En un reciente posteo en Instagram, el autor explicó cómo fue el proceso de armado y edición del libro: “Primero realicé la selección de fotografías y elegí dos para crear dos opciones de tapa. Luego, pasé al diseño y al armado del libro, compaginando las fotografías con los textos biográficos que se incluyen allí. Por último, pasamos a la imprenta en donde todo lo digital se vuelve real y así nació el libro físico”. Pero detrás de esa explicación técnica hay una larga historia de amor al personaje y su música.
domingo, 17 de noviembre de 2024
El Rey se fue, pero no ha sido olvidado
En un reciente posteo en Instagram, el autor explicó cómo fue el proceso de armado y edición del libro: “Primero realicé la selección de fotografías y elegí dos para crear dos opciones de tapa. Luego, pasé al diseño y al armado del libro, compaginando las fotografías con los textos biográficos que se incluyen allí. Por último, pasamos a la imprenta en donde todo lo digital se vuelve real y así nació el libro físico”. Pero detrás de esa explicación técnica hay una larga historia de amor al personaje y su música.
domingo, 10 de noviembre de 2024
Money Man, el joven músico que sorprende con el blues rural en el sur de Brasil
En el sur de Brasil, a miles de kilómetros de los campos de algodón del Mississippi, un joven de 27 años rompió el molde de la música imperante con un álbum acústico e intimista, en el que recrea versiones de los grandes maestros del blues como Robert Johnson, Muddy Waters y Big Joe Williams con una técnica exquisita y un feeling muy auténtico. En Porto Alegre y alrededores lo conocen como Money Man, un nombre artístico que adoptó tras un malentendido durante un show con el que dio un paso fundamental en su carrera.
La historia de Enzo Viero Baddo podría ser la de cualquier
músico joven de veintipico queriendo lucirse con la guitarra con un sonido
contemporáneo o abusando del autotune para viralizarse en las redes, pero él
eligió recorrer el camino más largo y sinuoso, que muy pocas veces lleva al
éxito comercial, pero que tiene el valioso objetivo de preservar la tradición
de una música que nació hace más de un siglo en el sur de los Estados Unidos y
que con los años se expandió por el mundo.
En su disco Alone With
The Blues, Money Man interpreta con gran prestancia temas del cancionero de
Robert Johnson como Kindhearted Woman
Blues, Sweet Home Chicago y Ramblin’
On My Mind, así como otros standards del blues, en su mayoría de preguerra,
como Country Blues, Good Morning Little
Schoolgirl, Police Dog Blues, Make Me a Pallet on You Floor, Poor Black Mattie y Rag Mama Rag. Si algún desprevenido se
pone a escucharlo sin saber quién es el intérprete lo que menos pensara que se
trata de un joven brasileño de 27 años.
- ¿Cómo llegaste al
blues?
Mi familia siempre ha
tenido una rica cultura musical y esto fue fundamental para mí para descubrir
el blues. Tanto mi padre como mi madre escuchaban blues de vez en cuando. A mi
madre le gustaba mucho poner un CD de Taj Mahal en el coche. A mi padre siempre
le gustó mucho Eric Clapton y me hablaba del álbum que hizo interpretando
canciones de Robert Johnson. Un día me regaló un disco de Muddy Waters, que
tenía en su colección de CDs, que contenía sus primeras grabaciones en Chicago
y quedé muy cautivado por la voz y la guitarra de Muddy y el piano de Sunnyland
Slim. En ese momento ya sabía que algún día iba a tocar blues aunque primero comencé
interpretando canciones de rock de grupos y solistas como Cream, Clapton, Jimi
Hendrix, JJ Cale, Rolling Stones y Creedence, todos ellos muy influenciados por
el blues.
- ¿Qué fue lo que te
cautivó del blues?
Mis problemas emocionales derivados de cuestiones personales
que ocurrieron en mi infancia y la consiguiente dificultad para adaptarme al
entorno universitario en la primera etapa de mi vida fueron el punto de
inflexión de mi gusto por la música, que tenía más que ver con lo que quería
expresar. Antes de empezar a tocar la guitarra, tomé lecciones de percusión
durante unos años con el maestro Fernando do Ó, un gran percusionista del sur
de Brasil. Después siempre fui autodidacta con la guitarra y más tarde con el blues
específicamente, al que me volqué de lleno cuando fui a la universidad entre 2015
y 2016. Siempre me ha gustado la música sin muchos efectos, en la que el
artista tiene que tener interpretación, de una manera más orgánica y no tan
digital. Así comencé una búsqueda de personas vinculadas al blues. Así fue como
conocí a Adrián Flores (productor y baterista argentino radicado en Brasil). Él
me abrió las puertas a otras personas vinculadas con el blues y también a
discos, libros y referencias.
- Hubo otro músico argentino que te influenció…
Sí, Carlos Bada fue una gran inspiración y fuente de
aprendizaje gracias a los videos que sube a YouTube, que son de las mayores
enciclopedias visuales para entender cómo tocar country blues con la guitarra.
- ¿Esa fue la razón
por la qué te especializaste en el blues rural?
Me especializo principalmente en el blues acústico, no necesariamente de antes de la Primera Guerra Mundial, aunque la mayor parte de la música que toco se grabó originalmente en la década del treinta. Y esta elección fue hecha por mi deseo de poder trabajar en esto solo, sin necesidad de una banda, ya que me resultaba costoso y difícil armar algo con otros músicos. Quería tocar en bares y festivales, quería poder hacer algo nuevo, diferente a lo que hacía la mayoría. Trabajar solo en mi mente representaba la idea más fácil de no tener que gastar en ensayos y costosos amplificadores y guitarras (que todavía estoy tratando de adquirir poco a poco), de poder realizar interpretaciones de una manera que sólo dependiera de mí. Entender la profundidad que ha tenido el blues me hizo querer entender su parte más basal y visceral, que encontré en esos artistas, pero también en las versiones de Chicago y otros estilos más urbanos del blues. Me gusta la música cruda en general. De todas maneras, también toqué en dúo con el bajista Filipe Siak, en el circuito de bares de Porto Alegre.
