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Su presentación del sábado en Mr. Jones trasladó el espíritu de Chicago a Ramos Mejía. No voy a entrar en comparaciones sobre si estuvo mejor o peor que otros shows porque la verdad eso no conduce a nada. Fue un buen recital. Entretenido y auténtico. La banda –encabezada por Juan Urbano López y Walter Loscocco- se mantuvo siempre en un segundo plano, más allá de algún solo de guitarra aislado. La prioridad fue la voz wolfesca de Shaw, quien realmente canta blues desde sus entrañas.
La selección de temas fue un compendio de gemas del género. Empezó con Big boss man y terminó con Sweet home Chicago, a la que le mechó el estribillo de The blues is alright. En el medio rindió homenaje a Muddy Waters, Sonny Boy Williamson y, por supuesto, a Howlin’ Wolf con interpretaciones muy sentidas de Little red rooster, Shake it for me y Howlin’ for my baby.
Shaw sostuvo su saxo más de lo que lo tocó, aunque en Goin’ down slow sopló un par de notas muy conmovedoras. Durante las casi dos horas en las que estuvo frente a unas 60 o 70 personas se mostró simpático, especialmente a la hora de hablar de las argentinas. “Les digo una cosa: tienen mujeres muy bonitas aquí. Me estoy volviendo viejo pero no ciego”, bromeó el hombre que hace poco cumplió 74 años.
Fue una noche de buen blues, un viaje imaginario a un bar de Chicago, humoso y estridente, en el que el artista, sus músicos y el público disfrutaron de la noche por igual.
1 comentario:
ojalá que sigan trayendo músicos grossos!!!!
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