poder rasgar las cuerdas de su guitarra. A los que no ven el momento de soplar su armónica o acariciar las teclas de un piano. A los que necesitan casi como el aire golpear su batería. A los que tienen que tener siempre música de fondo y a los que les gusta escucharla a todo volumen. A todos ellos, les deseo la mejor Navidad posible. Les dejo esta fabulosa interpretación de Merry Christmas baby de Joe Bonamassa. Brinden y no paren de brindar!!!

 

jueves, 22 de diciembre de 2011

Últimos lanzamientos del año

The Black Keys – El Camino. Rock and roll, retro soul y espíritu indie son algunos de los componentes de la fórmula que dan materialidad a los Black Keys. Escuchar su música siempre es caminar por la cornisa de un precipicio. Es como si alguien pusiera a un yonqui a trabajar en una farmacia. Como si le dieran cientos de cascotes a un barrabrava descontrolado. Sus canciones son puro coqueteo trash altamente adictivo. Guitarras distorsionadas, melodías lisérgicas y arreglos vintage. Así y todo, los Black Keys miran hacia el futuro sin tener que recurrir a bases electrónicas. Todo lo que usan es electricidad en estado puro, al servicio de su power creativo, que parece absorbido del legado de los White Stripes. Entre tanta descarga, en la mitad del álbum, surge una hermosa canción, Little black submarines, que empieza con una guitarra acústica y termina como si Auerbach y Patrick Carney estuviesen poseídos por Robert Plant y Jimmy Page. El séptimo álbum de la banda en una década marca a las claras que lo de estos muchachos no es un capricho, es música en serio.

Pegi Young & The Survivors – Bracing for impact. Este disco es una gran sorpresa. Exquisita y grata. La mujer de Neil Young, a la que hemos visto cientos de veces haciendo los coros en los shows de su marido, acaba de lanzar su nuevo álbum, el tercero de su carrera. Bracing for impact es un obra fabulosa, en la que la música country, el folk, el rock y el blues conviven en la voz de esta gran cantante y compositora. Salvo por el cover I don't want to talk about it, que compuso Danny Whitten para Crazy Horse y popularizó Rod Stewart, los demás son todos temas propios. Trouble in a bottle es una joya que (no tengo dudas) está entre las cinco mejores canciones del año. Hay otras muy buenas: Med line -en clave de blues-, No heart beat sounds y Lie. La banda son todos viejos conocidos de su marido: Spooner Oldham, Rick Rosas, Ben Keith y Chad Cromwell, entre otros. Por supuesto que Neil Young tiene sus apariciones estelares, aunque siempre en un segundo plano para no empañar el trabajo de su esposa. Bracing for impact es un disco sensacional que todos deberían escuchar.


Nick Moss – Here I’am. El voluptuoso Nick Moss está camino a integrar las filas de la primera línea del blues. En un año que parece haber sido una visagra generacional –murieron Pinetop Perkins, Honeyboy Edwards, Hubert Sumlin, Big Jack Johnson- Moss aparece como uno de los mejores exponentes de la nueva camada de bluesmen. Después del excelente Privileged del año pasado, Here I’am es la consolidación de un estilo y el apuntalamiento de una carrera. Más allá de la influencia del blues clásico de Chicago aquí se perciben guiños a Led Zeppelin, Canned Heat y Jimi Hendrix. Entre tanto boogie y blues rock, surge la melodía divina de una canción que también se postula como las mejores de 2011: It’ II turn around, que viene en sus dos versiones, la original de nueve minutos y la editada para la radio. Tal como escribió mi amigo Claudio Ibarra en su reseña del álbum para el sitio 2120.cl “Una nueva inyección de fuerza para la música del alma”.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Lazos de familia


El blues se renueva día a día y Trampled Under Foot es una prueba cabal de ello. Los hermanos Schnebelen son jóvenes pero saben bien lo que hacen. Al legado familiar, le sumaron talento, pasión y un profundo respeto por la tradición del blues. Wrong side of the blues es un álbum directo, formidable y sin retoques. Tiene doce temas, todos compuestos por los hermanos, en los que la guitarra de Nick Schnebelen se convierte en el general de esta tropa de asalto blusera. Danielle se encarga del bajo y de cantar en la mayoría de las canciones. Mientras que el tercer eslabón, Kris, también canta como sus hermanos y aporrea la batería con precisión y soltura.

Los “creadores” des esta gran banda son Bob y Lisa Schnebelen , los padres de los chicos. Ellos son músicos pero nunca salieron del área de Kansas City. Pusieron toda su dedicación en transmitirles y enseñarles a sus hijos todos los secretos y trucos que conocían y también a que aprendieran la historia de la música de raíces. Así, en 2006, los hermanos salieron al ruedo. Desde entonces vienen cautivando audiencias en EE.UU. y Europa. Wrong side of the blues es su quinto disco, todos editados por pequeños sellos independientes.

Los hermanos tocan blues sin tapujos. Get it straight abre el disco con un poderoso azote vocal de Danielle, mientras la guitarra de Nick hace honor al premio Albert King a la promesa del blues que recibió en 2008. Bad woman blues tiene el espíritu de Bo Diddley con ciertos retazos campestres, mientras que el tema que da nombre al disco, cantado por Danielle, es de esos que van camino a la vitrina que seleccione lo mejor del año. Pero no es el único, She's long, tall and gone combina una guitarra en llamas, la voz compenetrada de Nick y el aporte sublime de la armónica de Kim Wilson. Otros temas para destacar son Heart on the line, que tiene el sonido del bajo bien al frente con Danielle cantando como si se le fuera la vida en ello y la guitarra de Nick viboreando entre verso y verso. The fool tiene la impronta de un down home blues con swing gracias al aporte de Mike Finnegan con el Hammond B-3.