- ¿Seguís en modo autodidacta o ahora estas estudiando?
Estoy estudiando por primera vez con el gran músico,
guitarrista y profesor Nicola Spolidoro, quien toca en la banda Blues Combo de
Ale Ravanello, una de las mejores bandas de blues de Brasil.
- Me imagino que un
joven de Porto Alegre tocando blues rural debe ser una rareza, especialmente
entre los jóvenes, ¿no?
En la ceremonia de egresados del instituto, en 2014, pedí
que mi canción de fondo fuera Catfish
Blues, en la versión de Jimi Hendrix. Recuerdo que había cierta extrañeza
en general por parte de mis compañeros, pero en general a mis amigos más
cercanos les gustaba.
- La escena del blues
en Brasil está bien consolidada con festivales en varias ciudades y músicos de
renombre internacional como Igor Prado, Nuno Mindelis, Solon Fishbone, pero
todos ellos dedicados a diferentes estilos eléctricos. ¿Cómo fue recibida tu
propuesta acústica en este contexto?
Todos los músicos y amantes del blues siempre han sido muy
receptivos conmigo y con mi trabajo. Pero lo cierto es que nuestros festivales
tienen mucho que evolucionar en cuanto a espacio para el blues acústico. Así y
todo en los lugares que toqué mi trabajo fue muy bien recibido. Realmente el
mayor problema es poder perforar las duras cáscaras de los núcleos que
naturalmente se cierran en el entorno musical, ya que en realidad es un mercado
pequeño y difícil, que naturalmente parece formar este tipo de barreras para el
crecimiento de nuevos músicos con nuevas propuestas. De hecho, ahora estoy
empezando a trabajar con una banda, Money Man & The Cash Makers, en la que
tocamos principalmente Chicago blues.
- ¿Por qué elegiste el nombre artístico de Money Man?
La verdad es que fue una situación curiosa. Fue una broma
que Freddie Dixon (uno de los hijos del legendario Willie Dixon) durante una
gira que hizo por Brasil. Lo fui a ver al Recorder Pub a finales de 2022. Tocaba
con músicos locales, entre ellos Adrián Flores. Cuando entré al bar con mi
novia Victoria, Adrián me saludó con su habitual broma ‘¡qué onda monigote!’ a
lo que Freddie entendió ‘Money Man’, el hombre del dinero. Yo me entré a reír
porque le dije que justo si algo no tenía era dinero. Más tarde, durante el
receso del show, yo estaba sin consumir nada y Freddie me lanzó: ‘¿No vas a
comprar nada para ti y tu novia Money Man? ¡Tienes el dinero y lo estás
escondiendo! ¡No hay manera de tener una novia hermosa sin tener dinero!’”.
- ¿Quiénes son los
músicos que más te influenciaron?
Robert Johnson, Big Bill Broonzy, Muddy Waters y RL Burnside,
aunque la lista es mucho más larga. Además hay muchos músicos contemporáneos,
brasileños, latinoamericanos y estadounidenses, con los que hablo o sigo su
trabajo y que me inspiran también. La verdad es que me gusta mucho lo que hacen
los argentinos con el blues, con tanto respeto y estudio.
- Es decir, que la
elección de los temas de tu disco podría considerarse un homenaje a los músicos
que más te inspiraron.
Sí, mi intención era tener una ventana al country blues que
mostrara los diversos estilos y posibilidades que se pueden encontrar en esta
música, que es mucho más rico de lo que la gente imagina, con muchas más
sutilezas, especias, detalles e influencias locales. Estudiar la historia del blues
es en gran medida estudiar las raíces de la música occidental moderna y también
los males sociales, la desigualdad, el racismo, todo más específicamente en el
contexto de la sociedad norteamericana, pero sin olvidar las características
globales que presenta el blues, que es además de un estilo musical, una cultura
que se volvió global porque habla de los problemas, placeres y disgustos
cotidianos, de la vida humana tal como es. El blues es la verdad, como dijo el gran
Willie Dixon.
lunes, 4 de noviembre de 2024
El consejo que Quincy Jones le dio a un músico argentino en su visita a Buenos Aires
viernes, 25 de octubre de 2024
Las rutas del jazz, un viaje por el fascinante mundo de la improvisación y el ritmo
sábado, 21 de septiembre de 2024
Eric Clapton, el último inmortal
Foto @RobertGayol |
A diferencia de su último show en 2011, que fue correcto, pero sonó como en
piloto automático, esta última presentación sobresalió por su naturalidad y una
conexión absoluta entre el guitarrista y su banda. Tal vez fue así
porque estuvieron ensayando durante toda la semana en el Teatro Coliseo, en un
clima relajado e íntimo sin que nadie lo supiera, y muy posiblemente también
porque fue el primero de los shows de la gira. A todos se los notó muy frescos
y en Clapton no se percibió ningún síntoma de la neuropatía periférica que lo afecta
desde hace tiempo.
Cuando todavía era de día, y ante muy poca gente, David Lebón se dio
el gusto de abrir para Clapton. Lo hizo con media docena de canciones
entre las que se destacaron Cuánto tiempo más llevará y Mundo
agradable. El exguitarrista de Serú Girán y Pescado Rabioso se llevó un
gran aplauso que más tarde se replicó cuando fue a sentarse en la platea para
ver a su ídolo. Como acto intermedio apareció Gary Clark Jr.
que tocó durante una hora y, como diría Pappo, ablandó demasiado la milanesa.
