
Fue un evento atípico. Primero por la elección del escenario y segundo porque el grupo que más gente convocaba, Oasis, abrió el recital. Eso hizo que pasara algo alucinante: cuando terminó el show de los hermanos Gallagher, la gente que se agolpaba junto al escenario, se dispersó. Entonces, para cuando Neil Young salió a escena, nosotros estábamos junto al escenario. Así, a escasos metros de distancia, vivimos las dos horas eléctricas en las que el viejo cowboy solitario nos regaló casi todas sus mejores canciones: Like a hurricane, Keep on rockin´ in the Free World, Hey hey, my my y The needle and the damage done.
Esa noche mágica me marcó definitivamente. Ya no habría vuelta atrás para mí con relación a la música de Neil Young. A los discos que tenía sumé los que me faltaban. Y desde entonces compré todos los que fue sacando. Sus mejores cinco discos, para mí, son: Alter the gold rush (1970), On the beach (1974), Tonight’s the night (1975), Rust never sleeps (1979) y Everybody knows this is nowhere (1969). A esta lista podría agregar Dèjá vu (1970), junto a Crosby, Stills & Nash. De elegir sus cinco mejores canciones, me quedaría con éstas: Heart of gold (1974), After the gold rush (1970), Don’t let it bring you down (1970), Down by the river (1969) y Powderfinger (1979).
Escribo éstas líneas mientras escucho su último álbum –Le Noise- en el día de su cumpleaños 65. Este es mi humilde homenaje a su figura y a su música. Y es también una expresión de deseo, la de querer volver a verlo en vivo, acústico o eléctrico, furioso o introspectivo. Cómo sea. Feliz cumpleaños Neil: ¡keep on rocking!
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