El productor Tony Braunagel dejó que cada instrumento brille, que las voces se escuchen bien adelante para captar lo que cada uno de los hermanos puede dar de sí mismo. Su idea fue que el álbum suene tal cual ellos lo hacen en vivo. Y creo que lo logró. Wrong side of the blues es un disco excepcional, en el que los lazos de familia están intactos, así como el futuro del blues.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

El espíritu de los 60

Sobre el escenario hay dos guitarras acústicas y una silla. Las luces se apagan y comienzan a sonar los acordes de My back pages, de Bob Dylan. Desde un costado asoma la silueta esbelta de Roger McGuinn. Viste camisa, pantalón y sombrero. Todo de negro, menos las botas que son marrones. Sostiene una guitarra eléctrica de doce cuerdas y canta con una voz notable “Ah, but I was so much older then / I’m younger than that now". El tema dura apenas dos minutos. Es su carta de presentación. Uno de los tipos más influyentes de la música de los sesenta está en Buenos Aires.

Roger McGuinn fue uno de los fundadores de los Byrds, banda que desvelaba a los Beatles y a Dylan, y fue uno de los primeros en lograr una amalgamada fusión entre el rock, el folk y el country. Hoy es un trovador itinerante, un storyteller como los de antes. Su show se compone de canciones y anécdotas casi por igual. The ballad of Easy Rider, que compuso para la emblemática película que protagonizaron Dennis Hooper y Peter Fonda, es la segunda canción de la noche. McGuinn ya está sentado y se lo nota cómodo y relajado. Comienza alternar entre la acústica de doce cuerdas y la de seis.

Sigue con Mr. Spaceman, “el primer country rock espacial”, y luego con dos temas del álbum Sweetheart of the rodeo: Pretty Boy Floyd y You ain’t going nowhere, donde se luce con el estilo finger picking. Es tiempo de un blues y se despacha con St. James Infirmary. Sigue rememorando: antes de empezar a cantar All I really want to do cuenta que cuando se la hicieron escuchar a Bob Dylan, éste preguntó qué canción era y que él le respondió: “Es una de las tuyas”. Antes de un pequeño intervalo de 15 minutos, McGuinn interpreta Rock island line, de Leadbelly; Parade of lost dreams, que compuso junto a su esposa; y Chimes of freedom, otro de los temas de Dylan que los Byrds hicieron propio.

El Teatro Coliseo no está muy lleno, pero la gente está muy entusiasmada. Un hombre y su guitarra, un show íntimo y un bagaje de canciones históricas que conforman un verdadero songbook de una época dorada son las claves de una noche mágica. McGuinn vuelve al escenario de la misma manera que antes. Asoma tocando los acordes de Lover of the Bayou, del disco de 1970 que se conoce como Untitled. Enseguida arremete con otro tema de ese mismo álbum: Chestnut mare. Luego dedica Jelly Roger, del disco Cardiff Rose, a la época en que acompañó a Dylan en su Rolling Thunder Revieu. “Por entonces viajábamos en micros que se desplazaban por la noche como barcos piratas”, recuerda.

Pete Seeger y Gene Clark son los siguientes homenajeados de la noche: el primero con The bells of Rhymney. El segundo con You showed me. Se viene el final a puro éxito Byrd. Con la guitarra acústica interpreta los primeros acordes del Mr. Tambourine man de Dylan. “David Crosby me dijo que ese tema nunca podría llegar a ser un hit en la radio, entonces tomé la guitarra eléctrica y se me ocurrió hacer esto”. La transformación es notable, el público aplaude. Sigue con Eight miles high, esta vez dedicado a John Coltrane y Ravi Shankar. Corta una cuerda. No importa. Cambia de guitarra y cierra con Turn, turn, turn.

Hasta ahí, un show perfecto. Los bises traen una sorpresa, que sacude más desde lo emotivo que desde lo musical. Charly García se sienta frente a un teclado y juntos cantan, en español e inglés, Feel a whole lot better. La voz de Charly está arruinada, se lo nota fuera de tiempo. Tal vez por eso sólo acompaña con el teclado los dos temas siguientes: So you want be a rock and roll star y Knocking on Heaven’s door. Se van ovacionados. El público pide una más. Y Roger McGuinn regresa al escenario, por suerte solo, e interpreta May the road rise to meet you, una vieja canción irlandesa que elige para cerrar un show fabuloso, de esos imposibles de olvidar.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Desde la ruta

Marcia Ball tiene 62 años, de los cuales pasó más de la mitad en la ciudad texana de Austin. Esa referencia es clave para entender sus blues. Porque el mismo tiempo que lleva viviendo en la Capital de la Música es el que ha pasado cantando y tocando el piano. A eso hay que sumarle sus raíces, esas que comenzaron a crecer en su Lousiana natal. Ese combo es la génesis musical de esta gran artista, que en este último lustro parece haber alcanzado su pico de madurez interpretativa y creativa. Roadside attractions, su álbum número 15, fue nominado para los premios Grammy como mejor disco de blues y es el cuarto trabajo consecutivo que peleara por uno de los premios que entrega la industria discográfica.

Editado por Alligator Records, Roadside attractions es un álbum poderoso y recargado de energía. La voz de Ball es potente y destila un swing fabuloso. Las letras de las canciones, todas compuestas por ella, aunque un par fueron coescritas junto al productor Gary Nicholson, son postales de las rutas de los Estados Unidos y funcionan como crónicas de la América actual. Es un disco personal y muy reflexivo, en el que Ball se rodeó de una buena selección de músicos como Colin Linden (guitarra), Reese Wynans (hammond B3), Joel Guzman (acordeón), Don Bennett (bajo), Lynn Williams (batería) y los Mingo Fishtrap Horns.

That’s how it goes, el primer track del album, es arrollador. El Hammond B3 vuela entre el slide de Linden. Hay un corte en el que Bennett arremete con un solo de contrabajo. Ball lleva la canción aporreando su piano y cantando con una fuerza orgánica sobrecogedora. El resto de las canciones se debaten entre el boogie woogie, el shuffle, el cajun y ciertos resabios del country western. Sobre el final, entona un blues tremendo, Mule headed man en el que su hombre hace lo que quiere y ella no puede evitarlo: Le gusta tomar whisky aunque sabe que lo va a matar / no se lo puedes hacer dejar / él prefiere tomar whisky a seguir viviendo. Low down Texas style.

