Watermelon Slim es el pastor de la Iglesia del blues. Su mensaje está acompañado por el filoso sonido del slide deslizándose por las cuerdas de su guitarra y un abrasador ritmo de doce compases. Su prédica se centra en los Santos Evangelios de Muddy Waters, Howlin’ Wolf y Mississippi Fred McDowell. Clarksdale, es la tierra prometida.
En su nuevo disco, el número 13 de su carrera, Slim se da el gusto de rodearse de grandes músicos que jerarquizan aún más las canciones. Él canta con una voz muy personal, de esas que se distinguen en el acto. Además, toca la guitarra y en algunos temas sopla la armónica con mucha energía y convicción. La banda la completan John Allouise en bajo y Brian Wells en batería.
El álbum comienza con St Peter’s Ledger, donde Slim ruega que no lo manden todavía al purgatorio, mientras que Bob Margolin, histórico guitarrista de Muddy Waters, despliega su sonido característico. Sigue con Tax man blues, donde se queja de lo difícil que es vivir de la música (¡Sí, parece que en Estados Unidos también!). En Gipsy woman, Margolin vuelve a escena con un slide asesino y Slim agita la armónica como si se le fuera la vida en ello. En Post-Modern blues, con la guitarra Nick Schnebelen, de Trampled Under Foot, y una poderosa sección de caños, Slim se queja de lo difícil que es para él vivir en el siglo XXI.
Uno de los puntos más altos del disco es Get out of my life woman, de Allen Toussaint, una explosión de southern soul, donde Slim comparte voces, nada más y nada menos, que con John Nemeth y Sherman Holmes, de los Holmes Brothers, mientras Margolin hace su arremetida final con el slide. MNI Wiconi – The water song, tiene un mensaje ecológico: se queja del desperdicio de agua en el mundo, mientras los vientos generan un remolino funky y Joe Louis Walker intercede con un solo visceral. En Me and my woman, recurre a los servicios del guitarrista Albert Castiglia, mientras él ventila sus blues con la armónica.
Con su guitarra resonadora encara el clásico de Howlin’ Wolf Smokestack lightining y luego saca a relucir su pasado como camionero con That Ole 1-4-5. Se despoja casi completamente de instrumentos para Holler #4, un tema autobiográfico que interpreta a capela mientras se acompaña haciendo percusión con el pie e intercala un profundo solo de armónica. El blues, la ruta y el Mississippi se conjugan en 61 Highway blues de Fred McDowell y luego versiona a J.B. Hutto con Too much alcohol, en la que mantiene un duelo de slide con Castiglia. El disco cierra con una reflexión política de los últimos años en los Estados Unidos, Charlottesville (Blues for my nation), en la que Nemeth vuelve para engalanar la parte vocal; y Halloween mama, en tono sarcástico sobre una novia muy fea que no necesita disfraz, mientras el órgano de Chris Wiser marca el ritmo como en la Marcha del Elefantito, de Henry Mancini.
Mujeres, alcohol, rutas, política, medio ambiente y modernidad son algunos de los temas que el pastor Watermelon Slim predica al ritmo del blues. Entren a su Iglesia. Saldrán encantados. Amén.

Super Blues. El primer intento de Leonard Chess para mejorar sus finanzas fue juntar a tres de sus máximas figuras en un solo disco. Es por eso que, en 1967, creó Super Blues, que tenía como protagonistas a Muddy Waters, Bo Diddley y Little Walter. Fue editado por la firma subsidiaria Checker Records y la selección de temas era un combo de lo mejor de cada uno de ellos: Long distance call, I just want to make love to you, I’m a man, Who do you love?, Juke y My babe. Pese a que la banda fue reforzada con Otis Spann y Buddy Guy, el estado de Little Walter fue un problema: ya estaba muy enfermo –de hecho moriría un año después-, casi no podía tocar su armónica y su voz parecía oxidada, fuera de registro. De todas maneras, Muddy y Bo Diddley pusieron mucho de sí mismos para lograr un álbum decente. Claro que queda empañado si se lo compara con los que ellos mismos habían grabado diez años antes y con los que grabarían tiempo después. Lo que se puede rescatar de Super Blues es cierto espíritu festivo y el dueto de voces de estos grandes del blues, que no es poco.
