domingo, 13 de abril de 2025
De La Paternal al Madison Square Garden: el viaje blusero de Pappo en clave documental
martes, 25 de febrero de 2025
Sting en el Movistar Arena: la vigencia de un ícono en modo 3.0
Pasaron 45 años desde que The Police llegó a la cima del mundo de la música. Desde entonces, las canciones de Sting se convirtieron en la banda de sonido de nuestras vidas. Ahora, a ocho años de su última visita, volvió a Buenos Aires para dar dos conciertos memorables en el Movistar Arena, aunque esta vez con un formato de power trío, similar en algún punto, pero diferente en perspectiva, a su etapa junto a Andy Summers y Stewart Copeland.
La gira Sting 3.0 presenta al cantante, compositor y bajista acompañado por el guitarrista Dominique Miller y al baterista Chris Maas. El formato del show es tan minimalista como vertiginoso. Y ese vértigo lo provoca la catarata de hits que el trío despliega sobre el escenario, temas de todas sus épocas, pero con una marcada inclinación por el cancionero de The Police.
Vestido con remera, jeans y zapatillas, Sting no aparenta los 73 años que tiene. Pero no es solo una apariencia visual. Lo mismo sucede cuando canta: lo hace durante casi dos horas sin tomarse un respiro, con una entrega y un registro que el tiempo no ha podido horadar. El inicio del show es con la fantástica Message in a Bottle y su “Sending out an SOS” del estribillo rebota en cada rincón del estadio.
Dos de sus composiciones más exquisitas, If I Ever Lose My Faith in You e Englishman in New York, de sus discos Ten Summoner's Tales (1993) y Nothing Like The Sun (1987), preceden a Every Little Thing She Does Is Magic, otra de las grandes canciones de The Police que irá mechando a lo largo del show. Es ahí cuando balbucea una frase en castellano que hace gritar al público: “Muy felices de estar aquí con ustedes”. Vuelve a Ten Summoner's Tales con la melodiosa Fields of Gold y luego salta a Never Coming Home de Sacred Love (2003). Recién en ese momento, el público que pagó costosas plateas en las primeras filas se sienta, eso provoca un efecto dominó en el resto del campo cubierto de sillas, tan pegadas unas de la otras que no dejan espacio ni para cruzar las piernas. Es en ese tema, Dominique Miller da un par de pasos al centro y saca un solo fantástico desde su Fender Stratocaster.Junta cinco canciones de The Police –Synchronicity II, Spirits in the Material World, Wrapped Around Your Finger, Driven to Tears y Can't Stand Losing You- apenas interrumpidas por Mad About You y Fortress Around Your Heart, todas interpretadas con una vuelta de tuerca de las originales, pero sin que pierdan su esencia y melodía. Así como Sting supo reinventarse varias veces a lo largo de su vida, también lo hace con sus canciones.
Shape of my Heart es el tercer tema que toca de Ten Summoner's Tales, probablemente su disco solista mejor valorado, y luego pasa a I Wrote Your Name (Upon My Heart), su más reciente lanzamiento, con la guitarra bien al frente y una impronta rockera que uno deseaba escuchar de Sting. El último tramo del show comienza con ese rasgueo reggae característico de Walking on the Moon, con el bajo marcando un groove expansivo y Sting elevando su voz hacia el infinito. No hay corte y sin darnos cuenta ya estamos cantando So Lonely y cuando parece que el raid de The Police no se va a detener hasta el final, el trío hace un rebaje con Desert Rose, el tema de ritmo arabesco que Sting escribió a fines de los noventa junto al compositor argelino Cheb Rabah.
Ahora sí los ochenta se nos vienen encima, primero con una versión deconstruida de King of Pain, y luego con la que seguramente es la canción de The Police más cantada de la historia, Every Breath You Take. Tal vez por eso, como un guiño al público, es de todas las que tocó, la que más se asemeja a la original. Sting y sus músicos se despiden en medio de una ovación, pero los bises llegan enseguida. Un minuto más tarde, los tres vuelven a aparecer en escena para interpretar con una energía desbordante el clásico Roxanne, y todo el mundo corea “You don't have to put on the red light”, mientras que el bajo y la guitarra confluyen en un ritmo reggae atomizado. Todavía queda algo más: Sting deja el bajo y toma una guitarra electroacústica y rasga los primeros acordes de Fragile, con un recordatorio clave en tiempos mensajes de odio y bombardeos: “Nada surge de la violencia”.Sting lo hizo de nuevo como en aquellos míticos shows en Obras de 1980 junto a The Police; en River en 1987 para presentar Nothing Like the Sun; su participación en Amnesty en 1989 junto a Peter Gabriel, Bruce Springsteen y Tracy Chapman; en Vélez en 2001; otra vez con The Police en River 2007; en la inauguración del Direct TV Arena en 2015; y en el Hipódromo de Palermo en 2017. Se brindó entero a un público receptivo que conoce sus canciones a la perfección, porque están allí, entre nosotros, desde siempre.
miércoles, 29 de enero de 2025
Federico Verteramo, una vida con el blues a cuestas
Federico Verteramo irrumpió en la escena del blues local en 2008 como guitarrista de una banda que dejó una huella pese a que duró poco. Los Huesos de Gato Negro grabaron un disco que nunca vio la luz, pero tres temas fueron incluidos en el compilado de Blues en Movimiento Vol. 1 en español. Por entonces, con apenas 16 años, el guitarrista llamaba la atención cada vez que se subía a un escenario. Otro músico que lo conocía bien decía de él: “Nosotros nos pasamos horas estudiando para poder hacer lo que a él le sale de manera natural”. Desde entonces corrió mucho blues bajo el puente, el niño prodigio peinó canas y, tras un par de giras por Europa antes de la pandemia, finalmente se radicó junto a su pareja, la tecladista Anita Fabiani, en el sur de Francia en 2022.
El guitarrista zurdo, que en sus inicios lo llamaban
“Lefty”, acaba de sacar su tercer disco solista, el primero con mayoría de
temas propios, y hace poco estuvo de visita en Buenos Aires para pasar las
fiestas en familias y realizar un par de shows, uno en La Plata y el otro en
CABA. En ese contexto, dialogó con Noticias
Argentinas.
- ¿Cómo fue la
decisión de irte a vivir a Francia y por qué?
