viernes, 27 de octubre de 2017

Blues antiestrés


No hay dudas de que Nathan James es californiano. Viste y canta como tal. A eso le imprime altas dosis de blues con su guitarra eléctrica hecha -por él mismo- con una tabla de lavar la ropa. El sonido se balancea entre el west coast, el country blues y ritmos de Nueva Orleans, y por momentos le agrega toques de góspel y folk. La música suena libre, sin ataduras, y muy meoldiosa. Es como un paseo relajado por Sunset Boulevard una tarde de verano. El show de Nathan James, en el Conventillo Cultural Abasto, resulta ser una efectiva terapia antiestrés.

Nathan James construyó su carrera amparado por dos grandes armoniquistas, James Harman y Kim Wilson, y tal vez por eso asume el show como uno más de la banda que conforman Daniel De Vita, Mariano D’Andrea y Pato Raffo. Sus solos no son extensos sino más bien ajustados y precisos. Pero cuando pela lo hace con ganas. Su voz recuerda por momentos a la de Eric Lindell y por otros a la John Mooney, pero a medida que avanza se nota que no hay imposturas vocales sino más bien una voz propia y natural.

Comienza con I found my peace of mind, una especie de manifiesto en el que sostiene que “ya no tiene que preocuparse más” La banda lo sigue con un ritmo holgado, una de las especialidades de la yunta D’Andrea-Raffo. De Vita larga un solo y así plantea un diálogo continuo que se extenderá por el resto del show.

La versatilidad de James se manifiesta también en su repertorio. Se luce con una extraordinaria versión de Teach me how to love you, de Bobby Bland, y nos lleva a lo más profundo de la tradición de Nueva Orleans con If I let you get away with it once (You'll do It all of the time), en la que sopla un kazoo y utiliza unos dedales para percutir sobre la tabla de lavar, mientras De Vita se anima a unos polémicos pasos de baile. También toca Is it too late e In the news today (está última una crítica al triunfo de Donald Trump en los Estados Unidos), dos canciones de su flamante álbum, What I believe.

El público está relajado y disfruta. El mensaje de Nathan James llega sin interferencias. Se toma poco más de diez minutos para descansar y tomar una cerveza, y vuelve al escenario recargado. Canta Tryin' to get along with myself, un tema con ribetes góspel con el que muestra toda su soltura vocal y luego invita a An Díaz que, como ya es su costumbre, se adueña de cada rincón del Conventillo con una interpretación vocal demoledora de la extraña Celestial blues de Andy Bey. Para el final, Nathan James toma un slide y lo desliza con ganas en Silent treatment, tal vez la versión marcadamente más blusera de toda la noche, que incluye magníficos solos de cada uno de los miembros de la banda. A pedido del público vuelven para una más y, como ya no tiempo para escapar del blues, se despachan una la ardiente Whole lotta love de B.B. King.

Nathan James mostró una variante del blues no muy explorada por estos pagos. Un blues relajado, contra el estrés, que combina muchos elementos tradicionales del género, creatividad y soltura.

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