viernes, 18 de septiembre de 2020

Dios se fue para quedarse


El 2 de septiembre de 1970, durante un concierto en Aarhus, Dinamarca, Jimi Hendrix se quebró ante su publicó: “Cada vez que toco, sacrifico parte de mi alma. No estoy seguro de llegar a los 28 años. Es decir, en el momento en el que piense que no tengo nada más que ofrecer musicalmente, ya no estaré en este planeta”. Ese día interpretó tres temas y tuvo que cancelar abruptamente el show porque se sentía mal. Hendrix atravesaba una profunda crisis emocional y creativa. Pensaba que se había convertido en un acto más del circo que aborrecía, las presiones lo desbordaban y el exceso de drogas lo estaba afectando incluso arriba del escenario. El final llegó pocos días después: el 18 de septiembre fue hallado en un hotel de Notting Hill, en Londres. Las circunstancias de su muerte quedaron envueltas en un halo de misterio. La autopsia oficial estableció que murió por aspirar su propio vómito debido a que había consumido un cóctel de vesparax, anfetaminas, seconal y alcohol. El cantante Eric Burdon, el primero en llegar a la habitación luego del llamado de la novia de Jimi, Monika Dannemann, reveló que “la muerte fue premeditada. La agonía fue feliz. Jimi utilizó las drogas para desaparecer progresivamente de la vida e ir a otro lugar”. Esa frase no cayó nada bien en la opinión pública y mucho menos en la discográfica Warner, que buscó imponer la versión del accidente para poder cobrar un seguro de un millón de dólares. Y también sobrevolaron las sospechas sobre un posible homicidio cometido por Michael Jeffery, su ambicioso manager, que no podía tolerar que el guitarrista pensara en abandonarlo. 

Su muerte no hizo otra cosa que convertirlo en leyenda. En apenas cuatro años y con cuatro discos oficiales editados, Hendrix cambió la historia del rock para siempre. Impuso un estilo basado en las raíces del blues, con mucha distorsión y psicodelia, que lo convirtió en ícono de una generación y en el guitarrista más influyente de todos los tiempos. También fue un gran compositor y eso quedó plasmado en decenas de canciones como “Purple Haze", “Foxy Lady”, “Little Wing", “Room Full of Mirrors", “Spanish Castle Magic” y “Voodo Child”. Y su imagen, con su peinado afro y su vestimenta colorida, con túnicas, abrigos bordados y estampados flower power, estableció los parámetros de cómo debería lucir en adelante un músico de rock. 

Durante décadas hemos leído y escuchado a figuras como Eric Clapton, Miles Davis, Pete Townshend, Prince, Buddy Guy, Lenny Kravitz, Lemmy, Joe Satriani y Johnny Winter, entre muchos otros, adorar a Hendrix y elevarlo a la categoría de semidiós. Tres músicos argentinos que lo vieron en vivo coinciden en que fue un hito que los marcaría para siempre. 

El que tiene el recuerdo más vívido es Ciro Fogliatta, que asistió a uno de sus conciertos en 1969 junto con los que por entonces eran sus compañeros en Los Gatos, Alfredo Toth, Oscar Moro y Kay Galifi. “Cuando sacamos las entradas para ver a Hendrix en el Madison Square Garden (18 mayo del 69), hacía ya más de un mes que estábamos viviendo en Nueva York. Las entradas las vendían con mucha anticipación y conseguimos cuatro antes de que se agoten. La ubicación fue en la bandeja de arriba, donde hay gradas y un pasillo con una baranda alrededor del círculo del recinto”, rememora el pianista.

“Además de lo artístico, el show me sirvió para entender, de un plumazo, qué estaba pasando en Nueva York en esa época, qué significaba el movimiento hippie, qué papel jugaban los músicos y las bandas en su interrelación con el movimiento del rock de muchos miles de jóvenes y no tan jóvenes que vivían en su mayoría en el Greenwich Village. Además de su música, en ese concierto, que incluso grabé con un aparato de cassette de esa época que introduje camuflado en la campera, fue muy llamativa la actitud del público”, cuenta Fogliatta. 

Según recuerda, Hendrix se presentó al frente de la Experience y como telonero estuvo Buddy Miles Express, “una banda de rock-blues muy potente con un gran show de su baterista”. Y agrega: “Cuando Jimi salió a escena junto a Mitch Mitchell y Noel Redding, la gente explotó de alegría. Entonces empecé a darme cuenta lo que significaba Hendrix para los hippies y para la movida rock estadounidense. En esa época se usaban las Kodax Cubo e inmediatamente empezaron a inundar con flashes el estadio y así estuvieron varios minutos”. 