- Entre 2014 y 2019, una vez por año, realicé giras poco más
de un mes por diferentes países europeos. Fueron giras muy intensas, en
camioneta, recorriendo miles de kilómetros y tocando casi todos los días,
siempre blues. Esto lo hice durante las vacaciones de mi trabajo en relación de
dependencia, combinando días sin goce de sueldo y cualquier otra opción que me
permitiera alargar la estadía. En esos viajes conocí colegas, músicos de blues
de diferentes países, muchos de los cuales vivían exclusivamente de tocar en
vivo. Desde el principio vi que había una oportunidad y, a partir de 2015,
empecé a prestar atención a las diferencias entre países, culturas y, lo más
importante, a las estructuras del circuito para tocar en vivo. La combinación
de todos estos factores me llevó a elegir Francia, el sur por su clima y su
gente, la cercanía con España, y Toulouse por los colegas que ya había conocido
y las oportunidades que ofrecía en particular. Si bien tomar la decisión de
emigrar no fue nada fácil, y mucho menos concretarlo, tenía por primera vez la
oportunidad de dedicarme exclusivamente a tocar en vivo y quería aprovecharla.
- Esos puentes que tendiste
entonces te sirvieron para cuando te instalaste definitivamente…
- Sí, esto fue clave para que, al llegar a Toulouse en marzo
de 2022, pudiera tener inmediatamente mi banda armada con músicos locales y una
agenda de conciertos distribuida a lo largo del año. Por otro lado, durante
esos años y dado que varios de mis bisabuelos eran de origen italiano, comencé
a tramitar mi ciudadanía italiana, un proceso que me llevó cuatro años y que
finalmente se concretó en 2019. Desde
ese momento, la idea de emigrar se volvió mucho más clara y definitiva. Como
anécdota, en realidad mi pasaje era para abril de 2020, pero primero los vuelos
cancelados y las fronteras cerradas por la pandemia, y luego la imposibilidad
de concretar conciertos en ese período, hicieron que la mudanza se demorara dos
años.
- ¿Con qué regularidad tocas, tanto en Toulouse como en el resto de las ciudades a las que vas?
- Al año en promedio realizo entre 70 y 80 shows, pero hay
meses más intensos y agotadores, con hasta 15 conciertos, y otros en los que
solo tengo tres. Estos shows se distribuyen entre conciertos de mi propia
banda, otras formaciones estables en las que participo o giras específicas,
como las que hice con artistas como (el cantante estadounidense) Tail Dragger
en España en 2022 o (la armoniquista argentina) Ximena Monzón en 2023 y 2024,
entre otros. La mayoría de los conciertos están distribuidos por toda Francia,
y aproximadamente un 20% en otros países. Este último año hemos pasado por Austria,
Alemania, Bélgica, Eslovaquia, República Checa y Países Bajos. Los viajes son
parte importante del trabajo, ya que con Toulouse no alcanza para llenar la
agenda o para darme la regularidad necesaria como para no necesitar salir. Creo
que no hay ninguna ciudad en Europa que pueda ofrecer eso. Lo que sí cumple es
con ser una ciudad de tamaño agradable para vivir, con aeropuerto y trenes y
una oferta cultural interesante.
- ¿Sos tu propio
agente? ¿Cómo arreglas los shows y las giras?
Sí, soy mi propio agente, y es la parte más tediosa del
trabajo. Por supuesto, la independencia es algo positivo: me permite elegir los
momentos más intensos de trabajo y también tomar decisiones artísticas y
creativas. Sin embargo, también es una carga bastante grande que no se puede
descuidar. No basta con componer un disco, grabarlo y publicarlo; hay que estar
muy pendiente del calendario. En mi caso, esto implica contactar directamente a
los programadores de salas de conciertos y festivales, hacerlo en el momento
adecuado, ni demasiado tarde ni demasiado temprano, y lidiar con la
frustración: no solo con el "no", que por supuesto es recurrente,
sino aún más con la falta de respuesta. Hoy, después de tres años, por suerte
el teléfono empieza a sonar también y en algunos casos, para países puntuales o
regiones, cuento con agentes que se encargan de mover mis propuestas.
- ¿Podes vivir solo
de la música o tenés que realizar alguna otra actividad?
- Me dedico exclusivamente a tocar en vivo, con un nivel de
vida digno y estable. Debo decir que en esto influye favorablemente un sistema
de estímulo, un apoyo estatal para todos los trabajadores del sector de
espectáculos. Esta es una política pública francesa que lleva casi 100 años en
funcionamiento y que permite, cumpliendo no pocos requisitos de formalidad que
no son fáciles de alcanzar, garantizar un salario mínimo estipulado por ley. El
estado está muy presente en todos los ámbitos y la cultura no es la excepción.
- ¿Cómo te recibieron
los franceses siendo un argentino que toca música estadounidense?
- El recibimiento tengo que decir que fue espectacular… han
sido cálidos, acogedores. Al principio lo viví con sorpresa, y hoy, al cabo de
tres años, puedo confirmarlo. Desde el momento en que llegamos con Anita
Fabiani, los colegas que fuimos conociendo se mostraban interesados en
conocernos y saber de nosotros. Al compartir escenarios, las puertas y
propuestas se multiplicaron y con el tiempo nos integraron de manera natural a
su vida social, participando en reuniones, cumpleaños, y otros encuentros
personales. Nunca percibí que alguien se sintiera amenazado por nuestra
presencia, sino todo lo contrario, nos recibieron con los brazos abiertos y
estoy muy agradecido. En cuanto a los programadores, si bien priorizan a los
músicos de blues de Estados Unidos, venir de Argentina, en cierto modo, ha
jugado a nuestro favor, despertando en ellos una curiosidad genuina y un
sentido de lo "exótico".
- ¿Cómo fue el proceso de grabar tu nuevo disco, el primero en Europa?
En abril de 2023 comencé a escribir y trabajar en nuevas
canciones, grabándolas solo en mi computadora. Cuando ya tenía 4 o 5 temas
listos, en junio decidí comprometerme a hacer un disco y me forcé a reservar
dos días de estudio en noviembre en Toulouse, además de asegurar la disponibilidad
de los músicos (contrabajo, batería y piano/teclados) para esas fechas. Los
meses fueron pasando, y la dinámica de conciertos y giras me bloqueaba la
inspiración para nuevas composiciones. Se acercaba la fecha de grabación y por
suerte la presión cumplió su rol y aparecieron las canciones que vinieron a
completar el álbum, In My Own Time. En
dos días lo grabamos en el Studio de la Manne de Toulouse, luego lo mezclamos
en el Estudio Sureños en Argentina con Julio Fabiani, y finalmente lo editamos en
marzo de 2024. En Francia, el disco fue muy bien recibido y reseñado en varios
medios gráficos y radiales, coronando un año de trabajo muy lindo e importante
a nivel simbólico. Creo en su importancia y pienso seguir haciendo discos y
componiendo canciones.
- ¿Cómo encontraste
la escena local ahora en tu visita a la Argentina?