Roadside attractions es un gran álbum, honesto, puro. La música fluye con naturalidad. Es un libro abierto de estilos, todos con un anclaje en el sur de los Estados Unidos, con el río Mississippi, el pantano del Delta y las rutas como epicentro.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Lanzamientos nacionales

Don Vilanova – Don Vilanova y sus secauces. El contraste que hay entre el primer tema, Dobro intro, y el segundo, Vos ya sabes, es abismal. Miguel tocando blues es imbatible. Mucho feeling y demasiada experiencia. Pero enseguida arremete con un rock and roll exasperado, junto a la banda Nativo, que no le sienta muy bien. Esas dos caras de presentación inmediatamente obligan a una pregunta: ¿Cómo seguirá el disco? Sigue bien, pese a que el tercer tema aparece acompañado por otra banda de rock, Pier, el blues comienza a tomar forma. La guitarra dobro y el slide vuelven a aparecer en escena un par de veces más volcando el espíritu del Delta. La Mississippi suma su sonido clásico, con la voz de Ricardo Tapia, en Blues hasta que salga el sol. Blues solamente, con Emmanuel Horvilleur, suena demasiado forzado. Podría esperarse lo mismo de Abre en el que Miguel le hace frente al legado jamaiquino junto a los Reggae Rockers. Pero no: el tema destila frescura y alegría. Ciro Fogliatta aporta toda su experiencia y virtuosismo en La mente, Blues en la radio y La hechicera. Celeste Carballo le da un toque femenino en Tiempo al tiempo y los Blues Motel se “sincronizan” con el viejo maestro en un blues poco flexible. Me gustó mucho más que el anterior, Adiós Botafogo... Es cierto que éste tiene un par de altibajos, pero mientras el Don siga cerca del blues las cosas estarán bien.

Támesis – Aprendiendo a volar. Rock vintage, guitarras rabiosas y coros góspel. Canciones propias, espíritu sureño y muchas ganas. Esos son algunos de los condimentos de este disco novedoso en el que se perciben influencias muy marcadas de los Black Crowes. La banda está conformada por Guido Venegoni (voz), Julio Fabiani y Brian Figueroa (guitarras), Diego Gerez (teclados), Homero Tolosa (batería), Florencia Andrada y Natalia Pereira Pinto (coros). Todos chicos que tienen un promedio de edad de 23 años. Entre los invitados figuran Gabriel Grätzer (banjo), Nicolás Raffetta (teclados), Mauro Diana y Marcelo Saluzky (bajo). El álbum, de doce temas, tiene una notable calidad de sonido: fue grabado en el estudio Circo Beat, materizado por Max Scenna e impulsado por la Escuela del Blues. Los cuatro primeros temas son muy Crowes. El quinto, Canción para las batallas, marca un quiebre bárbaro con el aporte campestre de Grätzer. Cruel realidad tiene retazos de hit, al igual que el título que da nombre al disco, Aprendiendo a volar. Seguramente este es apenas el primer disco de una banda con mucho futuro. Bienvenidos.

Rubén Gaitán – Tuve que hacerlo. La primera pregunta que me surge luego de escuchar el disco es ¿Por qué tuviste que hacerlo Rubén? No hay dudas de que Gaitán es un referente de la armónica y del blues en la Argentina. Ha tocado con todos los músicos locales y con algunas figuras que vinieron del exterior. Todavía recuerdo con emoción esas noches de buena música, humo y Tía María en Betty Blues. Pero aquí y ahora, escuchando el álbum, pienso que un fiscal, durante una indagatoria, podría aceptar ese título como una confesión de culpabilidad. El disco también podría haberse llamado “Y qué le voy a hacer” o “Hice lo que me dijeron que hiciera”. Las letras de las canciones son un cliché y los invitados –Juanse, Sarcófago, Manuel Quieto de La Mancha de Rolando, entre otros- no logran levantarle la onda. Se trata de rocanroles obvios, previsibles, que bien podrían ser parte del repertorio de una banda de rock barrial adolescente. Rescato los solos en Me va a matar, Whisky para dos y Policías en acción, en los que Rubén Gaitán hace lo mejor que sabe hacer: tocar la armónica.

lunes, 5 de diciembre de 2011

La historia grande del blues

En marzo de este año, más precisamente el sábado 26, cumplí uno de los sueños que tenía en la vida. Vi a los Allman Brothers en vivo en el Beacon Theatre de Nueva York. Esa noche, majestuosa, única, inolvidable, hubo invitados de lujo: Dr. John, Susan Tedeschi y el legendario Hubert Sumlin, quien fue presentado con énfasis por Warren Haynes. El viejo Hubert subió al escenario acompañado por un asistente, se sentó en una silla y la banda empezó a tocar el clásico de Howlin’ Wolf, Smokestack lightning, y luego Key to the highway. Hubert sacó algunos débiles solos de su Fender Stratocaster y sus clásicos riffs. Yo estaba en la fila 20 y recién me di cuenta que estaba asistido por un tubo de oxígeno cuando un primer plano suyo apareció en la pantalla gigante. Esa noche me fui extasiado por el show de los Allman, pero me quedé con la sensación de que Sumlin ya estaba atravesando el último trecho de su vida. La noche siguiente, fui a ver a Hubert al Iridium Jazz Club, en pleno Times Square. Me senté en una mesa a pocos metros de distancia del escenario y contemplé su show con atención y cierto dolor. Vi a un hombre cansado y muy enfermo tocar su guitarra como si se le fuera la vida en ello. Fue muy conmovedor. Esa noche salí a caminar por la fría Manhattan con la sensación de que ya no lo volvería a ver.

A Hubert ya lo había visto en tres ocasiones durante los noventa: una en el Festival de Blues de Long Beach, en California, y un par de veces durante sus múltiples visitas a la Argentina. En cada una de esas presentaciones el tipo dejó en claro que sabía cómo entretener con sus blues. Hubert se había enamorado de Buenos Aires. Hizo muchos amigos y grabó dos discos: Made in Argentina 1993 y I’am the backdoor man. Creo que junto a John Primer es uno de los bluesmen que más veces vino al país.

Hubert fue dueño de un estilo propio, diferente al de los demás guitarristas y muy enérgico, que se complementó a la perfección con la forma abrasiva y feroz que tenía Howlin’ Wolf para cantar los blues. En los cincuenta, Wolf tomó a Hubert como su protegido y le pagó clases de guitarra en el Conservatorio de Chicago. Esa sociedad tuvo sus frutos: Wolf contó con uno de los guitarristas más innovadores de la ciudad y Hubert tocó en una de las dos mejores bandas de la historia. La leyenda cuenta que el eterno rival de Wolf, Muddy Waters, tentó a Hubert para que se pasara de equipo. Al margen de las decenas de grabaciones que Hubert hizo junto a Howlin’ Wolf, editó una buena cantidad de discos solistas para los sellos JSP; Blind Pig, Tone Cool, Evidence y Black Top.

