sábado, 24 de octubre de 2020

Vivir para contarlo


David Crosby no sabe cómo todavía sigue vivo, aunque asume que pronto morirá. En una puntillosa retrospectiva y con una profunda autocrítica, el músico, una de las voces más cautivantes de la historia del rock, revela toda su historia y reconoce que fue un “completo imbécil” con sus amantes y compañeros de banda, tanto con los Byrds como con Stills, Nash & Young. “David Crosby: Remember My Name”, dirigido por A.J. Eaton y producido por Cameron Crowe, es un documental que vale la pena ver. 

En una entrevista para la agencia EFE, con motivo del estreno del film, Crosby dijo: “He tenido una vida larga y gran parte de la misma he sido un desastre, pero tenía que ser honesto conmigo mismo porque soy el resultado de eso. Creo que he sido muy directo en el documental, uno puede conocerme porque no me censuré nada”. Y es así, no se guardó nada. 


El documental comienza con un magnífico recuerdo de cuando vio en vivo a John Coltrane y luego se aboca a la descripción del ámbito familiar en el que creció y cómo fueron sus primeros pasos en la música. El éxito con los Byrds y su expulsión del grupo; la muerte de su novia Christine, que lo marcó para siempre; su relación amorosa con Joni Mitchell; el suceso de CSNY; el abuso de drogas; la cárcel. 

“Remember my Name” equivale a un recuento de cicatrices, de esas heridas que, en su mayoría, se fue infringiendo a sí mismo a lo largo de su vida. “Crucé límites que aún no se han imaginado”, reconoce el músico del bigote prominente mientras, abrumado por la nostalgia, recorre en una camioneta los senderos de Laurel Canyon. 

“Los principales sujetos con los que hice música ni siquiera me hablan. Ninguno. A todos les caigo mal”, es una de sus dolorosas confesiones. Esa resignación es un poco el motor de esta etapa de su vida y, a su vez, es un pedido de disculpas público. El documental se filmó cuando todavía no había cumplido 79 años, pero ya cargaba con un trasplante de hígado, varios stents y diabetes crónica. “Cada vez que me voy de gira –con su banda solista- pienso que no voy a volver a casa”, dice mientras su esposa Jan lo mira con profunda tristeza. “Ella me ama de maneras en que no supe amarme a mí mismo”, admite Crosby. 

El camino al éxito de Crosby estuvo plagado de obstáculos que, en su mayoría, él mismo se fue poniendo en el camino y así lo reconoce. No hay nada impostado en lo que dice. Su resiliencia le permite seguir adelante, aunque percibe que la muerte, que siempre estuvo a la vuelta de la esquina, ahora le respira en la nuca. Y sabe, y lo dice, que no son tanto los afectos lo que lo mantienen vivo, sino la música: “No podría vivir sin tocar”.



jueves, 15 de octubre de 2020

Unidos por el blues


En un año que quedará marcado por la pandemia, la industria discográfica también se vio afectada y hubo muchos menos lanzamientos que en años anteriores. Y el blues no fue la excepción. Entre los álbumes que se editaron sobresale el de dos históricos del género: Elvin Bishop y Charlie Musselwhite. 

100 Years of Blues es la primera grabación que realizan juntos, pese a que ambos se conocen desde la década del sesenta. La primera aparición rutilante de Bishop fue como guitarrista de la Paul Butterfield Blues Band y Musselwhite como alumno aplicado de las leyendas de Chicago en la grabación del mítico álbum Chicago Blues Today. Ahora sumaron experiencia y talento bajo la tutela del guitarrista y productor noruego Kid Andersen para interpretar una docena de temas, entre composiciones recientes y algunos covers. 

El álbum fue grabado en los estudios Greaseland, en San José, California, y editado por el sello Alligator. Bishop y Musselwhite alternan voces con el acompañamiento de Bob Welsh en guitarra o piano, y Andersen en contrabajo en cuatro canciones. Todo el repertorio está marcado por una onda downhome, un tanto descarnada y visceral, en la que la guitarra eléctrica y la armónica amplificada son protagonistas absolutas. El dúo homenajea a Leroy Carr con una versión ralentizada de Midnight Hour Blues, y también a Roosevelt Sykes con el West Helena Blues. Y como en cualquier disco de blues que se precie, no puede faltar un tema del gran Willie Dixon, aquí una versión consistente de Help Me. 

El nombre del disco no es azaroso. Uno podría inferir que está relacionado con que el 10 de agosto se cumplió un siglo de la primera grabación de un blues, cuando la cantante de vaudeville Mamie Smith registró en los estudios de Okeh Records en Nueva York el tema Crazy blues. Pero no es por eso que lo llamaron así, sino porque, como dice la canción, entre ambos, por su experiencia, suman 100 años de blues.





domingo, 4 de octubre de 2020

Enterrada viva en el blues


 
           Ruego piedad, rezó por la lluvia lluvia / No puedo ser yo quien acepte toda esta culpa / Algo aquí está tratando de contaminar mi cerebro / Estoy enterrado vivo en el blues 

El 3 de octubre de 1970, la Full Tilt Boogie Band grabó la parte instrumental de Buried alive in the blues. Janis Joplin escuchó detenidamente la interpretación y se fue de los estudios Sunset Sound, en Los Ángeles, con la promesa de volver al día siguiente para grabar la voz. Pero en la madrugada del día 4, la muerte golpeó a la puerta de la habitación 105 del Hotel Landmark. Una sobredosis acabó con la vida de la cantante texana a los 27 años. En apenas 15 días, el mundo había perdido a Jimi Hendrix y a Janis Joplin. 

Lo curioso de esa canción es que finalmente se editó igual como un track instrumental en al álbum Pearl, que vio la luz en enero de 1971, y resultó ser su trabajo más consistente. El tema había sido compuesto especialmente para Janis por Nick Gravenites y habla de alguien atormentado por la soledad. El primero en grabar la versión con letra fue el armoniquista Paul Butterfield en su álbum Better Days, editado en 1973. Butterfield moriría de sobredosis, también en Los Ángeles, catorce años más tarde. 


El último tema al que Janis le puso la voz resultó ser Mercedes Benz, despojada de instrumentación y con una fuerte crítica a la sociedad de consumo. Tal como escribió Juan Bautista Duizeide para La Agenda Revista: “La canción la emprende a golpes de verso contra dos emblemas del capitalismo norteamericano: autos y televisores. Curiosamente, los autos mencionados son de marcas europeas. Se le habla a un “Lord” que puede ser tanto un señor como Dios. Se le pide, se le ruega. Al final, la voz se conforma con una noche en la ciudad, con que el señor, o Dios, si quiere mostrar que la ama, pague la última vuelta en el bar”.


Pearl no hizo otra cosa más que confirmar que la carrera de Janis Joplin estaba en ascenso, que su búsqueda había encontrado un sendero, pero que sus demonios seguían al acecho. Janis murió, pero nunca se fue. Su último suspiro se dio cuando ya estaba enterrada viva en el blues.