Más allá de la gran versión de Bright Lights, con ese riff abrasivo,
dio la sensación de que el exaspirante al trono hendrixiano terminó de mutar al
neo soul y el R&B, con un sonido que lo acercó más a Marvin Gaye y
D’Angelo.
A las 21, con puntualidad británica, se apagaron las luces y Clapton
apareció en escena vestido con gorra de béisbol, pañuelo al cuello,
una especie de poncho con cierre y capucha, jean y náuticos marrones,
sosteniendo entre sus manos una Strato negra. Sonny Emory
comenzó a aporrear la batería, Nathan East y Doyle Bramhall II se
sumaron con el bajo y la guitarra, y ahí entró en acción Clapton con ese viejo
tema de Cream, aunque lejos de la psicodelia que lo hizo popular. Con un sonido
limpio y claro, y un volumen muy controlado, anticipó lo que sería el
resto del show.
Le acercaron una silla y una guitarra acústica, y durante cuatro o cinco
minutos Clapton logró que todo un estadio quede subyugado ante el
embrujo de Robert Johnson con una sentida versión de Kind
Hearted Woman Blues. Apenas un hombre y su guitarra
para dominar al mundo. El resto de la banda se sumó para Running on Faith,
esa hermosa y conmovedora balada del disco Journeyman, aquí con la
magia de Doyle Brahmall II con el slide. Luego presentó un nuevo tema, The
Call, siguió con Change The World y así dio paso a uno de los
momentos más intensos de la noche, su interpretación de Nobody Knows You
When You're Down and Out, con un punteo a dedo limpio que resumió porque
alguna vez lo igualaron con Dios.
Clapton se sintió muy cómodo en modo unplugged, muy
conectado con el público, sobre todo cuando encaró la bella Lonely
Stranger y luego Believe in Life, que primero registró en el
álbum Reptile y años más tarde se la dedicó a “la dama del balcón”,
como llamó al disco grabado durante la cuarentena. Cerró este tramo del show
con una luminosa versión de Tears in Heaven.
Clapton volvió a enchufar la Strato y rescató del arcón de los recuerdos Behind The Mask, un hit ochentoso de August. Entonces llegó Old Love y el show alcanzó la plenitud, el éxtasis total y el climax hizo cumbre en la cima del Everest. Lanzó un par de solos infernales -porque del Cielo al Infierno hay un solo paso- y para la épica final se sumó Tim Carmon con el hammond y los teclados para terminar de hechizar a un público que ya estaba completamente en trance. Volvió al blues con Crossroads y Little Queen of Spades, otras dos canciones con la rúbrica de Robert Johnson, en las que Clapton le dio mucho mucho espcio a sus músicos para que se expresaran.
El inevitable final ya estaba en marcha. Nathan East comenzó golpear
suavemente las cuerdas del bajo, se sumó Emory para marcar el ritmo y en la
intro Clapton intercaló un extracto de No llores por mí Argentina
antes de lanzar los inconfundibles acordes de Cocaine, esa sucia
cocaine. Promediando el tema, Staiton desde el piano hizo un puente con La
cumparsita, para redondear una versión descomunal.
Y fue así como terminó, bien arriba, en comunión con la gente que
fue hasta Vélez para reencontrarse con la leyenda. Pero quedaba algo
más, el tan necesario bis, para el que eligió otro blues que toca desde
siempre, Before You Accuse Me, ahora con Glary Clark Jr. como invitado
sobre el escenario. Con una guitarra con la bandera palestina,
Clapton mandó un mensaje que a muchos les resulta incómodo, pero para los que
preservan la vida y desean la paz resulta muy trascendental. A los 79 años,
como Highlander, Clapton mostró que es inmortal y que con un fraseo de
su voz o su guitarra puede cambiar el mundo.
domingo, 15 de septiembre de 2024
Ratones Paranoicos en cuatro actos: la gran ceremonia del rock & roll
Fotos: NA/Mariano Sánchez |
Ha sido un largo viaje plagado de excesos, éxitos, polémicas y rock and roll. Cuatro décadas después, Ratones Paranoicos, los mismos cuatro que comenzaron en Villa Devoto con la vuelta de la democracia, se despidieron a lo grande con un show inolvidable en Vélez, aunque quedó flotando en el ambiente la sensación de que ese adiós fue más bien un hasta luego.
Un video de poco más de un minuto, con un repaso veloz de la tremenda historia de la banda musicalizado con Carmina Burana, fue el interludio hacia los bises, que por su extensión fueron como un mini show agregado. Porque no fueron una o dos canciones, sino que los Ratones interpretaron seis más.
Primero tocaron Ceremonia, porque eso es lo que estaba sucediendo y pedía la noche. Y luego entrelazaron Juana de Arco, Colocado voy, Ya morí, Sucio gas y, como mera última, Banda de Rock ‘N’ Roll porque su letra es casi la confirmación de que todavía tienen más camino por recorrer: “Ya no puedo dejar de tocar rock and roll / Todo el tiempo estoy en este lugar / Ya no puedo dejar mi banda de rock and roll”.
jueves, 12 de septiembre de 2024
El regreso al blues del hijo pródigo: a 30 años del lanzamiento de From The Cradle de Eric Clapton
Desde que Eric Clapton grabó el histórico disco junto John Mayall Bluesbreakers en 1966 pasaron una infinidad de cosas en la vida del guitarrista británico hasta 1994. Integró Cream, luego Blind Faith y más tarde Derek & The Dominos; padeció una severa adicción a la heroína, de la cual se recuperó con mucho sacrificio; colaboró en infinidad de proyectos como el de Delaney & Bonnie; tuvo un mega éxito con Cocaine; se asoció musicalmente con Phil Collins; padeció con el alcohol; perdió trágicamente a su hijo Connor; y tuvo un tremendo suceso con su disco Unplugged. En todo ese tiempo, Clapton coqueteó con diversos sonidos y géneros musicales. Pasó por la psicodelia, el rock sureño, el reggae y el pop, pero siempre con una pata, o al menos la punta de los dedos, metida en el blues. Hasta que, finalmente, decidió que era momento de sumergirse de lleno en la música con la que se formó. Así nació From The Cradle.