El nombre de Hubert Sumlin no podrá ser borrado de la historia grande del blues. Murió a los 80 años como consecuencia de un paro cardíaco derivado de una severa complicación pulmonar que arrastraba desde hacía varios años. A Hubert lo estamos llorando en todo el mundo. Imagino a Keith Richards, a Eric Clapton, a Lurrie Bell, a James Cotton, a Bob Stroger y a Ronnie Earl en sus casas escuchando sus discos y recordando los buenos momentos vividos junto a uno de los máximos exponentes de los doce compases

Adiós, Hubert ¡Hasta siempre!

jueves, 1 de diciembre de 2011

Reedición de luxe

Los Rolling Stones se convirtieron en la banda más grande de la historia del rock. Por perseverancia y porque fueron los creadores de himnos de varias generaciones. En sus más de 50 años en el ruedo lanzaron decenas de discos: desde aquel álbum debut de 1964 hasta el último disco oficial de estudio, A bigger bang (2005), han editado obras monumentales como Exile on Main St., Let it bleed y Sticky fingers. Pero también otras bastante flojas como Dirty work, Still life o No security. En la década del sesenta brillaron por su combinación de blues y rebeldía juvenil. En los setenta tuvieron una explosión creativa arrolladora. Los ochenta los encontró peleados y desconcertados, casi sin rumbo. En los noventa lograron de alguna manera aggiornarse al sonido del momento sin perder identidad. En la última década, ya como reyes indiscutibles, siguieron paseando sus shows por el mundo y se volvieron uno de los fetiches de Martin Scorsese.

Pero lo mejor de estos últimos años viene por el lado del revisionismo histórico. Los Stones están reescribiendo su propia historia con reediciones de colección. El año pasado, lanzaron un disco doble de Exile on Main St., el álbum remasterizado junto a muchos temas que habían quedado afuera de la selección final. En paralelo, también salió la película Stones in exile.

Ahora sucede lo mismo con otro álbum emblemático de los setenta: Some girls. No hay dudas de que figura entre los cinco mejores discos del extenso catálogo de Jagger, Richards y compañía. Sólo basta con mencionar algunas de las canciones que contiene: When the whip comes down, Just my imagination (Running away with me), Far away eyes, Shattered, Beast of burden y Respectable. Así como también uno de los mejores temas que compuso Keith Richards en toda su vida, Before they make me run, y Miss you, la aproximación de Jagger a la música disco, pero sin perder ese sello rockero notable que siempre identificó a la banda.

La remasterización fue realizada por el productor Don Was y la edición “súper-deluxe” incluye un single de vinilo de 7″ con Beast of burden, además de fotografías inéditas de Helmut Newton realizadas en 1978, el año en el que se lanzó el álbum. Pero hay más: todo un cd con temas nuevos. En realidad temas que fueron grabados hace más de 30 años pero que, en su mayoría, recién se conocen ahora. Empieza con un rock and roll clásico, Claudine, dedicado a la cantante francesa Claudine Longet, que durante muchos años circuló en grabaciones piratas. Algo parecido sucede con el track Tallahasee Lassie.

El clásico e inconfundible sonido Stone aparece con todo su vigor en So Young, Do you think I really care y I love you too much, tres temas que cuesta creer que hayan quedado afuera de la edición original. El blues está muy presente en este reedición: When you’re gone, Keep up blues y Petrol blues, una joya de un minuto y medio que fue compuesta por Nicky Hopkins. El cover de Hank Williams, You win again, es simplemente maravilloso, y es muy emocionante escuchar a Keith Richards cantando We had it all.

Como si fuera poco, esta celebración en formato digital sale acompañada por el DVD Some girls live in Texas 1978. Si en su momento el álbum fue considerado como una verdadera obra maestra, este relanzamiento no es menos y además es una gran oportunidad para reencontrarse con lo mejor de los Stones.

lunes, 28 de noviembre de 2011

El que sabe, sabe

Por Mariano Valdivieso

No es mi intención que este texto sea algo parecido a un tratado de medicina, pero créase o no ciertas personas traen en su ADN algún tipo de código de buen gusto. Ustedes dirán; che, no, pará... qué el buen gusto es un invento del capitalismo y la modernidad. Pues no. Un estudio -de dudosa procedencia- asegura que una de cada 250 millones de personas cae en este mundo con una genética especial. Así que para mí, Bluesman es de esos tipos. No es índigo, no es albino ni ventrílocuo. Tampoco erudito ni médium, pero tiene buen gusto. Bluesman me trajo un vino francés de Francia. Se pasó, la verdad. No tenía obligación, vieron, pero él tiene BG (buen gusto). En la etiqueta, el Bourdeaux dice Mouton Cadet (2008). Típica botella bordelesa, el contenido es sorprendente para bien y para mal.
Hablemos del vino:
- Color tipo cereza pero a trasluz parece más oscuro. Brillante.
- En copa, cuando agité el vino, la lágrima tardó en caer, densa, pesada. Típico francés.
- En nariz, con buena intensidad.
- Y justamente por la intensidad de la nariz fue que pensé que se venía algo medio alcohólico. Pero no! Oh, sorpresa! El brebaje era suave, frutal, equilibrado. En una palabra: sólido
Me lo tomé, me lo tomé todo. Lo disfruté como quien manotea el bidón de agua en el entretiempo de un partido de casados contra solteros. Después, miré una película o hice zapping. Y así quedé.
Mi amigo Bluesman seguramente me entendería.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Blues sin fronteras

No importa el idioma, no importa el país, no importa la religión. El blues está presente en cada rincón del planeta.

