Neil Young. El hombre, el músico, el hippie, el cowboy solitario. El inquieto, el insatisfecho, el creativo. El amante del medioambiente, de los autos, de los trenes Lionel, del sonido más puro. El creador, el inventor, el desarrollista. El folkie, el rockero, el padrino del grunge. Hoy, 12 de noviembre, cumple 70 años.
Protagonista absoluto de la música popular de los últimos 50 años, editó algunos de los mejores discos de la historia del rock: After the gold rush (1970), Harvest (1972), On the beach (1975), Comes a time (1978), Rust never sleeps (1979) y Freedom (1989). Tocó con Buffalo Springfield, con Crosby, Stills & Nash, con Crazy Horse, con The Stray Gators, con Daniel Lanois, con Booker T & The MG’s. Le pegó a Bush y a Monsanto, también a Lynyrd Skynyrd aunque después se arrepintió.
Tuvo tres esposas: Susan, Carrie y Pegi. De la última se separó hace un año. Tiene tres hijos: Zeke, Ben y Amber. El primero padece parálisis cerebral y el segundo es tetrapléjico. Dos golpes duros que le dio la vida y que sin embargo canalizó con amor, con música y con la creación de una escuela para educar a niños con necesidades especiales. Las muertes de sus grandes amigos y compañeros de ruta David Briggs, Danny Whitten, Jack Nitzsche y Ben Keith también lo hicieron tambalear. Todas esas experiencias están retratadas en sus canciones que, en algún punto, también retratan las nuestras. Porque es imposible desprendernos de temas como Don’t let it bring you down, Heart of gold, Out on the weekend, Old man, Like a hurricane, Powderfinger o See the sky about to rain.
Pero cuál es el secreto de esas y otras tantísimas canciones que escribió a la largo de su vida. Así lo explicó en sus memorias, El sueño de un hippie:
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Feliz cumpleaños, maestro. Y gracias, muchas gracias.
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