“Hendrix, que ya había cambiado su look por un pelo más corto, se quedó parado mirando fijamente al público durante todo ese tiempo y, en un momento, levantó la mano, y mágicamente todos, pero todos, dejaron de sacar fotos y se hizo un silencio hasta el primer acorde de la Stratocaster. El respeto al artista fue total, y quizá para mí, lo más significativo del show”, relata Fogliatta.  

“El concierto fue buenísimo -explica- y muy irregular de sonido. No había, todavía, material técnico potente como lo hay ahora, para sonorizar con mucha calidad un show para 15 mil personas. Además, el escenario iba girando y en un momento quedabas con la banda de espaldas. Yo tuve suerte porque estaba arriba y no fui a las gradas, sino en la baranda que circundaba el lugar y lentamente me iba moviendo junto al escenario por lo que lo siempre tuve a la banda de frente. En algún momento tuvieron problemas técnicos y pararon el show para arreglar algo de los amplis del bajo. La batería no se escuchaba muy bien, pero la guitarra era sublime”. 

Alfredo Toth tenía 19 años y sus recuerdos de esa noche son muy difusos. “Hendrix me parecía tremendo. Tenía un peso importante. Había cientos de bandas buenas, pero su música era bastante loca. No me acuerdo mucho del show, pero si tengo presente que el escenario era giratorio y el sonido salía todo desde ahí. De repente, cuando estaban de frente escuchabas bien y cuando giraban se oía todo mal”. 

Ese show fue el primero de los dos que Hendrix dio en el Madison, aunque en el segundo, el 28 de enero de 1970, apenas tocó dos canciones al frente de la Band of Gypsys y tuvo que dejar el escenario porque se descompuso. En aquella noche de mayo del 69, con los músicos argentinos como testigos, todavía estaba en excelente forma y el repertorio incluyó clásicos como “Lover Man”, “Fire", “Here My Train a Comin’”, “I Don’t Live Today", “Purple Haze" y hasta una versión pirotécnica de “The Star Spangled Banner", el himno estadounidense. 

“Esa cinta que grabé la tuve un par de años y era increíble escucharla. Hendrix utilizaba, como Pete Townshend y muchos guitarristas, una pared de equipos, y mientras tocaba usaba la técnica del acople para dejar notas sonando y agregar otras. Verdaderamente parecían dos guitarristas en escena”, concluye Fogliatta. 

Otro músico argentino que vio a Hendrix en vivo fue Skay Beilinson. En una entrevista que le realizó Roberto Pettinato en Pop Radio, el histórico guitarrista de Los Redondos contó que lo vio en Londres cuando tenía 16 años. “Con mis hermanos habíamos estado en París en medio de las últimas manifestaciones del mayo francés. En una esas protestas fuimos detenidos por la Policía y deportados. Así fue como caímos en Londres a fines del 68. Para un pibe de La Plata como yo era un mundo fascinante” recordó. 

La cita con el mejor guitarrista de la historia fue en el Rotal Albert Hall. Si bien Beilinson no recuerda la fecha, Hendrix se presentó tres veces en el mítico teatro londinense. La primera vez fue el 14 de noviembre de 1967, mucho antes de que él llegara a Europa. Las otras dos presentaciones se llevaron a cabo el 18 y el 24 de febrero de 1969, así que fue a una de esas dos a la que asistió Skay. 

“Ni me acuerdo cómo conseguí la entrada, pero recuerdo que estaba como en un primer piso del teatro a un costado del escenario. La música era como acoples. Bellísimo. Era música que venía del Demonio. La gente se paraba en las butacas bailando sola. Era muy raro para la época. Muy chiflado”, dijo.

“Hendrix mordía la guitarra y el trío hacía un quilombo maravilloso. No se amplificaba nada. Era música marciana”, agregó el guitarrista que durante ese tiempo en Londres disfrutó del color del Swinging London y también vio en vivo a Free, Soft Machine y Donovan. 

Es imposible imaginar hasta dónde hubiera llegado Hendrix con su música si no moría a los 27 años. En el tintero quedó un proyecto de grabar con Miles Davis, con la participación de Paul McCartney, en un intento por dar un giro a su música. Como concluyó el guitarrista Tom Morello en un artículo para la revista Rolling Stone: “¿Sería un anciano estadista del rock? ¿Sería Sir Jimi Hendrix? ¿O estaría haciendo un espectáculo en Las Vegas? La buena noticia es que su legado está asegurado como el mejor guitarrista de todos los tiempos”.