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Lynyrd Skynyrd - Last of a dyin' breed. Si hablamos de southern rock, dos nombres surgen casi de manera natural: Allman Brothers Band y Lynyrd Skynyrd. Ambas bandas surgieron con pocos años de diferencia, fueron extremadamente exitosas en los 70, sufrieron graves pérdidas y definieron un nuevo estilo de música, influenciado por lo más profundo de las raíces americanas. Pero mientras la primera evolucionó musicalmente y se convirtió en un grupo de culto, la segunda tuvo que concentrar todo su esfuerzo en sobrevivir. Desde hace varios años se sabe que Lynyrd Skynyrd ya no podrá hacer más discos como Pronounced Leh-Nerd Skin-Nerd o Second helping. Afortunadamente los propios integrantes de la banda también lo entendieron así: lograron dejar los fallidos intentos de superar lo insuperable –como en los 90- y ahora suenan más sueltos y confiados, pese a que a algunos temas remitan a viejos clásicos como Freebrid o The Ballad of Curtis Loew. El eje de las letras, sin embargo, no ha cambiado mucho: sigue siendo la trillada lírica redneck –Dios, armas, rutas y chicas sureñas-, con la que Johnny Van Zant y Gary Rossington se sienten muy identificados. Al menos los muchachos ya saben el lugar que ocupan en la historia y no luchan en vano por recuperarlo.
Ryan Bingham – Tomorrowland. Este es otro álbum que apuesta al porvenir, aunque con una fórmula inversa a la de ZZ Top. Aquí tenemos a un músico de la nueva guardia, que de chico se nutrió con la música de las viejas jukebox ruteras de Texas y con las canciones de Bob Dylan y Steve Earle. Su sonido es árido, polvoriento… como el traqueteo de un auto que atraviesa el desierto. Su dos primeros discos -Mescalito (2007) y Roadhouse sun (2009) fueron producidos por el ex Black Crowes, Mark Ford, mientras que el tercero –Junky star (2010)- lo produjo T-Bone Burnett. Ahora decidió tomar el control total de su trabajo ya que grabó para su flamante sello discográfico y lo produjo él mismo con la colaboración de Justin Stanley, quien trabajó junto a Sheryl Crow, Mark Ronson, The Vines y Doyle Bramhall. El álbum es puro country rock alternativo, con arreglos interesantes, que mantiene en perspectiva sus orígenes e influencias. Con voz rasposa, Bingham aúlla descontento acompañado por una guitarra acústica o una eléctrica distorsionada. No importa si este disco es mejor o no que los anteriores, lo importante es que el singer-songwriter sigue buscando su lugar en el mundo sin apartarse de sus raíces.
1 comentario:
Ya escuchando lo nuevo de ZZ Top por suerte!.
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