viernes, 24 de octubre de 2025

Rod Stewart en el Movistar Arena: medio siglo de hits en una noche inolvidable

 

Rod Stewart es como la birome Bic o el Magiclick, símbolos de una época que, lejos de extinguirse, siguen cumpliendo su función con una eficacia casi poética. El cantante británico también desafía al paso del tiempo. Ni la tecnología, ni las modas, ni los años han podido corroer su brillo. Con su melena rubia intacta y una energía que parece inagotable, Rod Stewart demuestra sobre el escenario que lo clásico no pasa de moda: simplemente se perfecciona con la experiencia.

En poco más de una hora y media, Rod Stewart dejó el alma en el  Movistar Arena con una selección de canciones que todos conocen, una combinación de grandes éxitos propios y versiones de otros que hizo suyas. El segundo de los tres recitales porteños de su gira One Last Time 2025 comenzó con Having a Party, tema que marcó el pulso festivo de la noche.

Vestido con un traje de cebra —el primero de los cuatro que luciría durante el show—, el cantante siguió con Tonight I’m Yours y This Old Heart. En un giro inesperado para quienes lo asocian con sus discos de baladas y estándares, rindió tributo al blues con una poderosa versión de Rollin’ & Tumblin’, de Muddy Waters, mientras en las pantallas LED desfilaban imágenes de leyendas del género como Albert Collins y Howlin’ Wolf.

El espectáculo fue tan visual como musical: luces, pantallas e instrumentos brillaron en un montaje digno de un show de Las Vegas. Ya con una camisa negra y pantalón a tono, Stewart atacó It Takes Two, el tema que grabó con Tina Turner, y continuó con los clásicos The First Cut Is the Deepest y Tonight’s the Night. Antes de Forever Young, detuvo a la banda para pedirle al personal de seguridad que permitiera al público acercarse y tomarle fotos.

La energía no decayó con Baby Jane, Young Turks y la gloriosa Maggie May, mientras una docena de músicos —entre ellos seis coristas y multiinstrumentistas— rotaban en escena, aportando violín, mandolina, arpa y percusión. En un momento de emoción, Rod Stewart dedicó I’d Rather Go Blind, de Etta James, a la memoria de Christine McVie, y luego interpretó Downtown Train, de Tom Waits. Durante un breve interludio, sus coristas Holly Brewer, Joanne Bacon y Becca Kotte mantuvieron el ritmo con una versión vibrante de I’m So Excited, de The Pointer Sisters.

El cantante regresó vestido íntegramente de rojo, con una rosa cursi en el ojal, para entonar I Don’t Want to Talk About It e If You Don’t Know Me by Now. Luego, acompañó You’re in My Heart con imágenes del Celtic, su amado club escocés, antes de ceder el centro del escenario a sus coristas, que desataron el baile con Proud Mary. La recta final lo encontró enfundado en un smoking brillante para recorrer su etapa ochentosa y disco con Some Guys Have All the Luck y Da Ya Think I’m Sexy?, momento en el que lanzó al público algunas pelotas de fútbol vintage y también un poco de demagogia con la bandera argentina ocupando buena parte de la pantalla gigante. Los bises fueron Sailing y Love Train, con una imponente suelta de globos multicolor.

El show mantuvo una estructura similar al de GEBA en 2023, aunque el Movistar Arena ofreció una acústica mucho más envolvente, donde cada instrumento y matiz de su voz encontraron un mejor lugar.

A los 80 años, con más de medio siglo sobre los escenarios, Rod Stewart sigue cantando, bailando y disfrutando. Aunque el título de la gira sugiera una despedida, todo indica que mientras pueda moverse y sonreír, no habrá “última vez”. Porque, al final, el tiempo pasa, pero quienes hacen lo que aman nunca se retiran del todo.

domingo, 12 de octubre de 2025

Rescatan un disco inédito del trompetista Emilio “Pipo” Troise grabado en 1968

El escritor, musicólogo y especialista en jazz Néstor Ortiz Oderigo escribió una vez que  “la jam-session es una reunión que efectúan los músicos de jazz después o fuera de la hora de labor con el objeto de ejecutar para su propio deleite. En ésta suelen crearse las mejores expresiones de la música sincopada, toda vez que priva en ella una atmósfera de absoluta independencia, pues los miembros de estos conjuntos, ocasionalmente constituidos tocan lo que desean, sin tener en cuenta ningún factor ajeno a la más pura creación artística”. Esta frase resume a la perfección el espíritu del álbum El legendario Pipo Troise, el único registro como band-leader del trompetista Emilio “Pipo” Troise, grabado el 24 de julio de 1968 en los estudios ION y hasta ahora inédito.

El material, editado por el sello RP MUsic, fue rescatado y digitalizado por Sergio Radoszynski con la colaboración de Fernando Gelbard, productor original del master. La edición recupera una pieza perdida de uno de los músicos más influyentes del jazz argentino de las décadas del 50, 60 y 70.