El álbum, lanzado el 12 de septiembre de 1994, hace hoy 30
años, logró recrear el ambiente del blues eléctrico de posguerra. Clapton
recurrió a clásicos de Willie Dixon, Elmore James, Muddy Waters, Freddie King,
Leroy Carr, Jimmy Rogers y Lowell Fulson para darle forma a un disco que sería
bisagra en su carrera.
La guitarra slide que inicia Blues Before Sunrise ya marca el tono del álbum, un mensaje sin
filtros, bien directo: esto es blues, solamente blues. Su voz en la canción
incluso imita el gruñido de Elmore James y la banda suena contundente. Temas
como Five Long Years, Hocchie Coochie
Man, Blues Leave Me Alone, Sinner's Prayer, pero sobre todo las magníficas
versiones de It Hurts Me Too y Someday After a While se encuentran
entre las mejores y más poderosas interpretaciones de blues que él haya grabado.
Hay un atractivo pop en su relectura acústica de Motherless Child, tema que parece linkear a éste disco con su antecesor,
el Unplugged, mientras que el solo de
Groaning the Blues es probablemente
de los más intensos y apasionados de toda su carrera.
La interpretación del repertorio de From The Cradle fue intuitiva, precisa y muy respestuosa del sonido tradicional. El disco, producido por el propio Clapton en compañía de Russ Titleman, fue grabado en vivo en el Olympic Studios Barnes en Londres, con solo dos overdubs: la guitarra dobro en How Long Blues y la batería en Motherless Child.
La banda que lo acompañó estuvo formada por una notable
selección de músicos. Chris Stainton, que venía de tocar en los setenta con Joe
Cocker y más acá con el tiempo con Bill Wyman's Rhythm Kings y Steve Winwood,
se encargó de los teclados. Andy Fairweather Low, que llevaba unos años junto a
Clapton y descolló en el Unplugged,
aportó las guitarras rítmicas. La base de bajo y batería recayó en manos de dos
sesionistas de fuste como Dave Bronze y Jim Keltner, mientras que la armónica
estuvo a cargo de Jerry Portnoy, que tuvo su doctorado en el género acompañando
a Muddy Waters en los setenta. A ellos se le sumó la poderosa sección de
vientos The Kicks Horns en algunos temas.
From The Cradle significó el regreso al blues de su hijo prodigo. Ese reencuentro con la música de sus maestros lo llevó a grabar después un álbum memorable junto a B.B. King (Riding with the King / 2000) y dos discos enteramente dedicados al cancionero de Robert Johnson en 2004 (Me and Mr. Johnson y Songs for Robert J.) y también a incorporar de manera definitiva no menos de cinco clásicos del género por show. Desde aquél disco de 1966, que llevó a sus fans a considerarlo Dios, Clapton recorrió un largo camino, por momentos sinuoso en su vida personal y cuestionable en lo artístico, pero que siempre tuvo un pie metido en el blues.
domingo, 8 de septiembre de 2024
Kingfish Ingram, el blues y más allá
Fotos gentileza Ake Music. |
El preludio, una grabación futurista con una voz grave y distorsionada que anuncia al artista y su procedencia, pone fin a la ansiedad de un público que ocupó hasta la última butaca disponible del Teatro Gran Rivadavia. Son las 21:30, ni un minuto más ni un minuto menos, y la banda despliega una base funky para darle la bienvenida a la estrella de la noche. La figura inmensa de Christone "Kingfish" Ingram se desplaza lentamente desde el costado del escenario hacia el centro. Lleva una remera gris, jeans rotos y zapatillas. De sus hombros cuelga una Gibson Les Paul negra, que ante su imponente humanidad parece diminuta. Los primeros acordes que lanza transforman la expectativa en realidad. El futuro del blues ya llegó. Está aquí entre nosotros.
Kingfish balbucea unas primeras palabras en inglés. Dice algo así como que es su primera vez en Argentina, y se mete de lleno en el primer tema de la noche, Midnight Heat, de su álbum Live in London. D-Vibes Alexander, el tecladista, introduce algunos sonidos que no están asociados con la pureza del blues, pero que se complementan muy bien con el tono de la guitarra del protagonista. “¿Les gusta el blues en Argentina?”, pregunta Kingfish para obtener una respuesta contundente en el que el “yeah” se mezcla con el “sí”, algo que deja en evidencia que la mayoría se acercó hasta el teatro de Flores para escuchar esos viejos blues de su Clarksdale natal, algo que él lleva en su esencia, pero que no es la parte central de su show. De todas formas, no es ajeno al deseo de la gente y se sumerge en un slow blues demoledor que lleva el título de Fresh Out.
Sigue con Another Life Goes By, con un ritmo reggae que el público no esperaba pero que intenta disfrutar. D-Vibes incorpora un sonido que parece entre ser el de un acordeón o una armónica cromática, que se combina con la voz profunda de Kingfish. El show es muy profesional: los arreglos, los empalmes entre canciones, el manejo de los tiempos y los volúmenes muestran que lo único que queda librado a la improvisación es cuando el guitarrista se sumerge en largos y sentidos solos. Una base de smooth jazz impone el contexto sonoro del siguiente tema, Empty Promises, que Kingfish lentamente transforma en una poderosa balada.