The Super Super Blues Band. Seis meses después de Super Blues, Leonard Chess decidió juntar el agua con el aceite en materia de personalidades. Pensó que sería una buena idea reunir a Howlin’ Wolf con Muddy Waters y Bo Diddley. La relación entre Muddy y Wolf siempre había sido muy tirante y competitiva. Los dos se venían disputando el cetro del rey del blues de Chicago y en este disco sus diferencias quedaron de manifiesto. El álbum tiene ocho canciones en las que Wolf y Muddy luchan por sobresalir. Buddy Guy y Otis Spann también son de la partida y aquí además se suma Hubert Sumlin. Pero semejante lista de nombres no llega a la altura de lo esperado. Para empezar hay en casi todos los temas unos coros femeninos bastante molestos, Bo Diddley le da un efecto wah wah innecesario a su guitarra y Wolf interrumpe a Muddy cada vez que puede con alguna interjección. Pero los coleccionistas saben valorar que se trata de un documento histórico, que por más que musicalmente no sea de lo mejor, logró reunir a dos de los más grandes de la historia del blues de Chicago en un mismo estudio.
Electric Mud. En la película Godfathers and sons, de la serie de blues producida por Martin Scorsese, Marshall Chess reúne 30 años después a la banda que tocó con Muddy Waters en 1968 (Phil Upchurch, Pete Cosey y Charles Stepney, entre otros), para hacer una versión de Mannish boy junto a músicos de otra generación, entre los que están los raperos Chuck D (Public Enemy) y Common. En la película, Marshall Chess confiesa que cuando salió Electric Mud fue muy criticado: “Dijeron que era el peor disco de blues de la historia, pero ni siquiera lo habíamos hecho queriendo que sea un disco de blues”. Chuck D y los otros músicos llegan a la conclusión de que el álbum resultó un puente generacional, especialmente entre los jóvenes negros que se criaron escuchando hip hop. “Así descubrí el blues”, asegura el célebre rapero. Lo cierto es que Electric Mud no suena como ningún otro disco de Muddy, salvo por After the rain que se editó al año siguiente. Suena avant garde, funky, psicodélico, hipnótico. Muddy reinterpreta algunos de sus viejos temas –Hoochie Coochie man, Mannish boy y I just want to make love to you- y canta por primera vez Let’s spend together, de los Rolling Stones, y una extraña canción llamada Herbert Harper's Free Press News, que terminó inspirando al mismísimo Jimi Hendrix. En su momento, el álbum ni siquiera le gustó a Muddy y supongo que menos le habrá gustado el peinado de la sesión de fotos. Pero el tiempo lo revalorizó, lo convirtió en un álbum esencial de cualquier discografía.
The Howlin' Wolf Album. Si a Muddy Waters no le gustó Electric Mud, ni hablar de lo que pensó Howlin’ Wolf acerca del disco que le hicieron grabar a él con la misma banda. La leyenda de la portada del disco es elocuente. “¿Por qué no agarran todos los wah wah y la otra mierda y la tiran al lago?”, le preguntó Wolf durante un receso de la grabación al guitarrista Pete Cosey, quien años después terminaría tocando junto a Miles Davis. Musicalmente es muy parecido a Electric Mud. La diferencia está en que Muddy le puso onda y garra al disco, por más que no estuviera cómodo con la situación. En cambio, Wolf no pudo disimular su fastidio y eso se nota. Hace poco fue reeditado en cd y es una buena oportunidad para escucharlo con atención, analizar el contexto en el que se grabó y disfrutarlo en lugar de juzgarlo.