Rudy Rotta - Me, my music and my life. Rotta es un guitarrista italiano, nacido en Verona, que se formó musicalmente en Suiza, triunfó en su país, expandió su música al resto de Europa y pudo desembarcar con relativo éxito en los Estados Unidos. Allí compartió escenarios con Luther Allison, Al Green, Taj Mahal, Etta James, los Fabulous Thunderbirds y Brian Setzer. Su primer álbum, Reason to live, fue editado en 1990 y ahora acaba de salir a la venta este disco doble que recopila lo mejor de sus más de 20 años de carrera. Entre los temas elegidos para este compilado hay algunos que fueron compuestos por él -con versiones en italiano y en inglés- y otros clásicos del blues y del rock. Además hay una lista de invitados de lujo: Peter Green suma su voz gastada y su guitarra para una sutil interpretación de Black magic woman. El difunto Carey Bell aporta su armónica en So di blues y Mama save the children. Rotta y John Mayall, en armónica, arremeten con un cover de My babe, de Little Walter. Pero eso no es todo: los solos de la guitarra de Robben Ford acribillan en una notable St. James Infirmary y en It’s all over now baby blue, de Bob Dylan. Brian Auger, el último de los invitados, le aporta un toque jazzístico en Truth. El resto de las canciones –entre las que hay tres covers de los Beatles- tienen a Rotta y su Fender como protagonistas excluyentes.

Vidar Busk & his True Believers - Stompin' our feet with joy. Después de Kid Andersen, Busk es el otro gran héroe de la guitarra de blues de Noruega. Busk no es un tipo que pase desapercibido, luce sobretodos y trajes de colores. estrafalarios y un peinado que combina el jopo de los años cincuenta con una cresta punk. Más allá de su look, Busk es un cultor del blues clásico, ese que los gringos denominan red hot, y el del swing. Stompin’ out feet with joy fue grabado en 1997 y reeditado hace unos meses: es un combo de blues de Texas, boogie, shuffle, jump blues en el que Busk y su banda descargan un arsenal de yeites y solos formidables. Busk nació en la ciudad de Langesund y a los 15 años se fue a vivir a los Estados Unidos. Su inglés es perfecto, eso es evidente cuando canta, y se nota que su estilo ha sido moldeado en los mejores bares de blues de Alabama, Georgia y South Carolina. En los noventa volvió a Noruega y desde entonces es uno de los máximos exponentes del blues europeo. Stompin' our feet ... tiene 14 temas y la reedición incluye cuatro bonus. Una de las canciones, The ballad of Vidar Busk, es una crónica autobiográfica de sus peripecias en el mundo del blues.

Yuichiro Oda – East blues. Oda nació en Japón, en la ciudad de Kagoshima, y a los diez años empezó a tocar la guitarra. Su formación estuvo relacionado más que nada con la música clásica y el jazz. De hecho, el jazz marcaría sus comienzos como músico profesional y sus primeros discos. Oda tocó con músicos de las bandas de Sarah Vaughan y Tom Waits, y su primer álbum se lo produjo nada más y nada menos que George Duke. A fines de los noventa, durante una gira por los Estados Unidos, tocó con Larry Carlton y Ernie Watts. Ahora acaba de lanzar este álbum de blues y guitarras afiladas, en las que además de ser el compositor de todos los temas, canta con una fuerza desgarradora. Los arreglos de algunos temas incluyen coros femeninos y por momentos la aparición de un piano que rellena la armonía en segundo plano. Pero también hay otros, como Test of life, que tienen una inclinación un poco más pop por el efecto de la sección de vientos y los teclados. El track que da nombre al disco es un instrumental furioso en el que los solos de Oda surcan el aire como balas de punta hueca. Y Desert blues es un acústico con slide que ubica a Oda en el porche de una casa del Mississippi. Así como una oda es una composición poética de tono elevado, este Oda es un guitarrista al que hay que escucharlo con el volumen al máximo.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Éxtasis

Se corrió el telón y los cuatro músicos empezaron con una descarga energética de blues, shuflle y otras yerbas que tuvo su pico de máxima intensidad sobre el final, cuando los cuatro se pusieron de espaldas al público: el bajista y el guitarrista cargaron sus instrumentos sobre los hombros mientras el batero golpeaba los tambores casi como si mirara por un espejo retrovisor. Debajo del escenario la gente estaba encendida. Fue todo tan intenso que ahora, varias horas después del show, sigo como percutido por uno de los mejores recitales de blues que vi en mi vida.

El frenesí musical fue in crescendo, al igual que el entusiasmo del público. La Trastienda estaba colmada, había muchos armonicistas que fueron a ver al ídolo, pero había otros que estaban por el combo completo. Ya de por sí la presencia de Rick Estrin era todo un acontecimiento. Pero que lo haya hecho junto a los Nightcats, mucho más. No por nada fueron nominados para los Blues Awards como la mejor banda del año. Lo excepcional de la noche de ayer estuvo más allá de las canciones. No tocaron clásicos del blues sino que se ciñeron a temas de su flamante álbum, Twisted, y otros de la extensa discografía de la banda, de cuando se llamaba Little Charlie & The Nightcats. Lo cierto es que los cuatro músicos tienen una serie de trucos y arreglos que los explotan a cada instante, combinando todo con una interacción corporal fabulosa.

El show empezó con una bienvenida de armónicas sudamericanas. Nico Smoljan y su banda tocaron dos temas, invitaron al brasileño Flavio Guimaraes a escena y luego a Mariano Massolo y Natacha Seara. Cuatro armónicas soplando en homenaje a quien estaba por venir, el heredero de Sonny Boy Williamson, el gran Rick Estrin.

Los Nightcats sonaron compactos. Lorenzo Farrell alternó entre los teclados, el bajo eléctrico y el contrabajo. Tiene un tempo fabuloso y un ritmo natural para llevar a la banda a trances demoníacos. J. Hansen es una verdadera bestia. Creo que al segundo tema ya tenía toda la camisa empapada. Golpea y golpea con rigor. Entre los dos se entienden a la perfección. No hubo ni una falla, ni un traspié. Pasión y precisión en su medida justa. Todo perfecto.

Kid Andersen merece un párrafo aparte. El guitarrista noruego tiene 31 años y en su curriculum figura que tocó con Charlie Musselwhite y Elvin Bishop. Estoy seguro que dentro de unos años va a estar entre los más grandes del blues. Toca lo que quiere y como quiere: blues de Chicago, Texas style, West Coast, jump blues, rock. Es un tipo corpulento y ayer, al verlo con su Epiphone –que compró un día antes por 600 dólares aquí en Buenos Aires-, me hizo acordar a Freddie King. En la mitad del show, Estrin dejó el escenario y Kid quedó al frente de la banda: se despachó con instrumental épico en el que hubo acordes de Paint black, de los Stones, y ciertas referencias tácitas a violeros como Dick Dale y Link Wray, que finalizó con un duelo entre su guitarra y el teclado de Farrell.

