lunes, 5 de diciembre de 2011

La historia grande del blues

En marzo de este año, más precisamente el sábado 26, cumplí uno de los sueños que tenía en la vida. Vi a los Allman Brothers en vivo en el Beacon Theatre de Nueva York. Esa noche, majestuosa, única, inolvidable, hubo invitados de lujo: Dr. John, Susan Tedeschi y el legendario Hubert Sumlin, quien fue presentado con énfasis por Warren Haynes. El viejo Hubert subió al escenario acompañado por un asistente, se sentó en una silla y la banda empezó a tocar el clásico de Howlin’ Wolf, Smokestack lightning, y luego Key to the highway. Hubert sacó algunos débiles solos de su Fender Stratocaster y sus clásicos riffs. Yo estaba en la fila 20 y recién me di cuenta que estaba asistido por un tubo de oxígeno cuando un primer plano suyo apareció en la pantalla gigante. Esa noche me fui extasiado por el show de los Allman, pero me quedé con la sensación de que Sumlin ya estaba atravesando el último trecho de su vida. La noche siguiente, fui a ver a Hubert al Iridium Jazz Club, en pleno Times Square. Me senté en una mesa a pocos metros de distancia del escenario y contemplé su show con atención y cierto dolor. Vi a un hombre cansado y muy enfermo tocar su guitarra como si se le fuera la vida en ello. Fue muy conmovedor. Esa noche salí a caminar por la fría Manhattan con la sensación de que ya no lo volvería a ver.

A Hubert ya lo había visto en tres ocasiones durante los noventa: una en el Festival de Blues de Long Beach, en California, y un par de veces durante sus múltiples visitas a la Argentina. En cada una de esas presentaciones el tipo dejó en claro que sabía cómo entretener con sus blues. Hubert se había enamorado de Buenos Aires. Hizo muchos amigos y grabó dos discos: Made in Argentina 1993 y I’am the backdoor man. Creo que junto a John Primer es uno de los bluesmen que más veces vino al país.

Hubert fue dueño de un estilo propio, diferente al de los demás guitarristas y muy enérgico, que se complementó a la perfección con la forma abrasiva y feroz que tenía Howlin’ Wolf para cantar los blues. En los cincuenta, Wolf tomó a Hubert como su protegido y le pagó clases de guitarra en el Conservatorio de Chicago. Esa sociedad tuvo sus frutos: Wolf contó con uno de los guitarristas más innovadores de la ciudad y Hubert tocó en una de las dos mejores bandas de la historia. La leyenda cuenta que el eterno rival de Wolf, Muddy Waters, tentó a Hubert para que se pasara de equipo. Al margen de las decenas de grabaciones que Hubert hizo junto a Howlin’ Wolf, editó una buena cantidad de discos solistas para los sellos JSP; Blind Pig, Tone Cool, Evidence y Black Top.

El nombre de Hubert Sumlin no podrá ser borrado de la historia grande del blues. Murió a los 80 años como consecuencia de un paro cardíaco derivado de una severa complicación pulmonar que arrastraba desde hacía varios años. A Hubert lo estamos llorando en todo el mundo. Imagino a Keith Richards, a Eric Clapton, a Lurrie Bell, a James Cotton, a Bob Stroger y a Ronnie Earl en sus casas escuchando sus discos y recordando los buenos momentos vividos junto a uno de los máximos exponentes de los doce compases

Adiós, Hubert ¡Hasta siempre!

1 comentario:

T. G. L dijo...

RIP Hubert