Not Gonna Lie, un funky enérgico, de su álbum 662, es la excusa para sacar a relucir su manejo de la pedalera y ametralla con un wah wah cada rincón de la sala. Ya pasaron 45 minutos desde que comenzó y Kingfish sale por el mismo lado que había entrado, mientras la banda sigue al galope y D-Vibes contraataca con sonidos que escandalizarían a los puristas. Instantes después comienza a escucharse de nuevo la guitarra, pero Kingfish no está en el escenario. Todos se paran para verlo entrar por el fondo de la sala. A paso lento, y entre decenas de celulares que buscan arrancarle el alma, avanza interpretando Mississippi Nights, otro slow blues asesino en el que su punteo se recuesta a la distancia sobre el colchón del hammond y una base rítmica muy sólida, que no se sale de libreto ni por un instante. Cuando logra llegar al escenario, la gente está en llamas, y él empieza a tocar con la lengua, ese acto tribunero de los guitarristas tan innecesario como eficaz.
Para el siguiente tema, Kingfish cambia la Les Paul por una Telecaster violeta y negra que le allana el camino a más y mejores riffs. Un funky enérgico se apropia de Hard Times, una canción que en su álbum debut de 2019 grabó en versión acústica y con un sonido digno del blues del Delta, algo que termina de confirmar que el rumbo musical elegido por el artista va más allá de la tradición. Ese tema termina con un duelo entre Kingfish y D-Vibes, que sale de su zona de confort con un teclado-guitarra Korg y otros sonidos poco convencionales.
La octava canción, Rock & Roll, está dedicada a su madre, Princess Latrell Pride Ingram, que murió en 2019. La letra narra el sacrificio que tuvo que hacer ella, ante la ausencia de su padre, para que su hijo pudiera venderle el alma al rock & roll. Cierra a puro shuffle con Outside of This Town, de su álbum debut, y con 662, tema que da nombre a su segundo disco, ambos grabados para el sello Alligator. Son las 22:51 cuando Kingfish y sus músicos dejan el escenario. El público se para y empieza a corear el “olé, olé, olé…”, esa certificación argenta de que el recital fue un éxito. Un par de minutos después D-Vibes regresa tomando una Amber Lager de Patagonia. En soledad interpreta una breve versión jazzeada de Eleanor Rigby de los Beatles hasta que los otros miembros de la banda y el propio Kingfish vuelven a copar el escenario para un bis con Long Distance Woman, otro tema más de su autoría.
El blues es un género folclórico que surgió a comienzos del siglo XX en el sur rural de los Estados Unidos. Para preservarse tuvo que expandirse y adecuarse. Entre Memphis y St. Louis incorporó instrumentos de viento y piano, en la Costa Oeste sumó orquestación y en Chicago, a fines de la década del cuarenta, el sonido se electrificó. Desde entonces, el blues estuvo en constante evolución. Es por eso que esa evolución también es parte de la tradición y Kingfish Ingram lo sabe muy bien. Tiene el futuro del blues en sus manos, porque se ubica a la vanguardia de la nueva generación desde que tiene 13 años y hoy con 25 lo asume con total. No va a cantar Sweet Home Chicago. Key to the Highway o Manish Boy, porque las versiones originales son insuperables y están ahí al alcance de todos, y él tiene sus propias historias que contar.
martes, 3 de septiembre de 2024
Freddie King, el coloso del blues
La historia del blues está plagada de grandes nombres que, a lo largo del siglo XX, dejaron su marca en la música popular. Desde aquellos próceres del blues rural como Charley Patton, Robert Johnson, Blind Lemon Jefferson y Son House hasta los grandes guitarristas eléctricos como B.B. King, Albert King, Buddy Guy, Otis Rush y T-Bone Walker, pasando por quienes encabezaron la transición del sonido rural y acústico al urbano y eléctrico como Big Bill Broonzy, Muddy Waters, Elmore James y Howlin' Wolf, contribuyeron para darle forma al género precursor del rock & roll.
Pero esos músicos no fueron los únicos. Hubo muchos otros más y entre ellos aparece uno al que siempre ubican en la trilogía de los reyes, con B.B. y Albert, el gran Freddie King. El voluminoso guitarrista texano es una leyenda de un tiempo pasado, aunque generacionalmente todavía podría estar entre nosotros. Era apenas dos años mayor que Buddy Guy, quien hoy sigue activo. Su imponente legado musical solo es contrastable con el vació que dejó tras su temprana muerte. Hoy cumpliría 90 años.
De Texas a Chicago
Freddie King había nacido como Freddie Christian en Gilmer, Texas, el 3 de septiembre de 1934. Era hijo de J. T. Christian y Ella Mae (o May) King. A los seis años empezó a tocar la guitarra con su madre y un tío, Leon King. De joven compró una guitarra acústica Roger's con el dinero que había ganado recogiendo algodón.
Se mudó a Chicago con su familia en 1949 y A los 16 años se incorporó a la banda de un club de blues que incluía entre sus miembros a un joven Howlin' Wolf. Por entonces sus influencias, los que molderaron su estilo eran Lightnin' Hopkins, T-Bone Walker, B. B. King y Elmore James.
En 1952, se casó con Jessie Burnett. Durante el día trabajaba en una fábrica de acero y daba espectáculos por la noche. Ese año, formó su propia banda, los Every Hour Blues Boys, que incluía a Eddie Taylor, Jimmy Rogers, Jimmy Lee Robinson y Sonny Scott. En 1953 grabó sus primeras canciones para el sello Parrot. Un par de años más tarde firmó con El-Bee Records donde también dejaría registro de lo que serían los cimientos de una notable carrera musical.