Otro duelo tremendo fue el que tuvieron Kid y Estrin al final, luego de que el segundo hiciera su clásica imitación de Sonny Boy, sosteniendo la armónica sólo con su boca. Kid no se quedó atrás e hizo un punteo con los dientes para después ejecutar el estribillo de Don’t cry for me Argentina mezclado con Baby please don’t go. En ese momento el público ya estaba muyen llamas. La comunicación entre el cantante y la gente tuvo momentos de fluidez. Si bien Estrin al principio dijo sólo “Uola”, luego se animó a algunas palabras más, aunque siempre en inglés. Cuando presentó su tema My next ex wife le pidió a los divorciados que levantaran una mano. “Vamos, vamos, no hay que tener vergüenza de sus fracasos”, alentó entre risas a los que la levantaban tímidamente.

Fue un show impresionante. Éxtasis puro. Lo bueno del blues es que no hace falta consumir una pastillita sintética para poder dejarse llevar por la música. Aquí todo fluye por vía sanguínea. Estrin y compañía hicieron una transfusión espontánea que nos dejó a todos culo para arriba.

jueves, 17 de noviembre de 2011

La última aventura de la Reina

Lo malo: este es el último disco de Etta James. Debido a una prolongada y gravísima enfermedad, la cantante anunció que con The Dreamer se retira del mundo de la música. Lo bueno: es un álbum fabuloso y con un sonido vintage, en el que ella no parece haber perdido el don del canto que la hizo una estrella en la década del cincuenta.

The dreamer comienza con Groove me, de King Floyd, con guitarras funky y una sección de vientos que acompañan el balanceo rítmico de una Etta encendida. Champagne & wine es uno de los dos covers que hace de Otis Redding. El otro es Cigarettes & Coffee. En ambos, se nota que ella los canta con una naturalidad asombrosa. La melodía fluye y su voz es poderosa y sutil a la vez. Algo similar pasa cuando canta Dreamer, de Bobby “Blue” Bland o In the evening, de Ray Charles. Esa combinación de blues y soul es el traje que mejor le queda.

Su interpretación de Misty blue, de Bob Montgomery, recuerda mucho a la pasión desmedida que ella le ponía al cantar I’d rather go blind (Recuerden la interpretación en vivo junto a Dr. John ¡Memorable!). También es muy emotiva Let me down easy, de Little Milton. Etta canta blues como pocas y ese, por ser el track que cierra el álbum, el último de su vida, tiene una significación especial. A otro artista al que le reversiona dos canciones es a Johnny “Guitar” Watson: Too tired tiene el espíritu texano intacto y That's the chance you take revive el recuerdo de Percy Mayfield y los años dorados. Es rara la versión de Welcome to the jungle, de los Guns N’ Roses, bah en realidad lo raro es que haya elegido ese tema para que integre el álbum. Está como descolgado. Algo parecido pasa con Boondocks, del grupo de country contemporáneo Little Big Town. Ambos suenan forzados.

La banda no tiene nombres rutilantes, pero todos son músicos híper profesionales que se amoldan al juego que plantea Etta. Entre ellos están dos de sus hijos, Sametto y Donto, que además de tocar el bajo y la batería, coproducen el disco junto al guitarrista Josh Sklair. También se destaca el otro violero, Leo Nocentelli, que fue uno de los miembros originales de los Meters, y el trompetista Lee Thornburg, ex Tower of Power y Supertramp.

Su última aventura discográfica se suma a una larga lista de álbumes que en los últimos 50 años escribieron páginas importantes de la historia musical y que influenciaron a toda una generación de cantantes que hoy no pueden ignorar que ella fue (y será) la Reina del blues y el soul.


lunes, 14 de noviembre de 2011

La leyenda de Austin

Su álbum Bird nest on the ground está guardado en mi discoteca entre In the beginning, de Stevie Ray Vaughan, y Welcome, el trabajo debut de su hijo Doyle Bramhall II. Lo saco de su reposo y lo empiezo a escuchar. Me conmueve el soul de I can see clearly now, la potencia rockera de She’s gone y la pasión blusera de I’m in the mood. Es un disco fabuloso, de esos a los que es imposible olvidar. Doyle Bramhall lo empezó a grabar en 1980, pero recién logró editarlo en 1994, gracias al esfuerzo del sello discográfico Antone’s. Esas once canciones resumen y definen el blues de la ciudad texana de Austin, la Capital de la Música, como le gusta llamarla a sus habitantes. Doyle Bramhall, en batería y voz, está secundado por una legión de músicos impresionante: Stevie Ray incendia su guitarra en Too sorry y después aparecen Jimmie Vaughan, los Double Trouble, Smokin’ Joe Kubek, los Memphis Horns, Robin Syler y un muy joven Doyle Bramhall II.

Podría decirse que Doyle Bramhall descubrió a SRV, aunque no sería la forma correcta de expresarlo. Creo que mejor es decir que fue quien le dio una gran oportunidad. Lo sumó a su banda, los Nightcrawlers, cuando él apenas era un jovencito. Y luego compuso algunas de las canciones que hicieron de Stevie una leyenda: Dirty pool, The house is rockin’, Looking out the window y Life by the drop. Pero lo más sorprendente de todo es como Bramhall influyó en la forma de cantar de SVR. En Bird nest on the ground todo eso queda de manifiesto.

El legado de Doyle Bramhall va más allá de SRV. Doyle Bramhall II es hoy un referente ineludible de la guitarra eléctrica y del blues rock, que ha llegado a tocar en las bandas de Eric Clapton y Roger Waters.