- Creo que, sin importar a qué ciudad del mundo vayamos, si
comparamos la escena del blues y la música en vivo de hace 10 o 15 años con la
actual, es evidente que ha ido en baja: hay menos lugares para tocar, peores
condiciones, menos agrupaciones activas y menos público. Buenos Aires no es la
excepción. En mi caso, comparando con el período en el que estuve activo en la
escena local (2007-2020), veo que hoy se están grabando y editando menos discos
y hay menos formaciones estables tocando. Sin embargo, la identidad del blues
en Argentina sigue siendo fuerte. A pesar de las dificultades, hay músicos que
siguen apostando al género, y el público, aunque más reducido, mantiene un
nivel de pasión y conocimiento que no es tan común en otros lugares.
miércoles, 1 de enero de 2025
El regreso del Rey, el día que Elvis Presley decidió quién quería ser
A finales de 1968, Elvis Presley llevaba siete años sin actuar en vivo. El ícono del rock & roll se había convertido en un producto prefabricado de Hollywood, sin rebeldía y sin emoción. Sus películas, que a comienzos de esa década habían sido exitosas, ahora se habían vuelto previsibles y aburridas, por no decir malas. Todo el mundo lo sabía. Él mismo lo sabía. Pero estaba atrapado en la telaraña comercial que había tejido su representante, el coronel Tom Parker. Entonces apareció una oportunidad: ambos acordaron grabar un especial de televisión navideño para la NBC, que sería dirigido y coproducido por Steve Binder, y eso fue el catalizador de un regreso.
Ese es el eje del documental El regreso del Rey - Declive y resurgimiento de Elvis Presley, que acaba de estrenar Netflix y cuenta con testimonios de Priscilla Presley, Bruce Springsteen, Conan O'Brien, Robbie Robertson y Billy Corgan, entre muchos otros.
El documental abarca los orígenes humildes de Elvis en Tupelo, Mississippi, su temprana pasión por la música negra -el blues y el góspel- y su irrupción en Memphis en 1954, el éxito absoluto en 1956 y el llamado a cumplir con el servicio militar en 1958, en el mejor momento de su carrera. A su regreso, Frank Sinatra le dio la bienvenida en su programa de tevé y lo devolvió al centro de la escena, pero ya no como el rebede que se había ido sino como parte de la maquinaria del show business. En 1961, brindó un concierto benéfico en Hawai que parecía marcar su vuelta a los escenarios, pero resultó ser el único. Entonces vinieron las películas y Elvis se alejó de lo que más amaba, tocar en vivo.
Pasaron siete largos años en los que el mundo cambió y la música también. Aparecieron los Beatles, los Rolling Stones y Bob Dylan, poco después Jimi Hendrix, Janis Joplin y The Doors. Elvis parecía cosa del pasado. Hasta ese 3 de diciembre de 1968.
El especial navideño de la NBC
Steve Binder tenía bastante claro lo que quería de Elvis para ese retorno televisivo: quería producir un espectáculo excelente, con escenas dramáticas y temáticas vinculadas a las actuaciones de Elvis, algo que el Rey no le interesaba tanto. Pero pasó algo inesperado que provocó un volantazo de último momento. Binder presenció una zapada en el camarín de Elvis, con sus músicos, tocando los viejos temas que lo llevaron a la fama y algunos blues como Baby What You Want Me To Do.
Entonces, Binder le propuso a Elvis realizar una sesión improvisada en vivo. Al coronel Parker no le gustó, pero Elvis, después de pensarlo bien, aceptó. A días de la grabación, invitó a dos de sus primeros compañeros de banda, Scotty Moore y D.J. Fontana, para unirse a él.
Aunque al principio se mostró muy nervioso e incluso hay testigos que dicen que no quiso salir a grabar, Elvis entregó una actuación memorable. Sus interpretaciones vocales fueron descomunales, y se mostró autocrítico y sarcástico sobre sus primeros días y su moribunda carrera cinematográfica. Con el correr de los minutos se fue desinhibiendo, todavía le quedaba vida y espíritu artístico.
Fue un momento triunfal en su carrera. En palabras de Bruce Springsteen: “Esa noche, Elvis llegó hasta donde el destino lo llevaba”. Para Billy Corgan “el especial de 1968 es la obra de un genio. Pero así fue Elvis siempre. Nadie tuvo la visión de aprovechar a Elvis como era. De haber sido más inteligentes o perspicaces, habrían hecho 50 más y hoy también hablaríamos de ellos. Así era Elvis siempre. No es que tuviera un buen día. Era su comportamiento de siempre”.
El especial de la NBC duró hora y media, alcanzó picos de audiencia de hasta el 42% y prefiguró el resto de su carrera. Dramático, intenso, motivado y terrenal, con frecuencia conmovedor pero no sin una ocasional nota empalagosa, fue la apoteosis del rock, con la mezcla justa de soul, gospel, pop, blues y country. Esa noche del 3 de diciembre de 1968, finalmente Elvis decidió quién quería ser.
lunes, 23 de diciembre de 2024
Reflexiones sobre la escena del blues local
El segundo
período fue entre 2010 y 2019. Durante ese tiempo vino una segunda oleada de
artistas internacionales, aunque con otra impronta. Con presupuestos más
ajustados, ya no venían a copar los grandes teatros como lo habían hecho BB King,
Albert King, Buddy Guy o Jimmy Rogers, sino que vinieron para tocar respaldados
por músicos locales, algo que generó una muy buena interacción. La Escuela de
Blues, dirigida por Gabriel Grätzer, Gabriel Cabiaglia y Mauro Diana, fue una
usina de grandes talentos y, sumados a los músicos que ya tenían más rodaje,
fueron los partenaires ideales para las visitas foráneas.
En CABA aparecieron lugares como Contacto Pub, Tabaco, El Balcón de Blues, Éter Club y Club Premier, mientras que en el Conurbano se posicionaron Mr. Jones (Ramos Mejía), Único Bar (San Isidro), Wolf (Banfield) y, más allá, Dr. Tazo (Escobar) y Rey Lagarto (La Plata). Todos esos boliches tuvieron sus ciclos y jams, que se volvieron los nutrientes ideales de una escena floreciente. Además, en todo ese período hubo un boom de grabaciones de CD’s. Artistas y bandas como Easy Babies, los hermanos Burgues con El Club del Jump, Daniel De Vita, Adrián Jiménez, Nico Smoljan, Matías Cipilliano, Darío Soto y Diego Czainik, e incluso Cristina Aguayo y Daniel Raffo pudieron lanzar sus primeros discos.