Troise integró formaciones emblemáticas como los Booker Pittman’s Boys, los D'Hellemmes’ Stompers y los Rhythmakers —junto a Bebe Eguía, Horacio “Chivo” Borraro y Enrique Villegas—, además de participar activamente en las jam sessions organizadas por Carlos Tarsia, núcleo del primer jazz moderno argentino.

El álbum cuenta con la participación de Gelbard (piano y flauta), Jorge “Negro” González (contrabajo) y Néstor Astarita (batería), además de invitados como los hermanos Hugo y Osvaldo Fattoruso, Fernando Brea y Micky Lerman. La producción artística estuvo a cargo de Gelbard, y la ejecutiva de César Nun y Leo Gorban.

Según escribió Gelbard en las notas del álbum, “Un día, hace años, se me ocurrió, no sé cómo, llamar a mis Estudios ION a un grupo de increíbles músicos para hacerle un homenaje a Pipo Troise. Llamé entonces a todos los músicos de jazz argentinos. No había un plan de producción de nada en este disco. Lo hicimos como hicimos otros discos. Fuimos al estudio a tocar y así salieron”.

La publicación de este registro histórico permite redescubrir a una figura clave del jazz nacional cuya obra permanecía inédita por más de medio siglo. Además se suma al extenso y pulido catálago de RP Music que incluye joyas históricas de Enrique Villegas, el Chivo Borraro y Jorge López Ruíz, entre otros.

domingo, 5 de octubre de 2025

Old Bones: arqueología eléctrica del blues primitivo

El bar del club Lucille se transformó en una suerte de cápsula sonora. El aire viscoso de una noche húmeda y templada, el zumbido de los amplificadores y una guitarra de otra era crearon la atmósfera de un viaje en el tiempo. No se trató de un homenaje ni de un revival: lo que propuso Old Bones fue una experiencia sensorial, casi arqueológica, que buscó reanimar el instante exacto en que el blues rural se electrificó para adaptarse a las exigencias urbanas.

Recién en el segundo tema, cuando los acordes empezaron a tomar cuerpo, se reveló la alquimia del cuarteto que conforman Juan Duggan en guitarra, Darío Soto en voz, Andrés Fraga en armónica y Darío Scape en contrabajo. Con formación mínima y sin batería, Old Bones interpretó lo que se conoce como early electric blues, el sonido que predominó en el norte de Estados Unidos entre 1937 y 1953 y que sentó las bases de la música contemporánea, especialmente el rock & roll.

“El nombre lo dice todo”, explica Duggan. “Viejos huesos es una especie de búsqueda arqueológica de un sonido que representó una época puntual en la historia de la música contemporánea”. Ese período —previo a la consolidación del Chicago blues— mantiene la pureza de una transición: “Es el momento en que el músico rural llega a la gran ciudad y se electrifica. Esa primera época es muy pura. Después no significa que lo que vino no lo fuera, pero empezaron a expandirse, a incorporar batería y a ensayar más”, agrega.

El repertorio de la noche incluyó clásicos como That’s All Right, Mean Old World, Be Careful, Take a Little Walk With Me y Love Her With a Feeling. Cada tema fue un pequeño rito que evocó la presencia de Muddy Waters, Little Walter, Tampa Red, John Brim y Robert Nighthawk, nombres que parecen flotar entre las válvulas y los trastes.

La idea comenzó a gestarse en 2016, cuando Duggan viajó junto al armoniquista Nicolás Smoljan a California y conocieron a The Silver Kings, una banda que reinterpretaba viejos blues con instrumentos originales. “Ese sonido nos voló la cabeza. Preserva algo muy de la época, con nombres como Muddy Waters y Little Walter, antes de que encontraran su propio estilo”, recuerda.

El proyecto tomó forma recién este año, cuando Duggan y Fraga comenzaron a explorar ese repertorio archivado. Tras varios ensayos y retoques en la formación, Old Bones halló su equilibrio con Soto y Scape.

Duggan empuña una Harmony H62 de 1956 conectada a un amplificador Masco de los años cuarenta. “Para este proyecto abandoné la púa y toco a dedo limpio”, confiesa. Fraga usa un Champion de cinco watts, lo mismo que la voz y el contrabajo, que salen “sin intermediarios”.

El resultado es un sonido compacto, crudo y parejo. “Es un blues muy rítmico y nos permitimos no tener batería”, dice Duggan. No hay solos de guitarra ni exhibiciones virtuosas: la armónica se encarga de los breves desvíos melódicos. El foco está en el ensamble, en esa respiración conjunta que vuelve orgánico cada compás.

Old Bones no busca reconstruir el pasado, sino reanimar su espíritu. En Lucille, entre chasquidos de válvulas y riffs contenidos, el blues volvió a sonar primario. Como si esos viejos huesos todavía tuvieran electricidad.