El domingo, el corazón de Doyle padre dijo basta. Tenía 62 años. Una verdadera pena: se acaba de ir otro grande del blues. Además de Bird… dejó otros dos discos muy buenos: Fitchburg Street (2003) y Is it news (2007), así como también su participación en Family Style, de los hermanos Vaughan y algunas otras colaboraciones. Termino de escribir estas líneas mientras suena el último tema del disco, Take your time, son. Padre e hijo zapan con ganas junto a Jimmie Vaughan. El blues fluye con naturalidad, como fluyó durante toda su vida.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Malbec para todos

El otro día, acompañando unas pastas secas, bebí por primera vez el Monte Cinco malbec. Me resultó exquisito, con mucho cuerpo y la presencia de la madera destacándose con soberbia. Luego leí que fue premiado varias veces en distintos concursos alrededor del planeta. El vino, perteneciente a la bodega de Arturo Bertona, es de la región de Luján de Cuyo, una de las mejores zonas vitivinícolas del mundo. La amplitud térmica, la tierra, y la mano mendocina son los tres factores fundamentales para que allí surjan vinos con estirpe, de esos que saben conquistar paladares.

El próximo número de la prestigiosa revista Wine Spectator estará dedicado casi exclusivamente al malbec. En la tapa anuncia: “Una uva olvidada, un suceso fenomenal “. Claro que el fenómeno no es nuevo. En los últimos años, especialmente después de la crisis de 2001 y gracias a las políticas del gobierno nacional, los bodegueros argentinos comenzaron a profesionalizar y masificar su pasión por los caldos. El resultado se ve cada día en la mesa de los argentinos y en los restaurantes. Y ya no es un secreto que se bebe malbec en otras partes del mundo. La mística mendocina ya llegó a Rusia, China, Noruega, Inglaterra y decenas de países en los cinco continentes.

El vino es la bebida nacional. El malbec, su emblema.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Lanzamientos de noviembre

Jon Lord Blues Project – Live 2011. Tal vez muchos asocien su nombre a la época dorada de Deep Purple. Un tecladista fabuloso, con una formación clásica muy definida, que le aportó al rock de los setentas una nueva perspectiva. Desde hace unos años, Lord puso el foco en el blues. Primero en el disco que grabó junto a los Hoochie Coochie Men y ahora con el lanzamiento de su álbum en vivo. Miller Anderson (guitarra), Colin Hodgkinson (bajo) y Pete York (bacteria) acompañan al tecladista que en algunos temas suma la colaboración de Zoot Money y la cantante Maggie Bell. El álbum comienza con Back in the chicken shack y desde ese preciso instante, el Hammond de Lord hace un alegato rítmico que anticipa todo lo bueno por venir. La selección de canciones es muy interesante: Wishing well (Free), Walkin’ blues (Robert Johnson), Respect yourself (The Staple Singers), I’m a man (Steve Winwood) y una genial version de Way down in the hole, de Tom Waits.

Shane Dwight - A hundred white lies. Tal vez no sea un nombre muy conocido por estos pagos, pero pese a ser un músico de la nueva generación, Dwight ya lleva diez años presentándose en vivo en festivales y abriendo shows para fenómenos como BB King, Johnny Winter, Jimmie Vaughan y Los Lobos. A hundred White lies es el octavo disco de este californiano de treinta y pico que creció escuchando a Jimi Hendrix, Led Zeppelin, Hank Williams y Willie Nelson. La revista Blues Revue lo calificó como “Un músico talentoso y compositor impresionante” y The San Francisco Chronicle como “una verdadera sensación”. Su último disco está inspirado en el dolor que le causó el divorcio de su esposa. Once de los doce tracks fueron compuestos por él, quien se rodeó en el estudio de grabación de los Dick 50, la banda estable de Delbert McClinton, y la cantante Bekka Bramlett, hija de Delaney & Bonnie, quien aportó todo su soul a los coros.

Buddy Whittington - Six string svengali. Whittington es un guitarrista notable que tuvimos la posibilidad de disfrutar en vivo las dos veces que John Mayall vino a la Argentina. Además de ser el violero de los Bluesbreakers desde hace más de 15 años, también tiene su propia banda. Ahora acaba de lanzar su segundo disco (el primero fue en 2008) en el que ratifica una vez más que es un artista completísimo. Además de tocar la guitarra con una destreza increíble, canta realmente bien y compone sus propias canciones. Su estilo tiene un anclaje muy definido en el sonido texano. Junto a Mayall, Whittington está en el lugar que hace décadas ocuparon Eric Clapton, Peter Green, Mick Taylor y Coco Montoya. Y eso no es poca cosa. Six string svengali es un álbum soberbio que es imposible no disfrutar, especialmente para los que tienen debilidad por las guitarras.

