viernes, 26 de junio de 2009

Difusamente angelical

No soy un gran seguidor de Rickie Lee Jones, pero me gusta lo que hace. Tengo tres de sus discos: su debut homónimo (1979), Pop Pop (1991) y The sermon on Exposition Boulevard (2007). Y los tres me gustan mucho. Verla en vivo fue una experiencia placentera y desestresante. Su música apacigua, trae esa nostalgia californiana, que no es abrazadoramente asfixiante como la neoyorquina. En la voz de Rickie Lee Jones no aparece el eco ahogado de la estrechez de callejones grises y góticos. Brilla una brisa melancólica con olor a mar que perfuma las calles de Hollywood Boulevard. Ella bebió licores, sufrió desengaños y convivió con la soledad. Su música es como si Tom Waits y Joni Mitchell se pusieran a zapar en un bar de jazz.

Escenario del Gran Rex. Rickie Lee Jones aparece luminosa, difusamente angelical, con un trajecito azul que hace resaltar su rubia y larga cabellera. Tiene un completo dominio de su registro vocal y una amplia gama de matices tonales. A diferencia de muchas otras cantantes, se nota que a ella le brota con una naturalidad asombrosa. Y como compositora no se queda atrás: sus letras están llenas de ricas historias y sus melodías son suavemente acogedoras.

Me hundí en la butaca. Dejé de lado la rutina por un rato y escuché como sus penas y sus anécdotas sobrevolaban el anguloso techo del teatro. Más allá de su fastidio con sus guitarras y del metálico sonido de un acople inesperado, el show fue sutil y conmovedor (voy a dejar la calificación de “intimista” para las crónicas de los diarios). Hizo un repaso de canciones de sus discos y también adelantó un par que se saldrán en su próximo álbum, a la venta en octubre.

Cuando reapareció para los bises ya no quiso agarrar las guitarras ni sentarse al piano. Acompañada suavemente por el bajo y la batería improvisó Bye bye blackbird donde se lució con el scat. No había mucha gente en el teatro, y todos estuvieron muy callados. Eso le permitió a ella llevar todo a un tono muy bajo, alejándose del micrófono, seduciendo con la dulzura de su voz.

Al final, con Mariano, quien se molestó en comprar las entradas, optamos por el maridaje ideal para cualquier show en el Gran Rex. Una pizza bomba de provolone y jamón con morrones porteño style con una Stella en Las Cuartetas. Fue una gran noche. Rickie Lee Jones inauguró así la trilogía de cantantes que desfilarán este año por el Gran Rex. El mes que viene se presentará Cat Power y en agosto, Aimee Mann. Así que dentro de poco se vienen más noches como esta. Excelente.

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