Durante la década del cincuenta, King fue rechazado por Chess Records, la gran discográfica de blues de Chicago, pero eso no lo frenó y siguió tocando en clubes. Por esa época también trabajó con la Sonny Cooper Band y los Blues Cats de Earlee Payton. En 1960, firmó con King/Federal, un sello que contaba con grandes artistas como el pianista Sonny Thompson, que colaboró con él en varias grabaciones de temas que pronto se convirtieron en clásicos: Hide Away, San-Ho-Zay, Have You ever Loved a Woman, The Stumble y Side Tracked.King realizó una gira por los Estados Unidos y actuó en salas de conciertos, clubes nocturnos y festivales de jazz y blues. Cansada de la brutal agenda de giras y grabaciones de su marido, Jessie, su esposa, y sus seis hijos se mudaron a Dallas en 1962. King dejó Chicago y se mudó con ellos en 1963. Allí trabajó en perfeccionar su propio estilo vocal conmovedor. En 1966 hizo una serie de apariciones en un programa semanal de televisión de rhythm and blues de Dallas cuya banda de la casa estaba liderada por Clarence "Gatemouth" Brown.
Reconocimiento internacional y banda multirracial
Firmó con Cotillion en 1968 y grabó dos álbumes, Freddie King is a Blues Master y My Feeling for the Blues. Ese mismo año realizó una gira por Inglaterra. En 1969 fue uno de los artistas principales del Texas International Pop Festival. Como muchos artistas de blues de finales de los sesenta y principios de los setenta, King tenía estrechos vínculos con el rock and roll. Músicos como Eric Clapton y Jeff Beck grabaron sus canciones, y King realizó giras con Clapton.
Freddie King fue uno de los primeros músicos de blues en tener una banda de acompañamiento multirracial en sus presentaciones, rompiendo barreras y estableciendo nuevos estándares.
En 1971 grabó el primer álbum importante en vivo jamás realizado en Austin, en Armadillo World Headquarters, conocido a veces como "la casa que Freddie King construyó". Tocaba regularmente en el club y volvía periódicamente para recaudar fondos. Sus grabaciones con Shelter Records, producidas por Leon Russell, le valieron el reconocimiento en todo el estado como un "bluesman de Texas de primera categoría". Esos discos fueron: Getting Ready (1971), Texas Cannonball (1972) y Woman Across The River (1973). Tras esa experiencia grabaría dos álbumes más para RSO producidos por Mike Vernon, Burglar (1974) y Larger Than Life (1975).
King murió el 28 de diciembre de 1976 como consecuencia de úlceras sangrantes y pancreatitis. Tenía 42 años. En 1982 fue incluido en el Salón de la Fama del Blues de la Blues Foundation. La gobernadora de Texas, Ann Richards, declaró el 3 de septiembre de 1993 como el "Día de Freddie King", y en 2003 la revista Rolling Stone lo situó en el puesto vigésimo quinto de su lista de los 100 mejores guitarristas de la historia. Sus potentes licks aún pueden oírse en la forma de tocar de Eric Clapton, Joe Bonamassa, Billy Gibbons y Mick Taylor, y otros que ya no están como Peter Green y Stevie Ray Vaughan. En 2012 fue incluido en el Salón de la Fama del Rock and Roll un detalle que no hizo otra cosa que ratificar su música trascendió las fronteras del blues .
sábado, 24 de agosto de 2024
Kingfish Ingram, la nueva esperanza del blues
En la
última década, el blues tuvo más presencia en los avisos fúnebres que en las
carteleras de los grandes festivales. Músicos históricos como B.B. King, Otis
Rush, Jimmy Johnson, Lucky Peterson, Tail Dragger y Guitar Shorty, por solo
nombrar a unos pocos, murieron por su avanzada edad o por padecer largas
enfermedades. Todavía quedan unos pocos bluesmen
de más de 80 años vivos. Buddy Guy es el más famoso, y también están Bob
Stroger, Jimmy Burns y Billy Boy Arnold. La última gran renovación generacional
se dio en la década del noventa, tal vez por el impacto comercial de los cd’s,
pero desde entonces el blues ha entrado en una especie de letargo donde los
nuevos músicos son más de lo mismo o, lo que es peor, no logran representar con
su música la rica tradición del género. Pero siempre hay excepciones.
Christone
“Kingfish” Ingram tiene 25 años y lleva la mitad de su vida dedicada al blues.
Nacido en Clarksdale, Mississippi, entre plantaciones de algodón y una rica tradición
musical, de pequeño empezó a incorporar los sonidos de su región, en lugar de
escuchar R&B y hip hop como la mayoría de sus contemporáneos. Sus primeras
influencias comenzaron con la música góspel en la iglesia y también se inspiró
y aprendió en los programas de educación musical extraescolares del Delta Blues
Museum de Clarksdale. A los seis años comenzó a tocar la batería, luego el bajo
y a los 11 tomó la guitarra para no soltarla nunca más. A los 14 ya había
alcanzado el dominio de sus instrumentos; luego añadió la voz principal a su
impresionante presentación.
Sus
influencias son los grandes maestros del blues: Robert Johnson, Elmore James,
Muddy Waters, Lightnin' Hopkins, B.B. King, Albert King, Big Jack Johnson,
Albert Collins, Freddie King, Lefty Dizz y Buddy Guy, pero también leyendas del
rock como Jimi Hendrix y Prince. Su estilo visceral para tocar la guitarra, su
profunda voz y su voluptuoso físico comenzaron a hacerse notar unos diez años
atrás y lo que empezó como una atracción regional pronto se expandió a todo los
Estados Unidos y más allá. Ahora, por primera vez, se presentará en la
Argentina.