Lo que
hasta 2015 funcionó muy bien comenzó a resquebrajarse promediando el gobierno
de Mauricio Macri. La crisis económica y la inestabilidad cambiaria repercutieron
en las visitas internacionales y también en el bolsillo de productores y
oyentes. En ese período comenzó lo que luego se profundizaría: un éxodo de
músicos argentinos al exterior. Pero a pesar de los bolsillos flacos la escena sobrevivió
a pulmón. Entonces llegó la pandemia y todo se vino abajo por segunda vez.
Ese 2020
será recordado por todos, aquí y en el resto del mundo, como el año del encierro.
Los músicos trataron de buscarle la vuelta en redes sociales y durante un
tiempo pudieron sacar la cabeza debajo del agua con videos que compartían día y
noche, aunque todos sabían que eso no iba a perdurar.
Volver del
aislamiento fue muy difícil en todos los aspectos de la vida. El reencuentro de
los músicos con su público fue paulatino y complicado. Muchos de los lugares
donde antes hubo ciclos o jams habían cerrado y reconstruir la escena se
presentó como una tarea titánica. A eso se le sumó el cambio de tendencia en
redes sociales: hubo una importante migración de Facebook a Instagram y la
primera, que años antes, funcionó como una precisa agenda de shows y eventos, quedó
a la deriva y presa de un algoritmo engañoso, mientras que la otra no pudo
ocupar su lugar.
Y así
llegamos hasta hoy. La escena del blues está completamente fragmentada y sin difusión en los medios de comunicación. En
algunas provincias hay músicos, como Fran Molins en Salta, que intentan remar
contra la corriente con toda la dificultad que ello implica. De los bares
históricos de blues apenas queda Mr. Jones, pero su grilla ya está destinada la
mayor parte del tiempo a otros géneros musicales. Pero dentro de ese panorama
oscuro y poco optimista aparece Blues en Movimiento, ese colectivo de músicos y
entusiastas del blues que nunca bajó los brazos.
El domingo a la noche fue la última jam del año y resultó ser un verdadero suceso. Organizada por Lucas Gavin, Nacho Ladisa y Ale Yaques, convocó a más de 100 personas y en el escenario de El Conventillo Cultural Abasto hubo varias sorpresas. Una fue la de Federico Verteramo, quien está de visita en Buenos Aires, y se subió a tocar dos canciones con sus amigos de siempre: Huguis López, Nicolás Yudchak y Ladisa, que esta vez se encargó del bajo. La otra, la reaparición de Omar Itcovici, una leyenda de la guitarra del blues que interpretó My Time After a While con la misma pasión de siempre. A lo largo de la noche también tocaron Camilo Petralia, Jonathan Heguier, Juju Estrin, Néstor Bouzigues y Mariano Manzione. Además hubo muchos otros músicos, no todos jóvenes, pero sí menos conocidos que los mencionados, que le pusieron mucha onda a la velada. La gran revelación fue Pablo D'Alvano, quien con un estilo agresivo y visceral confirmó lo que decían de él entre las mesas. Él tal vez sea uno de los abanderados del recambio generacional. No es el único, claro está, hay muchos más por ahí.
En medio de un panorama complejo, Blues en Movimiento sigue adelante impulsado por su gente. También aparece la movida de Blues Federal que encabeza Gabriel Solari y las distintas propuestas del conurbano y el interior del país. Tal vez desde ahí se pueda dar el primer paso para la refundación de la escena y que el blues local recupere su lugar. Eso sí, tiene que haber un salto de calidad. Creo que ya no alcanza con solo tocar bien. El valor agregado tiene que salir de la creatividad y la composición para tratar de llegarle a la gente no solo con lo clásico sino también con algo nuevo.
domingo, 22 de diciembre de 2024
Delmark Records, el sello discográfico que sigue apostando por el sonido tradicional del blues
En tiempos
de éxitos tan efímeros como rutilantes, de reproducciones en YouTube o Spotify,
de letras banales y selfies con filtros, en Chicago, la cuna del blues
eléctrico, el sello discográfico Delmark sigue apostando al sonido tradicional
y la venta de discos. Creada en 1953 por Bob Koester, la compañía ahora es
presidida por una mujer y un uruguayo es su director artístico.
Hoy, a más
más de 70 años de su fundación, Delmark sigue tan vigente en Chicago como a lo
largo y ancho de los Estados Unidos. Entre sus artistas principales se
encuentran Willie Buck, Sheryl Youngblood, Bob Stroger, Mike Wheeler, Johnny
Iguana y Dave Specter, entre otros. Pero el sello también sigue ampliando su
catálogo de jazz con músicos como Ernie Watts, Paquito D'Rivera y Geof
Bradfield.
La historia de Delmark comenzó cuando Bob Koester, un oriundo de Wichita, Kansas, se mudó a St. Louis, Missouri, para asistir a la universidad. En esa ciudad, donde la música florecía en cada esquina, Koester se volvió un entusiasta del jazz. En 1952, abrió una disquería junto a un socio, aunque un año más tarde se separaron. Entonces, Koester se instaló con su nuevo proyecto en la esquina de Delmar y Olive, y allí realizó su primera grabación, la del grupo Windy City Six. Tomó el nombre de la calle para su emprendimiento sin saber que luego haría historia en la música.
En esos
años iniciales grabó a artistas como James Crutchfield, J.D. Short y Big Joe
Williams, hasta que en 1958 emprendió un nuevo rumbo. Se
instaló en Chicago, compró la
disquería Seymour’s Jazz Mart, a la que luego renombró como Jazz Record Mart.
Así fue como Delmark Records –a la palabra elegida en un comienzo le agregó una
k final- encontró su nuevo hogar en el sótano de la tienda de discos. En 1963,
Koester trasladó la disquería al 7 West Grand, en el centro de Chicago y durante
este período lanzó álbumes de jazz de Donald Byrd, Jimmy Forrest, George Lewis
y Bud Powell, entre muchos más.
En las
décadas siguientes el sello no pararía de crecer y sus registros de Junior
Wells, Luther Allison, Arthur ‘Big Boy’ Crudup, Jimmy Dawkins, Sleepy John
Estes, J. B. Hutto, Jimmy Johnson, Magic Sam, Robert Nighthawk y Otis Rush hoy
son históricos.
Delmark atravesó la década del noventa con éxito, por el boom del CD, pero más tarde los cambios en los hábitos de consumo de música llevaron a Koester a tener que achicarse y el recorte vino primero por el lado de la disquería. Cerró el mítico local y se mudó, para luego volver a cerrarla y abrir una más pequeña con otro nombre. Koester ya había superado los 80 años y su energía ya no era la misma que antes. Entonces aparecieron en escena Julia Miller y su esposo, el uruguayo Elbio Barilari.
