domingo, 10 de enero de 2010

Cd's

Que lindo era comprar cd’s. Ir a la disquería y salir con dos o tres en una bolsita. Llegar a casa y escucharlos uno por uno durante un par de horas. Todo eso quedó atrás, lamentablemente tan atrás que ahora comprar un disco compacto es un acontecimiento singular.

El jueves estaba caminando por Cabildo y entré en una galería. Me detuve un segundo frente a la vidriera de una disquería y vi que tenía el disco en vivo que sacó Van Morrison el año pasado: Astral Weeks, Live at the Hollywood Bowl. Me tenté y me lo llevé por 39 pesos. Llegué a mi casa, lo puse en el equipo y refresqué aquella vieja sensación que el tiempo y la tecnología arrasaron. Y por un momento me olvidé de esas palabras que hace una década no significaban absolutamente nada para mí: mp3, download, rapidshare, I Pod.

Me acuerdo perfectamente los dos primeros cd’s que compré. Fue en el 92 en el viejo Musimundo que estaba al lado del cine Atlas, en Cabildo. Me llevé uno de Johnny Winter y otro de B.B. King. Después tuve mis días de disquería Suite, donde te regalaban uno cuando comprabas cinco. Pero mi lugar, la cueva a la que me gustaba ir, estaba en la galería Río de la Plata. Se llamaba Minton’s y ahí pasé de cliente a empleado de los sábados. De tanto ir y tanto gastar trabé una buena amistad con Guillermo, su dueño. Si bien no me pagaba en efectivo, lo hacía con discos y eso para mí, en aquél momento, era más que todo. Allí pasé horas y horas. Escuché de todo y conocí gente muy grosa como el Nano Herrera, Adrián Iaies y Petinatto, entre otros. Y por sobre todas las cosas aprendí mucho de blues y de jazz gracias a Guillermo. Extraño aquellas tardes de puchos, café y buena música.

La primera vez que estuve en Los Angeles fue en enero del 94. Tower Records todavía no había desembarcado en la Argentina, así que no tienen idea la emoción que tuve al entrar al inmenso local que estaba sobre Wilshire, cerca de UCLA. Me invadió la ansiedad cuando ví la batea de discos de blues y creo que tuve una especie de colapso: llegué a la caja registradora con las manos repletas de cd’s. La cuenta superaba los 300 dólares y obviamente tuve que descartar allí mismo varios para poder llevarme algunos. Qué tiempos aquellos.

Tower Records ya no existe desde hace un tiempo. El año pasado cerró la Virgin de Times Square, en Nueva York, y eso fue todo un símbolo del ocaso. No resistió ni en el corazón de la Capital del consumo. Ya había tenido un pantallazo de lo que vendría hace un par de años en Europa cuando me costó trabajo encontrar disquerías. A Musimundo acá parece que le queda poco tiempo y por ahora resiste gracias a la venta de artículos de electrónica. Pero es palpable que cada vez cierran más locales. Supongo (espero) que subsistirán las pequeñas cuevas especializadas, donde comprar discos representa mucho más que el simple acto de elegirlo y pagar.

Yo convivo con unos dos mil disquitos, prolijamente guardados y ordenados según el género. Mi cuñado, muy tecnológico él, cada vez que viene se sorprende de verlos. Dice que mi casa es muy vintage. Cada uno de mis discos tiene su historia. La de la grabación y el artista por un lado, y la mía por el otro. Recuerdo cómo conseguí cada uno de ellos. Si lo compré y dónde o quién me lo regaló. Ahí están, en sus torres, velando por mí y esperando que les toque el día de volver a salir de sus cajas, para sonar en el equipo con la misma fidelidad de siempre. Ahora subo el volumen y Van Morrison canta Sweet Thing, mi primer cd de 2010.

9 comentarios:

Claudia V. Cipollone dijo...

Towers Records existe en un puesto de Parque Centenario. Alguien que aún hoy sigue vendiendo su indemnización

Maxi! dijo...

A mi me pasa lo mismo. Mi casa cada vez parece más un museo. Cerca de mil discos....pero me sigo entusiasmando con los CD y los Conciertos en DVD y , ahora, en Blu ray. Yo también recuerdo como me hice con ellos y sigue siendo el mejor regalo que alguien puede hacerme.

Fede Chedrese dijo...

Muy buen rapto de melancolía, aunque suene paradojico lo de "buen". Aveces, reflexionar sobre los últimos años de nuestras vidas nos permite dimensionar la velocidad en que andamos, las cosas que descartamos, los valores que olvidamos. Y esa melancolía no es más que el cable plateado que nos conecta con lo que somos en esencia.

Alberto Moreno dijo...

¡Muy buen post Martín! Prendo velas a las cuevas...

Oscar Olarán dijo...

ahora los puedes comprar y escuchar al otro lado de la cordillera

Unknown dijo...

Re 100 descubro tus dotes de literato...muy buenos tus escritos...yo prefiero el cd original...y eso será hasta que muera

margok dijo...

Me encantó la nota, Martín!
Yo también amo mis cds, no tengo tantos como vos, pero pensándolo, es también uno de los mejores regalos que puedo recibir. Como lo eran los lp o los simples o dobles cuando era joven.... hace muchos años..
Seguí escribiendo así. Un placer leer tus notas!

Anónimo dijo...

No solo guardo mis cds clasificados por año y estilo, sino mis discos y el toca discos, uys! me siento añeja.
Maga

Anónimo dijo...

Buscando el sitio de Disqueria Suite encontre esta pagina. No se si esta activa pero igual escribo. Yo tambien compraba, sigo llendo eventualmente, mis discos (si eran discos en esa epoca)en Suite. Sigo atado al hobby de la musica ahora en cd y vinilos. Me ataca las colecciones completas. Como he viajado mucho por trabajo, traia todo lo que encontraba, porque sin Tower de Santa Fe y Callao y Sam Goody de New York, caigo en cualquier cueva. Ahora estoy llendo a la Galeria Florida. Empece de chico con el hobby, hoy ya tengo 3243 cd y 2100 y pico de LP (clasificados, ordenados y catalogados). Me intimaron a rajarme de casa si invado areas no autorizadas con mi cdteca. Grandes recuerdos. Un abrazo a todos. Busco uno de The Turtles para recordar.