Un ascenso meteórico
Los músicos
de blues de Mississippi Bill "Howl-N-Madd" Perry y Daddy Rich, que
enseñaban en el Delta Blues Museum, vieron potencial en él, y Perry lo apodó
"Kingfish" (su traducción es “rey pez” y se usa en el slang para
señalar a alguien como un peso pesado o que se destaca en un ámbito determinado).
Comenzó con sus actuaciones en el Ground Zero Blues Club, propiedad del actor
Morgan Freeman y en 2014 actuó para Michelle Obama en la Casa Blanca junto a un
grupo de estudiantes del museo. Un año más tarde, Ingram recibió el premio
Rising Star de la Rhythm & Blues Foundation, y a Tony Coleman, que tocaba
en la banda de gira de B.B. King, le gustó tanto su música que más tarde
organizó una reunión del joven guitarrista con el Rey del blues en un festival
en Mississippi.
El guitarrista
Eric Gales lo invitó a tocar en su álbum de 2017, Middle of the Road, y ahí comenzó a ser elogiado por músicos como
Buddy Guy, Bootsy Collins y hasta Dave Grohl. Los productores de la serie de
televisión Luke Cage vieron videos de
Ingram en YouTube y lo eligieron para un papel secundario en el programa,
además de utilizar sus interpretaciones de The
Thrill Is Gone y I Put a Spell on You
en el soundtrack.
Cuando terminó la escuela secundaria, Ingram intensificó su agenda de giras y comenzó a tocar regularmente en clubes y festivales de blues a lo largo de los Estados Unidos y Europa. En 2018 firmó contrato con el prestigioso sello Alligator Records y viajó a Nashville para comenzar a trabajar en su álbum debut con el productor Tom Hambridge, quien anteriormente había producido a Buddy Guy, Susan Tedeschi y George Thorogood, entre otros grandes artistas. Con apariciones especiales del mismísimo Buddy Guy y Keb' Mo', el álbum Kingfish apareció en mayo de 2019 y fue nominado en la categoría Mejor Álbum de Blues Tradicional en la 62° entrega de los premios Grammy y ganó como mejor Álbum del Año en los Blues Music Awards.
Su segundo
álbum, 662, fue lanzado a mediados de
2021. Producido también por Tom Hambridge, contó con una colección de canciones
coescritas por ellos y ganó el Grammy que se le había negado al anterior. En
septiembre de 2023, editó su tercer disco, el primero en vivo, Live in London, producido esta vez por
Zach Allen.
En un
género que quedó atrapado en la dicotomía de mantener la tradición o expandirse
y aggionarse, Kingfish parece que
llegó para cerrar la grieta, aunque a muchos puristas les cueste todavía
aceptarlo. Nadie podrá decir que el muchacho no tiene el blues, porque nació
donde la leyenda cuenta que Robert Johnson hizo un pacto con el Diablo y donde
Muddy Waters juntaba algodón con sus propias manos antes de mudarse a Chicago y
escribir una nueva historia.
El próximo 7
de septiembre, Kingfish se presentará en el Teatro Gran Rivadavia y la
comunidad blusera local podrá volver a tener una gala de auténtico blues.
jueves, 1 de agosto de 2024
Por los caminos del blues
En febrero de 2017, con Gabriel Grätzer emprendimos un viaje de poco más de una semana por el sur profundo de los Estados Unidos, con el objetivo de presentar de nuestro libro Bien al Sur-La historia del blues en la Argentina, algo que hicimos en la sede de la Blues Foundation en Memphis y en la Biblioteca de la Universidad de Mississippi. Entre una presentación y otra, nos subimos a un auto y recorrimos los caminos del blues. Pasamos por los míticos lugares donde, el siglo pasado, músicos como Charley Patton, Tommy Johnson y Memphis Minnie, entre otros, escribieron la historia grande del género. Ahora, Grätzer transformó esa experiencia en un proyecto musical interactivo.
Grätzer, quien
lleva más de tres décadas activo y es reconocido como el embajador argentino
del blues en el mundo, acaba de lanzar un disco, con un novedoso formato, en el
que repasa algunos de los grandes temas del blues de pre-guerra siguiendo la
ruta de los pueblos y ciudades que visitamos en aquel viaje. Más allá de que
las canciones se puedan escuchar en plataformas como Spotify, lo interesante es
acceder a www.mississippiroad.com
para poder acompañar la música con mapas, videos, fotos y texto.
El
guitarrista y cantante comienza este viaje imaginario por la ciudad de Memphis,
en el estado de Tennessee, con una versión de Dough Roller Blues, un tema que Garfield Akers registró en las
míticas sesiones del Hotel Peabody en 1930. El recorrido sigue hacia el sur y
llega a la pequeña localidad de Walls, al norte de Mississippi, donde descansan
los restos de la legendaria Memphis Minnie y el músico argentino la homenajea
con Don’t Want No Woman en el que
aporta su voz la cantante An Díaz, también protagonista de parte de ese viaje
de 2017. Juntos recrean el dueto que Memphis Minnie hacía con su marido Kansas
Joe McCoy. En ambos temas acompaña Juan Codazzi en guitarra.
Luego sigue por Titwiler, donde W.C. Handy se inspiró para escribir su clásico Yellow Dog Blues, un momento crucial en la historia del blues. Avanzando por la ruta 49, aparece el pequeño pueblo de Drew, donde un siglo atrás emergió la figura de Tommy Johnson, y para ello Grätzer interpreta uno de sus temas más emblemáticos: Cool Drink of Water. La siguiente parada es en Dockery Farms, otra posta clave en el desarrollo de esa música, porque allí surgió Charley Patton, autor de Banty Rooster Blues, que el músico argentino repasa con solvencia y mucho feeling. Por la 49 hacia el sur, pasando Yazoo City, aparece el pequeño poblado de Bentonia, donde se formó uno de los músicos más carismáticos y e influyentes de la historia del blues, Skip James. Grätzer lo recuerda con una monumental interpretación de Hard Time Killing Floor.