“La idea
fue de Julia. Ella es guitarrista, compositora e ingeniera de sonido. Enseñaba
Sonido en la Escuela del Art Institute de Chicago y siempre había soñado con
tener un sello discográfico y un estudio de grabación. Un domingo de mañana, durante
el brunch, me dije: ‘¿Qué tal si compramos Delmark?’. Y yo le contesté: ‘Ta,
dale’, sin estar seguro si era posible o no, o si era una broma”, cuenta
Barilari a NA.
“Sabíamos
que Bob Koester estaba casi retirado, trabajando en su casa de discos, pero no
tanto en el sello. Y venían sacando pocos álbumes por año. Fuimos a hablar con
él y nos mandó a negociar con su hijo y su esposa, que estaban a cargo del
sello y ahí empezó todo. Un año después, el 1° de mayo de 2018, Julia se
convirtió en la presidenta y CEO de Delmark y yo en vicepresidente y director artístico”,
añade.
- ¿Ya eras un entusiasta del blues antes de
adquirir Delmark?
- Al blues
lo descubrí cuando tenía unos 12 años y lo empecé a tocar cuando tenía 14. Yo ya
estudiaba guitarra clásica y ahí me puse a aprender guitarra eléctrica
juntándome con el más brillante violero eléctrico que ha dado el Uruguay,
Daniel Bertolone, del famoso trio Días de Blues y antes de Opus Alpha, dos
grupos mitológicos del rock rioplatense. Nos matábamos escuchando a BB King y a
todos los grandes y zapando hasta altas horas de la madrugada. Después me
dediqué más al jazz y a la música clásica, fui al Conservatorio y estudié en
Alemania. En los noventa me picó de nuevo el bichito del blues, fundé la banda
Planeta Blues, el primer grupo de blues uruguayo en ir de gira a Europa y el primero
en editar un CD de blues en Uruguay. En ese momento nunca me imaginé que iba a
terminar en Chicago y produciendo los discos de Jimmy Johnson, Willie Buck,
Jimmy Burns, etc. ‘Sorpresas te da la vida’, como dice Rubén Blades.
- ¿Cómo llegaste de Uruguay a Chicago?
-Toda la
vida, desde 1975, fui músico y periodista. En 1998 me contrataron para dirigir La Raza, un semanario en español en
Chicago, que en ese momento era el medio de prensa latino más importante en los
Estados Unidos. Apenas llegué también me empecé a vincular musicalmente, claro.
Y dentro del blues ya tenía amigos acá, como Magic Slim, John Primer, Dave
Specter y Dave Weld. Con los últimos dos habíamos estado en las mismas giras,
en España, un par de años antes.
- ¿Por qué tomaron la decisión de mantener al
sello como referente ineludible del blues de Chicago y no buscar otros senderos
musicales para explorar?
-Había un
capital cultural que defender y atesorar, construido por Delmark a partir de
1953. Tanto blues como jazz. Y siempre entendimos que nuestra misión era esa.
Dentro del blues y del jazz no estamos para nada cerrados a lo nuevo, pero al
mismo tiempo atesoramos ese legado y esas tradiciones. Hemos sacado muchos
discos de tipo experimental, incluyendo el álbum de nuestra propia banda,
Volcano Radar, con Paquito D’Rivera, nada menos. Pero al mismo tiempo le dimos
gran importancia al editar y darle el reconocimiento y el respeto que se debe a
los grandes del blues de Chicago. Respeto y reconocimiento en vida. Como con
Jimmy Johnson, que se despidió de este mundo hace un par de años con un gran
disco que tuve el honor de producir. Y otros artistas, como Bob Stroger, Linsey
Alexander, Willie Buck, Jimmy Burns, Billy Boy Arnold y Tail Dragger. Y por
otro lado, todo un trabajo con las mujeres del blues, que Julia ha venido
haciendo a lo largo de los años: Shirley Johnson, Demetria Taylor, Sharon
Lewis, Sheryl Youngblood, Joanna Connor y más. La tradición y la renovación van
de la mano. Pero sin saber de dónde se viene, no se sabe para dónde se va, ¿no?
- ¿Consideras que en Estados Unidos hay todavía
una red de contención para el blues o son solo pequeñas apuestas individuales
que lo mantienen con vida, puntualmente en el plano comercial?
-Por
supuesto que hay una red. Hay sellos discográficos, hay asociaciones y
fundaciones, hay clubes, hay festivales, hay radios que pasan exclusivamente
blues, o blues y jazz y otras músicas con raíces, hay revistas. Y todo eso es
muy importante. Trabajamos con toda esa gente, permanentemente. El problema es
que también hay un racismo sistémico que busca ocultar o disimular las raíces
afro-estadounidenses del blues. El blues es una música folklórica,
afro-estadounidense, sea el folklore rural del Delta, o el folklore urbano del
blues de Chicago. Y hay gente que consciente o inconscientemente quiere
blanquear el blues, sacarle el carácter histórico, social y cultural negro que
está en su raíz. Y esto no quiere decir que yo piense que los blancos u otra
gente no puedan tocar blues: claro que pueden. Pero primero lo tienen que
entender y respetar su historia. Si no, son meros turistas del blues. Y de
esos, hay muchos. El hecho de ser un latino, o hispanic, como nos dicen en
este país, o miembro de una minoría, me facilita el entendimiento y la relación
con los músicos de otra minoría. Te da otra perspectiva. Entendés de otra
manera los problemas que ellos confrontan. Y ellos también me ven de otra
manera.
- En los últimos años hubo una revalorización
del vinilo, y ahora parece que también hay un repunte en las ventas de los CD,
¿esto es así?
-Muy
simple. Ya hace varios años que vendemos más vinilo que CD’s. Y hemos hecho varias
cosas. Hemos digitalizado todo el catálogo de Delmark. Doce mil canciones que ahora
están disponibles en todas las plataformas digitales, a un click de distancia,
para descargar o para hacer stream. Todo un tesoro musical que se hizo
accesible para el mundo. Y hemos reeditado en LP y en CD todos esos tesoros de
Delmark. Los discos de Magic Sam, Junior Wells, por ejemplo. Y reeditamos en CD
toda una gran parte del catálogo. Y es cierto que también ha habido un repunte
en la venta de CD’s.
- ¿Cuál crees que será el futuro del blues una
vez que los bluesmen más viejos ya no estén?
- Va
depender de lo que hagan los músicos negros jóvenes con ese legado, con esa herencia,
ellos son los dueños del blues. Mantener la tradición y operar la renovación va
a depender de ellos. Los otros, lo único que hacen es repetir o imitar lo que
han aprendido de los grandes maestros negros. Y es entendible, por supuesto.