martes, 8 de noviembre de 2011

Rock and roll, amor y paz

Fotos Télam

Ringo Starr es uno de los tipos más afortunados del mundo. Que un músico del montón haya llegado a integrar la segunda banda más enorme de la historia del rock habla de que todo es posible. Sus dotes con la batería no se comparan con la de sus contemporáneos John Bonham, Keith Moon, Mick Fleetwood o Charlie Watts, y apenas es un cantante discreto que ni siquiera baila bien. Pero el tipo siempre tuvo algo, que en su momento conquistó a John, Paul y George, y que ahora sigue emocionando a sus fans. Es alegre, muy carismático y sabe cargar con respeto una mochila muy enorme. Todo eso quedó ayer de manifiesto en el Luna Park. Durante casi dos horas, Ringo Starr regaló rock and roll, amor y paz. Ringo presentó un combo de rocanroles y memorabilia con éxitos de los sesentas, setentas y ochentas. El show empezó minutos después de las 21 y la banda abrió con dos temas compuestos por Ringo y uno por el legendario Carl Perkins: I don´t come easy, Choose love y al clásico Honey don’t. Recién entonces, Ringo retrocedió y se sentó para aporrear su batería y darle lugar al resto de los músicos, que no por nada conforman la All Star Band. El que más se destacó fue el guitarrista Rick Derringer. Tal vez muchos no sepan que ese hombre pequeño, que vestía un traje plateado y que en su mano derecha tiene un tatuaje inflamable, fue un verdadero súper rocker. Anoche, Derringer tocó sus dos máximos hits: Hang on Sloopy –tema con el que en 1965 desplazó a Yesterday del tope de los charts- y Rock and roll hoochie koo. Sus solos feroces fueron esenciales durante toda la noche, sobre todo para contrarrestar cierto desequilibrio popero.
Otro monstruo de los setentas que tuvo una notable actuación fue Edgar Winter. El hermano del tornado texano Johhny Winter ya había estado en Buenos Aires al frente de su banda durante los noventas. Esta vez, Derringer lo presentó como uno de los músicos “precursores de la música electrónica” y Winter cantó Free ride y después, en el único momento en que Ringo dejó el escenario, su magnífico electrofunkymadness, Frankenstein. Durante el resto del show alternó los teclados, el saxo, la percusión y los coros. Los ochentas estuvieron representados por Wally Palmar y el bajista Richard Page. Palmar, el único que se dirigió al público en español, estuvo a cargo de la guitarra rítmica y también tuvo sus momentos con la armónica. El ex líder de The Romantics cantó dos canciones emblemáticas de la banda: Talking in your sleep y What I like about you. Page mantuvo el ritmo con vigor y constancia. Cuando tuvo que liderar al grupo interpretó dos éxitos de Mr. Mister: Broken wings y Kyrie. Completaron la formación el baterista Gregg Bissonette, el percusionista Mark Rivera y el tecladista Gary Wright, quien cantó una melosa y cursi versión de The dream weaver, dedicada a George Harrison, y luego aburrió con Love is alive y el sonido de su sintetizador.
Ringo cantó algunos de sus hits como solista: Photograph, Back off Boogaloo, Boys y The other side of Liverpool, y también algún que otro cover como Act naturally, tema que primero grabó Buck Owens y luego reversionaron los Beatles. Recién a la hora de show, le dio a la gente lo que esperaba. Los acordes de Yellow submarine empezaron a brotar desde el escenario, la platea se llenó de globos amarillos y la fiebre beatle hizo arder al Luna Park. Antes había tocado I wanna be your man. Sobre el final, Ringo anunció que a continuación seguiría "con la madre de todas las canciones". With a Little help from my friends fue un delirio y luego, a modo de bis, Give peace a chance. Ringo la pasó genial. Fue ovacionado desde que pisó el escenario hasta varios minutos después finalizado el recital.
Es probable que muchos se hayan ido esperando que cantara más temas de Lennon y McCartney. Pero eso no es lo que Ringo suele hacer. Los que fueron a pasarla bien, sin exigencias, salieron felices. Ringo les dio lo que sabe dar: buena onda y rock and roll.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Wine song 46

Jeff Beck, Peter Green, Jimmy Page, Eric Clapton y Robin Trower son algunos de los guitarristas ingleses más destacados de la historia del blues y del rock. Pero hay otros tipos, que sin tanto cartel se han hecho una carrera importante. Ese es el caso de Snowy White, un violero exquisito cuyas mayores influencias son Buddy Guy, BB King y Otis Rush. White es muy amigo de Roger Waters, tocó con él en el célebre concierto de The Wall en Berlín y es muy probable que venga a la Argentina cuando el ex Pink Floyd derribe el muro en el estadio de River. El año pasado fue editado In Our Time... Live, un disco en vivo en el que White incluyó una nueva canción dedicada al vino. El RED WINE BLUES lo ayuda a atravesar el día y olvidar el dolor de que “ella” esté tan lejos. Un blues profundo, con un excelente solo de guitarra y una gran verdad: el vino.


miércoles, 2 de noviembre de 2011

Stray Cat madness

La música de los Stray Cats está asociada a la rebeldía juvenil de los ochenta. Rockabilly, desparpajo y MTV fueron sus puntales. Pero los tipos crecieron y cada uno siguió su camino. Los referentes del grupo, Brian Setzer y Lee Rocker, se dedicaron a sus carreras solistas: el primero como un guitar hero retro style y el segundo con un trío de blues contemporáneo. Ahora, los dos acaban de lanzar nuevos discos.

Brian Setzer - Setzer goes Instru-Mental. Este es el primer álbum instrumental de su carrera. Aquí, Setzer se consagra como un guitarrista extraordinario y un cultor de la música de raíces. Seis de los once temas son de su autoría. El resto son covers de antaño ejecutados con la impronta de los años cincuenta, una época que le fascina desde hace mucho tiempo y que ya ha dejado plasmado en discos anteriores. El álbum abre con una notable versión de Blue Moon of Kentucky, de Bill Monroe pero con la imborrable marca que Elvis Presley le dejó al tema. Luego sigue con el standard de jazz Cherokee y después con Be-Bop-A-Lula, el clásico inmortal de Gene Vincent, que fue compuesto en 1956. Earl's Breakdown, el cuarto track, es un buen acercamiento de Setzer al bluegrass, donde demuestra que puede trasladar su virtuosismo al banjo. Con Lonesome road, la canción escrita por Gene Austin en 1927, Setzer se suma a una larga y ecléctica lista de músicos que la tocaron a lo largo de un siglo: Bing Crosby, Sister Rosetta Tharpe, Pat Boone, Bob Dylan, Earl Hines y Snooks Eaglin, entre tantos otros. Setzer goes Instru-Mental es un album que los guitarristas sabrán valorar y los oyentes disfrutar a pleno.

Lee Rocker – The Cover Sessions. No es el tipo de disco que uno podía esperar de Lee Rocker. El título del EP es elocuente, pero la selección de canciones es llamativa. Lee Rocker contó en una entrevista que en los últimos tiempos empezó a coleccionar todo tipo de instrumentos acústicos –guitarras, banjos, ukeleles, arpas, harmónicas, acordeones- y de percusión, y que finalmente decidió encerrarse en un estudio con todos sus nuevos “chiches” a tocar viejos hits que solía escuchar por la radio. Es por eso que las seis canciones del EP son todos éxitos que, tamizados por Lee Rocker, suenan un poco más country que rockabilly. Come together, de los Beatles; Ramblin’ man, de los Allman Brothers; y Honky cat, de Elton John, tienen mucha onda. City of New Orleans, de Steve Goodman y popularizada por Arlo Guthrie, es fiel a la original y su melodía queda rondando cabezas. Come dancing me pareció una fallida aproximación al original de los Kinks y Drivin’ my life away es apenas discreta. De todas maneras, es un álbum corto y entretenido. La definición perfecta de The Cover Sessions la leí en www.covermesongs.com : “A veces un disco que te hace sentir bien, también te puede hacer olvidar que no estás escuchando nada nuevo”.