Una de las
últimas paradas es Jackson. Grätzer desempolva su mandolina para interpretar (Still) Ain't no Good, que Bo Carter y Charlie
McCoy grabaron bajo el nombre de Mississippi Blacksnakes, y se nutre del
acompañamiento de Codazzi en guitarra y Gabriel Cabiaglia en washboard. Finaliza este viaje
imaginario con la antigua balada Stack O’Lee,
en la alejada comunidad de Avalon donde vivió Mississippi John Hurt.
Pero hay algo más: el bonus track es un video del mano a mano musical que tuvo con Jimmy “Duck” Holmes, dueño del Blue Front Café de Bentonia, uno de los pocos juke joints que aún siguen en pie. Grätzer tomó una vieja guitarra desafinada y Holmes se puso a improvisar con su voz cargada de blues.
Mississippi Road, así se llama el proyecto interactivo, es el
reflejo de la pasión de un artista por una música que a priori puede
resultarnos distante, en tiempo y en espacio, pero que en definitiva también describe
penurias y placeres que padecemos hoy y aquí. Como un antropólogo, Grätzer explora
los orígenes del blues y abre una puerta para poder volver a escuchar canciones
que nunca deberían caer en el olvido.
martes, 23 de julio de 2024
En el nombre del blues: John Mayall, un guerrero de mil batallas
Con más de 60 álbumes a lo largo de su carrera, Mayall exploró cada rincón del género, desde el blues eléctrico visceral hasta las raíces acústicas más puras. Cada álbum es un capítulo en la historia del blues, con Mayall como su narrador apasionado. Su capacidad para adaptarse y evolucionar a lo largo de los años ha sido una fuerza impulsora detrás de su longevidad artística.
Mayall expresó más de una vez su gratitud por la oportunidad de dedicar su vida a la música: "La pasión por el blues nunca se ha desvanecido. Cada día es una bendición poder seguir tocando y compartiendo esta música que amo con audiencias de todo el mundo".
Una vida dedicada al blues
Su padre Murray era guitarrista y coleccionista de discos jazz y blues y su influencia fue decisiva en su formación musical. El joven John desarrolló un amor temprano por los sonidos de los músicos de blues estadounidenses como Leadbelly y los pianistas de boogie woogie Albert Ammons, Meade "Lux" Lewis y Pinetop Smith. Fue escuchando sus discos que aprendió por sí mismo a tocar el piano, la guitarra y la armónica.John Mayall y su relación con la Argentina
sábado, 20 de julio de 2024
Una noche de viejos blues en el Abasto
Poco más de 9 mil kilómetros separan a la ciudad de Buenos Aires de Chicago. Pero anoche, esa distancia se acortó, al menos por un rato. El frío polar y el viejo blues nos llevaron en un viaje imaginario hacia el norte donde, a mediados del siglo pasado, comenzó a escribirse la historia del blues eléctrico. En el Conventillo Cultural Abasto, muy lejos de los bares de North Halsted y el West Side, una banda sacó a relucir esas viejas canciones y las reprodujo con mucho sentimiento y gran técnica. Todos temas que en sus letras hablan de problemas y dramas de otros y de antes, que bien podrían ser los nuestros de ahora.
Spoonful
comenzó a tocar hace un par de años. El grupo está formado por Alberto García
(ex Memphis la Blusera y Durazno de Gala) en guitarra y voz, Matías Salomón (ex
La Rusa) en guitarra, Mauro Ceriello (ex Nasta Súper) en bajo y Daniel Demaría
(ex Durazno de Gala) en batería. El nombre de la banda no fue elegido al azar: es
el título de un clásico del género que fue escrito por Willie Dixon y grabado
por primera vez por Howlin’ Wolf en 1960, y sintetiza el estilo de blues que
eligen tocar, eléctrico de post guerra y sin estridencias.
El enorme
espacio del Conventillo no fue el adecuado para el clima que propone la banda, una
puesta en escena minimalista y un sonido tranquilo, pero liberador. García, en
primera guitarra se complementó muy bien con la rítmica de Salomón, mientras
que la base allanó el camino de las guitarras a puro galope sonoro. Demaría con
sus escobillas barrió cualquier pulsión de salirse de cauce y el bajo de
Ceriello latió de manera orgánica, su marca registrada.
El repertorio incluyó clásicos de los cincuenta y comienzos de los sesenta: Big Boss Man, Everyday I Have The Blues, Going Away, Baby, Tell Me, Forty-Four y Mama Talk To Your Daughter. “Tocamos como lo hacemos en la sala de ensayo y queremos compartirlo con ustedes”, anunció García. Los mejores momentos llegaron cuando adaptaron un viejo blues rural de Tommy Johnson, Canned Heat Blues, al sonido de Chicago, o cuando García desangró las cuerdas de su guitarra con el slide en Sweet Black Angel y The Sky is Crying.
Sobre el
final, alguien les pidió “una bien bajón” y el cantante respondió: “Nosotros no
tocamos bajón, para eso prendan la tele y pongan Crónica”. Claro que para el
bajón tampoco es necesario prender la tele, basta con salir a la calle y ver el
drama que estamos viviendo, aunque eso no viene al caso. El blues, en
definitiva, no es para bajonearse sino que es para matizar cualquier tipo bajón. En una noche helada, a miles de kilómetros de la meca, Spoonful lo
supo hacer muy bien.