Hay muchas cosas interesantes en el nuevo blues. Y hay músicos de las nuevas
generaciones que se interesan por la tradición, incluyendo el blues acústico.
Acá los vemos todos los días. No son los que reciben más publicidad, porque no
hacen blues-rock y no son blancos. Pero ahí están y nosotros estamos para
ayudar en lo que podamos. Por ejemplo, Carlise y Greg Guy, los hijos de Buddy
Guy, son ambos artistas de Delmark y estamos preparando sus primeros álbumes
para nuestro sello. Otro caso es el de Jamiah Rogers, un joven talento, más en
la onda Hendrix. Hay espacio para todo. Finalmente, a veces recibo mensajes diciendo
‘gracias por mantener el blues con vida’, pero nosotros ayudamos, facilitamos,
los que mantienen el blues con vida son los músicos.
lunes, 2 de diciembre de 2024
Encuentro, la legendaria grabación del Mono Villegas con dos músicos de Duke Ellington
En septiembre de 1968, el legendario Duke Ellington visitó la Argentina junto a su orquesta para una serie de conciertos en Buenos Aires, Córdoba, Tucumán y La Plata, en el marco de su gira sudamericana que también incluyó presentaciones en Brasil, Uruguay y Chile. Su estadía en Buenos Aires fue la más extensa porque, además de los shows en el Teatro Gran Rex, hubo una recepción en la Embajada de Estados Unidos. Pero también hubo algo más que quedó inmortalizado en audio: dos de sus músicos, Paul Gonsalves y Willie Cook grabaron junto al trío del pianista argentino Enrique “Mono” Villegas. Ahora esa mítica grabación, titulada Encuentro, fue reeditada en CD.
Según pudo reconstruir el periodista Claudio Parisi en su libro Grandes del jazz internacional en la Argentina (1956-1979), “durante la estadía de la orquesta de Ellington en Buenos Aires se dio una relación muy especial entre sus músicos, los colegas locales y gente vinculada a la música. En determinado momento, sin pensarlo demasiado y en medio de una charla entre el saxofonista de la orquesta, Paul Gonsalves, y el empresario argentino Alfredo Radoszynski, dueño del sello Trova, barajaron la posibilidad de hacer una grabación junto a músicos locales. Había algunos problemas esenciales: no había mucho tiempo (la charla se desarrolló el día anterior a la partida de los músicos, de modo que solo quedaría libre la noche del domingo 15), había que consultar al Jefe (Duke Ellington) y no tenían estudio”.
“Se le
ofreció el privilegio al trío de Enrique Villegas, que estaba integrado por él
mismo en piano, Alfredo Remus en contrabajo y Eduardo Casalla en batería. En
tiempo récord se le solicitó autorización a Ellington, se consiguieron los
Estudios ION, los técnicos para la grabación y una tanda de amigos para que
participaran como público”, detalla el autor del libro.
Villegas ya
conocía a Gonsalves de su estadía en los Estados Unidos y eso fue un esencial
para que el proyecto también se pudiera llevar a cabo. Cuando todo estaba
encaminado, el saxofonista estadounidense propuso sumar a la sesión a otro
miembro de la orquesta, el trompetista Willie Cook. El motivo, de acuerdo con
las fuentes citadas en Grandes del jazz…,
fue que estaba sin dinero y le vendría bien una paga, algo que no resultó
un inconveniente para el empresario. El quinteto estaba listo para grabar.
Los músicos
estadounidenses llegaron muy cansados a la noche de la grabación y el clima del
estudio era sofocante, a tal punto que en un momento, según distintos testigos,
Villegas se sacó la camisa y los pantalones para tocar. El repertorio de la
histórica sesión incluyó el clásico de Ellington Perdido; St. Louis Blues, de W.C. Handy; Blues for BA, compuesto por Gonsalves en honor a Buenos Aires; y
los standards I Cover The Waterfront,
Just Friends y I Can’t Get Started;
más el medley Gone With The
Wind/Tenderly/Ramona.
Las notas del CD incluyen el texto escrito por Stanley Dance, autor del libro The World of Dule Ellington y columnista de la revista Jazz Journal, para el álbum original. Dance asistió a aquella grabación y la recordó de la siguiente manera: “Cuando Alfredo Radoszynski le sugirió que grabara para Trova con Enrique Villegas, PaulEn se entusiasmó con la idea. Esta era su oportunidad de retribuir en algo toda la amistad que le había brindado, y el primer tema que sugirió para la grabación fue Just Friends, un título de especial significación para esta ocasión. Otro tanto podemos decir de su blues de 24 compases, compuesto especialmente para este disco Blues for BA, que expresa el pesar de todos los músicos de la orquesta por abandonar Buenos Aires”.
La
reedición de Encuentro, a cargo de RP Music -incluye tres bonus tracks grabados
en 1972 en una reunión entre amigos en la que el Mono interpreta Lullaby of The Leaves, Blues en Do y Nobody Knows The Trouble I’ve Seen, es
una buena excusa para volver a escuchar a uno de los grandes músicos argentinos
de jazz en su prime, junto a dos leyendas del género.
viernes, 29 de noviembre de 2024
Lenny Kravitz, el rito sagrado
![]() |
Fotos @irishsuarez |
domingo, 17 de noviembre de 2024
El Rey se fue, pero no ha sido olvidado
En un reciente posteo en Instagram, el autor explicó cómo fue el proceso de armado y edición del libro: “Primero realicé la selección de fotografías y elegí dos para crear dos opciones de tapa. Luego, pasé al diseño y al armado del libro, compaginando las fotografías con los textos biográficos que se incluyen allí. Por último, pasamos a la imprenta en donde todo lo digital se vuelve real y así nació el libro físico”. Pero detrás de esa explicación técnica hay una larga historia de amor al personaje y su música.
Un LP de blues le cambió la vida
domingo, 10 de noviembre de 2024
Money Man, el joven músico que sorprende con el blues rural en el sur de Brasil
En el sur de Brasil, a miles de kilómetros de los campos de algodón del Mississippi, un joven de 27 años rompió el molde de la música imperante con un álbum acústico e intimista, en el que recrea versiones de los grandes maestros del blues como Robert Johnson, Muddy Waters y Big Joe Williams con una técnica exquisita y un feeling muy auténtico. En Porto Alegre y alrededores lo conocen como Money Man, un nombre artístico que adoptó tras un malentendido durante un show con el que dio un paso fundamental en su carrera.
La historia de Enzo Viero Baddo podría ser la de cualquier
músico joven de veintipico queriendo lucirse con la guitarra con un sonido
contemporáneo o abusando del autotune para viralizarse en las redes, pero él
eligió recorrer el camino más largo y sinuoso, que muy pocas veces lleva al
éxito comercial, pero que tiene el valioso objetivo de preservar la tradición
de una música que nació hace más de un siglo en el sur de los Estados Unidos y
que con los años se expandió por el mundo.
