lunes, 17 de diciembre de 2018

Esos viejos blues


Joe Louis Walker y el armoniquista inglés Giles Robson se conocieron hace tres años en un festival de blues en Holanda. Enseguida empatizaron y se propusieron grabar un disco acústico, una suerte de regreso a las raíces más profundas del blues. Walker le sugirió sumar al proyecto al experimentado pianista Bruce Katz (Allman Brothers, John Hammond Jr., Delbert McClinton). Un año más tarde, los tres músicos se encontraron en Woodstock, Nueva York, y en los estuios NRS grabaron Journey to the heart of the blues, que Alligator Records acaba de editar.

Journey…, que fue producido por ellos tres, combina un repertorio viejos blues, en su mayoría canciones que no fueron tan abordadas en las últimas décadas. “El álbum es un regreso a los días en que menos era más. No hay largos solos de guitarra, ni batería, ni instrumentación extra. Solo buen blues tocado con honestidad y pasión”, explica Katz. “Cada canción del disco -agrega Robson- nos lleva a un viaje lírico y musical al corazón mismo del blues”.

La sinergia de este trío es formidable. Si bien Walker y Katz ya habían tocado juntos con anterioridad no lo habían hecho en este formato. Y Robson se acopló a ellos con mucha prestancia. La armónica, la guitarra y el piano fluyen con absoluta naturalidad como solía pasar en la década del cuarenta cuando músicos como Sonny Boy Williamson I, Jazz Gillum o Big Maceo encabezaban sus tríos.

El disco comienza en clave de boogie con Mean old train, de Papa Lighfoot, y sigue con It’s you, baby, del legendario Sunnyland Slim. Otros de los temas que interpretan son I’m a lonely man (Sonny Boy Williamson II), You got to run me down (Washboard Sam) y Feel like blowin’ my horn (Roosevelt Sykes). Además, se sumergen en el repertorio de Big Maceo con Poor Kelly blues y Chicago breakdown. Pero tal vez la versión más sorprendente, por su reconfiguración, es Murderer’s home, de Blind Willie McTell. Un solo tema fue escrito para la ocasión: G&J boogie, un instrumental que lleva la rúbrica de Walker y Robson.

En cada uno de los temas la voz de Walker resulta imbatible y la combinación de los tres instrumentos desemboca sin obstáculos en un exquisito combo sonoro donde se reparten el protagonismo en partes iguales. El trío logró imponer el estilo de antaño con un sonido limpio y orgánico. Es el viejo blues pulido y lustrado. Una obra que no pretende superar a lo que ya se grabó, sino que busca rescatar viejas canciones olvidadas de una época dorada del blues.


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