En su disco Alone With
The Blues, Money Man interpreta con gran prestancia temas del cancionero de
Robert Johnson como Kindhearted Woman
Blues, Sweet Home Chicago y Ramblin’
On My Mind, así como otros standards del blues, en su mayoría de preguerra,
como Country Blues, Good Morning Little
Schoolgirl, Police Dog Blues, Make Me a Pallet on You Floor, Poor Black Mattie y Rag Mama Rag. Si algún desprevenido se
pone a escucharlo sin saber quién es el intérprete lo que menos pensara que se
trata de un joven brasileño de 27 años.
- ¿Cómo llegaste al
blues?
Mi familia siempre ha
tenido una rica cultura musical y esto fue fundamental para mí para descubrir
el blues. Tanto mi padre como mi madre escuchaban blues de vez en cuando. A mi
madre le gustaba mucho poner un CD de Taj Mahal en el coche. A mi padre siempre
le gustó mucho Eric Clapton y me hablaba del álbum que hizo interpretando
canciones de Robert Johnson. Un día me regaló un disco de Muddy Waters, que
tenía en su colección de CDs, que contenía sus primeras grabaciones en Chicago
y quedé muy cautivado por la voz y la guitarra de Muddy y el piano de Sunnyland
Slim. En ese momento ya sabía que algún día iba a tocar blues aunque primero comencé
interpretando canciones de rock de grupos y solistas como Cream, Clapton, Jimi
Hendrix, JJ Cale, Rolling Stones y Creedence, todos ellos muy influenciados por
el blues.
- ¿Qué fue lo que te
cautivó del blues?
Mis problemas emocionales derivados de cuestiones personales
que ocurrieron en mi infancia y la consiguiente dificultad para adaptarme al
entorno universitario en la primera etapa de mi vida fueron el punto de
inflexión de mi gusto por la música, que tenía más que ver con lo que quería
expresar. Antes de empezar a tocar la guitarra, tomé lecciones de percusión
durante unos años con el maestro Fernando do Ó, un gran percusionista del sur
de Brasil. Después siempre fui autodidacta con la guitarra y más tarde con el blues
específicamente, al que me volqué de lleno cuando fui a la universidad entre 2015
y 2016. Siempre me ha gustado la música sin muchos efectos, en la que el
artista tiene que tener interpretación, de una manera más orgánica y no tan
digital. Así comencé una búsqueda de personas vinculadas al blues. Así fue como
conocí a Adrián Flores (productor y baterista argentino radicado en Brasil). Él
me abrió las puertas a otras personas vinculadas con el blues y también a
discos, libros y referencias.
- Hubo otro músico argentino que te influenció…
Sí, Carlos Bada fue una gran inspiración y fuente de
aprendizaje gracias a los videos que sube a YouTube, que son de las mayores
enciclopedias visuales para entender cómo tocar country blues con la guitarra.
- ¿Esa fue la razón
por la qué te especializaste en el blues rural?
Me especializo principalmente en el blues acústico, no necesariamente de antes de la Primera Guerra Mundial, aunque la mayor parte de la música que toco se grabó originalmente en la década del treinta. Y esta elección fue hecha por mi deseo de poder trabajar en esto solo, sin necesidad de una banda, ya que me resultaba costoso y difícil armar algo con otros músicos. Quería tocar en bares y festivales, quería poder hacer algo nuevo, diferente a lo que hacía la mayoría. Trabajar solo en mi mente representaba la idea más fácil de no tener que gastar en ensayos y costosos amplificadores y guitarras (que todavía estoy tratando de adquirir poco a poco), de poder realizar interpretaciones de una manera que sólo dependiera de mí. Entender la profundidad que ha tenido el blues me hizo querer entender su parte más basal y visceral, que encontré en esos artistas, pero también en las versiones de Chicago y otros estilos más urbanos del blues. Me gusta la música cruda en general. De todas maneras, también toqué en dúo con el bajista Filipe Siak, en el circuito de bares de Porto Alegre.
- ¿Seguís en modo autodidacta o ahora estas estudiando?
Estoy estudiando por primera vez con el gran músico,
guitarrista y profesor Nicola Spolidoro, quien toca en la banda Blues Combo de
Ale Ravanello, una de las mejores bandas de blues de Brasil.
- Me imagino que un
joven de Porto Alegre tocando blues rural debe ser una rareza, especialmente
entre los jóvenes, ¿no?
En la ceremonia de egresados del instituto, en 2014, pedí
que mi canción de fondo fuera Catfish
Blues, en la versión de Jimi Hendrix. Recuerdo que había cierta extrañeza
en general por parte de mis compañeros, pero en general a mis amigos más
cercanos les gustaba.
- La escena del blues
en Brasil está bien consolidada con festivales en varias ciudades y músicos de
renombre internacional como Igor Prado, Nuno Mindelis, Solon Fishbone, pero
todos ellos dedicados a diferentes estilos eléctricos. ¿Cómo fue recibida tu
propuesta acústica en este contexto?
Todos los músicos y amantes del blues siempre han sido muy
receptivos conmigo y con mi trabajo. Pero lo cierto es que nuestros festivales
tienen mucho que evolucionar en cuanto a espacio para el blues acústico. Así y
todo en los lugares que toqué mi trabajo fue muy bien recibido. Realmente el
mayor problema es poder perforar las duras cáscaras de los núcleos que
naturalmente se cierran en el entorno musical, ya que en realidad es un mercado
pequeño y difícil, que naturalmente parece formar este tipo de barreras para el
crecimiento de nuevos músicos con nuevas propuestas. De hecho, ahora estoy
empezando a trabajar con una banda, Money Man & The Cash Makers, en la que
tocamos principalmente Chicago blues.
- ¿Por qué elegiste el nombre artístico de Money Man?
La verdad es que fue una situación curiosa. Fue una broma
que Freddie Dixon (uno de los hijos del legendario Willie Dixon) durante una
gira que hizo por Brasil. Lo fui a ver al Recorder Pub a finales de 2022. Tocaba
con músicos locales, entre ellos Adrián Flores. Cuando entré al bar con mi
novia Victoria, Adrián me saludó con su habitual broma ‘¡qué onda monigote!’ a
lo que Freddie entendió ‘Money Man’, el hombre del dinero. Yo me entré a reír
porque le dije que justo si algo no tenía era dinero. Más tarde, durante el
receso del show, yo estaba sin consumir nada y Freddie me lanzó: ‘¿No vas a
comprar nada para ti y tu novia Money Man? ¡Tienes el dinero y lo estás
escondiendo! ¡No hay manera de tener una novia hermosa sin tener dinero!’”.
- ¿Quiénes son los
músicos que más te influenciaron?
Robert Johnson, Big Bill Broonzy, Muddy Waters y RL Burnside,
aunque la lista es mucho más larga. Además hay muchos músicos contemporáneos,
brasileños, latinoamericanos y estadounidenses, con los que hablo o sigo su
trabajo y que me inspiran también. La verdad es que me gusta mucho lo que hacen
los argentinos con el blues, con tanto respeto y estudio.
- Es decir, que la
elección de los temas de tu disco podría considerarse un homenaje a los músicos
que más te inspiraron.
Sí, mi intención era tener una ventana al country blues que
mostrara los diversos estilos y posibilidades que se pueden encontrar en esta
música, que es mucho más rico de lo que la gente imagina, con muchas más
sutilezas, especias, detalles e influencias locales. Estudiar la historia del blues
es en gran medida estudiar las raíces de la música occidental moderna y también
los males sociales, la desigualdad, el racismo, todo más específicamente en el
contexto de la sociedad norteamericana, pero sin olvidar las características
globales que presenta el blues, que es además de un estilo musical, una cultura
que se volvió global porque habla de los problemas, placeres y disgustos
cotidianos, de la vida humana tal como es. El blues es la verdad, como dijo el gran
Willie Dixon.
lunes, 4 de noviembre de 2024
El consejo que Quincy Jones le dio a un músico argentino en su visita a Buenos Aires
viernes, 25 de octubre de 2024
Las rutas del jazz, un viaje por el fascinante mundo de la improvisación y el ritmo
sábado, 21 de septiembre de 2024
Eric Clapton, el último inmortal
![]() |
Foto @RobertGayol |
A diferencia de su último show en 2011, que fue correcto, pero sonó como en
piloto automático, esta última presentación sobresalió por su naturalidad y una
conexión absoluta entre el guitarrista y su banda. Tal vez fue así
porque estuvieron ensayando durante toda la semana en el Teatro Coliseo, en un
clima relajado e íntimo sin que nadie lo supiera, y muy posiblemente también
porque fue el primero de los shows de la gira. A todos se los notó muy frescos
y en Clapton no se percibió ningún síntoma de la neuropatía periférica que lo afecta
desde hace tiempo.
Cuando todavía era de día, y ante muy poca gente, David Lebón se dio
el gusto de abrir para Clapton. Lo hizo con media docena de canciones
entre las que se destacaron Cuánto tiempo más llevará y Mundo
agradable. El exguitarrista de Serú Girán y Pescado Rabioso se llevó un
gran aplauso que más tarde se replicó cuando fue a sentarse en la platea para
ver a su ídolo. Como acto intermedio apareció Gary Clark Jr.
que tocó durante una hora y, como diría Pappo, ablandó demasiado la milanesa.
Más allá de la gran versión de Bright Lights, con ese riff abrasivo,
dio la sensación de que el exaspirante al trono hendrixiano terminó de mutar al
neo soul y el R&B, con un sonido que lo acercó más a Marvin Gaye y
D’Angelo.
A las 21, con puntualidad británica, se apagaron las luces y Clapton
apareció en escena vestido con gorra de béisbol, pañuelo al cuello,
una especie de poncho con cierre y capucha, jean y náuticos marrones,
sosteniendo entre sus manos una Strato negra. Sonny Emory
comenzó a aporrear la batería, Nathan East y Doyle Bramhall II se
sumaron con el bajo y la guitarra, y ahí entró en acción Clapton con ese viejo
tema de Cream, aunque lejos de la psicodelia que lo hizo popular. Con un sonido
limpio y claro, y un volumen muy controlado, anticipó lo que sería el
resto del show.
Le acercaron una silla y una guitarra acústica, y durante cuatro o cinco
minutos Clapton logró que todo un estadio quede subyugado ante el
embrujo de Robert Johnson con una sentida versión de Kind
Hearted Woman Blues. Apenas un hombre y su guitarra
para dominar al mundo. El resto de la banda se sumó para Running on Faith,
esa hermosa y conmovedora balada del disco Journeyman, aquí con la
magia de Doyle Brahmall II con el slide. Luego presentó un nuevo tema, The
Call, siguió con Change The World y así dio paso a uno de los
momentos más intensos de la noche, su interpretación de Nobody Knows You
When You're Down and Out, con un punteo a dedo limpio que resumió porque
alguna vez lo igualaron con Dios.
Clapton se sintió muy cómodo en modo unplugged, muy
conectado con el público, sobre todo cuando encaró la bella Lonely
Stranger y luego Believe in Life, que primero registró en el
álbum Reptile y años más tarde se la dedicó a “la dama del balcón”,
como llamó al disco grabado durante la cuarentena. Cerró este tramo del show
con una luminosa versión de Tears in Heaven.
Clapton volvió a enchufar la Strato y rescató del arcón de los recuerdos Behind The Mask, un hit ochentoso de August. Entonces llegó Old Love y el show alcanzó la plenitud, el éxtasis total y el climax hizo cumbre en la cima del Everest. Lanzó un par de solos infernales -porque del Cielo al Infierno hay un solo paso- y para la épica final se sumó Tim Carmon con el hammond y los teclados para terminar de hechizar a un público que ya estaba completamente en trance. Volvió al blues con Crossroads y Little Queen of Spades, otras dos canciones con la rúbrica de Robert Johnson, en las que Clapton le dio mucho mucho espcio a sus músicos para que se expresaran.
El inevitable final ya estaba en marcha. Nathan East comenzó golpear
suavemente las cuerdas del bajo, se sumó Emory para marcar el ritmo y en la
intro Clapton intercaló un extracto de No llores por mí Argentina
antes de lanzar los inconfundibles acordes de Cocaine, esa sucia
cocaine. Promediando el tema, Staiton desde el piano hizo un puente con La
cumparsita, para redondear una versión descomunal.
Y fue así como terminó, bien arriba, en comunión con la gente que
fue hasta Vélez para reencontrarse con la leyenda. Pero quedaba algo
más, el tan necesario bis, para el que eligió otro blues que toca desde
siempre, Before You Accuse Me, ahora con Glary Clark Jr. como invitado
sobre el escenario. Con una guitarra con la bandera palestina,
Clapton mandó un mensaje que a muchos les resulta incómodo, pero para los que
preservan la vida y desean la paz resulta muy trascendental. A los 79 años,
como Highlander, Clapton mostró que es inmortal y que con un fraseo de
su voz o su guitarra puede cambiar el mundo.